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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Caro viaja a un congreso en Argentina
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Como ya les he contado antes, hice muchas amistades en una página web para mujeres casadas en busca de parejas, y no es que las andaba buscando, solo que me pareció interesante el saber el porqué, los hombres gustan mucho de las mujeres casadas; además, que el promedio de edad de los hombres que las buscan oscila entre los 35 en adelante, y que me parece una buena edad de madurez en todos los sentidos. Esto me hizo entablar amistades con hombres en algunos países de habla hispana, y como he tenido que viajar a congresos a unos cuatro de ellos, he aprovechado la oportunidad de visitarlos; y este es el caso en el viaje a la Argentina.

Una semana antes de la confirmación del viaje me contacté con dos de ellos. El uno me dijo que me esperaría en el aeropuerto y que me llevaría al hotel, y en las noches a pasear, algo un tanto difícil por el tema de las largas horas del congreso y el cansancio en las noches. El otro me dijo que estaría de viaje en esos días y sería imposible vernos. Entonces solo me quedaba la primera alternativa.

Llegado el día del viaje, me entero de que yo era la única de mi país que viajaba al congreso. Cuando llegué al aeropuerto me recibió el amigo que me dijo que me recogería, estaba con un letrerito que decía Caro. Nos saludamos y me llevó a su carro. Emprendimos viaje al hotel pero primero me llevó a conocer su casa, para ver si me gustaría quedarme con él, cosa que no le acepté, porque ya tenía habitación reservada en el mismo hotel donde se realizaría el congreso. En realidad, el hombre no me gustó, atento y todo pero algo desubicado. Solo esperé que me llevara al hotel y felices los dos con esa amistad.

En el hotel compartí habitación con una chica colombiana llamada Daniela, hicimos muy bonita amistad, tanta que nos sentábamos juntas en el congreso, y siempre almorzábamos y cenábamos en un restaurante contiguo al hotel en la mesa que nos gustaba ubicada en un rincón.

Faltando dos días para la clausura, Daniela me pregunta si me había dado cuenta de que un tipo muy guapo siempre almorzaba y cenaba con dos chicos que andaban con cámaras, y no dejaban de mirarnos. Cuando lo miré de reojo, me hizo señas como que quería brindar conmigo, le sonreí y seguí conversando con mi amiga.― Debe ser coincidencia ―le dije―puede ser que trabajen cerca de aquí, o se hospeden en nuestro mismo hotel, o tal vez en el de al lado.

― Puede ser, tienes razón―dijo.

Al día siguiente, las charlas fueron hasta el mediodía, brindaron bocadillos y continuamos hasta las cuatro de la tarde. Nos daban libre hasta la noche del día siguiente que sería la clausura.

Subimos a la habitación, nos bañamos, descansamos un rato, y acordamos encontrarnos para cenar juntas a eso de las seis. Mi amiga recibió una llamada de uno de los participantes del congreso y acordaron salir un rato, pero me advirtió que la esperase para la cena.

A las siete en punto estaba esperando a Daniela. Como no tendríamos más charlas, ni tenía planeado salir a farrear, me vestí con ropa informal pero elegante, una blusita de encajes, mangas largas, algo escotada y ceñida al cuerpo, más una faldita corta también ceñida al cuerpo. Me fui al restáurate y me senté en la mesa de siempre, para esperar a Daniela. No quería cenar sola y para pasar el tiempo pedí unos aperitivos y me puse a revisar mi celular. No había caído en cuenta que el tipo con sus dos chicos elegantemente vestidos me estaban mirando, y como no acostumbro a esquivar miradas, lo miré de frente, y me salió haciendo señas como que estaba brindando por mí. Volví a sonreírle, y seguí revisando mi celular.

De pronto, el camarero me llevó una botella de vino y una nota de aquel hombre que decía “¿Me puedo sentar contigo para acompañarte y degustar este vino mientras charlamos?”. Lo miré y mi sonrisa contestó su pregunta. Se vino a mi mesa y se presentó como Carlos― ¡Hola! ―le dije― soy Caro y he visto que siempre coincidimos aquí en el restaurant.

― Sí, fíjate que es una buena coincidencia. Por lo pronto, mira que estamos iniciando una bonita relación. Por cierto, ni tu ni yo hemos cenado ¿Te parece si ya pedimos algo para comer, en vista de que veo que tu amiga no va a llegar, y el vino puede hacer estragos en nuestro organismo?

― Me parece buena idea ― contesté.

Mientras cenábamos y bebíamos vino, entramos en una conversación más amena. Me preguntó sobre el congreso y si tenía planes para la noche, a lo que dije que no― ¡Perfecto! ―dijo él.

― ¿Y tú, a qué te dedicas?

― Soy fotógrafo profesional, cazo talentos, y hago casting para películas de adultos.

― Ah, ya entiendo, o sea, buscas mujeres para películas porno.

― No me malinterpretes, mi fuerte son las fotografías, pero hago de todo para poder vivir cómodo y tranquilo. Esos dos son mis ayudantes ―Los miramos y nos movieron las manos en señal de saludo.

― ¿Y qué haces con las fotos?

