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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Alessandro Regresa
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Abrí el correo y comencé a temblar, no sé si de emoción o de miedo. Me puse nerviosa, no sabía lo que me esperaba cuando llegase. Cuando mi marido llegó con la noticia, me hice la sorprendida y lo felicité, el convenio tenía una duración de tres meses y por eso, sin duda Alessandro me tomó como prenda por tres retornos al país.

Le pedí a mi esposo que me avisara el día el que llegara, pues necesitaría inventar alguna excusa en caso de que me llamara. Y el día llegó, mi esposo me llamó y me dijo― Alessandro va a trabajar con nosotros jueves y viernes, tengo entendido que salen de viaje a la capital el sábado y regresan el domingo en la noche.

― ¡Chuta, qué pena! yo tengo viaje de inspección sábado y domingo, no lo podemos ver, peor ahora que se va de viaje ―Pero me quedé pensando, cuando dijo, ¿Se van? ¿Regresan? ¡Eso es que son más de uno!

El viernes en la noche, Alessandro, me envió un mensaje, diciendo― Hola mi amore, ya estoy aquí y te quiero mañana a las 7:00 h para desayunar contigo. Vente muy linda, que te traje un regalo. Por cierto, en la tarde viajaremos a Quito, y regresaríamos el domingo al mediodía. Si tienes ropa adecuada para el frio, tráela contigo, si no, te la compro allá. Te vamos a llevar a un evento en la embajada italiana. Te presentaré a unos amigos y luego nos vamos a divertir a otro lugar. ¡Ah!, otra cosa, para el evento en la embajada, me gustaría verte con el mismo vestido de aquella noche, o si tienes otro más revelador, me encantaría que lo lucieras.

¡Era viernes y ya de noche y recién me avisa!, mi esposo regresaría en cualquier momento, y no estaba preparada con la ropa adecuada para el clima frío de Quito. Felizmente, tengo mucha ropa elegante y revelador. Pero más revelador que el vestido que usé aquella noche, no sería adecuado para una reunión en una embajada. Afortunadamente cuando algo o una prenda me gusta, siempre compro de a dos pero en diferentes colores. Así que contaba con uno idéntico al rojo, pero en negro, que lo podría combinar con un abrigo blanco y joyas plateadas haciendo juego con las sandalias parecidas a las que usé esa noche.

Ahora se me vinieron en cascada millón problemas ¿Cómo salir tan temprano en la mañana, y de paso con una maleta tan grande y solo para pasar una noche? Tenía que confesarle a mi marido que me iría a Quito, porque alguien me podría ver, y sería el acabose; tenía que pensar rápido.

Así que llamé a Paty, mi amiga íntima, dueña de la disco solo para mujeres y le rogué que me acolitara la nota. Le conté de mis necesidades y planes y que me permitiera quedarme esa noche en su casa para, supuestamente el sábado en la tarde acompañarla a un compromiso en Quito al que la habían invitado y como ella no quería ir sola, me llevaba a mí. Aceptado por parte de Paty el que vaya a su casa esa noche, a pesar de que tenía visita, ahora llamaría a mi esposo a contarle que eso era más importante que ir a la inspección, puesto que yo mandaría reemplazo. Llamé a mi esposo y le conté los nuevos planes, le dije que Paty me había invitado desde esa misma noche, porque tenía una reunión y quería que me quedara en su casa. Que me pasaría a recoger en una hora y que no tenía más tiempo para conversar con él, me despedí dándole besitos al teléfono, y le cerré. ¡Uf!

Puse mis cosas en dos maletas medianas y esperé a Paty que me mandó a recoger con su chofer. Cuando hube entrado a su casa, nos besamos y le conté cómo había comenzado todo, y en los apuros en que me había metido hasta ese momento― Eres una bandida ―me dijo― sigues en tus andanzas y creo que cada vez, te estás volviendo más atrevida; si necesitas algo de mi vestidor, coge lo que necesites, ya sabes que lo que es mío, es tuyo.

― Gracias, mi amor, siempre tan linda― le dije― Por cierto, amor, si vas a tener visita, no quiero molestar, así que me quedaré en el cuarto de visitas, y mañana tomaré un taxi y me iré al departamento de Alessandro.

― Estás loca ―me dijo―, la que va a venir, es una amiguita que va a pasar la noche conmigo, y tú dormirás con nosotras también; a falta de una, hoy tendré dos amantes ―me guiñó el ojo y se rio― Ponte cómoda, ya sabes cómo me gusta que andes en mi casa.

Me fui a bañar, me puse perfumes y solo una bata de seda sobre mi cuerpo desnudo. Recibimos a su amiga, que es una mujer muy bella y de muy buenos modales, conversamos, bailamos y bebimos mucho vino, para luego irnos a la alcoba de Paty a dar riendas sueltas a nuestras más pasiones. Fue una noche muy trajinada, pero deliciosa.

Me desperté a las 5:45 h. sin necesidad del despertador, me levanté muy sigilosa, pero Paty me sintió y se ofreció para llevarme, le dije que pediría un taxi, pero se negó― Estás bajo mis cuidados, y no quiero que te embarques en un taxi, y peor yendo a un hotel con dos maletas tu sola.

