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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Alfonso el tío y Alfonsito su sobrino
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Querido Bedri:

Había estado fuera un tiempo y Alfonso había ido a recogerme al aeropuerto. No le dejé irse y le invité a tomar algo en casa mientras charlábamos de nuestras respectivas vidas después de un prolongado periodo de tiempo sin vernos. Con el frigorífico vació y sin nada que ofrecer, dejé a Alfonso estacionando el coche mientras yo corría al supermercado más próximo. También le di la llave para que me esperara y subiera a casa el equipaje.

Nada más llegar a casa sonó el timbre de la puerta de arriba. Fui a abrir mientras Alfonso se quedaba abriendo una botella de vino. El toque era familiar así que no oteé por la mirilla y abrí confiada. Era Alfonsito que nada más abrir se abalanzó sobre mi empujándome contra la pared y cogiéndose a mis tetas mientras me asaltaba la boca como el salvaje que a veces es. Cerré la puerta como pude con el pie preocupada porque nos pudieran ver desde fuera y también por quien esperaba en la cocina.

― ¿Quién es? ―preguntó Alfonso― ¡Vaya sobrino, que sorpresa!

Ambos nos quedamos paralizados pero sin separarnos. Yo porque ya sabía quién nos había sorprendido, lo raro es que no lo hubiera hecho. Y Alfonsito que seguía aferrado a mis tetas casi asustado por la sorpresiva presencia de su tío. Los tres permanecimos silenciosos hasta que Alfonso, parece que más acostumbrado a estas cosas dijo socarrón― Veo que no pierdes el tiempo sobrino, ya me parecía a mi demasiado raro el interés el tuyo por los estudios ¿Tú también quieres vino Alfonso? ―continuó volviéndose y regresando a la cocina.

Le di un cachete en las nalgas a Alfonsito y le hice el gesto de que respondiera y me acompañara.

―Vaya, vaya, vaya sobrino, sí que eres espabilado.

―No te cebes con el chico Alfonso.

―Tienes muchas cosas que explicarme sobrino.

―Tampoco es muy complicado de entender―se defendió el chico.

― ¿Lo sabe tu madre?

―Ni loca ―respondí apresuradamente― ni lo sabe ni tiene que ni sospecharlo.

―Pues yo en algún momento lo sospeché.

― ¿Qué sospechaste que cosa? ―pregunté preocupada.

―Que entre vosotros había algo más que interés académico.

―Tío, también tú te acuestas con Q., se lo oí a mamá cuando cogiste el hongo ―contraatacó Alfonsito.

―Bueno, bueno, dejémonos de reproches y celebremos el encuentro ―tercié antes de que aquello llegara a mal lugar.

― ¿Celebrarlo cómo? ―preguntó picarón Alfonso.

―De la mejor manera posible y que además es la que los dos queréis ―dije dejando la copa sobre la mesa y saliendo en dirección al dormitorio.

Oí pasos detrás de mí y la voz de Alfonso dirigiéndose burlón a su sobrino― ¿No te atreves sobrino?

Los apresurados pasos me confirmaron que si se atrevía.

Entré en mi habitación y sin mirarlos me fui despojando de todas las prendas. Cuando lo finalicé me giré cubriendo discretamente el pubis con la mano, hacía tiempo que no pasaba por la depilación y estaba un poco feo. El espectáculo qué vi era gracioso y sorprendente, ambos desnudos, cubriéndose con las manos los genitales y mirándose entre sorprendidos y desafiantes.

―Vamos, vamos chicos, que no es la primera vez.

―Es la primera vez que somos tres ―dijo con voz tímida Alfonsito.

― ¿Nunca has hecho un trío? ―río Alfonso― pues vas a tener los mejores profesores.

― ¿Vosotros dos…? ―dijo Alfonsito sin terminar la frase.

―Nunca me has compartido ―protesté dirigiéndome a Alfonso.

―Pero tú y yo hemos tenido sexo con más de una persona al tiempo.