― Si veo a una chica o señora que es muy atractiva como vos, les tomo fotos y les pido autorización para publicarlas en una revista para hombres, solo para engalanar las páginas con mujeres atractivas y elegantes; de lo contrario, solo se quedan en mis archivos; mira, por ejemplo, aquí te he tomado algunas fotos muy bonitas ―Las miré y me parecieron bonitas, todas me las había tomado caminando, sentada, distraída, en unas aparecía mal sentada enseñando algo más que mis piernas, etc. ― Y me gustaría, si lo permites, llevarte al estudio que tengo en el edificio que está pasando tu hotel, para hacerte una serie de fotos. Ahora que, si eres una mujer muy liberada, te puedo hacer otro tipo de fotografías y te las pagaría.

― ¿Sabes? Me parece muy interesante tu trabajo, te diviertes y obtienes tus ganancias; pero dime algo, ¿qué estás pretendiendo conmigo?

― En realidad, me gustaste mucho desde el primer día que te vi, me pareces una mujer muy fotogénica, con algo especial que llama mucho la atención de los hombres, tanto que mis muchachos, insistieron que hablara contigo para que poses para nosotros. Me pareces muy seria, pero a la vez algo coqueta, tu sonrisa es como que invita al coqueteo, pero tu mirada como que nos frena ―explicó y reímos juntos.

Mientras pasaba el tiempo y más conversábamos, entramos más en confianza, y bebimos vino hasta que se acabó la botella. Entonces, me tomó de la mano y me propuso pedir otra botella. A sabiendas de lo que me hace el vino acepté porque la conversación me había excitado, y cada vez se ponía más interesante, y yo sabía que, a él también lo excitaba el contarme todas esas cosas.

― Tú pide el vino, que yo ya vuelvo del tocador ―le dije. Cuando me levanté, noté que las piernas me temblaban y tuve que agarrarme del espaldar de la silla y fingir que me había enredado con mis zapatos altos. Estaba algo mareada, pero el morbo de saber que lo estaba seduciendo, me dieron fuerzas para caminar muy sensual, pero con garbo. En el espejo del tocador, me di cuenta, que el escote de mi blusa dejaba ver las dos terceras partes de cada uno de mis senos, y que a través de los encajes se veía algo de lo rosado de mis areolas y pezones, cosa que me despertó más la libido y las ganas de llegar a los extremos del placer. La faldita ni se diga, estaba cumpliendo su cometido; como es de tela stretch, que por ser muy elástica se me pegaba al cuerpo, tendiendo a subirse a cada paso que daba, haciendo resaltar mis nalgas, y dejando ver que no cargaba nada por debajo de ella.

Regresé a la mesa, y Carlos muy amablemente, se levantó y me ayudó a sentarme. Ya me esperaba con una copa de vino y brindamos por la amistad. Yo le pedí que me siguiera conversando de lo que él hacía― Es que me parece increíble que seas tan atrevido como para abordar a las mujeres sin conocerlas, y ofrecerles dinero para que posen ante tus cámaras o, para tener relaciones en un casting pornográfico así porque sí.

―Mira ―me dijo― aquí encuentras de todo, unas “minas”, así les dicen a las mujeres con buenos cuerpos, que se prestan para todo, les ofreces dinero, y como lo necesitan, acceden a lo que les propongas, aunque no todas, por supuesto ―En eso, uno de los chicos que andaban con él, se levantó, se acercó y le dijo algo al oído, Carlos le dijo que se fueran, que preparen todo, y que lo esperen en el estudio.

Se fue el chico y Carlos dijo― ¡Al fin solos! ―acercó su silla a la mía, me tomó de la mano, y me dijo― Te ves muy linda, parece que el vino te ha puesto muy radiante y rosadita ―Me sonreí, y le dije que era una reacción de mi cuerpo al alcohol que me pone así; me hace enrojecer los cachetes, el pecho, y mis senos; además que ya era hora de parar de beber, porque ya casi se terminaba la segunda botella.

En eso siento que puso una de sus manos sobre mi rodilla tapada por los largos manteles de la mesa, pero inmediatamente la sacó. Seguimos conversando y nuevamente hizo lo mismo, pero esta vez, la tuvo más tiempo, como esperando mi reacción, reacción que nunca llegaría porque de mi cuerpo ya se había apoderado el morbo y la lujuria. Al no reaccionar a su manoseo en mi pierna, y al pedirle que me sirva la última copa de la noche, fue la señal que él esperaba para saber que ya me tenía entregada. Eso hizo que se aceleraran las hormonas de ambos y que cambiara de estrategia. Su mano comenzó a acariciarme y sobarme el muslo cada vez más arriba, haciendo que automáticamente mis piernas se fueran abriendo más y más, mientras en señal de que me gustaba lo que me estaba haciendo, yo le apretaba su mano cada vez más fuerte a medida que su otra mano llegaba a mi vulva ya encharcada, provocándome movimientos exagerados de mis caderas tratando de que sus dedos alcanzaran mi vulva, pero evitando que fueran notorios para los clientes de otras mesas. Mientras me hacía eso, me preguntó si me gustaba que me digan palabras sucias, le dije que sí― ¿Y decirlas?