Nos bañamos y nos pusimos muy lindas, como siempre. Como se suponía que el desayuno sería en el departamento de Alessandro, o en restaurante del hotel, me puse una blusa de tela muy ligera, estampada con flores grandes de colores pasteles muy tenues que disimulaban el color de mis aureolas y pezones por su transparencia, suelta y sin mangas, con cuello en V por donde se podían apreciar parte de mis senos, y corta hasta por encima de mi ombligo. Y como complemento, un pantalón largo de tela stretch de color melón, de pretina a las caderas, muy apretado hasta los tobillos y de tela raída. Y en mis pies, zapatos blancos de tacón alto, acompañados de una cartera pequeña también blanca. Paty se puso solo una bata corta y muy escotada de seda negra encima de su cuerpo desnudo, porque no se iba a bajar del carro, y se regresaría a pasar el día con su amante. En el trayecto nos topamos con muchos baches en una avenida que estaba en reparación, y era muy gracioso ver a nuestras tetas brincar para todos lados con cada brinco del carro. Hasta sucedió que una de las tetas de Paty se le salió de la bata. Las mías, solo brincaban como resortes.

Cuando llegamos al hotel y me estaban recibiendo las maletas, ¡Oh sorpresa!, veo a Alessandro y otro hombre muy grande en pantalonetas, camisetas y zapatos deportivos. Acercándose al auto me abrió los brazos, nos abrazamos y me besó ambas mejillas. Luego se agachó a saludar a Paty y se levantó muy sorprendido, diciendo delante de ella― ¡Mia madre! ―Paty soltó una carcajada y cuando me agaché a verla, me di cuenta del porqué de la sorpresa de Alessandro. La bata de Paty, por ser de seda, corta y muy escotada, estaba dejando ver gran parte de una de sus tetas, y como de paso se le había subido, estaba enseñando sus lindas piernas, y parte de su pubis rosadito y depilado. Ahí yo también me reí y le dije a Paty lo que pasaba. Ella un tanto avergonzada, se rio y se acomodó la bata. Entonces Alessandro le propuso que nos acompañase, pero ella se rio, y le dijo que no estaba presentable, y que sea la invitación para otra ocasión. Se despidió, me dijo que la llamara para irme a recoger al aeropuerto a mi regreso, y se fue.

Ordenaron subir mis maletas al departamento, mientras Alessandro me presentaba a su amigo― Mira mi amore, él es Massimo, es uno de mis tantos socios que ha venido a tratar otros negocios. Estará con nosotros en el departamento ―Aquel hombre debía medir por lo menos un metro noventa, y pesar por lo menos unos ciento veinticinco o más kilos. Versus Alessandro que mide uno ochenta, y pesa noventa.

Alessandro, me abrazó al tiempo que me preguntaba si quería desayunar en el restaurant o en el departamento. A pesar de que sabía que ir al departamento aceleraría las cosas, no podía arriesgarme a que alguien me viera en el restaurant desayunando con ellos. A lo que le dije― Por favor, mi amor, tenemos que ser discretos, hay cámaras y muchas personas, y no me gustaría que mi esposo se entere de que estoy contigo, cuando se supone que estoy en otro lugar ―Afortunadamente entendió mi apuro y nerviosismo y decidimos pedir para servir en el departamento.

Mientras esperábamos que llegara el pedido, Alessandro no paraba de besarme delante de su amigo, para luego preguntarme por Paty― ¿Mi amore, tú crees que ella pueda ser incluida en mi próximo regreso? ― Y se rio.

― No mi amor, ella no está incluida en el pacto, y segundo, ella no tiene por qué pagar deuda ajena. Yo tengo que cumplir contigo y aquí estoy, no me la incluyas en tus negocios.

― Mira que te puede ayudar en tu trabajo, siendo dos, la cosa sería menos agotadora para ti.

― ¿A qué trabajo te refieres?

― Recuerda que me perteneces y tienes que hacer lo que yo te ordene.

― Eso estuvo claro desde un principio, pero no me la metas en tu juego a Paty por favor― Luego de decir eso, noté a Alessandro un poco molesto.

Entonces llegaron los del servicio que nos arreglaron una mesa circular en el balcón con todos los bocadillos, leche, panes, jamones, quesos, jugos, etc., etc. Alessandro comenzó a bajar las lonas translúcidas laterales para que los vecinos de los otros balcones terrazas no pudieran vernos. Se puso detrás de mí, y me dijo― Mi amore, te ves preciosa, pero más preciosa te ves cuando estás desnuda, por favor, desnúdate, para poder apreciarte mejor.

― Pero mi amor, desayunemos y luego jugamos ―, le dije.

Él me miró sin disimular su enojo, sacó su celular y buscó mi foto, la más comprometedora donde posaba desnuda la noche que me hizo suya, se la enseño a Massimo que sorprendido exclamó― ¡Mamma mia, quanto è rica questa donna! ―y comenzó a aplaudir.

