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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Zapatos nuevos
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Esa tarde convencí a mi esposo para que me llevara al centro comercial. Quería comprar unos nuevos zapatos sexys de tacones para mí. Mi amiga Helena me había dicho que había una pequeña tienda de zapatos en una esquina, donde podría encontrar algunos artículos a buenos precios.

Fuimos allí después de comer en casa. Me había vestido para una especie de cena sexy para sólo Víctor y yo. Llevaba una minifalda negra, sin bragas y una camiseta negra muy ajustada, justo para cubrir mis pezones endurecidos.

Cuando llegamos a la pequeña tienda, que está a la vuelta de la esquina, justo junto al estacionamiento, vi los zapatos que estaba buscando, justo en el escaparate. Aquellos zapatos eran muy sexys y muy de zorra. Estaba segura de que a Víctor le gustaría verlos atados alrededor de mis tobillos. Así que le dije que me los probaría para ver si le gustaban puestos en mí.

Entramos cuando faltaban unos veinte minutos para el cierre. Todo el centro comercial ya parecía vacío, excepto por nosotros.

Encontramos a un joven vendedor, educado y servicial, en el mostrador. Era un apuesto hombre, alto y de complexión atlética. Fue muy amable conmigo en cuanto entré y sentí una atracción inmediata hacia él. Luego le señalé los zapatos y le dije mi número.

Mi marido sonrió diciéndome que ya había comenzado a coquetear con el vendedor y yo sólo le contesté que planeaba divertirme con él.

El hombre volvió del almacén con la caja en sus manos y me senté en una silla de cuero para probármelos. Me dio los zapatos para que me los pusiera yo misma, pero mi marido le preguntó si no le importaría ayudarme. El vendedor se arrodilló delante de mí. Me quité una sandalia y puse mi pie en el estrado. Sacó uno de los zapatos y lo me lo puso. Tuvo que tomar mi pie con una de sus manos mientras trabajaba con mis dedos y se arqueaba en los cordones con la otra. Aquello resultaba muy sexy y me excitaba notando sus manos en mis pies.

Separé un poco los muslos, dándole una buena visión a mi coño bajo la falda. Me miró y sonrió, le guiñé un ojo y siguió con su trabajo.

Mientras me ataba los zapatos alrededor del tobillo, su mano me acariciaba la pantorrilla y se las arregló para abrirme la pierna un poco más. Me incliné hacia atrás en la silla y abrí mi otra pierna para él y mi marido. Así les di a ambos una buena vista de mi coño desnudo.

Me cogió el otro pie y lo apoyó en el banco, luego me quitó la otra sandalia y la dejó en el suelo. Luego tomó mi pie en su mano y me dio un pequeño masaje de pie y tobillo mientras yo inclinaba la cabeza hacia atrás cerrando los ojos.

El vendedor debía haber estado mirándome el coño mientras me masajeaba el pie porque oí a mi marido diciéndole que podía tocar si quería.

Sentada allí note la mano del vendedor deslizándose por mi pierna y tocándome los labios del coño. Mi coño estaba tan mojado que sus dedos se deslizaron dentro muy fácilmente. Frotó mi coño por un momento, luego me dio un pequeño pellizco en el clítoris y apartó la mano. Sentí que me cogía el pie de nuevo y me ponía el otro zapato, y luego me lo ataba.

Cuando terminó, volvió a deslizar su mano por mi muslo y le dio a mi coño otra pequeña caricia. Abrí los ojos y me bajé un poco la falda. Luego me levanté y caminé por la tienda con los zapatos tan sexys.

Mi marido dijo que le gustaban y le preguntó al vendedor qué pensaba de mí con esos zapatos de tacones tan sexys. Ambos estuvieron de acuerdo en que me veía sensual llevándolos.

Me senté de nuevo, quejándome de que los cordones estaban muy apretados. El joven le preguntó a Víctor si le importaría que yo fuera al almacén para hacer los últimos ajustes a os cordones. Así que seguí al vendedor hasta el almacén con mi marido detrás de mí. Una vez que llegamos allí, vi una mesa de trabajo frente a un montón de estantes con cajas de zapatos. El hombre le preguntó al marido si estaría bien que me subiera a la mesa, para que pudiera arreglar los cordones más fácilmente.

Víctor le dijo que le parecía bien. Entonces, el joven me levantó sobre la mesa y me sentó en el borde. Esperaba que me cogiera en ese mismo momento, pero se agachó para retirar los cordones de mis tobillos. Empecé a sentirme caliente y excitada por aquel hombre desconocido.

Cuando el chico se levantó y me miró de nuevo, vio que yo estaba sentada y que me había bajado la cremallera de la falda, mientras me quitaba la parte superior de la ropa por la cabeza. Estaba más que lista para ser follada.

Alargó la mano y me tocó los muy duros pezones. Un momento después, cerré los ojos, gemí de placer y me acosté de espaldas abriendo las piernas para él. No tuve que esperar mucho tiempo para notar sus manos sobre mí y de repente me tiró de las piernas para poner mi coño en el borde de la mesa. Entonces noté la enorme cabeza de su polla entrando con fuerza dentro de mí. Me folló muy bien, entrando y saliendo con mucha energía de mi coño húmedo y chorreante. Su polla se sintió bien y estaba muy dura.

Cuando el tipo empezó a coger su propio ritmo, Víctor se apoyó en mí y me pellizcó los pezones duros como tanto me gusta. Llegué gimiendo y gritando fuerte, mientras el joven seguía follándome.

Cinco minutos más tarde, lo oímos gruñir y se apartó, apuntó la cabeza de su verga a mi cuerpo y reventó llenándome todo el vientre con su esperma.

Yo quería más, necesitaba más así que le pregunté a mi esposa si quería su turno. Pero mi marido se negó, diciendo que no, que esperaría hasta que llegáramos a casa.

Así que me senté y me puse la ropa. Una vez vestida, Víctor pagó la compra y el joven nos llevó a través del pasillo del centro comercial que ya estaba cerrado. Mi marido me ayudó a entrar en el coche y volvimos a casa.

Metí mis propios dedos en mi coño recién follado y me masturbé durante todo el camino de regreso a casa. Cuando entramos en el garaje, mi esposo me abrió la puerta del auto y me contempló mientras me desnudaba para él esta vez.

Me llevó a su banco de trabajo en el garaje y me inclinó sobre él, colocando mis manos detrás de la espalda y sujetándolas con fuerza mientras empujaba su dura polla dentro de mi empapado coño por detrás. Después de que terminó dentro de mí, me ayudó a levantarme y entramos en la casa. Fuimos al dormitorio e iba a darme una ducha, pero me dijo que me quedara como estaba que le gustaba verme con semen seco en el cuerpo. Así que me quedé así mientras me desataba los nuevos zapatos de los tobillos y me los quitaba de los pies.

Volví sola a la tienda de zapatos un par de veces más después de esa ocasión. Y volví a follar con el joven vendedor y compré algún par nuevo de sexys zapatos cada vez que me follaba. Una tarde, cuando regresé descubrí que se había ido a trabajar a otro lugar.

Mi marido siempre disfrutaba que yo me pusiera aquellos zapatos.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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