La Página de Bedri
Relatos prohibidos Caro es la garantía
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Recordando mis vivencias y anécdotas, recordé una que me introdujo mucho más en el mundo de las infidelidades y la putería. Como siempre he dicho, el sexo es como una droga; cuando una le coge el gusto, quiere más cada día, y poco a poco se va perdiendo la vergüenza, la cordura y la sensatez. En este caso la culpa no solamente fue mía, en parte un descuido de mi esposo aceleró los acontecimientos. Pero para ser sincera, disfruté como loca de lo sucedido y por todo el tiempo que duró. En el lanzamiento de un proyecto de construcciones y ventas de departamentos, Caro se enamora de un inversionista y financista italiano, donde ambos se sedujeron al mismo tiempo. Su esposo es tentado a negociar por el italiano que le daba facilidades y los intereses más bajos que cualquiera de los demás; cosa que no dejaría pasar por alto. Pero lo que no sabía era que Caro sería la garantía física, condición que le impuso el financista italiano directamente a Caro, para ayudar a la empresa de su esposo, justo después de que ella había consumado un encuentro sexual con él, en ese mismo evento. Si Caro no aceptaba la propuesta, él no apoyaría a su esposo. Cuando el esposo de Caro firmó el contrato, automáticamente ella, pasó a ser propiedad del italiano, el cual le exigía a Caro que pasara con él y los que vinieran con él, en los tres viajes que tendría que hacer, dos días y una noche, durante el tiempo estimado que duraría el proyecto. En el caso de que Caro no cumpliera con lo acordado, se le duplicaría la deuda. Todo eso sin que el esposo estuviera enterado, justamente por el desliz que tuvo ella con el italiano esa misma noche. De los muchos compromisos sociales a los que he asistido con mi esposo, hay uno que siempre lo recuerdo por la forma con que se presentaron los acontecimientos. Un día fuimos invitados a la presentación de un nuevo proyecto urbanístico en uno de los salones de un gran hotel de la ciudad. Asistirían autoridades del gobierno y representantes de algunas instituciones públicas y privadas, así como, inversionistas extranjeros. Como siempre, mi esposo me pidió que me pusiera bonita, elegante y sexi, porque aprovecharía para presentarme a algunas de las autoridades que asistirían al evento. Además, esos son los momentos en que los contratistas como él aprovechan para lograr acercamientos con las personas claves para obtener futuros contratos. Y que mejor oportunidad para que las mujeres entablen conversaciones con las esposas de los otros asistentes, y llegar a hacer más amistades, que a futuro son de mucha utilidad. Para esta ocasión escogí un vestido rojo, cuya parte superior es de encajes que nacen de los laterales de las caderas, y subiendo por el frente, se entrecruzan tapando los senos, uniéndose por detrás del cuello, dejando descubierto parte del abdomen y parte de los laterales de los senos. La espalda, totalmente descubierta hasta un poco más debajo de las caderas. De las caderas para abajo, es una falda larga abierta a los lados que al caminar dejan ver las caderas, o al sentarse, dejan ver los muslos y las piernas. Todo este atuendo iba acompañado de un par de sandalias blancas de tacones altos rematadas con una gruesa cinta tobillera de piedras brillantes por encima de los tobillos. Todo muy lindo complementado con una carterita de piedras blancas brillantes. Mi esposo al verme el vestido me dijo que se me veía preciosa y muy elegante, pero me pidió, que por ser muy revelador, y ser una reunión de alto nivel, usara de interior por lo menos una tanga o un cachetero, porque él sabe, que no me gusta usar nada por debajo, y podría suceder que luego esa forma de vestir me llevara a pasar algún momento de apuro ante tantas personalidades. Así que me puse un cachetero blanco muy pequeñito y de encajes, al que le tenía bordado frase “¡Caro te desea, y ahora!” en hilo rojo en la parte posterior cuando lo compré. ¿El porqué de esa frase y de muchas otras bordadas en mis tangas o cacheteros?, porque es una especie de juego que tengo con mi esposo, que dependiendo del evento al que asistimos, y dependiendo del ambiente y el estado de excitación en que me encuentre, suelo meterme al tocador o baño, me lo saco y se lo entrego a mi esposo, o se lo meto en el bolsillo de su leva, para que se dé cuenta que ya estoy muy alborotada sexualmente, y deseo acción