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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Regreso de Ramiro
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Luego de que fui llevada a la capital, para cumplir con el compromiso y los deseos de Alessandro, y donde conocí a Ramiro, su jefe y dueño de la financiera donde él había sido su inversionista estrella; me entero de que comprometía a mujeres del círculo de sus clientes para satisfacer sus necesidades y juegos sexuales, utilizarlas y compartirlas sexualmente con otros inversionistas para concretar sus negocios. Había sido su modo de operar para obtener sus triunfos en la empresa.

La noche del evento, Ramiro nos invitó a bailar a su departamento en un penthouse de un barrio exclusivo de Quito. Se ofreció a llevarme personalmente, y ordenó a Alessandro que él llevara a los demás invitados en otros vehículos. Hasta eso, nosotros estuvimos a solas por un buen rato en su departamento, tiempo que aprovechó para hacerme muchas preguntas y enterarse de las pretensiones de su empleado.

Pero no solo me hizo preguntas, si no que, aprovechando de que estábamos solos, y que me había comprometido con Alessandro a ser su mujer, y de ser necesario, hasta me compartiría con otros socios inversionistas con tal de obtener sus objetivos, también tomó ventaja como jefe de su empleado estrella, y me comenzó a conquistar valiéndose de su educación, galantería, físico, y de su sobriedad; objetivo que lo consiguió muy fácilmente, puesto que soy amante de justamente esas cualidades en un hombre, peor cuando ya estoy en el punto de no vuelta atrás, y más aún, con muchas copas de vino en mi organismo.

Luego de los eventos de aquella noche, y de lo acordado a nuestro regreso de la capital, la promesa de verlo nuevamente, se iba a hacer realidad cuando, después de mes y medio, un día, iniciando semana, me llamó a confirmar que estaría de regreso a su departamento desde ese viernes hasta el lunes; que me esperaba, y mientras más pronto, mejor.

Llamé a mi Paty, le conté de la llamada, y se emocionó, porque cuando ella me recogió en el aeropuerto, Ramiro la conoció y también la invitó.

Armamos todo un teatro de mentiras para poder viajar, entre ellas, la invitación a un nuevo evento privado de degustación de vinos, y al cual debíamos asistir porque así lo habíamos prometido en el anterior evento; justificando así mi regreso a Quito.

Viajaríamos el viernes en la tarde, igual le avisé a Ramiro a la hora que iba a llegar, 19:30 h., y ya nos estaba esperando el chofer. Recogió nuestro equipaje, lo guardó en el maletero, y nos puso al tanto de que su jefe estaba en una reunión, que esperaría su llamada para irlo a recoger, pero que, hasta tanto, estaba dispuesto a llevarnos donde quisiéramos; nos miramos con Paty y decidimos ir a comprarle dos botellas de vino.

Estando de compras, Ramiro me llamó para invitarme a cenar en ese mismo momento con uno de sus socios, y que le ordenara a su chofer que me llevara a su encuentro. Lo que no le dije, es que yo andaba con Paty.

Llegamos a un restaurante muy sobrio, donde me esperaba Ramiro y su amigo, que, para qué les cuento, era un monumento de hombre. Ramiro muy presto, se levantó y me saludó con besos en las mejillas, luego le recordé a Paty, y sus ojos le brillaron de alegría, le pedí disculpas por no avisarle lo de mi amiga, a lo que dijo― No te preocupes, ahora ya estamos en pareja.

Las presentaciones de rigor, y entramos en confianza. El amigo de Ramiro, un alemán extraño, porque siendo alemán de ojos verdes, de siquiera un 1,85 de estatura, corpulento y todo, era de piel morena donde su sonrisa y ojos resaltaban; y de paso, muy velludo, cosa rara en la mayoría de los alemanes que he conocido.

Y como era de esperar, Ramiro, que se había quedado prendado de Paty, desde aquella vez en el aeropuerto cuando ella me fue a recoger, no desperdiciaría el momento de atenderla y conquistarla ahora que la tenía tan cerca;. En mi caso, como no me quedaba otra, me dediqué a conversar y congraciarme con el alemán de nombre Alfons.

El tiempo se congeló, conversaciones y risas acompañadas de mucho vino; miradas coquetas, comentarios halagadores sobre nuestros cuerpos y vestimenta; toqueteos y cogiditas de manos, fue la tónica antes de que se pidiera el servicio.