― También ―le contesté

Así estuvimos varios minutos hasta que ya no pude aguantar, y antes de que comenzara a gemir, tuve que pararle la mano. La retiró y me la enseñó, estaba empapada con mis secreciones babosas. ― Te vienes conmigo ― propuso, a lo que le dije que no estaba segura― Mira, no me gusta presionar a nadie, peor lo haría contigo ahora que hemos intimado algo más, te dejo mi tarjeta y el número de la suite donde tengo el estudio. Si te animas, dejaré dicho que te dejen pasar, que vas a una reunión, te identificas y listo, el edificio está cerca, pasando el hotel donde te alojas; sino, nos veremos mañana en el desayuno y te estaré esperando.

Pagó la cuenta, me dio un beso en la mejilla y se fue; yo me quedé pensando un rato más en si ir o no. Recogí mi cartera y salí con rumbo al hotel donde me hospedaba. Mientras caminaba, un carro se me acercó, y dos tipos me invitaron a subirme para pasar la noche con ellos. No les presté atención, pero eso me elevó la libido. Más adelante, me topé con algunas “minas”, que sin duda andaban a la caza de turistas, y por la forma de vestir mía, de seguro pasaba por una de ellas, por eso, sin duda, llamé la atención a aquellos dos hombres.

Cuando llegué a mi hotel, dudé si entrar o seguir de largo al edificio donde Carlos tenía su suite, que estaba a unos ochenta metros más allá. Revisé mi celular y un mensaje de Daniela me decía que pasaría la noche con unos amigos del congreso en una discoteca. Al leer eso, y saber que estaría sola en la habitación, y viendo que ya casi estaba escrito mi destino, sumada la descontrolada carga hormonal que me tenía al borde de la desesperación, más la curiosidad de ver y saber cómo es un estudio donde hacen casting para pelis porno, mis pies siguieron caminando llevando a este cuerpito a lo desconocido, aunque mi mente quería regresar a mi hotel.

Llegué ante edificio, un gran edificio de unos veinte pisos y entré toda nerviosa, pregunté por él en la administración, y todas las miradas del personal recayeron sobre mí; sin duda sabían a qué se dedicaba Carlos, y deben de haber imaginado a lo que iba yo.

La suite era en un penthouse en el último piso. Timbré a la puerta y me abrió uno de los chicos ― Hola, soy Rubén, pasa que Carlos ya sale ―Era un estudio muy grande; había reflectores, lámparas, cámaras, un escritorio tipo ejecutivo con dos grandes butacas, una gran cama, un gran sofá, y un balcón terraza, también con butacas dobles, lleno de plantas y con una vista espectacular. En eso sale Carlos con una bata de baño de tela toalla, recién salido de la ducha, llamó a los chicos y ¡Sorpresa! Eran tres, los dos varones, Rubén y Pablo, que los había visto en el restaurante, y una chica muy bonita, Marisa, que también presentó como ayudante de cámara, aparte de que también les ayuda a tranquilizar a las mujeres que se ponen nerviosas cuando por primera vez posan desnudas.

Le dije que tenía un penthouse precioso, que me mataba de ganas de conocer un estudio fotográfico de ese tipo. Me tomó de la mano y me llevó a recorrer todo el departamento― Mira, esta es mi habitación con salida al balcón terraza.

― Es hermosa ―le dije.

Me acerque al borde del balcón para mirar las luces de la ciudad, se puso detrás de mí, me abrazó y apegó su cuerpo al mío para hacerme notar su pene que ya tenía medio erecto. Sus manos bajaron a mis senos y los comenzó a masajear. Los sacó del escote, y sentir sus grandes manos abarcando cada una de mis tetas, pellizcando mis pezones, hicieron que me pusiera a suspirar y gemir como gata en celo. Eché mi cabeza para atrás buscando que me besara mientras mis nalgas comenzaron a menearse contra su bata para sentir sus movimientos rítmicos contra ellas.

― ¿Le gusta lo que le hago a mi putita?-

― Me encanta ―contesté.

― ¿Has venido para aparearte conmigo?

― Sí mi amor.

― ¿Te gustaría ser la hembra de esos dos machos que tengo de ayudantes?

― Si tú quieres que lo haga, ¡lo hago!

― No, son ellos los que te quieren.

― Entonces llámalos.

― ¿Te dejarías encular por ellos?

― Si no lo hacen, los mato.

Me tenía tan excitada con lo que me hacía, y con esa conversación tan morbosa, que rogaba que me desnudara en ese momento, pero paró, y me llevó de la mano al estudio. Le dijo a la chica que me arreglara y me retocara un poco para una sesión de fotos sensuales.

La chica me desabotonó dos botones de la blusa, abriéndome más el escote, dejando ver mis tetas ya hinchadas y con los pezones a punto de reventar. Me pusieron unos lentes para que pareciera una secretaria ejecutiva, y me tomaron muchas fotos en poses muy sugerentes con uno de mis zapatos sobre una de las butacas del escritorio dejando ver mi vulva depilada y mojada, y con mis tetas saliéndose del escote. Luego otras fotos con la blusa abierta enseñando ambas tetas, para terminar completamente desnuda en poses ya más explícitas.