inmediata; y si no me presta atención porque está ocupado o distraído, estoy en plena libertad de aceptar bailar con quien me dé la gana. Cuando llegamos, los amigos de mi esposo con sus esposas nos habían reservado asientos en una de las mesas cercanas a la pista de baile y escenario. Como es costumbre, las esposas nos sentamos todas juntas, y los esposos en el otro extremo. No paraban de elogiar mi vestido diciendo que era muy atrevido y sexy, aparte de elegante. Las que habían llegado primero me pusieron al tanto en todo. Sabían quiénes eran las esposas de cada una de las otras mesas. Ya hasta sabían quiénes eran los inversionistas que estaban sentados en una mesa al lado de la nuestra. Lógicamente se los sacaba a leguas porque andaban solos, y porque hablaban en inglés, o castellano remordido. Las mesas estaban repletas de bocadillos dulces y salados, con unas cajitas de recuerdo envueltas en papeles brillantes de colores para cada asistente. Y con lo que me gusta el dulce, me dediqué a la ingrata tarea de comer mis bocadillos preferidos. De repente, uno de los inversionistas, un italiano, muy elegante y apuesto, se echó un poco para atrás con su sillón, y acercándose a mí de lado, me dijo― Prueba este dulce, se llama sfogiatella napolitana, y que en cristiano significa un dulce de mil hojas relleno de crema ―Y me lo dio en la boca al tiempo que me decía que era muy rico y famoso. Me cogió tan desprevenida, que me quedé sorprendida cuando le abrí la boca para tomar un bocado de su dulce. Pero más sorprendidas quedaron mis amigas, que sin conocerlo, yo accediera a comerlo de sus manos. Solo atiné a decirle― Uhmm, muy rico ―y le agradecí el gesto. De ahí todo fue risas y conversaciones en torno a la osadía del tipo― Oye china, lo dejaste prendado desde que llegaste ―Y otra dijo― Felizmente tu esposo no lo vio. Se vino la presentación del proyecto, luego el brindis, para pasar luego a dar tiempo para que los presentes conversaran del tema y sociabilizaran entre ellos y los inversionistas. Nuestros esposos se levantaron a conversar con otros amigos y se alejaron de nuestra mesa. Oportuno el momento para el italiano que me brindara el dulce, que se levantara y se dirigiera hacia mí, dándome la mano y diciendo― Disculpe señorina, me llamo Alessandro, ¿y usted? ―Me volví a quedar de una pieza mirándole sus ojos azules, que hasta me trabé al decirle que me llamaba Carolina. Le di la mano, la tomó y la besó. Yo me derretía, y las otras se morían de envidia. Y sin soltarme de la mano, me hizo parar y me llevó hasta donde estaba mi esposo y le dijo entre risas y broma, que no debía dejarme sola, que alguien me podría raptar. Se presentó, y muy astuto, entabló conversación con él y sus amigos. A lo que al darme cuenta de que estaba de más en ese grupo, decidí dar media vuelta y regresar con mis amigas. Pero antes, ya muy excitada y libidinosa, como me suele suceder en situaciones así, decidí irme al tocador y acelerar los eventos. Me metí al baño de mujeres, me saqué el interior cachetero, saqué el souvenir de la cajita que me tocó a mí, y lo metí en ella volviendo a rehacer el papel de la envoltura. Al fin estaba como me gusta, libre como el viento, y más morbosa que antes. Regresé a la mesa de las mujeres para nuevamente caer en las bromas, de que esa noche, seguro que mi esposo me botaba de la casa, o yo, lo cambiaba por el italiano. Él había logrado que pensara en él por la descortesía de llevarme y luego no tomarme en cuenta en la conversación. Pero muy inteligente, primero se haría amigo del enemigo, para luego tomar posesión de su mujer. Anunciaron que la pista estaba lista para bailar mientras nosotras comprobábamos desde lejos que nuestros esposos seguían en muy amena conversación con algunos de los inversionistas. Y ya desinhibidas por los muchos cocteles bebidos, decidimos salir a bailar entre nosotras. Mientras bailábamos, algunos de los esposos de mis amigas se iban incorporando al baile, hasta que quedé yo sola, bailando con una amiga y su esposo. Mi mirada estaba en el grupo de varones donde estaba mi marido conversando. Entre ellos, Alessandro, que muy animadamente reía y me echaba una miradita y una sonrisa muy discreta a cada rato. De pronto, veo que le dice algo a mi esposo, mirándome ambos al mismo tiempo. Luego vino Alessandro, pidió permiso a la pareja con la que yo estaba bailando, y me tomó de la mano para bailar conmigo. Miré a mi esposo, y como