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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Cena en casa con extranjeros amigos de mi esposo
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Luego de que mi esposo me dejara abandonada con sus cuatro amigos en el yate, en el viaje que se había planificado para después de los trabajos que les iba a hacer en sus empresas, al cual no pudo asistir por sus compromisos laborales; y luego de lo que sucedió con mi comportamiento en esos días; llega un momento en que una se da cuenta que los alcances en lo relacionado al sexo son incontrolables cuando el despecho, la excitación, el alcohol y el morbo se unen a un exceso de deseo sexual, haciéndole que una se vuelva más atrevida, libidinosa, morbosa, y olvide el recato, llevándonos a una espiral ascendente de eventos sexuales cada vez más atrevidos. Agréguese a esto, el deseo de cumplir nuestras fantasías que muchas tenemos, pero que no todas las llegan a cumplir por prejuicios y recato.

En mi caso, y en el de muchas mujeres deseosas de sexo, y que nos dejamos llevar fácilmente por un momento de excitación y morbo, cuando pasamos el límite de los prejuicios y del "qué dirán", nos es más fácil caer en tentaciones.

Es lo que pasó luego con el socio de los amigos de mi esposo, que luego de las tremendas orgías que tuve con ellos en el yate, me mandaron a recoger por su otro socio, Roberto X; que desde que lo vi, automáticamente mi cuerpo se comenzó a contonear sin control. Me puse muy sensual y sugerente. Peor aún, cuando entramos a mi casa y ambos nos enteramos que mi esposo no llegaría hasta la noche, volví a romper mi promesa de no meter hombres desconocidos a la casa, incluso a la alcoba. Pero no podía dejar pasar otra oportunidad y cumplir una fantasía más de estar con otro moreno, que hasta ahora lo recuerdo por lo tanto que me hizo gritar y patalear cada que me ensartaba con su tremendo pene.

Ha pasado casi un año de aquello, y me enteré por mi esposo que me han de llamar en cualquier momento; así que me iré preparando para darles placer, ahora, a cinco hombres en la inmensidad del mar.

Dos meses después, llegaron los ejecutivos de la empresa de los que mi esposo me había hablado para llevarlos de viaje a la serranía de mi país, dos parejas de esposos y dos jóvenes más, todos de Alemania que hablaban perfecto español.

Los dos matrimonios tendrían un promedio de 50 a 60 años, y los formaban el presidente de la empresa llamado Aurel, y un vicepresidente llamado Bruno con sus esposas un poco más jóvenes. Los otros dos, eran sus ayudantes ejecutivos de entre 25 a 30 años, todos muy alto. Las esposas, unas mujeres muy regias, bonitas y elegantes; ellos muy guapos y de cuerpos muy atléticos todos. Aurel, es un tipo alto y corpulento de pelo castaño claro y ojos azules, en cambio Bruno, igual de corpulento que su amigo, tiene el pelo oscuro y ojos verdes, y la diferencia, es que es muy velludo.

Luego de unos días de trabajo, y como mi esposo era el anfitrión, me llamó para que les organice una cena con ellos y dos invitadas más― ¿Y quiénes son esas invitadas? ―pregunté.

― Son dos amigas de los muchachos, ejecutivas de otra empresa de la cual, ellos también son proveedores.

A la cerrera me puse a organizarlo todo para que resultara como se esperaba.

Ese día, me puse elegante y muy bonita, un vestido negro de tirantes muy escotado por el frente, y por la espalda, mucho más, tanto que llega hasta un poco encima de las nalgas. De largo, me llega unos diez centímetros por encima de las rodillas, y es de los que se debe usar sin brasier, se me ve espectacular. La parte baja del vestido tiene unas aberturas algo atrevidas a ambos lados de las piernas, lo que lo hace muy sexi. Y lógicamente zapatos de tacón. Le pregunté a mi esposo si me veía bien, y me dijo― Te ves espectacular, sexi y coqueta como siempre, ahora solo tienes que atender bien a los invitados y en especial a los directivos, que de ellos dependemos en los nuevos proyectos.

― Bueno, pero usted, tampoco descuide a los invitados ―le acoté.

Cuando llegaron, me presentaron a las dos mujeres, muy bonitas y elegantes, ambas con falditas que más parecían mini faldas, pero bueno, ya estaban en casa y había que atenderlos.

Durante la cena, los jóvenes con sus amigas vivían su mundo aparte; en cambio, Aurel y Bruno estaban un tanto desconectados de la conversación mirándome y tratando de agradar, más a mí que a mi esposo.

Después de la cena, les hice un recorrido por la casa, por el jardín que estaba muy iluminado y se veía precioso, pasamos por mi estudio, pero sin entrar en él. Luego regresamos a la sala y las chicas me pidieron permiso para cambiar de música ambiental a música bailable para enseñarles a bailar a los dos solteros, a lo cual accedí con gusto.

La cena se transformó en baile, con risas y carcajadas. El vino y el whisky se lo bebían como agua, haciendo que todos se pusieran más alegres y desinhibidos. Las chicas enseñándoles a bailar a los chicos, mi esposo enseñándoles a las señoras y yo a sus esposos.