Sentí como me ruborizaba porque pensé en mis sobrinos y en las ganas que tenía de follar al tiempo con mi primo y con mi tío, otros dos que también son tío y sobrino.

― ¡Qué sabrás tú! ―respondí rápidamente para atajar cualquier otra disquisición.

―Sé muchas cosas ―respondió desafiante pasando detrás de mí y cogiéndome las tetas con sus manos y elevándolas como para ofrecérselas a su sobrino al tiempo que buscaba mi boca que encontró. Yo levanté los brazos para ofrecerme mejor e intenté pasar mis brazos por detrás de su cabeza. Eso me hizo separar los muslos y adelantar el pubis permitiendo que Alfonsito, no perdiera el tiempo y, se arrodillara entre mis piernas metiendo la cabeza entre mis muslos y buscando mi coño con su boca.

― ¡Como has mejorado Alfonsito! ―dije con un suspiro.

―Ahora ya tengo novia ―respondió entrecortadamente.

No sé si fue esa respuesta, su lengua en mi clítoris o las manos de su tío en mis tetas pero no es que me viniese un orgasmo, es que me estalló. Tan intenso y brutal fue que me temblaron las piernas y me flojearon las rodillas. Si no llega a ser porque Alfonso me sujetó con fuerza por las tetas me hubiera ido al suelo entre temblores de puro placer.

Entre jadeos y como pude me tumbé boca abajo en la cama dejándome acariciar por los dos.

―Sigues tan extraordinaria como siempre ―dijo una voz que no pude identificar; en parte porque los dos tienen el mismo timbre y entonación, y en parte porque seguía obnubilada por el gustazo de la corrida.

Luego un cachete en las nalgas y una orden―A cuatro patas Q.

Obedecí y cerrando los ojos me coloqué bien asentada sobre la cama, separando bien manos y piernas, y levantado el culo para proporcionar mejor acceso.

―Ponte ahí sobrino.

Noté como uno se colocaba detrás de mí y como el otro se ponía delante. Abrí la boca esperando también otra polla entrándome por el coño. Casi inmediatamente y al unísono, una polla entró tímidamente en mi boca y otra con decisión en mi coño. Supe entonces como se habían colocado, el sobrino follándome la boca y el tío metiéndomela profundamente en la vagina.

Alfonso me cogió por el pelo tirando hacía atrás para hacerme levantar la cabeza y con un golpe de cadera me empujó hacia delante haciéndome tragar toda la polla de su sobrino que entró hasta mi garganta haciéndome casi vomitar. Así una y otra vez, adelante y atrás con sus golpes de cadera, metiéndome su polla muy adentro entre las ardientes paredes de mi vagina y de rebote la polla de su sobrino que me causaba náuseas y abundante saliveo con cada entrada hasta el fondo de mi boca. Eso me gustó como también me gustó notar la corrida de Alfonsito llenándome la boca y deslizándose por mi garganta. Además, nunca me había follado a nadie tan profundamente en la boca, hasta la garganta.

El rugido de su tío y la sensación cálida en mi interior fue señal de que Alfonso también se había corrido. Normalmente ambos duraban más pero esta vez no me importó, la satisfacción de ser follada a la vez por ambos, y sobre todo, esas dulces mariposas recorriéndome el vientre fueron suficientes, por el momento.

Me dejé caer sobre la cama y ambos se colocaron a los lados y comenzaron una tonta competición para ver quien me acariciaba las tetas o el coño, tropezando con las manos y apartándoselas. La verdad es que era algo muy tonto pero me gustaba mucho y acabé por tener un orgasmo de tantos toqueteos, caricias, pellizcos, manoseos, chupetones, besos y lamidas.

Cuando Alfonso logró pasar la mano por mi pubis noto su aspereza y me lo hizo notar―tienes que desbrozar el monte Q.

―No he tenido mucho tiempo para eso.

― ¿Y por qué no te lo has hecho depilar? ―preguntó el más joven.

―Porque no me gusta que me lo haga cualquiera.