Yo estaba extasiada de placer, Carlos me dirigía y me acomodaba para cada fotografía, y cada vez que podía, me manoseaba y me besaba, preguntándome a cada rato si me sentía a gusto, a lo que le contestaba que estaba encantada. Llegó el momento que ya no pude resistir más, lo jalé de su bata, se la abrí delante de todos los chicos y lo tomé de su pene ya en todo su esplendor. Lo llevé a la gran cama, lo empujé para que se acostara, y me dediqué a lamérselo y chupárselo. No me importó nada, no me importó que me estuvieran mirando y filmando. Mi cuerpo solo quería que sus orificios fueran llenados con penes grandes, erectos y semen caliente.

El estudio se llenó de gemidos y jadeos; fornicamos, copulamos, follamos, nos apareamos, o como quieran llamarlo, pero el hecho era que, a la putita de Caro, Carlos la estaba enculando, y le estaba sacando muchos orgasmos. Luego Marisa, me llevó a duchar, y mientras lo hacía no paraba de mirarme; le pregunté si pasaba algo, y me dijo que estaba mirando lo bonita que yo le parecía. Entonces la jalé y le di un gran beso en la boca, sin darme cuenta que le hice mojar, entonces al ver que ella también estaba excitada, la terminé de meter a la ducha, la desnudé y comenzamos a comernos a besos. En eso entró Carlos y nos pilló en pleno ajetreo, llamó a los chicos y le dijo que nos filmaran, y a nosotras, que siguiéramos en lo nuestro. Nos secamos y volvimos desnudas ambas al estudio, nos sentamos en la cama, reímos de nuestra locura, y volvimos a besarnos hasta revolcarnos en un abrazo apasionado de piernas, brazos, lenguas y besos.

Vi a los chicos filmando con sus penes erectos queriendo salir, llamé a Carlos y le comenté lo que estaba viendo, y le hice saber que me daba mucha pena que ellos no participaran del juego, a lo que Carlos me respondió― También son los que prueban a la chicas para cuando hacen casting, si tú estás dispuesta a aparearte y que te enculen, por mí no hay problema; pero eso sí, ya es muy tarde y no te conviene irte, mejor te quedas aquí con nosotros. Lo pensé y le dije que estaba de acuerdo. Entonces llamó a los chicos y le dijo― Por ustedes Caro está aquí, y ella quiere agradecérselos, demuéstrenle lo que saben hacer y el por qué son ustedes los que hacen las pruebas.

Carlos tomó a Marisa y se la llevó a un extremo de la cama para montarla. Los chicos se desnudaron, y al verles sus tremendos penes me imaginé del por qué ellos les hacían las pruebas a las aspirantes a actrices porno. La que no soportara esas cosas así de grandes dentro de sus cuerpos, de seguro reprobaban. El más pequeño medía unos veinte centímetros, el otro más grande, llegaría a los veintitrés o más, ambos más gruesos que mis muñecas; el asunto era que volví a pasar el límite de la no vuelta atrás.

Dejaron filmando dos de sus cámaras puestas en trípodes desde diferentes ángulos. Yo los esperaba sentada, se acercaron a mí y me pusieron sus penes a ambos lados del rostro. Se los tomé uno en cada mano, y se los comencé a mamar, mientras ellos se dedicaron a acariciarme mis tetas y espalda, más excitada ya no podía estarlo. Rubén, me levantó de la cama y se puso frente a mí para dedicarse a besarme mientras me hacía sentir su pene gigante entre mis piernas. Pablo se puso detrás de mí para hacer lo mismo pero en mis nalgas mientras me estrujaba las tetas y pezones. Yo estaba extasiada y concentrada en sentir aquellas ricas sensaciones de sus dos penes rígidos y candentes, enjugándose con mis fluidos vaginales. Yo les correspondía con mis meneos de adelante y atrás, abriendo y cerrando mis piernas y nalgas, para invitarlos a que entrasen lo más pronto posible. Luego me giraron para cambiarme, y ahora besarme con Pablo, y sentir el pene de Rubén jugar entre mis nalgas.

Con los ojos cerrados y disfrutando del momento, mi respiración y mis gemidos, anunciaban otro orgasmo, así que, me apuré en agarrarme del cuello de Pablo y con la ayuda de sus manos en mis nalgas, abracé su cuerpo con mis piernas; levanté un poco mi trasero y me dejé caer lentamente sobre aquel hierro caliente que se iba abriendo paso muy lentamente dentro de mí hasta llegar al tope, llenándome toda, con algo de dolor, pero con tremendo placer. Aprovechando que Pablo, me tenía ensartada por la vagina y exponiendo mi orificio anal por mantenerme con las nalgas abiertas, Rubén, no perdió la oportunidad para encularme. Aguanté y disfruté todo el trámite de preparación hasta que sentí que la lanza me comenzaba a penetrar milímetro a milímetro, produciéndome ardor y una sensación de quemazón por el desgarro de algunas de las fibras musculares del esfínter anal que no estaba relajado del todo. Pero que a pesar de eso, todo me causaba mucho placer y morbo.