si él lo hubiera enviado para que me saque a bailar, me asintió con la cabeza y me dio un ok con la mano, aprobando el que yo le aceptara el baile. No me llamó mucho la atención esa actitud, pues en otras ocasiones en que las conversaciones para él son muy importantes, ha optado por dejarme bailar con desconocidos siempre y cuando yo los acepte. Y ni modo iba a desperdiciar la oportunidad de bailar con aquel italiano tan elegante y apuesto que, aunque no me lo hubiera consentido, igual hubiera bailado con él. Mientras bailábamos, yo me derretía en sus brazos, y no parábamos de mirarnos, hasta que rompí el hielo ― ¿Qué le dijiste a mi esposo para que él accediera a que yo baile contigo? ―A lo que respondió― Le dije que tú me gustabas mucho, que sin duda alguna, debajo de ese vestido rojo como el fuego, había un cuerpo desnudo, deseoso de sexo y ardiendo de pasión, y que yo tenía la solución para el problema de financiamiento de su empresa y para el tuyo. Entonces él me preguntó, que qué necesitaba para cumplir con los requisitos. A lo que le respondí, muy sencillo, para tus negocios, definir la cantidad y los informes económicos de tú empresa, y las garantías económicas del caso, y para el problema de tu esposa, le dije, préstamela por unas horas, que hoy mismo la hago mi mujer, y que cada que venga a este país, que estimo serán unas tres veces, en cada una de mis venidas, pasará dos días y una noche conmigo, esté con quien esté yo, en esos días. En pocas palabras, ellos me presentan las garantías económicas, y tú esposo, me cedería tus derechos y pasas a ser mía, como garantía física cada que yo venga. ― ¡Jajaja! ―rompí en carcajadas― ¿En serio le dijiste todas esas cosas? ―Pregunté para seguirle el juego― ¡Jajaja! ― Sí mi amore, todo eso le dije. ― ¿Y qué dijo él? ―Pues bueno, aquí me tienes bailando con Carolina, su esposa, y que luego de un rato, será mi mujer. Y volví a romper en carcajadas― ¡Jajaja! ― Bueno, bueno, sigamos con el juego. Veo que tu imaginación vuela, y si es así, vamos a volar. Ahora te voy a describir el cómo yo te percibo ―le dije― Eres muy atractivo, y no hay como negarlo. Que me gustas mucho, tampoco lo niego. Que has acertado al casi noventa por ciento cuando me describiste en mi forma de ser, estar, y de sentirme, también es cierto. Pero has olvidado algo muy importante, que yo no soy un objeto o un negocio, que mi cuerpo no está en venta, ni en alquiler; ni puede quedar en prenda. Y sí así fuera, en un caso no consentido, tendrían que primero preguntarme a mí si estoy de acuerdo, ¿no te parece? ― Sí, tienes razón ―contestó inmediatamente, al tiempo que repreguntó― ¿Aceptarías ser la garante física del convenio que yo firme con tu esposo? ― ¡Jajaja! ―volví a reír― Te veo como un hombre muy decidido, frío y calculador, muy sagaz para tus conquistas económicas y amorosas, muy seguro en lo que dices, astuto y osado. Te cuento que por ahora tu sueño dista mucho de hacerse realidad. Para llegar a mí, tienes que hacer y tener muchos méritos. Veo que eres conquistador nato, y no es que no me agrades, al contrario, me agradas mucho, pero como veo las cosas, no creo que puedas llegar a más de tocarme y cogerme de las caderas como lo estás haciendo justo ahora por debajo de mi vestido. Además, ésta es una reunión social, para que se hagan negocios y acuerdos sobre construcciones, así que italianito guapo, mejor disfrute el baile conmigo y no se haga tantas ilusiones ―Le dije ya muy seria, a pesar de que por dentro me estaba derritiendo al sentir sus grandes manos calientes sobre mis caderas y espaldas desnudas. Pero sin dar tregua dijo― Hoy apenas te vi, me he enamorado de ti, y me dije, hoy a esta mujer la tendré en mis brazos, y aquí te tengo, entre mis brazos bailando conmigo. ― ¡Jajaja! ―me reí― pero seguro que tenerme entre tus brazos, no era bailando como lo habías pensado, ¿verdad? ― Déjame ilustrarte como te imagino preciosa, veo tu cuerpo desnudo contoneándose y caminando toda coqueta debajo de ese vestido revelador, esa mirada de niña inocente pero coqueta a la vez; esos labios carnosos que incitan a ser mordidos; esos senos erectos, que provocan a estrujarlos y manosearlos, con esos pezones puntiagudos que piden que se besen y chupen queriendo salirse del vestido para ser libres; esas caderas, esas nalgas turgentes y tus piernas largas que se asoman al caminar, que llaman la atención de cualquier mortal, y que invitan a ser acariciadas