Antes, durante y después de la comida, el vino era abundante; y como ya es sabido, el vino nos afloja todo a Paty y a mí, le pedimos a Ramiro que nos lleve a su penthouse porque ahí estaríamos más seguras para no dar un espectáculo gratis a los demás comensales del restaurante.

Ramiro pagó la cuenta, y al chofer de su vehículo le pidió que se retirara para él manejar, dándole dinero para que se fuera a su casa en taxi. A pesar de que Ramiro me abrazaba, me llenaba de besos y me tomaba de las manos, era notorio el interés por mi amiga Paty; así que, cuando Ramiro me abrió la puerta delantera al lado del conductor, jalé a Paty para que se fuera con él de acompañante; Alfons, me miró, sonrió y me abrió la puerta trasera para que yo lo acompañara a él.

En el camino, ya en más en confianza, todo era risas, bromas y toqueteos de manos y piernas; esos toqueteos que cuando te ponen la mano encima de tus piernas, te hacer dar una descarga eléctrica que te llega hasta la médula y se eriza la piel; o esas miradas que se filtran en las aberturas de tu escote o falda, que a propósito, disimuladamente, las ayudas a abrirse más para excitarlos y verles su reacción. De pronto, ya habíamos llegado; nos ayudaron con nuestro equipaje y tomamos el ascensor directo al departamento.

Ya en él, tomaron nuestros equipajes y los pusieron en el dormitorio de Ramiro hasta ver cómo nos acomodábamos. En el bar, Alfons guardó las botellas de vino, pero sacó otra de la vinera, tomó dos copas y nos las sirvió; en cambio yo, con la confianza de la vez anterior, tomé dos vasos, les puse hielo y serví whisky en ellos. Tomé de la mano a Ramiro y me lo llevé al sofá, lo hice sentar y me le senté sobre sus piernas, le pedí que me sacara los zapatos para estar más cómoda, nos besamos y brindamos con Paty y Alfons que ya se habían sentado a nuestro lado.

Mientras Ramiro me excitaba llenándome de caricias sobre sus piernas, Paty fue a poner música para mejorar el ambiente y poder bailar; las atenciones eran mutuas, ellos nos servían el vino y nosotras el whisky para ellos, y entre baile, bocadillos y licor, el tiempo transcurría sin darnos cuenta; no teníamos pareja fija, Paty y yo, éramos objeto de sus atenciones, caricias y besos de ambos a la vez.

Con el ambiente ya muy caliente, y sabiendo que ya los teníamos muy excitados y a punto de que nos violaran, le dije a Paty, dejemos que se calmen las cosas un momento, y vamos a ubicarnos.

Cuando le pregunté a Ramiro si podía guardar el equipaje de Paty en el cuarto de visitas, me entero, que Alfons era su huésped en esos ― Espera un momento, le dije ―si me llamaste para que venga a estar contigo, ¿cómo así, no me avisaste que estabas con otro amigo?

―Bueno mi amor, hablemos sin, como sé que eres una mujer insaciable, y como también te gustan los hombres de piel morena, altos y rudos, pensé darte un regalito compartiéndote con Alfons, pero viendo que me has traído a Paty, creo no habrá problema en compartirnos; después de todo, en este viaje te tengo una sorpresa, y espero te guste, y la disfrutes. Comprenderás el papel importantísimo de mujeres bellas y educadas como ustedes a nuestro lado en el momento de hacer negocios. En realidad, no te esperábamos hoy, pero me agrada mucho que hayas adelantado el viaje, y hayas venido con Paty. Yo en cambio, mañana en la noche, tengo una reunión de trabajo con unos amigos financistas alemanes, los cuales, al enterarse que tú estarías conmigo, el dueño de casa ha organizado una pequeña fiesta privada, teniéndolas a ustedes como invitadas de honor. En realidad, esa era la sorpresa para ti, pero ahora será para las dos.

― Bueno, si es así, cuando acabe la noche, veremos en dónde amanecemos, y esa será nuestra habitación ― respondí.

Volvimos a la sala a seguir bailando, esta vez, teniendo las cosas más claras, y decididas a continuar con ellos hasta el último aliento, dejé que Alfons se hiciera cargo de mí, y que Ramiro se hiciera cargo de Paty, en vista de que se gustaban.