― ¿Y por qué no te lo haces tú? ―insistió Alfonsito.

―Prefiero que me lo haga alguien que sepa hacerlo bien.

―Me gusta esa costumbre tuya de cambiarte el diseño de vez en cuando ―me dijo al oído Alfonso.

― ¿Son diseños tuyo o de la otra persona? ―continuó su sobrino.

―Mucho queréis saber vosotros ―respondí defendiéndome― Alguien me hace esas depilaciones, unas veces a mi gusto, otras veces a gusto de ese alguien pero no quiero hablar de ello.

―Pues vete ahora mismo a que te depile del todo que este fin de semana nos vamos a navegar ―añadió imperativo Alfonso.

― ¿Los tres? ―Preguntó tímidamente Alfonsito.

―Por supuesto que los tres ―me adelanté a su tío que mostró su fastidio.

―Pero yo seré el patrón y tendré prioridad sobre Q. ¿De acuerdo sobrino?

Alfonsito se encogió de hombros y asintió antes de comenzar a vestirse.

― ¿Os vais ya, así, sin echarme otro polvo?

Los dos se quedaron sorprendidos, mirándome con los calzoncillos en las manos.

―Vas a depilarte ahora y no sé, el coño te queda muy tumefacto y rezumando semen y fluidos vaginales, pensé que no te gustaría… ―se disculpó Alfonso.

No dejé acabar y le interrumpir― ¿Cuándo has visto que yo me conforme con solo un polvo solitario?

― ¿Uno rapidito? ―propuso Alfonsito yendo con rapidez a los pies de la cama― ahora me toca a mí aquí.

Entre risas, Alfonso se fue a la cabeza de la cama y yo me coloqué ofreciéndole otra vez el coño y metiéndome la polla de su sobrino en la boca. Alfonsito protestó y eso hizo que su tío y yo nos riéramos más.

Todavía entre risas y toses Alfonso se tumbó y yo me di la vuelta para comerme su polla y ofrecer mi coño a su sobrino. No acababa de acomodarme la polla de Alfonso en la boca cuando de forma sorprendente su sobrino de un solo movimiento me la metió toda, hasta atrás, arrancándome un gemido.

―Eso ha estado muy bien sobrino.

El siguiente y los sucesivos embates del chico fueron idénticos, con profundidad, fuerza, potencia, ritmo, y casi con control. Ciertamente este chico ha mejorado mucho en su primer curso en la Universidad y con esa novia.

―Me tienes que presentar a esa chica ―dije como pude entre gemidos y con la polla de su tío en la boca.

― ¿Para montárnoslo los cuatro? ―propuso Alfonso entre suspiros que indicaban que pronto su semen acabaría dentro de mí.

Me sorprendió la respuesta de su sobrino― tienes prioridad sobre Q, pero no sobre mi novia.

No sé qué se siguieron diciendo porque desde la entrepierna hasta la garganta me sentí estremecer por sus orgasmos y por los míos. Andanadas de placer me convulsionaron hasta hacerme perder toda compostura y gritar de gusto. Afortunadamente la polla de Alfonso en mi boca ahogó mis gritos de auténtica puta porque de lo contrario, todos mis vecinos confirmarían que realmente soy un zorrón. Aunque algunos lo sospechan, ninguno se atreve ni siquiera a comentarlo, son demasiado estirados. Alguno de ellos me folla con frecuencia.

Pocos minutos de descanso y los dos, tío y sobrino, se fueron vistiéndose entre discusiones mientras yo pedía cita para ser depilada.

Entré en el baño para una ducha rápida y un aseo vaginal cuando los dos se iban. Alfonso me dejó las pertinentes instrucciones y se fueron. Les oí seguir discutiendo mientras se alejaban.

A la mañana siguiente, a la hora indicada esperaba en mi portal a que me recogieran. Alfonsito se bajó del coche para hacerse cargo de mi equipaje.

― ¿Solo llevas esto poco?

―No necesita más ―respondió su tío desde el coche.

