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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Atrapado por mí esposa
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Permítanme comenzar diciendo: "no soy gay y no soy bisexual. Fin de la discusión. Ahora, dicho esto, debo decir que descubrí muy pronto que me encantaba la sensación de la ropa interior femenina. Recuerdo haber sido empezado a percibirlo cuando era niño y me bañaba por la noche. Por lo general, después de que mamá se hubiera bañado y sus bragas y fajas y medias estaban en el piso del baño. Me los ponía y solo me frotaba las piernas mientras el agua caía en la bañera. Mientras crecía, cuando quedaba solo en casa, me colaba en la habitación de mis padres y revisaba el cajón de la ropa interior. Aquellas prendas sedosas me hacían pasarlo bien. Muy pronto, descubrí que también era suave para mi polla, y así se convirtió en la forma en que aprendí a masturbarme. Me gustó cuando mi hermana mayor comenzó a usar bragas sedosas, a pesar de que apenas tenían tejido suficiente para poder masturbarme adecuadamente. Pero siendo lo despierto que era, aprendí a utilizar varios pares de bragas, y también aprendí que los sucios de mi hermana olían mucho mejor que mi madre.

Y esa fascinación que tenía de niño, continuó durante toda la primaria y la secundaria, hasta la universidad y en el mundo de los negocios. Cuando iba de viaje, la primera parada que haría en el camino a mi hotel era en una lencería para comprar ropa interior de mujer. No quería llevarla en mi equipaje en caso de que lo seleccionaran aleatoriamente para una revisión de seguridad.

Después de casarme, me encantaba llevar a casa ropa interior nueva para mi esposa. Ella pensaba que yo era muy detallista. Aunque realmente, simplemente escogía cosas que quería ponerme, las compraba de su talla. Como ella se iba al trabajo un par de horas antes que yo, y luego tenía turnos de 12 horas, iba al cesto de la ropa sucia, elegía una de sus tangas, me la ponía todo el día, y juego la volvía a dejar donde la había encontrado. Era un gran sistema, a prueba de tontos, o eso creía.

Una mañana, de un día normal, me duché, fui al cesto de la ropa sucia, cogí la tanga negra del día anterior y me la puse. Me encanta cómo la pequeña prenda sube por mi raja y la parte delantera simplemente abraza mis bolas con fuerza. La mayoría de los días caminaba con una erección por la excitación. Esa mañana en particular, sabiendo que tenía que caminar mucho, decidí ponerme un par de medias. De nuevo, la sensación y la forma en que el aire subía por la pernera de mi pantalón era simplemente una sensación maravillosa. Además, siempre usaba un par de calcetines sobre las medias para que cuando cruzara las piernas nadie me descubriera.

Mientras me estaba preparando una taza de café, oí un automóvil entrando en el garaje. Confundido, abrí rápidamente la puerta y apareció mi esposa― ¿Vamos? ―dijo y agarrándome de la mano tiró de mi hasta el dormitorio principal y anunció que cuando llegó al trabajo se hizo una prueba de ovulación y este era el momento de hacer un bebé.

― Pero cariño, ¿qué tal esta noche?

― ¡No, Ahora! ―respondió.

Le dije que me diera un minuto, que tenía que hacer pipí y dijo― ¡Te pondré tan cachondo que te olvidarás de que tienes que orinar!

Cuando me desabrochó los pantalones, grito― ¿Qué es esta mierda? ¿Por qué estás vestido como un pervertido?

Traté de explicarlo pero ella no quería escucharme― Si no necesitara tu esperma, te mostraría lo inútil que eres en realidad, pero en este momento, voy a follarte y hacer un bebé obteniendo una corrida de una manera u otra.

Me hizo subirme a la cama a cuatro patas, todavía con su tanga y sus medias. Luego, se quitó la ropa interior, me dio el sujetador y me hizo que me lo pusiera― ¿Quieres ser una chica? ¡Te haré una chica! ―Tomo un pintalabios, me pintó los labios y me giró para poder verme en el espejo de la cómoda aún en cuatro patas. Abrió su mesita de noche y sacó su enorme vibrador negro su negro. Lo prendió, y comenzó a follarme el culo. Debo decir que, después del dolor inicial, me sentía genial. Ella se burló de mí, diciendo que no sabía que yo era un marica en secreto, que quería un hombre de verdad, pero que siempre había querido un trío, así que aquello podría funcionar. Mientras seguía follándome siguió buscando mi verga, que se mantenía dura. Ella puso el vibrador al máximo y me hizo tumbar de espaldas. Aquella cosa me estaba empujando más allá del límite y presionando fuertemente en mi ano. Ella exigió que cogiera mi polla y la acariciara.