Como todos los europeos un poco quedados, tuve que tomar la iniciativa provocando a mi alemán moreno de ojos verdes, contoneándome muy sensualmente, acariciando su cuerpo con el mío, besando y tocando sus pechos, logrando que se reanimara y pasara a caricias más directas, que, me hicieron convulsionar todo mi cuerpo entre sus grandes manos.

En la misma sala nos desnudaron, y de rodillas nos pusieron a dar buena cuenta de sus grandes penes. El del que sería mi verdugo era una cosa maravillosa, muy grande, grueso y duro como una roca. Sabía que me iba a sacar gritos y gemidos cuando me lo metiera y me tuviera ensartada en él. Y así fue, Alfons hizo que me abrazara a su cuello, me levantó por los aires, acomodó mis piernas alrededor de su cintura, y acomodando la cabeza de su gran pene en la entrada a mi vagina, me dejó caer muy lentamente. La penetración fue algo dolorosa, pero era maravillosa la sensación de aquel monstruo hirviendo, latiendo, y muy duro, entrando y abriéndose paso, tomando posesión de mi vagina hambrienta, caliente y húmeda, esperando que la llenen de ese rico semen lechoso y espeso.

Mis gemidos y jadeos se comenzaron a confundir con los de mi Paty, a la que Ramiro tenía boca abajo, clavada su cara en la alfombra, y ensartada por el culo, arremetiéndola como si la quisiera reventar. Era todo un espectáculo el que estábamos dando.

Después de que mi moreno alemán de ojos verdes, me hiciera revolcar entre sus brazos, y aun agarrada a su cuello, me miró, y me dijo― Ahora quiero probar ese culito, relájate y no te dolerá ―Con mi cara de regocijo y todavía sonrojada de satisfacción, le dije que lo hiciera, y sin cambiar mi posición, pero esta vez, él sentado, levanté algo mi trasero para que la sacara de mi vagina, y la acomodara en la entrada de mi otro agujero. Esta vez, a pesar de lo lubricado que estaba el monstruo, mi anillito no quería dejarlo entrar por más que lo trataba de relajar. Tuve que recurrir al sacrificio japonés, clavar al monstruo de cabeza de una sola estocada, levantando mis nalgas y dejándolas caer con fuerza sobre aquella cabezota, y luego apoyándole todo mi peso, y ayudada por Alfons que también empujaba hacia arriba, aquel monumental pene oscuro entró airoso sacándole lágrimas y gritos de dolor a la doncella que acababa de encular. Las lágrimas no cesaron en mí, porque dolía, pero los gritos se convirtieron en jadeos y gemidos de placer. Era tanto el disfrute de aquel dolor rico, que me hacía parecer una licuadora ensartada en una estaca, lo quería todo adentro, tanto que mis nalgas sonaban cuando golpeaban fuerte contra los muslos de Alfons. Qué sensación más rica cuando ambos llegamos al clímax; y mi verdugo inundó de leche caliente mis entrañas, mientras mi orgasmo se manifestaba con temblores, sacudones y sollozos que mi moreno alemán festejaba con una gran sonrisa, mientras yo, entre lágrimas, risitas y cara de sufrimiento, me lo comía a besos y caricias. Me había hecho sentir una mujer completamente plena y satisfecha. Si no hubiera sido, porque después, cambiamos de parejas, y continuamos teniendo sexo, yo me quedaba satisfecha con lo que me hizo mi verdugo de ojos verdes hasta el día siguiente.

Amaneció para nosotras como a las 11:30 h., no sabía cómo había llegado a la habitación de mi moreno de ojos verdes, mientras que Paty amaneció en la de Ramiro. Desayunamos y almorzamos al mismo tiempo, para luego ir a descansar todos juntos al balcón terraza. Conversamos de lo lindo que habíamos pasado, y de la famosa sorpresita que me tenían para esa noche.

― Mira mi amor ―dijo Ramiro― hoy tenía programado finiquitar con mi amigo Erick, la unión de unas empresas, y al saber que venías, le propuse llevarte, para que, con tu belleza y forma de ser, él se relajara, lo conquistaras y así lograr más rápido finiquitar el negocio. ¿Qué tienes, o tienen que hacer, ahora que vamos con Paty? Simplemente, engalanar el evento, con señorío y elegancia, y mostrarse lo lindas que son, en especial con Erick, departir con los invitados, y demostrar lo muy versátiles y adaptables que son ustedes para cualquier evento o circunstancia; comprenderán que es una reunión privada, donde los que estarán, son personas importantes.

