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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Adrián y Andi
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Con una sonrisa. Claudio me dijo― ¿Te agradaría ir a cenar a casa de mi amigo Adrián? Tiene una parejita reciente y quiere celebrarlo.

― Sí, claro ―Respondí.

Claudio continuo hablándome mientras me secaba el cuerpo luego de ducharme― Yo los llamo, la pareja doble A. Andi es un chico gordito, blanco, muy suave, veinticinco años menor que Adrián.

Continuamos hablando mientras terminaba de vestirme.

Adrián tiene su casa a pocos kilómetros de Buenos Aires. Es una casa con piscina y un parque pequeño muy resguardado de la vista de los vecinos. Le gusta hacer nudismo con amigos o amigas.

Adrián nos recibió muy sonriente con el torso desnudo. Abajo una bermuda blanca apenas ocultaba una dotación importante. Nos presentó a Andi que vestía una remera ajustada que marcaba sus tetitas. Abajo un short elastizado de vivos colores marcaba su cola redonda y pulposa. Su carita redondeada sin barba, con rizos de cabello claro que insistían en cubrir su frente.

Esa noche, el calor y la humedad invadieron esta ciudad. Adrián, solicitó un pedido a domicilio a fin de cenar. Durante la cena pidió que nos quedaremos hasta el día siguiente y con gusto aceptamos.

Continuamos bebiendo, hablando, haciendo comentarios intencionados en ponernos cachondos. Dos horas más tarde; nos encontrábamos los cuatro junto a la piscina. Iluminados únicamente por una luna casi llena y quitándonos la ropa.

Adrián, tomando de espalda a Andi, con sus manos por debajo de los brazos lo introdujo suavemente en la piscina. Con mis pies apoyados al borde de espaldas al agua. Claudio tomó mis manos para permitirme saltar hacia atrás. Cuando ingresé al agua toda mi espalda y cola se apoyaron en Adrián. Me sostuvo por los hombros. Luego se alejó hacia donde estaba Andi. Se besaron en la boca largamente.

Claudio salto al agua y me tomó de la cintura pegándome a su pecho haciéndome sentir su verga apoyada en mi barriga. Comenzamos a intentar hacer brazadas de natación los cuatro en el poco espacio

Los manotazos y roses eran constantes. Sentí manos por todos lados. Creí que Adrián estaba intencionado en hurgar mi culo con sus dedos.

Lo comprobé cuando Claudio me ayudó para apoyar una rodilla sobre el borde de la piscina a fin de ir por un vaso con jugo. Adrián, sujetándome en esa posición, casi de rodillas al filo hundió su cara babada entre mis nalgas dándome lengüetazos en el ano. Claudio se reía por la actitud de su amigo.

Cuando regrese con mi vaso sentía deseos de ser sometido y enculado. Estaba sentado Adrián al borde de la piscina. Parado entre sus piernas, Andi le practicaba sexo oral. En el otro extremo, Claudio me invitaba a deleitarme con su falo en mi boca. La cabeza le había crecido hasta tener la forma de un sombrero perfecto coronando de aquel mástil de diecinueve centímetros por cinco de diámetro.

Dijo Adrián― Claudio, cambiemos de nenes y agregó― ¿Están de acuerdo niños hermosos?

Andi caminó hacia Clau y yo me retiré de él y fui hacia Adrián. Su verga caliente al tacto, muy dura, gruesa con cabeza de submarino y circuncidado. Quise tragarla y Adrián me ayudó a ponerme junto a él. Se acostó y me indicó lo montara de frente. Presionó mi cara sobre la suya para besarme introduciendo su ancha lengua llenando mi boca. Su mano derecha se empeñó en meter sus dedos mayor y anular en mi culo. Conseguido su propósito, cambió los dedos por la cabeza del submarino que intentaba invadirme. Me sentó y de un envión causándome dolor y arrancándome un quejido apagado para no llamar la atención. Literalmente sentado sobre sus bolas con mi ano estirado casi a seis centímetros de diámetro, aguanté estocada tras estocada hasta sentirlo ponerse rígido. Emitió un gruñido gutural y descargó su semen, con contracciones espasmódicas de su verga, en lo profundo de mis entrañas.

A las tres de la mañana fuimos a higienizarnos y dormir. Una ducha fresca reconfortante para quitarme toda la viscosidad pegoteada en mi cuerpo. Me acosté desnudo sin cubrirme porque hacía calor

Cuando llegó Claudio, se tendió junto a mi espalda y dos minutos después acomodaba su pene semi rígido entre mis nalgas.

― ¿Clau, acaso quieres cogerme? ―Le pregunté.

Asintió con un si dicho muy bajito.

Pinceló mi ano con el líquido preseminal que brotaba por gotas su glande. Con ese conocimiento que él tiene de mi cuerpo y mis tiempos le fue fácil vencer la resistencia de mis esfínteres, conseguir darme placer y descargarse profundamente mientras me mordía una oreja.

Luego quedó hablándome al oído y contando que no penetró a Andi. Porque estaba agrietado. Se limitó a recibir una buena mamada. En ese momento oímos un gemido bajito proveniente de la habitación donde dormían Adrián y Andi, Claudio se calló.

Quien gemía era Andi, el insaciable de Adrián le estaba exigiendo tener sexo anal nuevamente.

Rober

 

 

Claudio

Rober nos habla de Claudio, uno de sus amantes

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