La Página de Bedri
Relatos prohibidos Angélica
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Nunca olvidaré la primera vez que la vi. Las puertas del ascensor se abrieron, y de inmediato me llamó la atención su belleza. Era alta, probablemente más alta que yo, tenía hermosos ojos, labios que suplicaban besos y los pechos más perfectos que jamás había visto. Inmediatamente sentí una enorme atracción hacia ella, lo cual me resultaba extraño, porque siempre me había considerado hetero y nunca antes me había sentido atraída por otra mujer. Pero desde ese primer momento, amaba a Angélica. Las primeras semanas en la oficina fueron duras, cada vez que la veía solo quería tocarla, besar esos bellos labios y explorar cada centímetro de su espléndido cuerpo. Lo soñé muchas veces, que acunaba sus pechos suaves y flexibles entre mis manos, besaba su cuello, sus hombros, finalmente mi boca encontraba sus pezones. Y ni siquiera podía imaginar lo que debe haber entre sus muslos hermosos y sedosos. Pero quería averiguarlo. A pesar de mi incorregible torpeza, me las arreglé para hacernos amigas hasta que finalmente, le propuse comer algún día juntas. Mientras nos sentábamos, no pude evitar mirarla. Su camisa estaba estirada a través de sus pechos con tanta fuerza que todo lo que podía pensar era en liberarlos. Pero pese a eso, el almuerzo transcurrió bien. ―¿Te gustaría venir a mi casa el viernes por la noche? ―dijo― podríamos cenar, quizás ver una película, charlar un poco, solo como una buena ocasión para conocernos como chicas. ―Me encantaría. No hace falta decir que estaba emocionada, ni que mis bragas estaban prácticamente empapadas de la excitación. En el camino de regreso a la oficina seguí imaginando lo que podría suceder el viernes. Pero al mismo tiempo, tenía miedo de que ella no estuviera interesada como yo, ni siquiera sabía si le gustaban las chicas. Éramos las dos únicas ocupantes del ascensor en ascenso hacia la oficina. Ella se inclinó hacia mí―¿Sabes, eres realmente hermosa? ―susurró y elegantemente inclinó mi barbilla con sus dedos y me besó, el beso más suave, dulce y cariñoso que jamás había recibido en toda mi vida. Me dejó en éxtasis. Lamentablemente, antes de que pudiera responder, las puertas del ascensor se abrieron, y ella se alejó, lanzando una mirada por encima de su hombro hacia mí. No vi mucho a Angélica antes de nuestra cita del viernes por la noche, y cada vez que lo hacía, era en presencia de otras personas. Sabía que lo estaba haciendo a propósito, y eso me volvía loca, porque cada vez que la miraba, quería rasgarle la ropa y hacerle el amor allí mismo. Pero eso debería esperar. Finalmente llegó la gran noche. Me llevó horas prepararme, me afeité el coño meticulosamente, quería estar perfecta para ella. A las nueve de la noche, me dirigí hacia su casa. Estuve nerviosa todo el viaje, y mi mano temblaba cuando presioné el botón del timbre de su puerta. Nunca antes había hecho esto. ¿Qué pasa si no fuera lo suficientemente buena? ¿Qué pasaría si no pudiera complacerla? Esperaba que ella me guiara. Cuando llegué a su apartamento, abrí la puerta tímidamente. ―Angélica, hola, soy yo... Ella me interrumpió besándome. De nuevo, fue tan suave, tan dulce, tan gentil. Su boca se encontró lentamente con la mía, su lengua separó mis labios y la exploró suavemente. Fue el beso más erótico que había recibido y en un abrir y cerrar de ojos, estaba mojada como nunca antes y mis pezones podrían haber cortado vidrio de lo duros que estaban. Angélica me tomó de la mano y me llevó hacia el dormitorio. Cuando llegamos a la entrada, me detuve y temerosa me confesé. ―Angélica, tengo una confesión que hacerte, nunca he hecho esto antes, te quiero, te quiero tanto, pero es que nunca antes había deseado tanto a una mujer y realmente no sé qué hacer. ―Aprenderás muy rápido, tú solo haz lo que yo. Entonces dejó que su vestido cayera al suelo, no llevaba nada debajo. Me quedé sorprendida por un momento, casi sin aliento. Angélica era más de lo que jamás había imaginado, sus pechos eran dos hermosuras que brillaban en la escasa luz, su cuerpo perfectamente trabajado era liso y podía ver un toque de los labios rosados entre sus piernas. No pude controlarme, inmediatamente comencé a besarla por todas partes, pasando mis manos sobre su cuello, su espalda, su duro culo perfecto. La estaba acariciando, chupando sus pezones maravillosos en cuando ella me detuvo. ―Despacito ―dijo― despacito. Luego, Angélica me detuvo y me fue desnudando lentamente, deteniéndose para admirar mi cuerpo después de cada prenda de vestir que ella quitaba. ―¡Dios! realmente estás muy buena―dijo después de que me desnudara por completo. Luego, me llevó a la cama y me hizo acostar. No tardó en comenzar a besarme, con esos suaves y dulces besos, por todo mi cuerpo, tomando mis pezones entre esos labios sensuales y acariciando con sus dedos suaves todo mi cuerpo. Me hizo gemir casi instantáneamente. Tras unos minutos, su boca encontró la mía y de nuevo su lengua exploró la mía. ―Ahora ―dijo―quiero que me lo hagas tu Y