Cuando Rubén hubo terminado de meterlo todo, entre ambos y con movimientos vigorosos, se encargaron de subirme y bajarme ensartada en sus penes, acrecentando mi placer. Cuando arremetían ambos con sus movimientos de cópula, cada uno, por su lado, y que, si no hubiera sido porque estaba bien agarrada al cuello de Pablo, de seguro me mandaban disparada al techo de la habitación.

Entré en un estado de placer infinito, mi cuerpo comenzó a temblar y a convulsionar. Estaban perforando las entrañas de un volcán a punto de erupcionar. Mis jadeos, chillidos y gemidos, acompañados de lágrimas de dolor y placer, anunciaban la inminente erupción. Al ver, y notar mi cuerpo temblando, Pablo y Rubén aceleraron sus movimientos, mientras yo colaboraba, haciendo que sus arremetidas fueran más profundas y enérgicas, hasta que los tres explotamos al mismo tiempo entre gemidos y gruñidos de placer

Ya desfallecida, me bajaron y me acostaron en la cama. Ellos también cayeron rendidos a mi lado, y se dedicaron a besarme y acariciarme mientras mis temblores iban cesando de a poco. Yo me dediqué a repasar todo lo sucedido, mientras disfrutaba al notar como se chorreaba el semen de los dos entre mis piernas y nalgas.

Nos habremos quedado todos dormidos, por lo menos una hora, todo había transcurrido muy rápido, apenas eran la una de la mañana. Con mis movimientos, desperté a todos. Le pedí a Carlos que me prestara un baño, y él mismo me llevó al de su habitación. Nos bañamos juntos y salimos, yo como si estuviera en mi casa. Los chicos se habían ido a duchar también, Marisa que ya se había bañado, también andaba desnuda arreglando el escritorio donde había puesto bocadillos, refrescos y una botella de vino; al ver todo eso pregunté― ¿Qué, recién va a comenzar la fiesta? ―a lo que Carlos, que andaba con su bata de baño, sonrió y dijo― Ahora vamos a ver las fotos y el video de lo filmado.

Los chicos salieron en bóxers, arreglaron los equipos para ver las fotos y los videos. Carlos apagó la mayoría de las luces, y solo dejó unas cuantas indirectas. Se sentó en uno de los sillones del escritorio, y desde ahí comenzó a reproducir las fotos. Marisa y yo, nos acostamos en el centro de la cama, y los chicos uno a cada lado de nosotras.

Mientras veíamos las fotos, cada uno iba opinando, que si tal vez esto; que si tal vez lo otro, etc., etc. Cuando comenzó el video, el comentario era que yo parecía una profesional del sexo― Lo que hiciste no era actuado, simplemente te dejaste llevar y lo hiciste muy bien. Podrías ganar mucho dinero ―dijo Carlos― y viendo que acabaste con todos nosotros, creo que podrías acabar con muchos más en un solo día, esa es la parte buena. La mala sería que, en la industria de la pornografía, una película buena, no se la filma en un solo día; para eso, se necesita filmar en diferentes escenarios, y tener relaciones con varios hombres en diferentes sitios, como en la playa, en una piscina, en una oficina, en un bar, en un hotel, en una fiesta, etc., y eso lleva tiempo, y eso es lo que tú no tienes por no vivir acá. Así que mi amor, usted está calificada con un diez por mi lado, pero sabiendo la profesión que tienes, sabiendo que eres casada y que tú marido no sabe lo que haces, no creo que te convenga que te dediques a actriz porno, porque acabarías con tu matrimonio y tu carrera. Te recomiendo que sigas disfrutando de la vida tal cual lo has venido haciendo, y no la eches a perder.

― Bueno chicos―dijo Carlos― si Caro quiere, se puede llevar las fotos y el video; si no, borran todo y nada ha pasado; yo los dejo, estoy muy cansado, sigan divirtiéndose si así lo desean.

Como lo que habíamos visto nos dejó muy excitados a todos, Marisa y yo, nos dedicamos a besarnos, mientras los chicos, tratando de proteger mi reputación, y en agradecimiento de hacerlos participar teniendo sexo conmigo, se dedicaron a borrar todo lo referente a las fotos y videos; luego se unieron a nosotras y se dedicaron a manosearnos a ambas para hacernos perder nuevamente en la lujuria y el desenfreno.

A veces me pongo a pensar en lo que cada persona guarda detrás de un lindo rostro, o detrás de una profesión muy seria como la medicina, pero al ver esa noche en retrospectiva, a Marisa, una chica con una carita angelical, y verme a mí, con la apariencia de una mujer seria y profesional, revolcándonos como hembras en celo con tres machos apareándose con nosotras, me hace pensar que la mente humana, junto con las hormonas, nos lleva a hacer cosas sin control, que luego tendrán que ser parte de nuestras vidas para mantenerlas en secreto.

Amaneció, nos bañamos, y nos vestimos para salir a desayunar juntos al restaurante de siempre. Marisa me obsequió una camiseta y yo le obsequié mi blusa porque me dijo que le había gustado. Esa noche era la clausura del congreso y sin duda habría farra, así que tal vez, ya no nos veríamos hasta el día siguiente que teníamos el vuelo de regreso en la tarde. Nos despedimos, pero Carlos me dejó la posibilidad de que, si no salíamos tarde del evento, fuera con toda confianza a buscarlo sin importar la hora, que dejaría la orden para que me dejaran pasar, le agradecí y le dije que estaríamos en contacto.