― Ya ves, Massimo también te quiere ver así, y a mí, no me gusta que me desafíes. Dame gusto en lo que te pida, y verás que me vas a hacer muy feliz.

Sin duda me trataba de humillar para darme una lección de obediencia y recordé que yo había aceptado hacer lo que él me ordenara. Así que comencé a desnudarme con desgana, porque una cosa es estar excitada y libidinosa, que hasta la ropa estorba en esos momentos, y otra es hacerlo sintiéndose una obligada― Ya ves, me has dibujado una gran sonrisa, y a Massimo lo has vuelto loco ―Se levantó, me abrazó por detrás de mí tomándome de mis dos tetas con ambas manos, me besó en la cara, y me ayudó a sentar― Ahora sí a desayunar ―y comenzaron a atenderme como unos verdaderos caballeros.

Me sentía algo incómoda a pesar de que me gusta estar siempre desnuda, pero como el trato cambió desde que me desnudé, mi enojo estaba cediendo. Comenzaron a hacerme bromas hasta que me hicieron reír. Cuando terminamos de desayunar, Alessandro llamó para que retiraran el servicio y me pidió que les abriera la puerta.

― Pero mi amor, estoy desnuda ―le dije.

― Ok, cielo, tienes razón, ponte el delantal que te traje y que está en la cama de mi habitación.

Lo fui a recoger y me encontré con un diminuto delantal de esos sexis que se usan para despertarles la libido a los hombres. Era tan pequeño que no me cubría nada. Las tetas quedaban al aire por completo y dejaba descubiertas mi entrepierna y mis nalgas. Igual, me lo puse y no se veía nada mal, se me veía muy linda, pero en este caso, en que me sentía obligada a exhibirme y mostrar mi desnudez ante desconocidos, me sentía avergonzada y muy puta.

Tocaron a la puerta y tuve que abrirles, era un chico y una chica de unos 25 años ambos, que al verme se sorprendieron. Pero muy serios pasaron a hacer su trabajo aunque el chico no dejaba de mirarme, por lo que Alessandro le llamó la atención al mismo tiempo que yo le reprochaba esa actitud― Ni modo que no se vaya a sorprender, amor. Tal vez nunca se ha de haber encontrado en una situación así ―Alessandro me miró, y sonriente me levantó dos dedos de su mano, diciéndome― Van dos mi amore ― Sin duda era una advertencia por las dos veces que le protesté.

Ya se habían sentado muy cómodos cada uno en una tumbona para dos personas colocadas en los extremos del balcón y Alessandro me pidió que les llevara vino y los acompañara. Me hizo sentar sobre sus piernas, bebimos y comenzó a besarme y manosearme. Con tantos manoseos y caricias me hizo excitar, y cuando mi cuerpo se comenzó a mover con movimientos rítmicos netamente sexuales por la excitación, me mandó a servir otras tres copas. Esta vez me mandó a sentar sobre las piernas de Massimo. Éste las abrió, y me sentó entre ellas de espaldas a él. Me acostó sobre su regazo y me daba de beber mientras una de sus manos jugaba con mis tetas y mi vulva. Ya me tenía en el punto de no vuelta atrás.

Acabamos el vino y colocó las copas en una mesita lateral. Ahora ya teníamos las manos libres y pasó sus grandes manos por debajo de mis axilas, obligándome a levantar mis brazos para con cada una de ellas comenzar a manosear cada una de mis tetas. Mis caderas se comenzaron a mover rítmicamente, mientras mi cuerpo se arqueaba y mis nalgas se restregaban sobre su pene que ya reventaba la pantaloneta. Con mis manos en alto, le tomé de su cara y lo obligué a besarme. Esta vez, sus manos ya jugaban con mi vulva y para que sus dedos pudieran llegar más profundo dentro de ella, me empujé y subí más sobre él.

En ese balcón solo se escuchaban mis gemidos, Massimo, era lo máximo haciéndome revolcar de placer sobre su cuerpo. Ya estaba tan lujuriosa y putísima que, mis manos comenzaron a buscar cómo sacar a aquel guerrero que estaba prisionero. Con la respiración entrecortada y jadeando de tanta excitación, le hice señas con las manos pidiéndole “tiempo” como cuando lo piden los árbitros del baloncesto. Me viré y de rodillas entre sus piernas, frente a él, le bajé la cremallera y dejé en libertad a un monstruo de pene. Tanto me asusté que quise, con un gesto de asombro, volverlo a guardar nuevamente, cosa que los hizo reír a carcajadas cuando me vieron.

Era tan grande, grueso y duro, que parecía un tronco petrificado― ¡Mamma mía! ―Exclamé en italiano y resonaron nuevamente las carcajadas de ambos dos. Pero me era imposible ignorarlo, nunca me había encontrado con algo así de grande. Penes normales, pero juguetones me han hecho llegar hasta la luna. Penes grandes me han hecho llegar hasta marte. Pero éste, sin duda, me haría llegar a júpiter. Pero ya lo tenía en mi poder y tenía que probarlo, y utilizando las palabras de Alessandro, “cueste lo que cueste sería mío en ese mismo momento.