desde sus inicios hasta las puntas de los pies. Y ahora, al estar bailando contigo, al sentir tus caderas bajo mis manos, siento la calidez de tu cuerpo desnudo, siento tus temblores cuando te acaricio, siento tu corazón latir cuando te apego a mi pecho. Eso me hace pensar que estoy a punto de realizar mi sueño de hacerte mía, porque toda tú, eres pasión y lujuria. ― Por favor Alessandro, tranquiliza tus hormonas ―le dije― Soy de carne y hueso y todo lo que me dices me excita mucho, y no quiero caer en tu jueguito de palabras dulces y provocativas ―Pero como de verdad me tenía lujuriosa y ya derretida, lo miré muy tiernamente, y muy coqueta le dije― ¿Tan loco te tengo mi amor? ¿Tanta es tu desesperación de poseerme, que, en vez de estar haciendo negocios, estás aquí conmigo tratando de que convencerme de tener sexo contigo? ― Sí mi amore, me tienes loco. Lo volví a mirar muy tiernamente, le acaricié las manos y le dije― Ya no sigas por favor, porque si sabes de mujeres, sabrás que estás a punto de convencerme, y no quiero dar un espectáculo delante de toda esta gente. Al buen entendedor, pocas palabras. Mis amigas y sus esposos se habían repartido por otras mesas cuando Alessandro me llevó a que me sentara. Sus amigos habían hecho lo mismo quedando espacio suficiente en mi mesa para que él se sentara a mi lado. De repente apareció mi esposo, y el italiano retomó la conversación que habían tenido momentos antes. Hablaron de que él podía invertir algunos miles de euros en el proyecto de viviendas que proponían el grupo de mi esposo. ― Mira, ―le dijo― todo lo que toco lo convierto en dinero, y si les apoyo les va a ir bien. No te preocupes, te ayudaré ―Y cerraron el compromiso con un apretón de manos y quedando para encontrarse en los días subsiguientes en las oficinas de la empresa. Yo al ver eso, le di un beso de felicitaciones a mi marido, y lo tomé de la mano para llevármelo a bailar. A Alessandro se lo agradecí y le pedí disculpas por dejarlo solo con un guiño de ojos. Mientras bailábamos mi esposo dijo― Veo al italiano muy meloso contigo. ― Bueno, si me has dejado abandonada por un buen rato, ni modo que me quede sentada. ― No te preocupes, mientras no consideres que se está propasando contigo, estás en libertad de salir a bailar y conversar con quien quieras. Después de todo, ya acabas de oír que podría estar invirtiendo con nosotros y eso es muy bueno para todos. Lastimosamente, nuestro negocio no es solo conseguir que se financien las obras, sino, también agarrar los contratos para su venta, y aquí hay mucha gente que está negociando, por ende, no puedo estar al cien por ciento contigo todo el tiempo. El oír todo eso me abrió un abanico de sinnúmero de posibilidades para seguir con el juego del italiano. Pero antes le dije al ― Te tengo una sorpresita― y le puse la cajita del souvenir que tenía mi interior en el bolsillo de su leva. Cuando regresamos a la mesa, Alessandro se había ido y había dejado su obsequio en mi puesto, y yo, para que no se le perdiera, le pedí a mi esposo, que se lo entregara de parte mía, y le dijera que lo había dejado botado en mi puesto, y que, si no lo quería, sería una pena perder ese recuerdo de esa noche. Mi esposo lo cogió y también se lo metió en el bolsillo de su leva. Vinieron por mi esposo unos amigos, y se lo llevaron a otro sitio a conversar de negocios. Ahora sí me sentía como la verdadera Caro, coqueta, seductora y deseada por mi esposo, el italiano y tal vez, por otros muchos más hombres por mi vestimenta a pesar de que había mujeres muy bonitas que se había puesto lo mejor de sus vestuarios y joyas. Mi mesa estaba desolada, pues unos estaban conversando en otros sitios y otros bailando. En eso aparece Alessandro con dos copas de vino. Tomó asiento a mi lado diciéndome― Te veo radiante y desinhibida señorina ¿Acaso te ha sucedido, o hecho algo que yo no sepa? A lo que le respondí― ¿Acaso usted señorino, debe enterarse de todo lo que yo haga? ― No, por supuesto que no, respondió. Es que tu esposo me entregó el regalo que me enviaste, y pensé que al fin se me cumpliría mi deseo, muchas gracias, es una forma muy linda de expresar tus sentimientos ― No te preocupes, solo lo hice porque después te perderías de tener un recuerdo tan lindo de esta noche, y eso te pertenece ―Lo miré y le sonreí. Esa era Caro la que le estaba coqueteando― Por cierto, mi nombre es Carolina, pero para mis amigos íntimos, les permito que me