El aire acondicionado no alcanzaba a refrigerar tanto pero a nadie le importaba, nos refrescábamos tomando más vino y whisky. Se sacaron las levas, y hasta se desabrocharon un poco las camisas, en pocas palabras, se pusieron cómodos. Las chicas, más locas, se sacaron los zapatos de tacón para bailar más cómodas, acto que imitaron las señoras, y por supuesto yo, que también lo hice para no desentonar.

Hasta eso, yo ya me había dado cuenta, que la esposa de Aurel se iba de risas con mi esposo; en cambio, Aurel y Bruno, no dejaban de mirarme y sonreírme coquetamente. Eso disparó mi libido, mi morbo y mis feromonas, haciendo que mi comportamiento cambiara de señora de casa, a putita cariñosa, coqueta y sexi, asumiendo poses más sensuales y provocativas en el caminar y en la forma de sentarme. Como ellos no paraban de mirarme, con señas disimuladas y coquetas yo los invitaba a bailar, y ellos gustosos accedían.

Hablé con las chicas que ya estaban entonadas con los dos chicos, y las convencí para que pusieran merengues o música bien movida― Así, todas nos luciremos enseñándoles a bailar ―les dije.

Creo que ya lo he dicho anteriormente, me gusta bailar de todo, pero el merengue me encanta, porque es un ritmo que se lo puede bailar cogido o suelto, pero es donde una puede exteriorizar toda la sensualidad, con movimientos muy sensuales de caderas y del cuerpo en general; es mi especialidad, y de paso, a muchos hombres los vuelvo locos.

Luego de bailar varias piezas con ambos, Aurel le preguntó a mi esposo, que si me permitía que le enseñara mi estudio, a lo que mi esposo con picardía le contestó― Por supuesto, yo no soy nada celoso ―y soltaron risas.

Le dije que me siguiera, tomé mi teléfono y dije― Alexa luces bajas en todo el jardín. Para el que no lo sepa, Alexa es el sistema electrónico inteligente, que controla a distancia cualquier sistema eléctrico o electrónico conectado a la red.

Desde la salida de la puerta principal de la casa, para llegar a mi estudio, hay que recorrer unos cincuenta metros por senderos y caminitos con árboles que circundan la casa. Lógicamente, si lo hubiera llevado por la puerta posterior, no hubiéramos caminado tanto; pero esa no era la intención, jajaja.

Cuando salimos, se dio cuenta de que las luces estaban muy tenues, a lo que preguntó― ¿Tú ordenaste esto, lo de las luces? ―le dije que sí y él insistió― ¿Y por qué lo hiciste?

― Para que se vea más bonita y romántica nuestra caminata ―le dije mientras le sonreía.

Mientras caminábamos, me preguntó si era cierto que las mujeres latinoamericanas somos muy calientes y fogosas― Bueno, depende, no creo que todas ―respondí con picardía.

― Bueno, preguntaré de nuevo ―me dijo― ¿Tú eres muy caliente y fogosa?

En ese momento me comenzó a recorrer una descarga de eléctrica desde la nuca hasta los pies, haciendo que mis pezones y mi clítoris estallaran en fuegos pirotécnicos― Sí, yo si soy muy caliente y fogosa y más en la cama ―respondí al tiempo que me reía coqueta― Y eso que tengo sangre china ―añadí.

― Ya me había dado cuenta ―me dijo― Me gusta cómo eres y como te mueves al bailar, me gusta cómo te has vestido, que sin enseñar todo, uno se imagina el resto ¿Te molesta que te diga esto? ―preguntó.

― Claro que no, me alegra saber que les gusto ―le contesté.

― ¡Oh sí, y mucho mucho! Tu cuerpo es de. En Alemania, las mujeres son un tanto frías, acá, solo con verlas nos calentamos.

Hice como que no lo oí, abrí el estudio y le dije― ¡Ta tán! Aquí lo tienes, aquí es donde trabajo, estudio y medito, no es nada de otro mundo.

A pesar de que mi mente me decía regresa a casa, mi cuerpo se quería quedar, entonces me atreví a decirle con el temor de que me dijera que sí― ¿Te parece si regresamos? ―. Pero me dijo que no, a la vez que tomaba un álbum de fotografías mías que tenía abierto sobre el escritorio― Bueno, ese álbum es personal, ahí tengo fotos un poco indiscretas ―dije al tiempo que se lo intenté quitar, pero se giró y lo comenzó a ojear rápidamente dándome la espalda y riendo a la vez, parando en las fotos en donde yo estoy posando en la playa con mis micro bikinis, y en otras frente al espejo probándomelos; y no se diga, las fotos posando desnuda en el jardín de la casa que me había tomado mi marido― Ya ves, por eso no quería que las vieras, ahora me tienes ruborizada y avergonzada.

Cerró el álbum y sin apartar la mirada de mis ojos, cerró la puerta y me tomó de los hombros para ponerme frente a él y dijo― No sé cómo vayas a reaccionar, aunque temo que no te guste lo que estoy pensando hacer.