Cuando vi que comenzó a emanar de su boquita el licor prostático, para lubricar la penetración en su hembra, más mi vagina que ya estaba lubricada desde hacía mucho rato, me encaramé sobre él y arrodillada a ambos lados de las caderas de Massimo, y con la ayuda de él, que lo sostenía justo en la entrada de mi vagina, fui bajando mi cuerpo poco a poco, desistiendo a cada rato cuando me dolía o me ardía mucho. Así por largo rato hasta que las fibras musculares de mi vagina le permitieron entrar. Mi desesperación por tenerlo dentro y sentirlo era tanta que no me importó tanto el dolor; Entre ayes y sobresaltos de dolor mi vagina se lo engulló todo. Sabía que luego de eso, todo sería placer y gemidos.

Cabalgué aquel monstruo por largo tiempo hasta que mi cuerpo no pudo resistir más. Los orgasmos y el cansancio de mis músculos me tenían sentada temblando sobre él. Massimo sonriente me miró y me dijo― Hai avuto una vagina molto avida, e ora proviamo il tuo culo.

Miré a Massimo, y le pedí que me tradujera, a lo que me dijo― Dice que, “has tenido una vagina muy tragona, y ahora quiere probar tu culo".

― ¡Uy no, mi culo no!, estoy muy cansada y mis piernas están temblando ―A lo que Alessandro me levantó ahora tres dedos con su mano, que significaban tres desobediencias, o negativas de mi parte.

Massimo, me ayudo a pararme, se levantó y me acostó boca abajo con un cojín bajo mis caderas, para que mis nalgas quedaran en alto y expuestas. Se puso detrás de mí, y comenzó a lubricar mi ano con mis propios jugos vaginales introduciendo uno a uno sus dedos, hasta llegar a tres. De por sí, ya muy gruesos, no entraban más. De pronto dijo― Ma se sei già rilassato, e questo sarà facile. ―yo, agarrada a los cojines y expectante a lo que sentía, pregunté― Mi amor, traduce lo que dijo ―A lo que Alessandro respondió― Dice que ya lo tienes relajado, y que eso será fácil.

Efectivamente, con tanta excitación, mi cuerpo ya estaba relajado, dispuesto y deseoso a recibir todas las atenciones de aquel monstruo. Pues mi ano tenía ratos reclamando y pidiendo también su parte.

No fue tan fácil, pues después de muchos ¡ayes!, brincos, e intentos de escapatorias impedidas por Massimo que me tenía muy bien agarrada de mis caderas, logró penetrarme. Luego de muchas arremetidas felizmente delicadas, sentí el placer de oír sus testículos golpear contra mi cuerpo, señal de que ya había entrado todo. Luego placer, mucho placer mientras lo sacaba y lo metía en sus movimientos de cópula, hasta que eyaculó dentro de mí. Desfallecidos ambos, descansó sobre mí un rato hasta recuperarse. Me desmontó y me dio dos nalgadas, como diciendo―ya te puedes ir a bañar, putita.

Les cuento que, como ya lo he mencionado anteriormente, el andar desnuda me fascina y me pone muy lujuriosa. Pero la constancia con un comportamiento así, con el tiempo, la vergüenza y el pudor se pierden. El mostrarme provocativa e insinuarme de forma sexual a los hombres o mujeres que me llegan a gustar, me ha llevado a situaciones muy comprometedoras, como es el caso que les estoy narrando, en donde por mis locuras hormonales y el embrujo misterioso e irresistible que siento por el sexo, han hecho que llegue a aceptar, aunque dichas con cariño por el fervor del momento, palabras mal sonante. Y hasta el ser compartida bajo una orden con uno o varios hombres a la vez sin darme la opción de estar de acuerdo debido al desenfreno con que se actúa en esos momentos. Y este era el caso en esos momentos, y en los que vendrían después. Me fui a bañar y el resto del día transcurrió normalmente. Lo pasé con Alessandro como si fuera su mujer, teniendo sexo y bebiendo vino junto con bocadillos que pidieron al restaurante del hotel.

El vuelo era para las 17:00 y me arreglé y me puse la misma ropa con la que llegué, ahora con una chompa de tela jean, no necesitaba andar más elegante, en el hotel me cambiaría para el evento que era a las 20:00h.

Llegados a Quito tomamos un taxi directo al hotel donde estaban reservadas dos habitaciones, una para mí, y una doble para Alessandro con Massimo. Cuando salí a su encuentro, me dijeron que me veía preciosa, que así me había soñado Alessandro, al tiempo que me pidió que me sacara los artes, pulsera y mi collar blancos con piedras que cargaba, para él ponerme los que me había traído de regalo, y que él mismo se encargó de ponérmelos. Era una cadena con un colgante de piedras brillantes con sus respectivos aretes y pulsera en oro blanco. Lo miré muy tiernamente y le agradecí con un beso en la boca. El abrigo blanco de piel de conejo artificial, que me llegaba hasta la altura de la entrepiernas se veía precioso, y hacía ver muy elegante el conjunto.

