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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Baño en la piscina
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Brian le había dicho que se pasara el jueves, justo después de comer. Era la una y media, su coche no estaba en la entrada y no respondía al timbre. Noté movimiento en la parte de atrás, fui hasta allá y en la piscina vi nadando a Cheryl, la madre de Brian.

Me paré junto al borde y admiré su cuerpo delgado, menudito y desnudo mientras nadaba hasta el otro extremo y se daba la vuelta. Se detuvo al verme, y luego fue nadando, en vertical.

― No esperaba a nadie ―dijo mientras miraba nerviosa a su alrededor.

― Brian dijo que nos encontráramos aquí después de comer ―le expliqué.

― Pues se le habrá olvidado porque se ha ido con su padre a pescar esta mañana temprano ―respondió.

― Hoy hace mucho calor ―añadí.

― Sí, mucho calor ―asintió.

Asentí con la cabeza y seguí mirándola mientras iba lentamente hacia la parte menos profunda de la piscina. Cuando tocó el fondo con los pies, dejó de moverse y se quedó quieta. Pude verla completamente en el agua cristalina, sus pequeños pechos y la pequeña mancha de vello entre sus firmes muslos me llamaron la atención y crearon un creciente bulto en mis pantalones.

― Tienes buen aspecto ―le dije con una sonrisa― No te veía desde la fiesta del cumpleaños de Brian el año pasado.

― Gracias ―se sonrojó― Intento nadar todos los días para mantenerme en forma.

― Por lo que veo, diría que está funcionando ―bromeé.

Volvió a sonrojarse, pero no hizo ademán de disimularlo.

― ¿Te importa si me uno a ti? ―le pregunté mientras me subía la camiseta por la cabeza― Hace un calor del carajo aquí afuera.

Se quedó callada, con los ojos fijos en mis manos mientras me desabrochaba el cinturón y empezaba a bajarme la cremallera de los pantalones. Luego me los bajé lentamente y me los quité mientras ella me observaba en silencio. Mientras estaba de pie, mi polla hinchada se meneaba al sol.

― Sí... claro ―respondió― ¿Por qué no?

Me metí en la piscina y me sumergí en el agua fresca. Cuando emergí, nos separaban unos pocos metros y podíamos vernos claramente. Mis ojos se fijaron en sus pezones puntiagudos, la delgada barriga y las caderas ligeramente curvilíneas de su cuerpo de cuarenta y tantos años, mientras los suyos examinaban mi metro ochenta.

― Estás en muy buena forma ―comentó.

― Gracias ―respondí con una sonrisa― El trabajo duro me mantiene en forma.

― Mi marido era como tú ―me dijo― Delgado y musculoso, lleno de energía.

― ¿Y ahora no tanto? ―le pregunté mientras nos movíamos lentamente en el agua, cerrando poco a poco la brecha que nos separaba.

― No, ahora es perezoso y no se cuida ―respondió ella― Come comida basura, bebe cerveza y se va de pesca.

― ¿No te gusta ir a pescar? ―le pregunté.

― No, la verdad es que no ―contestó ella― Es lo suyo, le gusta ir siempre que puede.

Se dio la vuelta, mirando por encima del hombro para ver si la seguía, y nos adentramos en la parte más profunda de la piscina. Se volvió hacia mí y empezó a moverse lentamente por el agua.

― ¿Y tú? ―me preguntó― ¿Qué te gusta hacer?

― ¿Además de nadar con mujeres guapas? ―bromeé― Hacer senderismo, trabajar en mi vieja moto... perseguir chicas.

― Apuesto a que también atrapas a muchas ―me respondió― Eres un joven muy guapo.

― Prefiero atraparlas a perseguirlas ―admití con un guiño.

― ¿Ah, sí? ¿Crees que puedes atraparme? ―me desafió mientras me echaba agua a la cara― Soy una nadadora muy rápida.

Empezó a alejarse nadando, pero rápidamente la cogí por el tobillo y tiré de ella hacia mí.

― ¡Ahhh! ― jadeó antes de sumergirse.

―Bueno, eso fue fácil ―me reí mientras ella jadeaba para respirar.

Me rodeó el cuello con los brazos y la cintura con las piernas― ¿Sí? ―dijo con una sonrisa― A ver si puedes hacerlo dos veces.

Sus manos se dirigieron a mi cabeza y me empujó hacia el agua mientras sus pies empujaban mis caderas, alejándose de mí. Me recuperé rápidamente y nadé tras ella. Llegó hasta los escalones y salió de la piscina, riendo y señalándome mientras corría hacia la cabaña. La seguí y la agarré por la cintura justo cuando cruzábamos la puerta, levantándola y dándole vueltas mientras ella agitaba las piernas y gritaba de risa.

La dejé en el suelo, manteniendo mis brazos alrededor de su cintura mientras me inclinaba y le susurraba al oído― ¡Te he pillado!

Su cabeza se apoyó en mi pecho y ella empujó su espalda hacia mí mientras juntaba sus manos sobre las mías.

