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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Carlos tenía un propósito
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Era lunes por la mañana y hacía bastante frío.  Aprovechando que era día feriado, quedé con mi amigo Rober en encontrarnos en el parque lineal para hacer una caminata a paso vivo durante treinta minutos.

Me calcé las zapatillas adecuadas, me puse una camiseta, campera rompeviento y calza de licra negra con brillo y vivos verdes fluorescentes. Era muy ceñida al cuerpo y se ajustaba como un guante mi trasero, resaltando su redondez y la separación entre ambas nalgas. Me encanta sentirme mirada y deseada.

Rober a mi lado sonreía observando las miradas masculinas que impactaban en mi culo,

Le comenté a mi amigo que, Carlos, el amigo marplatense al que conocí en verano acompañando a Elisa, vendría a Buenos Aires y pasaría a saludarme.

― Eres muy afortunada Belu. Quizás te invite a un lindo lugar y pases un buen momento.

― Me agrada de Carlos que es bien macho y el único momento de sexo que compartimos fue cuando Elisa quedó dormida, Fue encantador ―Dije suspirando

Rober se reía y poniendo una mano sobre mi hombro izquierdo dijo― Querida Belu, envidio tu culo hermoso que enloquece a los hombres y a Carlos lo tiene rendido.

― Tu también tendrás algo que lo enloquece a tu novio Claudio, sé que disfruta mucho tu cuerpo ―Le respondí.

Rápidamente transcurrió el tiempo de nuestra caminata. Un poco acalorados llegamos al final del recorrido y regresamos rumbo a mi casa. Subí en el ascensor hasta mi piso. Rober continúo hasta su casa.

Comencé a quitarme la ropa mientras preparaba la ducha. Mire mi cuerpo desnudo frente al espejo que comenzaba a empañarse. Me deleite con mis redondeces y la perfecta depilación de mi zona intima, mis pechos firmes medianos, y mi culo codiciado por muchos. Sonreí para mí misma y comencé el ritual de mi baño.

Para finalizar, luego de secarme, me unté crema por cada centímetro de mi piel.

Antes de que terminara de secarme el cabello, entró una llamada de Carlos que atendí, fingiendo que me sorprendía.

― Hola querido amigo ¿has venido por Elisa? ―Pregunte.

Sonriendo, se apresuró a decir― He venido a invitarte Belu. Siempre recuerdo con gusto la breve travesura que compartimos cuando Eli se quedó dormida en mi casa.

― ¿Ya no te interesa Eli? ―Dije.

― Tú sabes que ella no puede ausentarse de su marido hasta el verano. Pero tú y yo somos libres. Me encantaría me acompañes a las termas marinas de San Clemente. Seguramente vas a infartar a varios hombres, yo me incluyo.

No le respondí, me reí mucho y luego dije que aceptaba acompañarlo.

Rápidamente armé mi bolsa de viaje. Carlos pasó Carlos a buscarme a las dos de la tarde. Para el viaje me había vestido con calza ajustada con ajuste perfecto, chomba y un abrigo largo. Tras tres horas de viaje completamos el recorrido y Carlos tomó alojamiento en el hotel.

Poco después bajamos al sector de piletas termales cubiertos con batas blancas. En los sectores cubiertos jugaban niños con sus padres; también disfrutaban el relax parejas de novios o amantes.

Colgamos las batas en los percheros e ingresamos a las duchas antes de sumergirnos en las piletas.

Carlos me dijo al oído― Ya tienes todas las miradas masculinas sobre tu espalda.

Me volví y percibí el movimiento de varias cabezas cambiando de posición. Las señoras parecían molestas, pero alguna también dirigía su mirada a la sunga de Carlos, la cual se abultaba mucho y seguramente despertaba deseos en varias de ellas.

Carlos y yo habíamos compartido desnudos la piscina en verano, junto a Eli y su amigo. Recordábamos el juego de las amazonas y nos reímos. Yo había disfrutado mucho cabalgando sobre los hombros de Maxi y le recordé el mordisco que me había dado en una nalga.

Carlos recordó cuando despertó con mis tetas apoyadas sobre su pecho mientras yo sacudía a Elisa para despertarla.

Entre todos los varones que estaban en el lugar, sin duda mi amigo era el de piel más bronceada, vientre más plano y brazos más musculados.

Quizás mi culo fuera el más llamativo por su volumen y la mini tanga que no lo ocultaba en nada.

Permanecimos juntos jugando de manos sumergidos en el agua caliente hasta el cuello. El vapor reinante en el recinto humedeció mi cabello dejándolo deplorable.

Disfruté mucho esas dos horas termales durante las que, algunas veces, apoyé adrede mi culo en el paquete de Carlos. Otras veces fue él, que tomándome por la cintura me hizo golpear su voluminosa herramienta contenida por la sunga negra. Hasta nos besamos como novios a la vista de todos.

Cuando decidimos salir del agua, lo hice primero lentamente por la escalerilla para permitirles ver mi culo a los eventuales admiradores. Luego salió Carlos y se volvió hacia la pileta ofreciendo la vista de su sunga conteniendo algo de gran tamaño. Mientras nos poníamos los albornoces, nos reímos por nuestra actitud, narcisista y exhibicionista.

Apenas llegados a la habitación le dije― Carlos estoy llena de sal, e ingresé al baño.

Él se ofreció a quitarme el sostén y la tanguita. Levante los brazos quedando de espaldas. Desató los breteles, dejando libres mis pechos.

Luego deslizó la tanguita por mis piernas y tomándome fuerte por las caderas hundió su lengua caliente entre mis nalgas. Me sorprendí sacudiéndome. Me hizo girar y succionó los labios de mi vagina siempre estando de rodillas en el piso.