Cuando entramos al evento, a primera vista, lo que vi, fueron a muchos hombres muy elegantes, y algunas mujeres preciosas que se habían tirado encima todo el ropero, y las joyas de su colección. Alessandro me pidió que me sacara el abrigo, y lo entregara a la chica de la consigna. Y fue el momento en que los invitados clavaron las miradas sobre mí. Había mujeres que estaban muy elegantes, con trajes de famosos diseñadores, pero el mío, a más de elegante, era muy sexi.

Alessandro me presentó a sus amigos como su amiga íntima. Pero como en todo evento, los hombres se ponen a conversar, me dijo― Mira mi amore, esto es una reunión para degustación de vinos para inversionistas, son muchos los vinos que hay que probar y lógicamente para hablar de negocios. Tu puedes socializar y degustar los bocadillos y el vino que quieras, todo lo de aquí es italiano, luego nos encontraremos para irnos a otro lugar a divertirnos ―Dicho eso me dejó en libertad para hacer amistades y para que me distrajera; típico gesto de los hombres, claro que solo cuando no son celosos o cuando no les importa con quien estén sus mujeres.

No pasó mucho tiempo en que me sintiera acosada por varios hombres que andaban solos y que querían enseñarme a degustar las diferentes clases de vinos. Por supuesto que solo les aceptaba la compañía a los más guapos y elegantes, porque allí había de todo.

Tantos vinos degusté que me sentí mareada y al que me acompañaba en ese momento, un hombre maduro de unos sesenta años, muy guapo, le dije― ¿Acaso a ustedes los italianos no les gusta bailar?

Él sonrió y me dijo― Si, pero por lo general en ese tipo de eventos no se baila ¿Acaso quieres ir a bailar? ―me preguntó.

― Claro que sí ―le dije― el mareo se me quita bailando y si sigo bebiendo, algo puede pasar en este salón ―Él se rio, me tomó de la mano y me llevó ante Alessandro, que se sorprendió al verlo, diciéndole― Don Ramiro, veo que ya conoció a Caro, es la chica de la cual le había hablado.

― ¿Y desde cuándo está aquí? ―preguntó.

― Hoy llegué, vine a ver cómo estabas manejando los negocios ―Entonces, Ramiro le explicó lo que yo le había dicho y Alessandro se rio también, me abrazó, se disculpó y me llevó a otro lugar donde me dijo― Mira mi amore ¿sabes con quien estás? Es Ramiro, es el dueño de la empresa para la que trabajo con Massimo. Es el más fuerte de los inversionistas, y con los que yo estoy, son justamente con los que queremos cerrar unos negocios. Si me ayudas a que ese negocio se haga realidad, te condono la deuda que tienes conmigo.

― ¿Y si no quiero, y quiero seguir siendo tu garantía? ―le dije.

― ¡Jajaja! ―se rio, y me dijo― Amore, si por mi fuera, estaría dispuesto a llevarte a Italia y hacerte mi esclava sexual hasta que tu decidiera.

― ¿Y qué tengo que hacer?

― Bueno, insistir que quieres ir a bailar delante de él y luego tratar de enamorarlo con tus encantos.

― De acuerdo, me lo pensaré ―le dije.

Regresamos a donde estaban aquellos señores, y Ramiro me preguntó― ¿Ya lo convenciste para que te lleve a bailar?

― Dice que no conoce ningún lugar ―le respondí.

Miró a Alessandro y le dijo― Mira, me compré una suite en un penthouse de una torre de 17 pisos. Es muy grande, hasta con piscina temperada y cubierta, si quieres podemos ir hasta allá, tengo buena música colombiana, armamos la fiesta, y si estás de acuerdo, vamos para allá.

Miré a Alessandro y le dije― ¡Anda mi amor! di que sí.

Entonces Alessandro dijo― Lo que pasa es que estoy tratando de negocios con estas tres personas más, refiriéndose a los que estaban con él.

Ramiro los miró y se volvió a reír― Pero todos ellos son mis amigos también y están invitados.

― Entonces yo les dije― Anden, digan que sí.

Todos rieron y aceptaron, coordinaron la dirección y el cómo llegar. Ramiro le propuso a Alessandro que se fuera con los otros porque él me llevaría a mí― Entendí, como que, ya que te voy a permitir que vayas a mi penthouse, por lo menos, me llevo a tu mujer ―Sin duda, notó que yo andaba de amante de Alessandro.

En el camino y sentada a su lado, me miró y me preguntó― ¿Cómo es que andas con Alessandro?

― Por negocios ―le contesté.

― ¿Eres casada?

― Sí ―le dije.

― ¿Y tu marido?

― En Guayaquil ―le contesté

― ¿Y él sabe que estás aquí?

― No, y espero que no se entere.

― Bueno, ya llegamos― me dijo.

Eran tres torres imponentes en una de las partes más altas de Quito. Aparcamos en un subterráneo, y subimos por los ascensores para residentes al piso 17, donde estaba su penthouse. Era una maravilla de departamento, tomó mi abrigo y lo guardó, me miró fijamente de pies a cabeza y me dijo― Alessandro tiene muy buen gusto y mucha suerte con las mujeres ―Lo cual le agradecí con una sonrisa. Luego me tomó de la mano y me llevó a recorrer su departamento, todo alfombrado de blanco impecable. Todo era precioso, su dormitorio era inmenso con una cama gigantesca en el centro bajo un ventanal con cortinas corredizas para observar las estrellas desde la misma cama.