El viaje fue corto y divertido, con ambos discutiendo, fundamentalmente porque el tío se reía del sobrino tomando como tema su prevalencia sobre mí y que conmigo se follaría a su novia. En un determinado momento el chico dejó de responder y pensativo se giró hacia atrás, para mirarme sentada, en el asiento trasero del coche, y preguntarme― ¿Te follarías a mi novia?

No supe que responder, afortunadamente su tío estuvo hábil― eso depende de ti, si tú quieres Q. se follará a tu novia, las dos solas, en un trió contigo, con otra, chica, conmigo…

― ¡Contigo no! ―respondió airado antes de que se le escapara una inocente sonrisa como respuesta a nuestras risas.

Los últimos kilómetros fueron para que Alfonso le diera instrucciones a su sobrino sobre qué hacer en el barco.

― ¿Y Q.?

―Q. sabe perfectamente que hacer ―recalcó Alfonso.

Llegamos al puerto deportivo y dejamos el auto cerca del pantalán donde Alfonso amarraba su barquito, un pequeño velero blanco con cubierta de teca. Nos subimos y Alfonso se puso, con aparatosa comicidad una gorra de capitán mientras gritaba con voz afectada órdenes contradictorias a su sobrino. Tanto Alfonsito como yo ya habíamos navegado en ese barco pero evidentemente no hicimos lo mismo. El chico disfrutó de agradables navegaciones. Yo además, de unos maravillosos polvos sobre cubierta o en alguna apartada cala. Mientras Alfonsito soltaba amarras yo me dirigí a la cabina donde me preparé para la navegación.

Esperé a salir del puerto para asomarme a cubierta. Me había puesto un bonito pareo regalo precisamente de Alfonso para cuando navegase con él. Pero solo un bonito, suave, colorido, semitransparente e insinuante pareo de grandes flores.

―Ya puedes salir Q. ―confirmó Alfonso desde el timón mientras su sobrino desplegaba la vela mayor.

Un silbido del sobrino me recibió en cubierta.

―A lo tuyo marinero ―grito su tío, con la boca cómicamente torcida imitando a un viejo lobo de mar.

Una vez desplegada la vela me desvestí el pareo y lo extendí a proa, justo por delante de las ventanitas de la cabina. Me tumbé y dejé que la modorra me venciera mientras el sol y el viento me acariciaban. Me sobresaltó Alfonsito que se apareció a mi lado con un frasco de bronceador en la mano.

―Dice mi tío que cuide de ti y que no te queme el sol.

Me incorporé apoyada sobre un codo para mirar hacia el timón donde Alfonso que gritó― le he dicho que te cuide, que te dé toda la cremita que necesites y que te tenga a punto.

― ¿A punto de qué? ―grité yo con toda la intención.

―A punto para el capitán Alfonso el terrible.

Los tres nos reímos con ganas, Alfonso es la antítesis de cualquier cosa que pueda calificarse como terrible.

Me tumbé boca abajo ofreciéndome para que Alfonsito me extendiera el bronceador. No fue generoso con la crema pero si con el extendido y las caricias. Me aplicó crema hasta en la rendija entre mis nalgas.

―Ya tengo bastante bronceador por la espalda cariñito ¿Quieres que me dé la vuelta?

―Ssssssiiii, ¡si! ―dijo nervioso el chico.

Me di la vuelta y me coloqué con las piernas algo separadas. Noté el frescor de la crema sobre mi piel. El primer chorro cayó entre los pechos y rápidamente lo extendió.

―Las tetas son muy delicadas, son muy sensibles al sol ―susurré.

Sendos chorretones de bronceador cayeron sobre mis pezones y a dos manos comenzó a extenderlo. Mis gemidos son tardaron en indicarle que me estaba cuidando muy bien. Otro chorretón cayó sobre el vientre y una mano, la otra se quedó en las tetas, comenzó a extender la crema en círculos cada vez más amplios. Mis gemidos eran cada vez más intensos y mi cadera ya bailaba la danza del deseo. Separé mis muslos y la mano de Alfonsito encontró el camino y después de acariciarme el clítoris dos de sus dedos entraron dentro de mi vagina. Está visto que esa novia le ha enseñado muchas cosas a mi chico.