llamen por Caro. ― ¡Ah!, o sea que vamos progresando. Ya ves que cada vez estoy más cerca de cumplir mi sueño ¿Te parece si te vuelvo a tener en mis brazos? ―y me invitó a bailar. Me tomó de las manos y nos fuimos a bailar. Esta vez, con mucha discreción, cada vez que podía sus manos no solo se apoyaban sobre mis caderas, ahora las apretaba y jugaba con ellas haciendo movimientos de caricias. Cuando nadie nos podía ver y dependiendo del ritmo, entre vuelta y vuelta, las aberturas de mi vestido dejaban ver gran parte de mis piernas desde mis caderas hasta mis sandalias, lógicamente la parte central de tela entre ambas aberturas, no dejaban ver la desnudez de mi entrepiernas, pero que sin duda, Alessandro y la mayoría de los varones, esperaban que les mostrara más. De pronto aparece mi esposo, y todo sonriente se sentó a vernos bailar. Yo ya estaba muy, muy excitada, aquel italianito me hacía derretir y suspirar en sus brazos, peor sabiendo que sus manos traviesas estaban acariciando las curvas de mis caderas y de mis nalgas delante de todo el mundo, y lo peor, delante de mi marido. Claro está, que solo lo hacía, cuando él y los demás no nos veían. De pronto dijo― ¿Sabes qué? necesito tomar aire. ― Qué coincidencia ―le dije― yo también necesito aire fresco. ― Se me ocurre algo ―dijo él― ¿Habría forma de que mis amigos se lleven a tu esposo por un buen rato, para nosotros irnos a la terraza y beber algo al aire libre? Me miró con sus profundos ojos azules que me tenían hipnotizada, y sin que yo le respondiera, me dijo que esperara un rato, que había asuntos que no se habían planificado, y sería el momento para aprovechar, y que sus amigos pusieran al tanto de todo a mi esposo― De acuerdo ―le dije― Entonces yo aprovecharía para decirle que me iría a jugar un rato al casino del hotel que queda en el subsuelo. ¡Cuando no!, la Caro siempre me mete en líos por su cuerpo libertino Me senté con mi esposo y conversábamos cuando se acercaron los amigos de Alessandro y le propusieron hablar de los preparativos y obligaciones del financiamiento. Llamaron a los del grupo, y se reunieron en la mesa, momento en que aproveché para decirle lo del casino en vista de que yo no iba a hacer nada ahí con ellos. Alessandro pidió disculpas, y le dijo a mi esposo que finiquitaran todo para las siguientes reuniones, que él tenía que hacer algunas llamadas, y seguir en conversaciones con otros asistentes, y se retiró. Cuando salí, me estaba esperando junto al ascensor, pero era el ascensor de los huéspedes. Lo miré, y con mirada coqueta, le pregunté― ¿A qué terraza me piensas llevar? ― A una privada donde nadie nos pueda molestar. ― Te siento tan seguro de lo que haces, que pienso que siempre eres así con todas las mujeres que te gustan, ¿verdad? ― No mi amore, usted es un sueño hecho realidad; acabo de robarle la hembra al águila macho. ― Cuidado te despiertas y se te acaba tu sueño ―le dije, ya estando dentro del ascensor― pero me gusta tu actitud. ― Y a mí la tuya ―me respondió― Podríamos llegar a ser muy buenos amantes ―y continuó diciendo― Yo invierto en tu marido, y tú inviertes en mí tu tiempo y tu cuerpo, y hasta te podría hacer ganar mucho dinero como mi socia. Esas palabras fueron muy excitantes y me hicieron estremecer. Me tomó de los hombros y me acercó a él para besarme. Lo abracé y le correspondí con un beso muy profundo, mientras manoseaba mis caderas y nalgas. Llegamos a su departamento y tomada de su mano, me llevó a recorrerlo hasta llegar a un balcón terraza muy grande. Allí nos volvimos a besar apasionadamente, mientras mis manos lo apretaban de su cintura contra mi cuerpo deseoso de sexo. Él, en cambio deslizó sus manos por debajo de mis encajes y comenzó a acariciar mis senos, sacándolos al aire, apretándolos y pellizcando muy suavemente mis pezones con su boca, sacándome suspiros y gemidos, luego sus manos se deslizaron hasta mis nalgas, a las que acarició y apretó contra su cuerpo en señal de que las quería poseer. Yo desesperada restregaba mis muslos deseosa de que ya me hiciera suya Recorrió mi cuerpo con sus manos, y cuando tocó mi vulva gemí. Me enseñó su mano toda encharcada en secreciones mías― Me has encantado, te has sacado tu interior para mí, ¿verdad? ― ¡Sí y No! ¿Por qué lo preguntas mi amor? Porque tu marido me dijo que tú me enviabas un regalito en la cajita del souvenir, y como yo cargaba la mía en el bolsillo, supe que la tenía que abrir de inmediato