Cuando llegué a la habitación, me encontré con Daniela que también recién llegaba― Creo que amaneciste en brazos de algún argentino ―le dije.

― ¿Qué comes que adivinas? ―me dijo, y ambas reímos― ¿y a ti, cómo te fue?

― Bueno yo amanecí con tres machos y una mujer.

― ¿En serio?

― ¡Sí!, y si quieres, ahora en la noche nos escapamos y te vienes conmigo, y estaríamos tres a tres ¿Te gustaría?

―Claro que sí ―respondió.

Ya más en confianza, me desnudé para ducharme nuevamente, y me encuentro con Daniela que también se iba a duchar; nos miramos y nos reímos al mismo tiempo. Le dije que se duchara primero, pero me jaló de la mano para ducharnos juntas, y como una cosa lleva a la otra, terminamos, en mi caso, nuevamente revolcándome, ahora con Daniela.

Nos quedamos dormidas hasta cerca de las siete de la noche; nos apresuramos vistiéndonos, Esta vez, por lo menos tendría que usar una tanguita por si acaso, no dar de qué hablar si se me llegara a ver algo debajo del vestido de tirantes, ceñido al cuerpo que iba a ponerme. Daniela también coincidió con un vestido parecido al mío, que se le veía espectacular. La clausura fue rápida, luego cenamos; no hubo baile y el evento terminó a las diez treinta. Llamé a Carlos para decirle que iría con mi amiga ― Linda sorpresa me has dado ― dijo― encantado las espero.

Pero la sorpresa nos la llevamos nosotras cuando me recibió un moreno muy grande, y detrás de él, pasaba otro sonriendo en señal de bienvenida. Ya sonaba música bailable, en eso salió Carlos muy elegantemente vestido a presentarlos― Él es Octavio y el otro es Nelson, también son actores, pero después del casting que le hicieron a dos chicas hoy, tuvieron que quedarse porque no son de aquí, y perdieron el vuelo hasta mañana en la tarde. Nos miramos con Daniela, y ya que estábamos ahí, no daríamos marcha atrás; peor ahora, que ya tenía otra aliada y cómplice más.

Carlos me tomó de la mano para decirme que le había surgido un compromiso de última hora, y que tendría que ir con Marisa, y como la visita nuestra fue inesperada, ya no podía echarse para atrás, que lo disculpara, y que trataría de regresar lo más pronto, pero que no sabía la hora― Por lo tanto, estás en tu casa y disfruta la compañía de los chicos ―añadió.

Marisa ya había arreglado la mesa del comedor con bocadillos y licores. Le presenté los otros chicos a Daniela. Marisa, que estaba muy linda vino y me saludó c con un beso en la boca― Es una lástima que avisaras tan tarde de tú venida, de lo contrario, hubiéramos rechazado la invitación y me hubiera quedado para pasar la noche contigo ―me dijo.

Vi a Carlos que ligó enseguida con Daniela, le sirvió una copa de vino, y la llevó a recorrer el departamento. Marisa y yo, salimos a la terraza donde estaban los cuatro chicos conversando, bebiendo, bailando y llevando el ritmo de la música. En eso aparecieron Daniela y Carlos saliendo de la habitación de Carlos por el lado de la terraza, se despidió de nosotras y se llevó a Marisa diciendo― Esta es vuestra casa, pueden quedarse en cualquiera de las habitaciones, si me esperan en la mía, sería mucho mejor ―y se rio. A los chicos les dijo que nos atendieran muy bien, y que nos hicieran pasar una noche inolvidable, luego se fueron.

Entonces, Octavio y Nelson, nos tomaron de las manos y nos invitaron a bailar. Octavio, que era mi pareja del momento, me preguntó, que cómo así estaba allí― Bueno, me hice amiga de Carlos en el restaurante y como la curiosidad de conocer un estudio donde hacen casting para películas porno me mataba, le acepté, hicimos buena liga, y aquí estoy. Ahora regresé, porque no queríamos irnos a dormir tan temprano y me vine jalando a mi amiga. No sabía que Carlos y Marisa iban a salir, de lo contrario no hubiéramos querido molestar.

― No te preocupes, no molestas; por el contrario, tener mujeres bonitas con quien bailar y pasar la noche, a cualquier hombre le agrada ―Esas palabras me hicieron estremecer; sabían a qué habíamos ido y me sentí como oveja entregada a cuatro lobos para que se la coman, y eso me hizo excitar.

Después de bailar con todos, lo mismo que Daniela, y después de algunas copas de vino, la cosa se fue poniendo más caliente. El merengue, el ballenato, las baladas y otras canciones dieron motivo para que nuestra forma de bailar fuera más sugerente y sensual. Las conversaciones comenzaron a ser en doble sentido, y no parábamos de reír. De Rubén surgió la idea de que Octavio y Nelson, que eran strippers profesionales, hicieran una exhibición de su arte, nos sentamos con Daniela para ver el espectáculo.