―No pares cielito, sigue así mi amor ―pude decir entre jadeos y gemidos.

Me corrí, una y otra vez, con las caricias de mi chiquito en mis tetas, con una mano profundamente entre mis muslos y con sus besos suaves en mis labios. Me retorcía de placer acentuado por la sensación en la piel del sol y del viento. Ya me había pasado otra vez allí mismo, en el mismo barco, en medio del mar, llena de placer, disfrutando como pocas veces. Me dejé llevar, extrañada porque Alfonsito no intentara metérmela para follarme. Pese a todo me relajé y dejé que todo fluyera y como resultado un grito salió de mi garganta.

Una orden de su tío y el chico se fue para volver al instante con mi amplia pamela blanca, del mismo color que el blanco, y unas amplias gafas de sol, muy negras.

― ¡Póntelo! ―ordenó el chico.

― ¿Por qué?

―Órdenes del patrón.

― ¿Qué es lo que sucede Alfonso?

―Nos vamos a cruzar con otro barco y quiero darles una sorpresa y dejarles un recuerdo que nunca olvidarán.

― ¡Tío! no hagas eso a Q. Podrían reconocerla.

―No te preocupes por eso Alfonsito, a esa distancia nadie podrá reconocerla.

Me coloqué las gafas y me ajusté la pamela cuidadosamente y me extendí sobre el pareo, con los brazos estirados sobre la cabeza alargando mi silueta. Me dejé llevar pero esta vez solo con la caricia del sol, del viento y del recuerdo reciente de las caricias de Alfonsito. Volvió a venirme el cosquilleo, ese dulce hormigueo que fue intensificándose al tiempo que el sonido del potente motor del otro barco. Cuando ese sonido llegó a su máxima intensidad me imaginé observada, contemplada, deseada por no sé cuántas miradas, incluso envidiada. Ese sentimiento unido al deseo que sentía y al cada vez más intenso deseo me hizo empezar a mover acompasadamente la cadera, primero casi inadvertidamente y luego ya decididamente como si estuviera realmente follando con alguien. En este caso con una docena de pares de ojos. Volví a dejarme llevar aunque mis gemidos, intensos e incontenidos fueran apagados por el ruido del potente motor.

Se alejaba el barco cuando Alfonsito regresó a mi lado― ¿Te has vuelo a correr?

―Si mi amor, me he vuelto a correr más veces.

―Eres una puta encantadora ―dijo el chico al tiempo que metiendo la mano entre mis muslos volvía a arrancarme otro gemido, solo el primero de muchos varios.

―Nunca te había notado el coño tan mojado.

―Es que nos queda mucho por seguir haciendo el amor ―me costó acabar la frase entre temblores y estremecimientos por la oleada de orgasmos que me venía, uno detrás de otro, como las olas del mar que mecían nuestro velero.

―Me encanta verte la carita que poner cuando te corres Q.

―A mí me encanta que me mires cuando haces que me corra.

―Marinero al timón, Q espérame en la cámara ―gritó Alfonso desde la caña

Ardiendo por dentro de placer, con temblores de goce recorriéndome el cuerpo, pasé al lado de ambos arrastrando el pareo hacia el interior del barquito mientras el tío daba instrucciones a su sobrino sobre el rumbo a seguir.

Entre la primera en la única cámara del pequeño velero y desplegué la cama que cubrí con el pareo. Me tumbé sobre él y separé las piernas para tocarme el coño y acariciarme el clítoris ministra miraba llegar a Alfonso por la estrecha y empinada entrada. Me vio allí extendida, dispuesta para el sexo, con el pulgar en el clítoris y dos dedos moviéndose en la vagina.

Alfonso se paró a la entrada y se me quedó contemplando un rato.

―Me enfrío cielo.

―Es que no quiero quemarme Q.