― Debe ser muy rico caminar descalza por esta alfombra muy mullida ―le dije― y mejor aún, con esta vista maravillosa.

― Tomó una tarjeta de presentación, y dijo― Cuando quieras venir y yo esté en tu país, y estés cansada de tu marido, llámame, te estaré esperando para llevarte a pasear donde tú quieras ―Y le volví a agradecer, luego me tomó de la mano, y desde detrás de los ventanales me hizo ver la ciudad completamente iluminada y Preciosa. Luego noté posarse sus manos en mis hombros descubiertos, y me hizo sentir una corriente eléctrica que me recorría de la cabeza, pasando por mis pezones hasta llegar a mis orificios naturales, haciéndome excitar y temblar de placer. Sus manos que me acariciaban los hombros fueron bajando por debajo de mis axilas, hasta tocarme los senos con la yema de sus dedos, para seguir bajando hasta mis caderas, abdomen y ombligo, haciéndome suspirar y gemir de placer.

Al ver que no me opuse a sus caricias, sus manos subieron por detrás de la tela de encajes que cubrían mis senos y hacían de blusa, en busca de mis tetas. Las apretó y me pellizcó los pezones muy suavemente, provocando que mi respiración se entrecortara, y comenzara a mover mis caderas rítmicamente contra su cuerpo, mientras descargas eléctricas me hacían temblar y gemir entre sus brazos.

Me viró y me puso frente a él, se agachó y me besó en la boca, se agachó más, me descubrió las tetas, las besó, apretó y chupó. Sí me dejara llevar, de seguro terminaba desnuda en ese mismo instante. Pero reaccioné y le dije― En cualquier momento pueden llegar el resto de los invitados ―A lo que me contestó riendo― ¿Sabes qué? Les di la letra de una de las otras torres, así que tardarán en ubicar ésta, luego me llamarán para confirmar, y después tendré que autorizar su entrada ―Y sin decir nada más me volvió a poner de espaldas a él, y comenzó de nuevo a masajearme las tetas― ¿Te gusta lo que te estoy haciendo? ―preguntó. Mis gemidos y los movimientos de mis caderas le respondieron la pregunta. Luego mis manos le sacaron el pene que ya estaba babeando, me levanté hacia un lado la falda por una de las aberturas laterales, me agaché, apoyé mis manos sobre el ventanal mirando a la ciudad y me dejé copular. Pero antes de llegar ambos al orgasmo, sonó el intercomunicador donde le avisaban que tenía visita, autorizó la entrada y suspendió la cópula, no sin antes pedirme que se lo limpiara de todas nuestras secreciones con mi boca. Me ayudó a levantar y me besó nuevamente.

Cuando llegaron los demás, yo ya estaba sentada con las piernas cruzadas, de tal manera que, la pierna que la tenía cruzada sobre la otra asomaba entera por su abertura lateral, dejando ver gran parte de mis caderas y nalgas de ese lado, y la otra dejaba ver parte de mi muslo. Cuando Alessandro me vio, exclamó― ¡Mi amore, estás preciosa y provocativa!, me provocas a hacerte el amor en este mismo instante ― Estaba tratando, sin duda, de provocar el morbo en los demás.

Se dieron las explicaciones por el retraso, y justificaron que Massimo se había quedado con otros amigos. Pero como dijo Ramiro― Ya están aquí, vamos a bailar y darle gusto a esta bella mujer que quiere bailar ―Puso cumbias, salsa y merengues, y me sacó a bailar. A los otros les pidió que fueran al bar y llevaran tragos y bocadillos a la sala.

Mientras bailábamos nos mirábamos con complicidad, me sentía a gusto con él y para romper el hielo, le dije ―Hablas muy bien el castellano.

A lo que contestó― Viví mucho tiempo en España y un año en Colombia, pero soy italiano.

― ¡Ah! con razón, por eso también bailas muy bien ―le contesté.

Bailando cumbia era todo un maestro. Los pasos que dábamos y las volteretas hacían que mi falda se me abriera y se notara mi cuerpo desde las caderas para abajo, llamando mucho la atención de los otros invitados, que no dejaban de mirarme, expectantes de que se me viera algo más. Luego bailamos merengue, y ahí yo tomé la batuta con mis movimientos sensuales, contoneando mis caderas, y haciendo que el ambiente se pusiera más caliente y más festivo. Después me sacó a bailar Alessandro, que me tomó entre sus brazos, y en una forma un tanto descarada, metió sus manos por ambas aberturas de mi vestido, apoyándolas directamente sobre mis nalgas, obligándome a bailar de esa manera. Lógicamente las aberturas ahora dejaban ver más de mi cuerpo, que hasta los otros hombres se pusieron a filmarnos, mientras Ramiro me miraba sonriente.