― ¿Sabes qué, me suenas un poco misterioso? Me suenas a que, nos estás llevando como regalo para tu nuevo socio y sus invitados. Pero me agrada la idea, después de todo, vinimos a divertirnos, y mientras nosotras manejemos la situación, lo tomaremos como un reto.

― Así es mi amor, nos ayudarían mucho.

Miré a Paty, y aceptamos― ¿Me lo prometen? ―dijo Ramiro,

 ¡SÍ! ―contesté yo― ¡Prometido!

Serían las siete de la noche, cuando ya estábamos todos listos. Ramiro hizo una llamada y confirmó nuestra salida al norte de la ciudad. Ellos se veían muy elegantes con sus chalecos de lana y chompas de cuero; nosotras regias con Paty luciendo un vestido rojo, largo y abierto a los lados, algo apretado a las caderas, haciendo que las aberturas se agrandaran más, logrando que se viera muy sexi y llamativo al dejar ver sus piernas y parte de las caderas. El escote de encaje, muy pronunciado le hacían resaltar los grandes senos; sin espalda y sin mangas, sujeto solo por dos tirantes al cuello, y acompañado de un par de sandalias de tacón.

Yo, con un vestido color piel, largo de dos piezas estilo Cleopatra, abierto lateralmente de un solo lado hasta la cintura, y sujeto a su otro extremo solo con una gran argolla gris-plateada, dejándome descubierta la cadera de ese lado. El drapeado en la parte trasera y lateral, hacían resaltar mis nalgas, dejando a la imaginación, el estar o no, usando prenda interior. La parte superior, arranca simplemente con una cinta por encima del ombligo, que se cruza tapando los senos, y se une por detrás de la nuca con un simple lazo, dejando la espalda y hombros completamente descubiertos.

Cuando llegamos, salió a recibirnos Erick, el amigo de Ramiro, de unos 65 años, también alemán radicado en el país, con un físico formidable. Nos miró de arriba abajo como si nos estuviera examinando o escudriñando nuestros cuerpos, para luego decirle a Ramiro― ¡Hombre! ¿De dónde sacaste estas bellezas? Esperemos que aguanten todo el trajín de esta noche― dijo esto, mientras nos llevaba tomadas de los brazos al salón principal. Al escuchar lo que dijo, con una sonrisa amable, le dije― Perdón, ¿a qué trajín se refiere? ―miró a Ramiro que me contestó― Se refiere a que hay muchos invitados que querrán bailar con ustedes.

― ¡Ah! por eso no se preocupe ―le dije― nosotras somos incansables ―sin saber en lo que, muy “inocentemente” nos estábamos metiendo.

A vuelo de pájaro, lo que vimos fue una gran sala alargada con varios ambientes laterales con sus respectivos sillones y mesas, donde estaban reunidos varios hombres de unos 45 años para arriba, muy guapos todos, conversando y bebiendo. Más parecía una sala de exhibiciones, hecha ahora, una especie de pasarela.

Erick nos llevó a todo lo largo de ese salón, sonriendo y tratando de exhibir a sus dos nuevas adquisiciones, mientras las miradas de todos esos hombres nos recorrían como si nos estuvieran analizando de arriba abajo con rayos X.

― En esta sala se reúnen los ejecutivos de nuestras empresas, y en el salón contiguo, encontrarán una sala de baile, bocadillos y licores. Ustedes pueden recorrer todas las instalaciones, departir y divertirse con quienes quieran, nosotros estaremos en un salón privado, que luego se les enseñaré ―nos dijo Erick mientras entraban en otro salón.