Cerré los ojos y abrí al aboca en una nueva oleada de placer de un nuevo orgasmo, de otros orgasmo más, de mis múltiples orgasmos de ese día, y de otros. Cuando los abrí vi la sonriente cara de Alfonso con expresión casi beatífica que me miraba desde cerca. Luego se me acercó más y me besó con mucha ternura en los labios.

― ¡Fóllame mi amor!

―Todas las veces que quieras.

―No podrás con tantas.

Volvió a besarme, pero esta vez su lengua separó mis labios entrando dentro de mi boca mientras se fue colocando encima de mí. Yo me acomodé aún más separando los muslos para dejarle el sitio que necesitase. Noté a su polla tocando y resbalando por mis muslos en busca de mi coño ansioso pero no hice nada para ayudarle. Me gusta mucho sentir eso. Me la metió al tiempo que ambos suspirábamos al unísono. Últimamente nos coordinamos mucho y bien. Me la metió muy profundamente, como suele hacer y comenzó a moverse, despacito primero y luego fue acelerando.

―Házmelo despacito, por favor, mi amor, muy despacito.

Redujo el ritmo hasta ser exasperadamente lento, como a mí más me gusta desde hace algún tiempo. Separé más los muslos para aumentar la profundidad de la penetración. Y me corrí, entre suspiros que fueron convirtiéndose en gemidos con el siguiente y casi inmediato orgasmo. Luego los gemidos fueron aumentando de frecuencia y de intensidad sonora para pasar a gritos de placer. Todo lo pasado en cubierta había incrementado exponencialmente mi deseo y mis capacidades para alcanzar orgasmos. No sé cuántos orgasmos tuve, ni cuánto tiempo estuvimos follando pero me pasó algo nuevo hasta entonces. Acabé resoplando de puro placer cuando mi Alfonso se corría muy profundamente dentro de mí mezclando su semen con lo que a esas alturas ya era todo un torrente de fluidos vaginales.

Nos quedamos agotados uno al lado del otro, besándonos tiernamente en la boca y abrazándonos. Me hubiera gustado saber que Alfonsito nos había oído y que sería capaz de hacerme lo mismo que me acababa de hacer su tío. Aunque, es cierto que, gran parte del mérito fue responsabilidad de su actuación a proa. Bueno, el cruce con el otro barco también, creo que fue lo que realmente desató mis más potentes ansias de follar que desde hacía tiempo no notaba.

―Tío, ya hemos llegado ―anunció la voz de Alfonsito desde cubierta.

Seguí a Alfonso y llegué a cubierta todavía anudándome el pareo para descubrir que nos encontrábamos frente a una abertura entre acantilados.

Entre ambos recogieron rápidamente la vela y arrancaron el motor, Alfonsito se fue a proa y su tío al timón. Con la pericia de Alfonso y las advertencias del chico, fuimos pasando por un estrecho canal entre rocas a flor de agua hasta penetrar en una hermosa cala situada al final de un estrecho canal entre paredes verticales y con una pequeña playita, en forma de concha y de arena blanca, al fondo donde desembocaba un pequeño riachuelito entre una sorprendentemente verde vegetación.

Nos detuvimos a unas escasas decenas de metros de la playita, en medio de la cala. Nada más lanzar el ancla y asegurar el barco me solté el pareo que dejé caer en cubierta para zambullirme de cabeza en aquel agua prístina. Me deslicé buceando pegada al fondo todo lo que pude. Cuando salí a la superficie me volví hacia el barco para decirles que el agua estaba fantástica y les grité― El que primero llegue a la orilla… ―no acabé la frase por qué no hacía falta y comencé a nadar con emergía hacia la playita.

Salí del agua sintiéndome observada por mis dos amorcitos y lo hice con andares cadenciosos, marcando los pasos, balanceando la cadera. Ya con los pies en la arena me volví y les miré mientras me escurría el cabello. Vi como el tío le decía algo al sobrino que se lanzó al agua nadando rápidamente para llegar a la orilla.