viniendo de ti, y al ver su contenido, supe que eras para mí. ― ¿Qué cajita de souvenir? ―pregunté. ― El regalo que nunca una mujer me había hecho, tu interior de encajes me dijo, y peor con esa frase bordada; ¿acaso ya venías preparada para mí? ― ¡Upps! el descuidado y despistado de mi marido le había dado el souvenir equivocado, sin duda por eso, él estaba seguro de que yo sería suya. Pero el tren ya había partido, y yo no lo iba a detener― No, mi amor, debe haberse producido una equivocación, pero lo que importa, es que estoy aquí y contigo. Me pidió permiso para tomarme una foto posando toda sexi para él en el balcón, a lo cual asentí con gusto porque mi lujuria estaba exacerbada. Me abrió un poco el escote para dejar ver parte de mis senos y aureolas, me hizo recoger una de las piernas para que se vieran, por las aberturas del vestido, mis caderas, parte de mis nalgas y mi pierna desnuda hasta las sandalias. Luego de aquello, me miró fijamente a los ojos mientras me despojaba del vestido. Besó todo mi cuerpo mientras me hacía retorcer de placer sacándome muchos suspiros, ronroneos y gemidos. Luego me dijo que lo acompañara a servirnos unos tragos de licor al bar de su departamento, pero que no me sacara las sandalias de tacón porque le fascinaba ver a las mujeres desnudas en zapatos de tacones, al tiempo que yo le pedía que no se desnudara, porque a mí también, me encanta y me excita mucho estar desnuda ante un hombre elegantemente vestido. Me llevó de regreso al balcón terraza iluminado con luces muy tenues por unas lámparas de pedestal en sus esquinas, sin importarme que, en uno de los balcones terrazas contiguos, estaban otros hombres también muy elegantes mirando cuando Alessandro me hizo posar para otra foto más provocativa que la anterior, como brindando mis tetas tomadas con ambas manos, y con las piernas abiertas enseñando mi vulva depilada, ahora completamente desnuda, para luego hacerme sentar sobre sus piernas para besarnos mientras me acariciaba toda. Ya muy lujuriosa a más no poder y con espectadores, lo hice parar y de rodillas, bajé la cremallera, le saqué su lindo y grueso pene que ya estaba lubricando y mojando su interior, para dedicarme a hacerle una felación que nunca olvidaría. Antes de hacerlo acabar lo tomé de las manos, y mirando, y haciéndole de las manos de despedida a los curiosos del otro balcón que me abucheaban porque querían ver más, me lo llevé a su sala. Lo besé apasionadamente, tomé sus manos y las puse sobre mis tetas para que me las apretara, al tiempo que le decía― ¡Tócame toda y tómame mi amo! Estoy lista para lo que me querías, ya no aguanto más, me tienes putísima― y asumiendo la posición de una perra, y de rodillas sobre su sofá, con mis hombros y cara apoyados sobre los cojines, le expuse en alto mis nalgas abiertas por mis manos, y entre ellas mi ano y vulva para que los copulara a su antojo y se divirtiera con ellos. Me besó y lamió ambos orificios para luego comenzarlos a copular. Su pene que era muy grueso no tuvo ningún problema en entrar o salir de ambos orificios, pues yo estaba tan receptiva que creo hubieran entrado dos en cada uno de ellos. Luego de mucho tiempo copulando, de gemidos y gruñidos, de convulsiones y temblores de mi cuerpo recibiendo las acometidas en mi vagina y en mi ano, Alessandro se corrió dentro de mí, en la cavidad rectal, dejando chorrear un poco de su semen en mis nalgas cuando hubo sacado su guerrero exhausto. Él se fue a asear y yo me fui a recoger mi vestido al balcón para ponérmelo nuevamente. Los vecinos, espectadores improvisados me aplaudieron y me preguntaron si había quedado satisfecha, porque si no, ellos se estaban ofreciendo para copularme. Cuando me dijo que fuera al baño a asearme, le dije― Quiero llevarme su semen dentro de mí, y de recuerdo el esparcido sobre mi vulva y nalgas. Me recordará que fui tu amante o puttana mientras dure el evento de esa noche. Porque sin duda, mis orificios estarían chorreando por los fluidos míos y los tuyos, haciendo que mi caminar sea más atrevido, al notar y tratar de que dichos fluidos se secasen antes de caer y chorrearse por entre mis piernas. Y que para mí, me harían sentir muy putísima hasta llegar a mí casa, más el peligro de que mi esposo me descubriera, me pone más morbosa ―Él sonrió y me lo agradeció con un beso muy apasionado, mientras apretaba mis nalgas contra su cuerpo. Intercambiamos correos electrónicos y teléfonos y