Octavio, un hombre de unos veintiocho años, de 1,80 m. de estatura y puro músculos, hizo la entrada a la terraza bailando de forma muy sugerente, tomó a Daniela de las manos, la atrajo hacia él, la tomó de su trasero, y la hizo bailar apegada a su cuerpo contoneando sus cuerpos de forma muy sensual. Los demás aplaudimos y luego me sacó a mí para repetir lo que había hecho con mi amiga, solo que esta vez, hizo que yo también atrajera su trasero hacia mí. Me dejó sentada en el apoyabrazos de la butaca de Daniela, y siguió su rutina sacándose la ropa muy lentamente mientras bailaba de forma muy sugestiva. Cuando hubo quedado solo en bóxer, se acercó a nosotras y su bulto, que era considerablemente grande, ya dejaba ver el monstruo que se escondía detrás de sus pantaloncillos. Nos lo pasó cerca de nuestras caras, e hizo que se lo tocáramos, Nosotras, por supuesto, estábamos “horrorizadas” tapándonos los ojos. Los chicos lo arengaban a que se sacara todo, y nos pedían a nosotras que lo incentiváramos. Entonces, sin que Daniela me lo consintiera, le bajé los tirantes de su vestido, lo suficiente como para que se le vieran las copas de su brasier.

Octavio agrandó sus ojos en señal de asombro, y sonrió. Se volvió a acercar a nosotras, tiró de cada lado de su bóxer a nivel de sus caderas y nos pidió que se lo mordiéramos y se lo bajáramos lentamente mientras él bailaba. Entre risas y aplausos, cuando ya se lo habíamos bajado lo suficiente, el monstruo quedó colgando cuan pesado y grande era. Con sus movimientos laterales nos hizo que aquel animal golpeara en nuestros rostros; reímos y aplaudimos. La fiera ya estaba suelta, y la fiesta ya encendida.

Antes de que saliera Nelson a hacer su espectáculo, Daniela se encargó de llenarnos las copas de vino― ¡Hey! ―le advertí―no te vayas a marear antes de tiempo.

Ahora yo me había sentado en el asiento y ella en el apoyabrazos detrás de mí. Salió Nelson e hizo su rutina, pero para sacarse el bóxer, también pidió un incentivo. Esta vez, y sin que yo tuviera tiempo a reaccionar, Daniela, me bajó los tirantes de forma tan brusca, que me dejó al descubierto las tetas en vista de que yo no uso brasier ―Todos las alcanzaron a ver y festejaron que yo lograra taparlas con ambas manos. Entonces Nelson dijo que con ese incentivo, no había forma de parar, y se terminó de sacar su bóxer; no había duda, aquellos hombres, debían haber sido premiados en la repartición de penes cuando nacieron porque los tenían más grandes de lo normal.

La lujuria se apoderó del ambiente y de nosotras, pero antes de que Rubén y Pablo continuaran con el espectáculo, le pregunté a Daniela si sabía o intuía lo que vendría después, a lo que me dijo que si― De acuerdo, entonces todo bien ―le susurré al oído. Cuando Pablo estaba a punto de sacarse el bóxer, me pidió que yo lo incentivara, vino Daniela y me pidió que me parara, metió sus manos por debajo de mi vestido, y al sacarme la tanga, dejó ver mi pubis y vulva depilados. Los aplausos no se hicieron esperar. Luego, cuando Rubén pidió su incentivo, le hice lo mismo a Daniela, pero esta vez mi malicia fue más allá y le subí el vestido hasta el ombligo para que todos le vieran sus partes íntimas. Así mismo, los aplausos y gritos de aprobación tampoco faltaron.

Viendo aquellos cuatro hombres, guapos y desnudos, con sus cosotas grandes y tiesas moviéndose pesadamente y luchando contra la gravedad, ya nos tenían al borde de la depravación, y como dice una amiga tan loca como yo, estábamos a punto caramelo. De repente, se le ocurre a Nelson que ahora nosotras les hagamos un show para ellos. Los hicimos sentar y le dije a Daniela que jugáramos a “la capitana manda”, esto es, que tenía que hacer lo que yo hiciera; eso lo hice para hacerla entrar en contexto. Mientras les bailábamos sensualmente, yo les agarraba el pene con ambas manos, y les lamía y besaba la cabeza de sus tremendos garrotes uno por uno Mi amiga no se quedó atrás y también lo hizo. Luego nos paramos frente a ellos y comencé a sacarle el brasier y el vestido a Daniela, mientras ella hacía lo mismo con el mío. Ya desnudas las dos, nos comenzamos a besar muy tiernamente mientras nos acariciábamos todas.