De pronto, quedamos solas y decidimos recorrer la casa. La fiesta se inició cuando las luces del salón bajaron de intensidad, a casi luz de velas y la música sonó. Las chicas armaron el baile, y nosotras fuimos sacadas a bailar. Nuestra presencia no estaba pasando desapercibida, puesto que nuestros cuerpos estaban siendo objeto de análisis por parte de un grupo de cinco hombres maduros que estaban conversando y bebiendo junto a una chimenea en otra sala aparte de la sala principal. Ellos, con agudeza depredadora para saber que, en nosotras, ya tenían a dos presas listas para ser sacrificadas, no nos permitieron descansar ni una sola pieza musical, desde baladas hasta reguetón. Durante todo ese tiempo bailando y bebiendo con uno y con otro, el alcohol nos hizo efecto y fuimos objeto de invitaciones y propuestas de toda índole, sanas e insanas. Pero el hecho es que, estábamos gozando del erotismo del momento, de sus miradas morbosas y lascivas que nos desnudaban, de sus caricias y manoseos, algunos discretos, y otros descarados, que nos hacían retorcer de placer entre sus brazos. Pero que, por discreción, aunque el lugar, y el ambiente lúgubre se prestaban para cualquier escaramuza sexual, nosotras muy sutilmente, nos escurríamos de sus manos que nos atenazaban para hacernos suyas. Nos tenían tan mareadas, libidinosas y lujuriosas que, unas copas, o unas cuantas caricias más, de seguro, sucumbíamos a sus pretensiones y deseos, allí mismo, en esa sala.

De pronto, apareció Ramiro, y con mirada y voz autoritaria, les dijo― Bueno señores, estas dos bellezas son mías ―nos tomó de las manos y nos sacó de aquel grupo, diciendo que por favor lo acompañáramos, que Erick nos esperaba, y que recordáramos la promesa que les hicimos. O sea, nos llevaba directo al matadero para un encuentro sexual, y ya no había vuelta atrás.

Entramos a un estudio o despacho con una sala amueblada con grandes sillones donde nos esperaban Erick, Alfons, y dos hombres más mientras el camarero les acomodaba en una mesa licores y bocadillos. Estando ya con ellos, nos llenaron las copas de vino, y brindamos por la nueva empresa que se formaba.

― Eso merece un beso ―dijo Erick, que tomó de la mano a Paty, la jaló y le pidió su beso. Ella lo besó en la mejilla, pero él le reclamó porque lo quería en la boca; cuando Paty se acercó a dárselo, Erick la tomó directamente de las caderas metiendo las manos por las aberturas laterales de su vestido. Luego del beso, recibió una nalgada, al tiempo que le decía― Vaya a felicitar con un beso a cada uno de ellos ―Luego me miró y dijo― Y usted mi amor, ¿qué espera para darnos su beso? ―

Le sonreí, y cuando estuve frente a él, le dije― Si quieres que te bese, ven y búscalo en mis labios ―Los presentes aplaudieron mi arrogancia, y Erick, confundido, dijo― Me gustas, pero voy a tener que educarte, y enseñarte quién es el que manda ―Me tomó de las caderas, me acercó a él, y me dio un largo beso en la boca, luego me dio una nalgada y me mandó a besar a los demás.

Luego, me tomó de la mano y me sacó a bailar; Alfons hizo lo mismo con Paty, y nos demostraron sus dotes de bailarines, sin desaprovechar las oportunidades que se les presentaban para acariciar y manosear nuestros cuerpos. De pronto, como el piso de ese salón era alfombrado, los tacos de nuestros zapatos nos impedían el bailar y llevar el paso, Erick se agachó y nos los sacó los zapatos a ambas― Ahora sí ―dijo Paty, así estamos mucho mejor ―y continuamos bailando, y bebiendo vino. Erick, sentado en su sillón, en un momento dado, me llamó y con un gesto de sus manos, me ordenó sentarme en sus piernas. No puse objeción alguna, pues estaba tan mareada y excitada, que estaba hecha una niña obediente.

― ¿Sabes qué? ―me dijo― Me gusta tu atrevimiento, sé que eres una mujer casada y profesional de la medicina, y que estás aquí simplemente por diversión y placer. Me gustan las mujeres como tú, independientes y atrevidas, que hacen lo que se les viene en ganas. Ustedes son de esas mujeres interesantes que no se hacen problema de nada. Hoy me lo demostrarán, a pesar de que ya vi por cámaras de lo que son capaces de hacer ―Mientras me decía eso, y mirándome fijamente a los ojos, una de sus manos entró por la abertura de mi falda, llegando a acariciar la parte interior de mis muslos, que automáticamente se abrieron, haciendo que cerrara los ojos, que lo abrazara, le apegara mi boca a sus orejas y le susurrara los gemidos que me producían sus caricias, mientras su otra mano ya había dejado caer los tirantes de tela que cubrían mis senos, y daba buena cuenta de ellos. Estábamos tan excitados ambos, que, sin importarme estar delante de los demás, me arrodillé para dar buena cuenta de su gran pene, mientras él, presuroso sacaba la argolla que me sostenía mi falda. Caída ésta, ya estaba completamente desnuda haciéndole una gran mamada a un hermoso pene.