quedamos en que, si él llegaba a un acuerdo con mi esposo, yo tendría que ser su amante cada vez que él viniera al país. Y si no llegara a pasar eso, igual, me avisaría para encontrarnos de vez en cuando, si así yo lo decidiera. Entramos al ascensor y mientras bajábamos, todo el tiempo nos los pasamos besándonos y acariciándonos cual dos enamorados. Nos soltamos en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor y pasamos al salón como simplemente dos amigos riendo y conversando. Mi esposo que aún estaba con los amigos de Alessandro, nos vio y se levantó a nuestro encuentro. Antes de entrar yo había tomado una copa de champagne, y haciendo como que tropezaba, le regué la cremallera del pantalón de Alessandro pues no nos habíamos percatado que, como me hizo el amor con la ropa puesta, tenía mojada esa zona y se notaba a leguas que sin duda eran secreciones nuestras. A lo que Alessandro muy consciente del tema, se limpió con una servilleta para justificar esa humedad, mientras yo le pedía disculpas por la torpeza delante de mi marido. Mi marido tomó del hombro a Alessandro y le pidió aclarar un punto de la conversación con sus amigos. Luego me pidió que me sentase un rato para ellos conversar, pero ni modo, no podía sentarme, pues mis nalgas y vulva estaban chorreando esperma y secreciones, me mojarían el vestido y ahí sí, hubiera sido yo la comidilla de todos los presentes, en especial de las mujeres. Felizmente un amigo de Alessandro me sacó a bailar y pude pasar el rato de apremio. Luego vino Alessandro hasta mí, y me dijo― Mi amore, no dejo de mirarte, y peor te podré olvidar. Voy a ayudar a tú marido, ya está hablado. Con él serán las garantías económicas, que igual cubrirían el monto de nuestra inversión, pero con la salvedad, de que los intereses y los plazos de pagos son muy cómodos, con decirte que ni a nuestros coterráneos en Italia se los damos, porque quiero que sepas que lo hago por ti. Las deudas de tu marido con mi empresa, siempre y cuando las cumplan, no acarrearán ningún problema de tipo legal, porque todo quedaría cubierto con las garantías económicas. Ahora bien, le hago esa concesión porque ahora que ya te hice mi mujer, que tengo tus fotos preciosas cuando posaste para mí desnuda y provocativa, me basta para saber que no me fallarás en cumplir tu compromiso conmigo. Por ahora, tú eres libre, pero si tu marido acepta y firma los documentos, automáticamente tú serás mía por dos días y su noche cada vez que yo regrese a tu país, y venga con quien venga, harás lo que te ordene u ordenen. Bastará con una llamada a la hora que sea para que vengas corriendo a mis brazos, así estés con tu marido en tu segunda o tercera luna de miel, lo dejarás y vendrás a entregarte a mí. Ese trato será válido por tres ocasiones. Si después de eso quieres seguir conmigo o con mis amigos por voluntad propia, y ganar mucho dinero, no hay problema recuerda que te dije, que todo lo que toco lo hago dinero, y tú para mí, eres una gran fuente de dinero en caso de que así lo quisieras. Te puedo presentar muchos clientes amigos pero por ahora, me perteneces, y si llegaras a fallar en una de mis venidas por cualquier motivo, la deuda se duplicará, y los intereses serán muy altos para ti ―y me sonrió Todo lo que escuchaba me parecía broma, y a la vez amenazas, pero sonaba muy erótico y excitante, pues habíamos pasado unos momentos íntimos muy arrebatadores, y había disfrutado tanto, que no vi ningún problema en que mi esposo firmara el contrato en su momento. Después de todo, la que iba a pagar la deuda sería yo, y no me preocupaba que me cobraran de esa manera. Luego me dijo― ¡Ah!, y si por si acaso, tú te negaras a asistir a mis requerimientos, recuerda esas dos lindas fotos que te tomé, esa es la garantía que me acabas de dar sin necesidad de firmar ningún documento. Entonces le pregunté― ¿Acaso es una broma amor? ― No mi cielo, tú me encantas, y yo sé que también te he gustado. Tómalo como un juego de negocios, a tu marido le doy dinero con intereses muy bajos, pero el restante de esos intereses los vas a pagar tú con tu cuerpo. De ahí la garantía tuya que son tus fotos, que me garantizarán que me vas a cumplir. Me vio sin duda la cara de desilusión y preocupación por el tema de las fotos, que sonrió, y me dijo― Tranquila mi amore, esas fotos son solamente mías pero de verdad, sí quiero que cada que venga estés conmigo. Y si vengo con amigos, y si tú lo deseas, también