― ¿Qué haces con las chicas que atrapas? ―preguntó burlonamente.

― Lo que ellas quieran ―le dije al oído.

Sus manos subieron por su cuerpo hasta que le acariciaba los pechos. Mientras masajeaba suavemente las aún firmes tetas, y sus pezones erectos se clavaban en mis palmas, sus manos se apartaron. Las noté en la parte delantera de mis muslos, temblando ligeramente cuando lentamente se movieron hacia dentro y sus pulgares tocaron mi pene. Exhaló un profundo suspiro cuando sus pulgares recorrieron toda la longitud de mi polla, completamente dura, deteniéndose al llegar a la gorda punta.

Llevé una mano hacia abajo, notando las curvas y la suavidad de su flexible cuerpo mientras buscaba entre sus piernas. Sus muslos se separaron y permitieron que mis dedos alcanzaran los pliegues calientes y húmedos de su coño. Se inclinó hacia mí y sentí que una mano subía hasta mi nuca y la otra iba hasta mi muslo mientras empujaba su pelvis hacia delante.

Mis dedos se deslizaron por sus coño, explorando y provocando mientras ella gemía en voz baja y empujaba contra mis dedos. Introduje el dedo corazón y la acaricié mientras ella movía las caderas. Le pellizqué suavemente el pezón cuando saqué el dedo y la punta tocó su clítoris. Jadeó y se sacudió cuando se lo froté hasta el orgasmo, me agarró el cuello con fuerza para mantener el equilibrio.

Con un escalofrío y un gemido profundo, se relajó y apartó la mano de mi cuello mientras se apoyaba en mí. Le puse las manos en la cintura y la levanté, acercándola a la mesa del patio. Empujé sus hombros hacia delante y ella extendió las manos mientras se doblaba por la cintura, con los pechos ahora aplastados contra la superficie de la mesa. La separé las piernas con el pie, agarré mi polla y se la metí.

― ¡Oh, sí! ―jadeó cuando la gorda e hinchada cabeza de mi polla pasó por entre los labios y se introdujo en el estrecho orificio de su vagina.

Mi mano izquierda mantenía sus hombros abajo y la derecha sujetaba su cintura mientras me empujaba lentamente en su interior.

― ¡Joder...! Tienes un buen coño ―gemí.

Levantó la cabeza de la mesa― ¿Te gusta mi coño? ―Gimió mientras mi polla empezaba a ir dentro y fuera.

― ¡Joder, sí... me gusta!

― Entonces fóllatelo bien ―siseó― Dame todo lo que tengas.

La agarré por las caderas y la penetré con fuerza. Con cada embestida, los dedos de sus pies se levantaban del suelo y lloraba de felicidad.

― También tienes un culito muy bonito ―añadí― Tan jodidamente firme...

― ¡Fóllame fuerte... oh sí... fóllameee! ―chilló.

Sentí cómo su coño me apretaba con fuerza mientras llegaba al clímax.

― ¡Joder Cheryl, me voy a correr! ―anuncié.

― ¡Dentro no! ―dijo en tono de pánico.

― ¿No? ―jadeé.

― No... córrete en mi cara ―me ofreció.

La saqué y ella se dejó caer al suelo delante de mí. Me agarré a su cabeza con la mano izquierda y a mi polla reventada con la derecha, masturbándome furiosamente.

― ¡Joder, dámela! ―suplicó.

El primer chorro le salpicó la cara antes de que abriera la boca. Gemí con fuerza cuando el semen salió de mi polla y vi cómo el líquido nacarado le salpicaba la cara, el pecho y los hombros.

Me temblaron las rodillas cuando eyaculé y un orgasmo intenso me inundó.

― ¡Joder, sí! ―gimió roncamente mientras se pasaba las manos por la cara y el pecho.

― ¡Joder! ―susurré.

― Jodidamente caliente ―ronroneó― Tan...

― Sí― Asentí mientras soltaba un profundo suspiro― Joder, me pones cachondo.

― Eso funciona en ambos sentidos ―soltó una risita mientras se levantaba― Eso estuvo muy, muy excitante.

Se limpió la barbilla con la mano, me dio un beso. Cogió una toalla del suelo y se limpió la cara y el pecho.

― ¡Hasta en el pelo! ―se rio― Alguien estaba muy excitado.

― Yo lo estaba ―admití― Esto fue mejor que mis sueños contigo.

― ¿Ah? ―sonrió― Así que has pensado en esto antes, ¿verdad?

― Muchas veces.

― ¿Sí? ¿Te acariciaste esa gran polla mientras pensabas en mí? ―bromeó mientras sus dedos la envolvían.

― Oh, sí ―admití.

― Vamos a darnos un baño y seguimos hablando de esto ―dijo Cheryl mientras me cogía de la mano y me llevaba a la piscina.

MJ

 

 

La madre de Brian

Un joven venteañero, acude a casa de un amigo con el que ha quedado. pero esté se ha ido a pescar con su padre y solo se encuentra a la madre, bañándose en la piscina. Luego se complica.

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