―Mi tío dice que vendrá en el bote con la comida y las cosas.

―¿Y tú?

―Bueno, yo he llegado el primero.

―Vamos pues ―le respondí tomándole de la mano para llevarlo hacía una especie de praderita inmensamente verde que había al pegadita al arroyo, y medio oculta desde este lado de la playa por un par de arbustos. Alfonsito se soltó de mi mano y me indicó que fuera delante y que esperaría a que yo llegara a aquel lugar.

―Quiero verte caminar desnuda por la playa ―dijo.

La verdad es que me sorprendió esa propuesta porque mi joven amante siempre se había mostrado muy posesivo conmigo, excepto una vez con su mejor amigo. Algo está tramando. En cualquier caso, caminé todo lo sensual que pude y con la misma buscada sensualidad me acosté sobre la fresca hierba separando las piernas, con los pies apoyados en el suelo y las rodillas levantadas. Alfonsito llegó y se puso a mi lado acariciándome y besándome todo el cuerpo. Hizo cosas que nunca habíamos hecho, me succionó con intensidad cada pezón hasta que se pusieron duros y tiesos, sabes que me cuesta lograrlo aunque eso no parezca posible.

Cuando comencé a suspirar se me colocó encima, entre las piernas, pero no me la metió como yo esperaba y tanto deseaba. Se quedó con la polla entre los labios de mi vulva pero sin penetrarme, literalmente a las puertas. Me buscó la boca que comió con ardor. Pronto esa sensación, de la que tanto hablo, volvió a surgir desde el interior de mi vientre para extenderse por todo el cuerpo. Los suspiros pasaron a gemidos y mis caderas volvieron a bailar, me gusta esa expresión. Tantas ganas tenía de polla que logré moverme para que Alfonsito fuera entrando dentro de mí. Bueno, entró la polla de Alfonsito, él entero no pero me hubiera gustado. Se empezó a mover muy despacio, metiéndomela muy despacito y muy profundamente, con mucha profundidad, con fuerza, potencia, ritmo, y esta vez con control. Ya sabes que soy muy seguidora de la frase― sin control la potencia no sirve de nada―.Está visto que esa novia le hace mucho bien y le enseña cosas muy provechosas.

― ¿Así de despacito Q.?

― ¿Nos oíste?

―Si Q. con toda nitidez.

―Pues si mi amor, así de despacito, así mi amor ¡Así, sigue así!

Y una nueva oleada de placer me invadió. No reprimí mis impulsos y el paso de suspiros a gemidos fue seguido por expresivos gritos. Lo especial del lugar y lo apartado y escondido que estaba, permitieron que diera rienda suelta a todo mi repertorio de gritos, exclamaciones, y nuevamente resoplidos. Tan emocionados estábamos que no nos dimos cuenta de que Alfonso había desembarcado y había descargado todas las cosas e instalado el campamento, hasta una pequeña tienda de campaña, y se había acomodado en una silla de playa desde donde nos contemplaba completamente entregados al sexo. El rugido de su sobrino fue celebrado con vítores y aplausos por su tío.

― ¡Fantástico! Fantástico sobrino, lo haces muy bien, tendré que esforzarme para superarte.

―No podrás superarme ―dijo el chico mientras iba hacía su tío y yo me dirigía otra vez al mar para refrescarme y asearme el coño nuevamente chorreante. Lubrifico tanto que a veces más parece orina que lo que realmente es. Mojo tanto y es tan oloroso que, en ocasiones, dejo un aroma muy especial que tanto gusta a algunos de mis hombres. Sé que a ti también aunque en ciertos momentos te resulte inconveniente.

― ¿Cuantos orgasmos llevas? ―me preguntó Alfonsito cuando me senté a su lado en otra silla de playa en el campamento.

―No lo sé, no los cuento, solo los disfruto, como tú.