―Ponte de pie Carlos, me duchare debo estar muy salada ―Le pedí acariciándole la cabeza.

Cuando se reincorporó, aprecie el tremendo levantamiento que contenía la sunga. Tomándola con suavidad la deslice por sus piernas. Quedando libre en plenitud la poderosa y dura herramienta con la que me exploraría profundamente.

Dejando correr mucha agua y jabón sobre nosotros quitamos toda la sal. Nos acariciamos mucho. Mi cachondez de hembra creció al máximo y estuve dispuesta a que explorará mis profundidades.

En la cama, Carlos, se deleitó chupando y lamiendo cada centímetro de mi piel desde los deditos de mis pies hasta las orejas. Haciéndome estremecer y mojar mucho.

También gocé intentando introducir su verga hasta mi garganta, lo que no pude lograr. Chupándole las bolas y su culito apretado al que llegué con la punta de mi lengua entre muchísimos pelos.

Cuando Carlos se dispuso a someterme a su penetración ya estaba cansada, babeada y entregada, al filo de la cama, con los pies colgando.

Estando el de pie en el piso, elevó mis piernas casi a la altura de sus hombros. Me miró a los ojos. Alineó su miembro al centro de mi vagina que ya estaba con los labios hinchados y la hundió hasta golpear sus bolas en mi ano.

Se me escapó un quejido, mezcla de sorpresa, dolor y gozo, e inmediatamente temblé con el orgasmo que me invadió mientras el bombeaba hasta el fondo

Yo sentía calor y me dijo― Tenés la cara roja y la conchita también.

Cerró los ojos y continuó dando embestidas con su pelvis.

Con mi vagina bien abierta y manando jugos llegué al segundo orgasmo. Creo que Carlos lo percibió por mi forma de temblar, me amasó los pechos y me pellizco los pezones. Me quejé y lloré, pero deseaba sentirlo así. Ser sometida sin que me diera tregua.

Cuando sacó la verga de mi interior, me soltó las piernas y me ayudó a levantar un poco la cabeza, con mi boca entreabierta. Apoyó la cabezota de su verga sobre mi lengua y apenas hice además de tragar, descargó su abundante semen. Su pene comenzó a perder rigidez y lo devoré con menos dificultad.

Nos miramos, nos reímos y me dijo― Vas ganando dos a uno.

Entendí que era por mis dos orgasmos y uno de él.

Nos acostamos abrazados, yo entre sus brazos dándole la espalda. Su respiración sonaba en mis oídos. Su pecho y vientre transmitían calor a mi espalda y cola.

Me dormí por un corto tiempo. Cuando desperté, Carlos acariciaba mi brazo derecho.

― Estuviste diez puntos, me hiciste gozar infinitamente y casi me abres en dos mitades ―Le dije.

― Sos tan sensual que mereces eso y más. No puedo parar de desearte ―Respondió.

― Sos un hombre que sabe administrar sus recursos amatorios y tienes con qué ―Le dije halagando su desempeño.

Mientras nos decíamos palabras lindas y motivantes, su verga comenzó a levantarse. Segundo tras segundo era notable el crecimiento, apoyada en el medio de mi culo.

Carlos puso sus manos sobre mis tetas y las acarició con delicadeza. Mi deseo de sentirlo también comenzaba a crecer. Pero me mantuve inmóvil disfrutando sus manos y el contacto de su pene.

Carlos con voz pausada y suave me dijo― Belu, sueño con entrarte por la cola.

No me sorprendió, sé que es deseo de hombre.

Ya he disfrutado del sexo anal pero nunca con tan tremendo pene y se lo dije― Tengo temor a que me lastimes, tu verga es inmensa.

Hizo una pausa y continuó― Seré muy suave y cuidadoso, con mucha lubricación será agradable para vos.

― De acuerdo Carlos, pero usarás mi pote de lubricante. No quiero que llegues a usar anestésicos porque no duele, pero lastima igualmente. Prefiero sentirte hasta donde pueda y paramos.

Inmediatamente me encontré descubierta de sábanas y Carlos chupándome el ano con avidez. Su lengua en punta me causaba cosquillas. Luego sus dedos embadurnados de lubricante estiraron mi esfínter y también acariciaron mi vulva.

Me deje conducir por él, sin pensar en nada. Al cabo de unos minutos me sentía tranquila y deseada. Sentirlo todo en mi era la meta. Gozando cada caricia, cada dedo suyo hurgando mi cuerpo, cada beso y cada suspiro en mi oído hacían delicioso el encuentro.

Cuando la punta roma y gruesa de su verga presionó sobre mi ano ya dócil, fue como una caricia con un poco de dolor soportable. Pensé en lo hermoso de sentirlo entrar en mí. Apreté un pliego de sábanas entre mis dientes hasta que Carlos dijo― ¡Logré meterlo todo! Estás preciosa. Es como estar en un guante ajustado.

Y comenzó a moverse lentamente. Sacándolo unos centímetros y volviendo a empujar. Dando palmaditas en mi cola, una ola de orgasmo empezó a gestarse y de pronto me encontré haciendo movimientos con mi culo para sentirlo mejor al venirme

Hasta que se dejó caer sobre mi espalda y manteniendo su miembro metido muy profundamente, tembló descargando chorros de semen caliente que comenzó a salir cuando sacó el pene que hacía de tapón

Llevando mi mano hacia atrás comprobé cuan grande era el estiramiento de mi anillo anal. Tenía un poco de ardor y la sensación de tenerlo abierto duró varias horas.

Antes de regresar a casa, Carlos dijo que el próximo verano, cuando nademos desnudos en su piscina, recordará este encuentro. Y quizás podamos brindárnoslo una vez más.

Belu

Otro relato ...




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