Cabalgando a Erick, de reojo vi a Paty, que Alfons ya había desnudado y la estaba compartiendo con los otros dos de los señores que estaban en esa sala.

Cuando terminaron con nosotras, Erick nos llevó a una habitación para que nos ducháramos. Luego nos tomó de la mano, y así desnudas, nos llevaba de regreso a donde estaba el grupo de los cinco lobos con los que estuvimos y que estaban a punto de someternos― Espera ―le dije― afuera todos están vestidos, nos ponemos andar desnudas delante de ellos, nos vestimos y vamos para allá ―Me miró, sonrió y dijo― Sus ropas desaparecieron, y estarán desnudas hasta que se acabe la fiesta. Dije que te iba a educar y a enseñarte a obedecer, ¿verdad? Bueno, ya comencé. Ahora salen conmigo como buenas niñas, y quiero que sean solícitas y complacientes con mis invitados― Miré a Ramiro que, con un gesto, me indicó que le hiciera caso.

Ni bien salimos a la sala principal, comenzaron los besos y silbidos. Todo el mundo, hombres y mujeres algo ya entrados en alcohol, nos miraban extrañados y sorprendidos caminando completamente desnudas llevadas de las manos de Erick. Es más, algunos hasta nos siguieron para ver a dónde nos llevaban. Cuando llegamos a la sala con chimenea donde estaban aquellos cinco, ya no eran cinco, ahora eran siete, más algunos curiosos que se colaron.

De pronto reaccionamos, cuando Erick les dijo― Aquí se las traigo para que terminen lo que iniciaron. Una de las premisas de nuestra empresa es, “no dejar inconcluso un negocio, cumplir con las obligaciones, y dejar al cliente satisfecho”, ya tienen mi permiso, y el de sus maridos. Ellas tienen la obligación de complacerlos, y ustedes, la obligación de dejarlas satisfechas― Dicho eso, se fue, y nuevamente aquella jauría de lobos pusieron sus ojos sobre nosotras, peor ahora que estábamos desnudas, éramos carne fácil dispuesta para el festín.

Paty y yo, los mirábamos, y pensamos que con dos o tres podríamos jugar y desviarles la atención, pero con siete o más, es imposible, así que, dejamos que las cosas fluyeran y se fueran dando solas. Nos hicieron bailar para ellos, mientras bailábamos, guiaban nuestras manos, y nos hacían tocar y coger sus grandes penes, como si estuviéramos evaluando o tasando con nuestras manos expertas al más grande, duro y pesado. A la vez nosotras, aunque no se lo hubiéramos permitido, sus manos traviesas recorrían y jugaban con nuestros cuerpos y partes íntimas; así el morbo, y el llamado carnal, se apoderaría al mismo tiempo de todos nosotros.

De repente, algo detonó en todo el grupo y todo se fue dando en cascada. Nos tomaron por asalto, y vi que a Paty se la llevaban entre cuatro, a un mueble en un rincón del salón. La estaban literalmente violando, a pesar de que, era notorio que ella lo estaba disfrutando, pues mientras se revolcaba entre sus brazos, se oía su voz ahogada con sus gemidos que inundaban el ambiente, y por ahí, uno que otro sonido gutural, por algún pene en su boca.

Mientras se daban un festín con mi Paty, a mí me hicieron hincar de rodillas en la alfombra, y dar buena cuenta de cada uno de los penes de los cuatro que, en ese momento, eran mis verdugos. Luego, sobre el apoyabrazos de un sillón muy mullido, me pusieron boca abajo, y uno por uno, fueron penetrándome por donde se les antojaba, mientras mis gritos y gemidos, eran ahogados por la penetración bucal que me hacía otro de ellos. Y allí estábamos, resignadas a satisfacer a todos, pero disfrutando a cada uno de ellos.