Comimos en la playa lo que Alfonso había llevado y el resto de la tarde lo pasamos tomando el sol, bañándonos en aquellas aguas cristalinas y explorando el entorno. Yo siempre desnuda, Alfonso me había “requisado” el pareo que ahora se hallaba extendido sobre el mismo lugar donde Alfonsito me había hecho el amor al llegar. Solo me “permitió” unas pequeñas sandalias de playa y los aditamentos para el buceo.

Una de las veces que me fui a bañar, con aletas y escafandra para bucear, mis dos chicos se subieron a una repisa del acantilado para verme a través de las transparentísimas aguas. Al darme cuenta les hice una demostración de exhibicionismo subacuático. Me gire, separé las piernas, di vueltas, me puse boca arriba, boca abajo, asomé el culo del agua, me fui al fondo y me acaricié el coño. Cada vez que regresaba a la superficie me aplaudían y vitoreaban. Aquello me estaba excitando mucho. Casi me corro buceado pero afortunadamente me dio tiempo a salir y me corrí en la misma orilla rebozándome de arena blanca.

Cuando logre salir, me estaban esperando y me recibieron con felicitaciones y cachetitos en las nalgas. Me volví hacia Alfonsito, le abracé con fuerza, le besé con ternura en los labios, le levanté la carita con mi mano en su mentón e intentando ser digna le dije― Ahora va ser tu tío quien me folle, mi amor.

Resignado se encogió de hombros y se fue hacia la tienda.

―No hace falta que te esconda cariñito, me encantaría que me vieras.

―Eres muy puta Q. ―dijo su tío.

― ¿Te molesta que nos mire?

―Me gusta lo que a ti te guste, ya lo sabes.

Me fui delante, caminando como con el chico, y me acomodé sobre el pareo al que me siguió Alfonso.

Alfonsito había cogido una silla y la había colocado para poder observarnos con detalle. Yo había adoptado la misma postura que antes con él. Curiosamente su tío hizo prácticamente lo mismo que su sobrino con anterioridad con casi el mismo resultado. Me corrí como me había corrido antes, y creo que parte del placer que tuve vino derivado de que mi joven amorcito estaba mirándome y sonriendo. Es cierto también, que su tío puso mucho de su parte. Aunque pensándolo bien, me corrí mucho más y con más intensidad. Puede que el hecho de tener un espectador y que este fuera mi chiquito me hiciera disfrutar más. Es verdad que cada vez más me gustaría hacer el amor en público. Tengo la duda si con un desconocido o quizás con uno de mis amorcitos. Tengo esa duda en mis fantasías cada vez más recurrentes de tener espectadores que me miren follando. También me excitó mucho la frase de mi Alfonsito de que le gusta verme la carita cuando tengo un orgasmo.

Cuando me levanté del pareo para volver al agua y me di cuenta de que los dos me contemplaban me sentí más deseada y feliz que nunca.

Cuando el sol se puso nos fuimos a la pequeña tienda de campaña y me acosté completamente desnuda entre ambos que no dejaron de acariciarme y masturbarme todo el rato. Un par de veces en la noche salí con Alfonsito al pareo, a que me follara. Por segunda y tercera vez en su vida volvió a follarme a la luz de las estrellas. Con su tío solo salí una vez, pero mereció la pena, me lo hizo muy despacito y muy bien. Creo que me desmayé o al menos durante un tiempo perdí por completo la noción de la realidad. Recuerdo esa maravillosa sensación de inmenso placer y la visión de millones de estrellas. No me importa si reales o imaginarias.

Cuando desperté a la mañana siguiente, desnuda entre los dos que, aun dormidos uno tenía su mano sobre mis pechos y el otro entre mis muslos, me sentí una puta muy puta y me di cuenta de que soy de verdad un zorrón.

Durante el tiempo necesario volví a tener la fantasía de ser observada mientras hago el amor pero esta vez si supe con quien quería hacerlo, con Alfonso el tío y Alfonsito su sobrino. Mientras tenía esa fantasía ambos despertaron con mis movimientos y mis gemidos, y la mano siguió masajeándome los pechos y la otra acariciándome el clítoris. El día que empezaba prometía que iba a ser maravilloso.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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