― Mi amor ―me dijo Alessandro― ¿Cómo te fue con Ramiro, de qué hablaron mientras nosotros tardamos en llegar?

― De nada en especial, me enseñó el departamento, y nos sentamos a beber vino hasta que llegaron ustedes ¿Y en qué momento le piensas hablar de negocios? ―le pregunté.

― Bueno, cuando veníamos, les propuse invitarlos a cenar a todo y allí hablar de negocios, y aceptaron. Ahora, cuando les recuerde la invitación, tú niégate a ir, invéntate alguna excusa. Ramiro no te querrá dejar sola, y dirá que hagamos negocios con los otros tres primero, y al regreso, conversaré con él. Hasta entonces, primero trata de bailar mucho con él y hazlo beber mucho vino; hasta que yo regrese.

― ¿Y si lo convenzo para que avale tu negocio con los otros inversionistas, me mantienes la promesa, salga o no salga tu negocio, y te dejo de pertenecer?

― De acuerdo mi amore, pero tienes que hacer que me acepte el negocio, utiliza tus encantos ―me dijo.

Nos sentamos, y le hice señas con la copa vacía a Ramiro para que me la llenase, las chocamos y brindamos por nuestra amistad. Luego saqué a bailar a otro de los invitados pero mis miradas coquetas eran para Ramiro, que no dejaba de mirarme Y así los hice beber y bailar a todos hasta que Alessandro hizo la propuesta de salir a cenar. Todos aceptaron, incluido Ramiro; pero yo les propuse quedarme si Ramiro me lo permitía― Es que me siento muy mareada de tanto vino, y prefiero quedarme, luego los voy a hacer pasar un mal rato ―me excusé.

Ramiro entonces propuso― Yo sé que ustedes tienen que hablar de negocios, vayan ustedes, cenen con calma, negocien, y cuando regreses Alessandro, conversamos los dos, ¿les parece?

Todos miraron a Alessandro y este dijo― ¿Segura mi amore que no quieres venir?

― Segura mi amor ―le contesté, mientras me acomodaba sobre el sofá y estiraba las piernas, quedando la tela de la parte central de mi vestido chorreada entre ellas, dejándolas totalmente descubiertas desde el inicio de mis caderas. Luego de que Ramiro los despidió, se sentó a mi lado con dos copas de vino y brindamos por nosotros dos. Me miró las piernas y me dijo que cuanto le gustaría tenerme así cada vez que el llegara al departamento. Se agachó y me sacó las sandalias, me besó los pies, me tomó de las manos y me pidió que lo acompañara― Es una delicia caminar descalza en esa alfombra ―le dije y él respondió― Es más delicioso y erótico sería verte caminar desnuda por todo el departamento ―Lo miré muy coqueta y le respondí― Podría ser.

Me llevó a su alcoba, nos besamos muy apasionadamente y me preguntó― ¿Te gustaría quedarte a dormir conmigo y amanecer en esta cama, atendida como a una reina?

― Ando con Alessandro y he llegado con él a un hotel ― le contesté.

― Mira mi amor, esto es cuestión de negocios y de jerarquía, yo soy su jefe, y dueño de todos ellos si me da la gana. Le voy a proponer a Alessandro, que trabajaré en Italia en mis oficinas, y que tú te quedarás conmigo esta noche.

Me quedé sorprendida ¿Será que así hacen los negocios estos hombres, quitándose a sus mujeres? Ver para creer.

Tomó el celular, llamó a Alessandro y le dijo― Mira Alessandro, Caro me acaba de convencer de aceptar el negocio que hayas hecho, pero a cambio, ella se quedará a dormir conmigo esta noche, da alguna excusa a nuestros amigos, diles que Caro se siente mal y que tú vienes a recogerla para que no quedes tan mal delante de ellos. Así ellos se van a sus hoteles y tú al tuyo ¿De acuerdo?, ok, yo la llevo mañana en la tarde, se irá conmigo en mi vuelo; El equipaje de ella lo mando a recoger con mi chofer a eso de las nueve de la mañana, cuiden de que no se le quede nada de sus prendas personales. Ok Adiós.

Ya ves, ahora eres mía mi amor ¿Viste lo fácil que fue? Cuando se tiene el poder todo es fácil y como sé cómo trabaja Alessandro, y al contarme que tú eras la esposa del cliente, me imaginé que los intereses muy bajos que está cobrando eran por algún chantaje que te estaba haciendo, peor cuando me enseñó tus fotos, ahí confirmé lo dicho. Y es por eso que vine, para demostrarle quien es el jefe. Te ha de haber pedido que me convenzas con tus encantos, ¿verdad?

― No mi amor, estoy contigo porque me gustaste apenas te vi, y porque lograste que muchos babosos se alejaran de mí en la reunión, me sentí protegida contigo ―y le di un beso.

Me comenzó a desnudar para apreciar mejor mi cuerpo. Me alejé de él y levantando mis brazos como bailarina de ballet me di una vueltita y le pregunté ― ¿Te gusto?

― Me encantas ―me dijo.