te quiero compartir para que vean que eres una mujer increíble. Lo que he hecho y dicho hace un rato, es para que tomes precauciones, no siempre, cazadores de mujeres como yo, o cazadoras de hombres como tú, obramos con buenos sentimientos. Esas palabras me dejaron tranquila y más enamorada de él, estaba tan idiotizada por aquel hombre, que le di un beso en la mejilla, y le dije― Así será mi amor, hasta que te hostigues de mí cuerpo. Pero ahora, devuélveme mi interior cachetero ―a lo que me dijo― ¡Jamás!, me lo llevo conmigo como un recuerdo tuyo, tú me lo enviaste sin que yo te lo pidiera, y de paso, me lo enviaste con tu mismo marido ¡Ah!, y recuerda que tú te llevas un recuerdo mío dentro de ti ―Se rio y nos volvimos a despedir con besos casi en la boca, pero que eran para las mejillas. De regreso a casa, mi esposo me preguntó que cuánto había perdido en el casino, a lo que le respondí que casi hasta la virginidad de las niñas de mis ojos, pero que me gané millones de admiradores, refiriéndome a los espermatozoides de Alessandro― Claro, con ese vestido a cuántos no habrás dejado con la boca abierta ― ¿Y a ti, cómo te fue? ―me interesé sinceramente. ― Bien, muy bien; Alessandro me dijo que no habría problemas con las garantías, que alguien le había comentado que yo gozo de confianza porque tengo una buena garantía que me respalda. No sé qué me habrá querido decir, y quién le habrá dicho eso, pero en todo caso, parece que sí se van a dar las cosas, y que, gracias a ti, por tus atenciones para con él, se siente halagado y en compromiso de ayudarnos ¿No será que se ha enamorado de ti? ― ¿Qué, estás loco, por qué dices eso? ― Porque dijo que se quedó prendado de ti, que nunca las esposas de sus clientes lo habían hecho sentir tan bien en reuniones así de este tipo, que por lo general ponen una barrera y no dan mucha confianza ni brindan amistad. En cambio contigo, le demostraste el calor de un buen recibimiento, que te abriste de par en par y le enseñaste lo cálida que pueden ser las mujeres latinas, y eso le ha gustado mucho. Que cuando se finiquite esto en las reuniones venideras con sus representantes, te avisará para invitarnos a cenar ― ¡Ay! Si supiera mi marido, cuánto me le abrí a Alessandro, y cuán calientes son mi vagina y mi culo latino para él. Llegamos a casa, y corrí al baño a sacarme el vestido para mandarlo a lavar porque estaba mojado en la parte del trasero. Para terminar, Alessandro me envió esa misma madrugada, una foto con mi cachetero en su nariz, diciéndome que le agradaba el perfume íntimo que uso, y que dormiría con mi prenda para soñar conmigo. Felizmente mi esposo estaba dormido soñando con el financiamiento que les ofreció Alessandro, mientras yo chateaba con mi nuevo amante. Pasaron los días y estaba entre que rogaba que lo firme, o que lo rechace el convenio, no hice nada para interferir en el tema, pues me dije, de vez en cuando una aventura sin riesgos no es aventura. El financiamiento para el grupo de mi esposo si salió días después, no como lo querían, pero sí en gran parte. Cuando aquello sucedió, me enteré primero que todos. Alessandro desde Italia me envió las dos fotos que me tomó esa noche, con un escrito que decía, “YA ERES MÍA” mi amore, regreso en unos días, y te avisaré para que vayas a mi departamento muy linda, como en las fotos. Recibido ese correo, comencé a temblar, no sé si de emoción o de miedo, me puse nerviosa, no sabía lo que me esperaba cuando el llegase. Cuando mi marido llegó con la noticia, me hice la sorprendida y lo felicité. El convenio tenía una duración de tres meses, por eso, sin duda, Alessandro me tomó como prenda por tres retornos de él al país. Le pedí a mi esposo que me dijera el día el que llegara, pues necesitaría inventar alguna excusa en caso de que me llamara. Y el día llegó, mi esposo me llamó y me dijo― Alessandro va a trabajar con nosotros jueves y viernes, tengo entendido que salen de viaje a la capital el sábado y regresan el domingo en la noche. ― Chuta, que pena, yo tengo viaje de inspección sábado y domingo, no lo podemos ver, peor ahora que se va de viaje ―pero me quedé pensando ¿se van, regresan?; ¡eso es más de uno! Saludos, Caro.
Caro y el sexoCaro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también es una mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen. Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí. |
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