Fue una salvajada de orgía, que la disfrutamos como no se tiene idea. Porque no solo fueron esos siete más Erick y los invitados del privado que estaban con él. Fueron muchos más, cuando luego, nos llevaron a la sala, y fuimos objetos sexuales de otros invitados, que no se querían perder la oportunidad de agasajarse con el cuerpo de dos costeñas que habían sido el regalo para el jefe y dueño de casa.

Serían las cuatro treinta de la mañana, cuando sentí frio, y desperté en brazos de Alfons que me metía en el carro; a Paty ya la había llevado Ramiro. Recuerdo que les dije que prendieran la calefacción puesto que estábamos aun desnudas. Cuando llegamos, nos pusieron sus chompas encima, y así llegamos hasta el departamento. Estábamos cubiertas de semen, muy mareadas y tan cansadas que, caímos rendidas en la cama del cuarto de visitas.

Nos despertaron a eso de las dos de la tarde, nuestro vuelo de regreso era a las siete treinta. Lo primero que hicimos, fue meter las sábanas y nuestra ropa a la lavadora, pues todo olía a puro semen, luego nos bañamos, arreglamos nuestras cosas, vestimos y salimos a comer con nuestros hombres.

En el almuerzo, le agradecimos a Ramiro la invitación― Ha sido algo inolvidable lo que hemos vivido, y tenías mucha razón, han sido sorpresas tras sorpresas. Ahora entiendo, con un maestro como tú, no podía esperar menos de Alessandro que ha sido un excelente alumno tuyo.

Ramiro pidió disculpas por llevarnos, y que todos aquellos hombres tuvieran sexo con nosotras. Después de todo, Ramiro pensó que solo sería con Erick y sus dos amigos; pues no era la primera vez que lo hacían; pero en esta ocasión, sin dudas, Erick se enojó por el desplante que le hiciste, y porque sabía que ustedes son mujeres de hogar que se escapan de sus maridos solo por diversión y aventuras, y una manera de castigarte, y de hacerte saber, que él, es el que da las órdenes, fue la de llevarlas desnudas delante de todos, y entregarlas ante el grupo de invitados que él sabía, las esperaban para follarlas.

Después de muchas explicaciones, les dijimos que no se preocuparan; sabíamos a qué nos exponíamos. Seríamos demasiado ilusas al pensar que, al ir vestidas todas provocativas, no iba a suceder nada. Sabíamos que íbamos a ser acosadas por los hombres, que estaríamos bebiendo y bailando con todos ellos, también nos imaginamos que tendríamos sexo con el anfitrión y sus amigos, pero no contábamos que nos pasearan desnudas para ser entregadas a siete hombres para que nos copulasen de la forma más salvaje, y que en vez de protestar, reclamar, o gritar, lo que hacíamos era gemir y disfrutar de lo que nos hacían, señal inequívoca que lo estábamos disfrutando, por eso, de remate, nos llevaron al salón principal para que el resto de invitados también se divirtieran con nuestros cuerpos.

Aclarada toda la situación, regresamos por nuestras maletas al departamento. Nos las embarcaron en el vehículo, y de una vez. Allí mismo nos despedimos para evitar algún desliz delante de algún curioso que nos pudiera ver en el aeropuerto. Nos besamos con Ramiro y nos despedimos hasta un nuevo encuentro, lo mismo que con Alfons, que me dejó prendada de su cuerpo velludo y sus ojos verdes; de su piel morena, y mejor no sigo describiendo lo que me gustó de él.

Regresamos a Guayaquil, sacamos nuestro carro del parqueadero y regresamos a casa; cuando dejé a Paty, con su mirada pícara me miró, sonrió, y me dijo― Estoy molida, ¿cuántos fueron?

― ¡Jajaja! ―me reí, y le dije― Creo que quince conmigo ¡Jajaja! ―y volvimos a reír.

― Te gané mi amor, yo tumbé a diecisiete ¡Jajaja!

Nos dimos un gran beso apasionado, lleno de amor, gratitud y complicidad, y nos despedimos.

Mi esposo, tan distraído como siempre que ni se da por enterado que yo sigo en contacto y mantengo una relación con los que en algún momento fueron sus financistas.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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