Los hombres ya tenían sus penes apuntando al cielo y no se hicieron esperar hasta que nos rodearon bailando muy apegados a nosotras para hacernos sentir y tocar aquellas piezas de colección. Luego nos hicieron agachar, e iban circulando alrededor nuestro para darnos de probar cada uno de sus pedazos de carne caliente en nuestras bocas. Ya listas para el sacrificio, nos repartieron; los morenos me escogieron a mí; Pablo y Rubén a Daniela. Rubén levantó en peso a Daniela, Octavio a mí, y nos llevaron a la cama grande. Nos acostaron muy delicadamente una junto a la otra, momento que aprovechamos para darles un espectáculo de sexo lésbico. Tan calientes estaban, que desesperadamente trataron de separarnos, pero nosotras nos abrazamos tan fuerte, que solo lograron separarnos de las piernas, para luego tirar de ellas cada uno de cada lado de la cama. Nosotras riendo boca abajo, pero todavía cogidas de los brazos, resistíamos a tantos jalones para separarnos. ― ¡Ah!, con que quieren jugar, pues vamos a jugar ―pararon, se hicieron señas, y nos levantaron los traseros, abrieron nuestras nalgas, y cuando sentimos que nos querían encular, tuvimos que soltarnos irremediablemente para cubrir con nuestras manos el orificio de entrada trasera, las risas ya no eran las nuestras, ahora los que reían eran ellos.

En sus manos nos sentíamos tan indefensas y frágiles, que, de un solo movimiento de piernas, nos giraron y nos pusieron boca arriba como si fuéramos muñecas de trapo.― Ahora van a saber lo que es ser penetradas por profesionales ―Dijeron y nos levantaron las piernas, como si fueran a cambiarnos de pañales, nos las abrieron y las pusieron por encima de sus hombros. Con una mano sostenían nuestras nalgas y con la otra manipulaban sus tremendos penes lubricándolos con nuestros propios fluidos vaginales que para ese momento ya eran más que abundantes, y luego buscando el orificio de entrada vaginal. Oí a Daniela pegar un grito y luego solo gemidos y el golpeteo de los testículos de Rubén contra sus nalgas. A Octavio le supliqué que me lo metiera lentamente, pues su pene era el más grueso y el más grande de todos los que estaban ahí― No quiero que me desgarres el músculo vaginal.

Lo comenzó a meter lentamente sacándome quejidos de dolor, yo le tenía que decir que parase, o que siguiese, cuando sentía que el dolor cesaba, en señal de que el músculo iba cediendo. Pasada la barrera del grosor, me tocaba dejarlo entrar en toda su longitud; y como dice el Compendio Hide de la mujer, no hay mejor satisfacción que sentir el golpeteo de los testículos del hombre golpeando nuestras nalgas en señal de que ha entrado todo. Octavio muy contemplativo, se tomó todo el tiempo del mundo para que las paredes de mi vagina se estiraran y le diera cabida a tan lindo ejemplar de pene. Logrado su objetivo, su pene de elefante entraba y salía como Pedro en su casa. Yo, ni se diga, con los ojos cerrados, mordiéndome un dedo, entregada al disfrute total, gimiendo de placer como loca.

Nelson aprovechó para subirse a la cama, ponerse al lado de mi cara y ponerme su pene en mi boca. Ese era otro gran pene que en mis manitas parecía un salami de los gruesos. Cuando miré a mi amiga que estaba quejándose y gimiendo, ya estaba montando a Pablo a horcajadas, y tenía a Rubén enculándola. ¡Pobre Danielita! yo no sabía si estaba sufriendo por su cara de dolor, o estaba disfrutando por el sonido de sus gemidos que más eran de placer que de dolor; y eso que recién estábamos comenzando la noche.

Octavio llamó a Nelson y se cambiaron de lugar, ahora era Nelson el que me tenía despaturrada y copulando, y Octavio me lo metía en la boca.

Luego de varios minutos copulando con los dos morenos, y Danielita con los otros dos, cambiamos de parejas; Nelson y Octavio se hicieron cargo de Daniela, y Rubén y Pablo se hicieron cargo de mí.

Así pasamos horas teniendo sexo con todos y cada uno de ellos. Todos perforaron con sus grandes penes nuestras entradas; vaginales, anales y bucales; fue una noche inolvidable.

Nos bañamos en la habitación de Carlos y decidimos acostarnos en su cama para esperarlo. No era dable que, al dueño de casa, esa noche no le diéramos su merecido, peor aún, a sabiendas de que Danielita no había sido poseída todavía por él.

Cuando llegaron a eso de las tres de la mañana, le dije a Carlos que le tenía un regalito para él, le quité la sábana que cubría a Daniela que estaba dormida, y al verla desnuda, se entusiasmó tanto que corrió a ducharse, mientras yo me la comía a besos para que despertase y la preparaba para lo que se le venía encima. Y sucedió lo que tenía que suceder. Daniela se comportó como toda una hembra en celo según me comentó Carlos al amanecer; no fui testigo de aquello, porque yo me fui en busca de Marisa, que me recibió con los brazos abiertos, y con quien amanecí revolcándome en su cama.

Desayunamos todos juntos, nos acompañaron al hotel, intercambiamos correos, y arreglamos maletas para el regreso. Nos fueron a dejar al aeropuerto y cada quien para su destino. Octavio y Nelson para su ciudad natal en la misma Argentina, Daniela y yo para de paso por Ecuador, seguir a Colombia, y Carlos, Marisa y los chicos, que se regresaban para seguir en sus cacerías de modelos porno.

Hasta ahora mantenemos una linda amistad, y cada que podemos, recordamos nuestra aventura

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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