Yo estaba derretida y temblando, mirándolo tierna y suplicante hacia arriba, diciéndome―por favor, por favor, haz rápido todo lo que tengas que hacer o decir, ¿acaso no ves que estoy temblando y mi vestido está por caer? ―Entonces regresé a la realidad y le dije en forma pícara y con voz apagada― ¿Y qué tienes pensado hacer?

Me miró, y con sus grandes manos, deslizó los tirantes de mí vestido a los lados de mis hombros, haciéndolo caer al piso teniéndome completamente desnuda ante él. Yo temblaba, mis pezones reventaban, y de mi vagina chorreaban fluidos que mojaban la parte interna de mis muslos. No atinaba qué decir y ni qué hacer cuando me tomó de las manos y me acercó a él, me abrazó, y con una de sus manos me acariciaba la espalda y me apretaba contra él, y con la otra hacía lo mismo, pero en mis nalgas. Me veía como en esos encuentros de las niñas que corren a brazos de sus padres cuando no lo han visto durante mucho tiempo y se dan un abrazo eterno, solo que él no era mi papá, y yo no era su hijita, y que me tenía desnuda acariciándome claramente con deseo sexual, jajaja. Entonces con una mano comencé a acariciarle el pene metiéndola dentro de sus pantalones, mientras con la otra lo tenía abrazado y le apretaba por las nalgas contra mí.

Me comenzó a manosear los senos y pezones con una mano, y con la otra a hurgar en mi vagina y mi culo. Me sentía como una de esas esclavas en venta, donde los compradores las manoseaban para ver si tienen buenas tetas y buen culo, solo que aquí yo, lo estaba disfrutando, gimiendo y meneándome toda.

Ya estaba entregada y le bajé la cremallera del pantalón y saqué un gran pene. Me agaché un poco para que él pudiera jugar y masajear con sus dos manos mis nalgas y todo lo que tuviera a su alcance. Entonces me dediqué a masturbarlo con la boca y las manos lo más rápido posible, porque, aunque me excita mucho y el morbo me mata de gusto haciendo cositas prohibidas a escondidas, no me agradaba la idea de que llegara alguien y nos encontraran dando aquel espectáculo.

Su descarga fue tan brutal y abundante que me tuve que tragar su leche caliente para evitar que cayera a la alfombra, para luego limpiarle el pene con la boca para no levantar sospechas. Me puse el nuevamente vestido, lo tomé de la mano y lo llevé de vuelta a la sala. Mientras caminábamos, me preguntó si yo no usaba ropa interior, a lo que le dije― ¡Nunca!

― Ya me di cuenta, y es muy interesante ― dijo él― Por cierto, Bruno y yo, te tenemos un regalo, pero te lo daremos en el viaje. De paso, han quedado cosas pendientes entre nosotros y espero que no nos falles en el viaje que ha organizado la empresa de tu esposo, todo depende de tu presencia para que los negocios entre nosotros continúen ―dijo en tono mandatorio y enérgico.

Entramos a la sala y todo el mundo estaba bailando, mi esposo con la esposa de Bruno, y Bruno con la esposa de Aurel. Entregué a Aurel a su esposa y yo agarré a mi marido.

― Noté que te miraban mucho ―dijo mi marido― ¿Cómo así le fue a Aurel conocer tu estudio, qué pasó?

― Nada. ―

― ¿Y por qué tardaron tanto?

― ¡Ah! Es que se puso a ver un álbum de fotografías de los sitios por donde he viajado, y luego quiso que le enseñara mis adornos.

― ¿Qué adornos?

― Los adornos que tengo, se fija en todo, y parece experto porque los tocaba y tocaba al tiempo que decía que son de muy buena calidad, jajaja.― Si supieras de qué adornos te hablo, te mueres―me decía en mis adentros― Y luego nos quedamos conversando del sitio al que vamos a ir.

Terminada la velada, todos se fueron muy contentos y agradecidos, no sin antes recordarles que el viaje sería al día siguiente

Luego, ya más tranquilos comentamos las cosas de la velada― Te vi muy entusiasmado con las esposas de ellos ―le dije.

― No tanto, solo que ellas son así de espontáneos, y estaban muy alegres. Después de todo, ellas también son parte del directorio y había que atenderlas muy bien. Pero en cambio a ti, te vi muy coqueta con los dos, tanto que sus esposas me comentaban que tú los traías locos.

― ¿Yo, cuándo?, jajaja; creo que cumplí con mi parte de atenderlos muy bien.

― Hasta ellas estaban encantadas contigo porque me decían que eres muy bonita y alegre, y que como nunca habían bailado tanto, era la primera vez en sus vidas, se llevarían lindos recuerdos de nosotros.

― Ya vas a ver, que, por mí, ustedes negociarán con ellos.

― Lo que me preocupa es que ellas son escaladoras y quieren ir al primer refugio del nevado Chimborazo, pero ellos son hipertensos como tú, y me temo que la altura les afecte.

― Entonces tú te las llevas a ellas con los otros chicos a ese lugar y yo me llevo a sus esposos a otro lado ¿Te parece?

― Buena idea, pero eso lo decidimos allá.

― De acuerdo.

― Ahora a descansar para el viaje de mañana

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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