se recostó en la cama, con las piernas juntas. Yo, que tenía ganas de ver su coño comencé a besarla y acariciarla, tratando de conseguir que abriera las piernas. Había chupando sus pezones y comencé a besar su cuerpo a través de su vientre plano, hasta que llegué a su montículo, su extraordinario, suave y dulce Monte de Venus. Muy lentamente, ella fue separando sus piernas, revelándome el secreto de su coñito. Era mucho más hermoso que el resto de su cuerpo, rosado, suculento, y empapado. Me sentí un poco confundida y asustada otra vez, realmente no tenía idea de lo que estaba haciendo aquí pero quería tocarlo. Comencé a acariciarle el coño, e inmediatamente pude sentir su cuerpo reaccionar. Empecé a hacer pequeños círculos en su clítoris, y ella comenzó a gemir. Uno de mis dedos encontró el camino dentro de ella, y no podía creer lo suave y húmedo que estaba allí dentro. Pronto siguió otro dedo, luego otro. Me estaba volviendo loca con su clítoris y mi dedo follándola. Sus gemidos se fueron haciendo cada vez más fuertes. Yo quería probarla, quise lamerla y probé. Fue la cosa más maravillosa que he probado en mi vida. Saqué mis dedos e inmediatamente enterré mi lengua dentro de ella. Ella gimió más fuerte y se arqueó para encontrarse con mi lengua. Le lamí el coño como una gatita golosa que encuentra su leche. Me la follé, la jodí con mi lengua, saboreando cada gota de su maravilloso néctar ―¡Oh Dios mío! quiero que me comas el clítoris cariño. Apenas logró pronunciar esas palabras entre los gemidos. Saqué mi lengua e inmediatamente volví a meter mis dedos en su coño mientras comenzaba a lamer con todo el cuidado su clítoris y Angélica comenzó casi a gritar en éxtasis. Cerré mi boca y realmente comencé a volverme loca. Después de pasados unos segundos, ella gritaba y se retorcía de placer sobre la cama. Comenzó a tener un orgasmo, y mientras las olas de placer mecían su cuerpo, sentí que comenzaban en el mío. No podía creer lo mucho que estaba disfrutando con esto. Después de que ella se corrió, entre jadeos me detuvo y me dijo―Quiero que pruebes algo más. De un ágil salto se levantó y de un cajón de la cómoda sacó un consolador rosa. ―Quiero que me folles con esto mientras me comes el clítoris. Acepté entusiasmada y tan pronto como se acostó volví a lamerle el coño, haciéndome con más de sus ansiados jugos. ―¡Dios! Qué rica sabes Angélica. Dejé de lamerla y lentamente comencé a deslizar el consolador dentro de ella que arqueó la pelvis hacia arriba para facilitarme la penetración. La estuve follando solo con el consolador un buen rato, admirando a su cuerpo estremecerse de placer. Luego, mi boca encontró nuevamente a su clítoris e inmediatamente se corrió. Un orgasmo después de otro orgasmo meció su cuerpo. Yo comencé a correrme también con mi cabeza entre sus hermosos muslos y mi coño goteando. Finalmente, ella volvió a correrse muy fuerte y yo también me corrí casi al mismo tiempo. Angélica se desplomó sobre la cama exhausta, y yo me arrastré para estar junto a ella y para comenzar a besarla de nuevo. ―¿Cómo estuve? ―le pregunté. ―Estuviste genial. Después de besarnos durante unos minutos, Angélica me guió encima de ella y me hizo colocar a horcajadas mientras se movía untándose mis jugos por todo su cuerpo. Me hizo ir hacia adelante y comenzó a frotar sus duros pezones en mi ardiente coño. Fue una sensación increíble. Una vez que su cuerpo estuvo casi completamente mojado con mis jugos agarró el consolador y lo sostuvo sobre sí misma, justo encima de su Monte de Venus. ―Quiero que ter lo folles ahora ―dijo. Emocionada me coloque sobre el aparato y me deslicé lentamente por su largo rosado eje. Tuve un orgasmo inmediatamente mientras Angélica sostenía el consolador con una mano y comenzaba a frotar mi clítoris con la otra. Me balanceé arriba y abajo de puro éxtasis. Miré hacia abajo, a su hermoso cuerpo y no pude evitarlo, o podía mantener mi boca lejos de él. Me incliné hacia delante y comencé a chuparle los pezones y, por primera vez probé mi propio sabor. Era casi tan bueno como el de Angélica. Entonces estiré mi mano, y logré poner mis dedos en su coño. La follé con el dedo, froté su clítoris con mi pulgar mientras me movía hacia arriba y hacia abajo sobre el rosado consolador y ella acariciaba mi clítoris. Juntamos, nuestros dos cuerpos temblando de placer y me derrumbé sobre ella. Nos besamos y por primera vez, fui muy consciente de que nuestros pechos se frotaban, de que nuestros duros pezones se tocaban. Pero estaba exhausta, y ella también. ―Gracias Angélica, fue increíble. La besé una vez más, y luego rodé a un lado de ella. Nos acurrucamos juntas y pronto nos quedamos dormidas. Tuvimos sexo varias veces más esa noche y los dos días siguientes, de hecho, terminé quedándome allí durante todo el fin de semana. El trabajo se volvió mucho más agradable después ese fin de semana. Al fin y al cabo, nadie pregunta a dos mujeres porqué van juntas al baño. Otro relato ... Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. 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