― ¿Pero pensé que querías mi esperma?

―Sí, pero tú no eres lo suficientemente hombre y no merezco poner eso en mí, lo recogeré y lo meteré yo misma ― bromeó.

Me obligó a masturbarme y me hizo apretar la cabeza de mi polla para que no saliera antes de que ella estuviera lista. Cuando regresó con una bolsita pequeña y yo eyaculé en ella.

― ¿Podemos apagar el vibrador ahora?

― No, no, sigue a cuatro patas y mantenlo en funcionamiento, podría necesitar más esperma. Y, no me importa si te toma horas siendo una chica, te quedas ahí y me llamas cuando estés lista. Y si te atreves a correrte y derramar una sola gota, apretaré tus bolas con tanta fuerza que se marchitarán ―Parecía que estaba muy enojada.

Pareció que pasaban horas con el vibrador en mi culo y paseándome como un loco. Cuando pareció que estaba cerca, grité, pero no entró en la habitación. Grité por segunda vez, y aun así, mi esposa no me respondió. Como no podía soportarlo más bajé las escaleras, todavía vestido con tanga, medias, sujetador, lápiz labial y el vibrador colgando de mi culo. Cuando llegué al pie de las escaleras, ella estaba en el sofá montando a su jefe.

― ¿Qué diablos Sara? ―dije aasombrado.

Ella se rió y dijo que necesitaba un hombre de verdad y que su jefe la había follado otras veces y que aprovecharía la oportunidad― Voy a dejar que me folle, luego voy a poner tu esperma de mariquita dentro de mí y si me quedo embarazada, nunca sabrás quién es el padre. Ahora ponte a cuatro patas y mantén ese vibrador en marcha mientras miras a un hombre de verdad follar a tu esposa.

Seguí sus instrucciones y mientras ella rebotaba sobre él, mi polla comenzó a temblar. Fui humillado, pero también me encontraba viendo a mi esposa follar a su jefe. La oí decir cosas que nunca me había dicho. Cuando terminaron, me ordenó que volviera a dejar mi semen en la bolsa y luego me ordenó que volviera aponerme a cuatro patas. Después, miro a su jefe y le dijo― El pequeño ha tenido ha tenido una polla falsa en el culo por horas, ¿te gustaría reemplazarla por una verdadera?

Cuando comencé a protestar, ella propuso unas opciones, o ser jodido por el tipo que acaba de follarla, o chupársela. No había manera de que yo fuera a chuparle el pene a su jefe, así, que ella retiró el consolador y su jefe entró bruscamente en mí. Jodió tanto mi culo, me temo que se reducirá a su tamaño anterior.

Cuando se cansaron me dejaron allí, a cuatro patas con la ropa interior de mi esposa y subieron las escaleras para ducharse y prepararse para regresar al trabajo. Tuve la sensación de que mi vida nunca volvería a ser la misma.

Por mucho que odiara el cambio de poder en mi casa, había partes que secretamente amaba. Ya no tenía que esconder el hecho de que llevaba puestas las bragas y las medias de mi esposa en público, aunque el hecho de que no me permitieran usar ropa en la casa era un poco desafiante. Tenía que sacar la basura a la mitad de la noche para que los vecinos no me vieran, o abrir  la puerta cuando un repartidor llamaba el timbre. Mi esposa me permitía tener una peluca a mano para usar si así lo deseaba y tenía que abrir la puerta.

Ella había comenzado a traer hombres a casa con ella un par de veces a la semana. Yo era su sirviente, y debía asegurarme de que las bebidas estuvieran listas y servidas, y de que tuvieran todo lo que querían y necesitaban durante sus sesiones de sexo. Eso en sí mismo siempre fue maravilloso de ver, era como un DVD porno en 3D justo delante de mis ojos. El problema era que nunca me permitió sacar la polla y satisfacer mis necesidades. Tenía que tenerla guardada en mis bragas.  La única vez que me  permitió    participar fue cuando terminó de follar a su último chico-juguete; le encantaba que le chupara el coño y a menudo le chupaba la ropa a su compañero. Aunque originalmente odiara    el sabor del semen, comencé a desearlo realmente, especialmente cuando era una combinación de esperma y de los   jugos de su coño.

Sin embargo, mi perra esposa simplemente no estaba suficientemente satisfecha con ese nivel de humillación, y   comenzó a exigir que   me jodieran el culo. La primera vez que lo hizo su jefe, me dolió muchísimo y después también me dolió, pero como me lo hacían muchas veces, me quedé muy estirado y comenzó a ser tolerable. Incluso a veces agradable si su chico no  era demasiado rudo conmigo.

PL

Otro relato ...




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