Entonces lo tomé de la mano y le pedí― Llévame desnuda tomada de la mano por todo el departamento, para que, cuando yo ya no esté, me recuerdes caminando contigo desnuda como tu amante por todos los rincones de tus aposentos ¿Sabes? ―le dije― me excita mucho el andar desnuda al lado de un hombre elegantemente vestido como tú, me vuelvo loca.

Paramos en el bar y tratando de abrir una lata de duraznos se pinchó el dedo medio. Le tomé la mano y mirándolo fijo a los ojos, se lo comencé a chupar muy sensualmente hasta el fondo.

― ¡Eres una bandida! ―me dijo, y se rio. Nos servimos y volvimos a brindar por nosotros.

― ¿Cómo así tu esposo te descuida tanto? ―preguntó.

― Bueno, no me descuida, solo que yo, soy amante del sexo y de las aventuras, y una aventura sin sexo, no es aventura. En cambio él, es amante de las cacerías y de la pesca, pero buen esposo.

Cuando llegamos a la piscina temperada, vi que había un caballete de gimnasia― ¿Y eso? ―pregunté.

― No sé ―me dijo― ya estaba, no sé para qué lo habrán puesto ahí.

― Yo sí sé ―le dije― ven, te enseño ―Y me agaché, le saqué su lindo pene, se lo hice poner muy duro con mi boca, lo tomé de la mano y lo llevé hasta el caballete, me acosté sobre él a lo largo, y le dejé mis nalgas abiertas con mis piernas abrazando las dos patas del aparato, mientras con mis manos colgadas se agarraba de las otras dos, y le dije― Anda mi amor, démosle por primera vez uso ―Me agarró de las caderas con sus fuertes manos y me comenzó a copular muy fuerte, mientras yo le decía― ¡Dame, dame, mi amor! Ahora ya soy tu puta y tú mi nuevo cabrón.

En aquel ambiente cerrado solo se escuchaban mis gemidos y el golpeteo con fuerza de los testículos de Ramiro contra mi cuerpo― Esto fue lo más rico de la noche, mi amor― le dije. Lo desnudé, nos duchamos y nos metimos a la piscina para pasar largo rato abrazados besándonos.

En la cama volvimos a tener sexo, pero esta vez sexo anal. Lo disfrutamos mucho hasta quedarnos dormidos después de asearnos. Me desperté cerca de las once de la mañana, Ramiro ya me tenía servida la mesa con un espléndido desayuno. También vi que mis maletas estaban junto al vestidor en su baño. Me duché y me puse linda para mi nueva conquista, ya salí maquillada pero desnuda como me había dicho que me quería ver siempre que estuviera con él.

Desayunamos, y nos vestimos para salir a los centros comerciales. Me compró unos vestidos y ropa linda para la sierra, para que la usara cuando me fuera a reunir con él, y me dio una copia de la tarjeta electrónica de su departamento para que lo visite cuando el regrese sin necesidad de tener que esperarlo, cosa que no le acepté por obvias razones. Regresamos a su departamento a recoger nuestras cosas y a prepararnos para el regreso. Ya no tenía necesidad de regresar con Alessandro, a pesar de que me moría de ganas de verle nuevamente. Pero sabía que se quedaría unos días más, y tal vez, podría escaparme para volver a estar con él antes de su regreso a Italia.

Ramiro se ofreció, para de regreso irme a dejar a mi casa, pero le dije que Paty nos podía recoger e irlo a dejar a él a donde quisiera que lo llevemos. Aceptó, y cuando llegamos, Paty nos estaba esperando, Ramiro la vio, y también se quedó prendado de ella, la besó en la mano y me dijo― Para la próxima, la llevas a ella también ―Lo que le agradecimos ambas. Luego se negó a que lo lleváramos, hizo una llamada y le confirmaron que lo estaban esperando en un auto al pie de la salida del aeropuerto. Antes de despedimos muy discretamente, me dijo que regresaría al siguiente mes, y que nos esperaría en su departamento a ambas, para luego entregarme otras tarjeta, en la que decía “¡Ahora yo soy tu dueño!” Lo miré, le sonreí y le dije― Si mi amor, ahora eres tú mi nuevo dueño.

Le conté a Paty todo mi periplo y se excitó tanto que me pidió que la llevara conmigo para la próxima, diciéndole que así sería entre risas y carcajadas, pero que también había la posibilidad de vernos con Alessandro y Massimo antes de que regresaran a su país. Y nuevamente carcajadas.

Ya en mi casa, en la noche hablé con mi esposo y le conté que Paty me había llevado a una degustación privada de vinos, y que la habíamos pasado muy bien. Que, para el siguiente mes, nos habían invitado a otra, pero con fecha a confirmar.

― ¿Y vas a ir de nuevo? ―preguntó

― Y claro que sí, hicimos muy buenas amistades, y no nos la queremos perder.

― De acuerdo, me alegro de que te puedas distraer ―contestó.

Al día siguiente, desde mi consultorio llamé a Alessandro, y le conté que esa noche con Ramiro la pasé muy bien pero me sentía muy triste por no haber estado con él y Massimo, pero como tenían que volver, los vería a su regreso.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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