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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Conocí la lujuria
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Mi relación con Carlos seguía de mal a peor, en el trabajo conocí a un hombre súper atractivo de nombre Roberto, de unos cuarenta años. Las otras mujeres se morían por estar con él. Un día fui hasta su oficina a conocerlo y a ponerme a su orden, me atendió con mucha amabilidad y me llamó la atención que cuando me saludó su pene se notaba erecto. Con los días yo iba hasta su oficina y el a la mía, hasta que una tarde casi noche me visitó en mi oficina. Al entrar trató de darme un beso en la boca, que esquive. Seguimos conversando y al despedirse me besó, esta vez no opuse resistencia, fue agradable.

Una tarde me invitó a salir, acepté y nos fuimos a un sitio a tomar licor. Al salir de allí me llevó hasta su apartamento, yo no quería, pero ese hombre me hipnotizaba. En su apartamento, luego de besos y abrazos me desnudó completa y el hizo lo mismo. Le pude ver erecto su gran miembro, tal vez unos 20 centímetros, algo fenomenal, era lo más grande que había visto. Me monté sobre su pene y ya lo tenía todo adentro. Me movía muy despacio, tenía ganas de orinar por efecto del licor, pero no quería parar, y de repente me orine encima de él. Me llevó hasta el baño, y nos bañamos los dos. Me hizo sexo oral, luego me levantó y contra la pared me lo metió, fue emocionante estar en el aire mientras me cogía. Luego nos fuimos a la cama donde seguimos lo que se había interrumpido, le cabalgué, cambiamos de posición, me puso de perrito y sentía como entraba y salía su enorme pene, hasta finalizar con su cuerpo encima del mío. Al irnos, me llevó hasta mi casa, y quedé encantada de haber estado con Roberto. Cuando estaba a solas en mi habitación recordando su enorme pene, empecé a masturbarme, y lo llamé para decirle que me había gustado estar con él, Roberto me dijo que él también se había sentido muy bien.

Con los días seguimos saliendo, él me cogía en su carro, me llevaba a los moteles y a su apartamento. Me había convertido en una adicta al sexo con ese hombre, la lujuria por Roberto rebasaba cualquier límite.

Ya me había alejado de Carlos, quería solo estar con Roberto. Pero llegó el momento en que Roberto se debía casar. Una noche antes de su boda me pasó a buscar para darme la noticia. Era su despedida de soltero y quería estar conmigo, y acepté de ir hasta su apartamento, sabía que tendríamos indudablemente sexo. Esa noche fue muy larga, me cogió hasta más no poder, amanecí en sus brazos y me despidió con un mañanero explosivo.

En mi estado de soledad, ya Carlos había terminado conmigo y con el despecho por Roberto, conocí a mi nuevo jefe. No era atractivo para nada, pero tenía algo en su intelecto que llamaba mi atención. Empezamos a tener una relación laboral, su nombre es Enrique, de unos 45 años, y poco a poco me fui acostumbrando a él. Una noche me invitó a cenar, fuimos a un sitio con música romántica y tomando licor empezó a acariciarme la mano, y yo lo deje. Cuando salimos y estando dentro del carro, sin atinar a hacer nada, él tomó la iniciativa, se me acercó y lentamente me tomó de la cabeza, me empezó a besar el cuello, el cabello, la frente hasta llegar a mi boca, besos que yo no rechacé, y yo no hice nada para evitarlo, y luego me llevo a mi casa.

Seguimos saliendo, entre besos y abrazos, pero tenía curiosidad, no notaba que su pene tuviera erecciones al estar conmigo. Un día salimos a dar un paseo, en plena carretera le dije que se detuviera, lo abracé y besé, y le pedí que se bajara el pantalón, quería saber qué había ahí. El obedeció y pude notar su pene erecto debajo de su bóxer, nos besamos y él me pidió que lo liberara, yo lo saqué y lo acaricie, tenía unos 15 centímetros aproximadamente, se veía pequeño en comparación con el de Roberto. Luego Enrique se inclinó la cabeza, entendí lo que quería, y ese era mi pago por atreverme a pedirle que se bajara el pantalón. Se lo chupé, lo acaricié con la lengua. Después me pidió hacer el amor, pero que le dije que por el momento no.

Se había vuelto un vicio para los dos, salir en las noches para estar dentro de su carro, nos besábamos, nos acariciamos, y yo iba más allá y le chupaba el pene cada noche, lo volvía loco, y eso me gustaba. Una de esas noches, luego de todo ese ritual, le pedí movernos al asiento de atrás, él entendió lo que yo quería, primero se pasó el con su pene afuera y erecto luego de haber recibido una buena chupada de mi parte, y enseguida pasee yo, me quité el pantalón y me acosté, Enrique me apartó el panti y me chupó la vagina. Estaba tan emocionado como un niño comiendo una rica golosina, y le pedí que se colocara un condón. Me obedeció y me lo metió, empezó a moverse, me estaba cogiendo en plena vía pública. Cuando se vino, me dio muchos besos y luego nos vestimos.

Enrique casi todas las noches, me llevaba a algún auto motel, y desnudos los dos en la cama era costumbre hacer el 69. Comenzaba dándome besos en la vagina, me besaba los labios vaginales y me acariciaba el clítoris. Luego buscamos una posición donde él seguía chupándome la vagina y yo su pene. Seguíamos en la cama cogiéndonos, variando la posición en que lo hacíamos.

Con los meses reapareció Roberto, me buscaba y yo rechazaba sus invitaciones, hasta que una mañana me pasó a buscar por mi casa con el pretexto de ir a desayunar. Fuimos al restaurante de un hotel, desayunamos, ordenó la cuenta, pagó y nos dirigimos al elevador, me dijo― Espérame aquí, voy por una habitación, yo solo asentí con la cabeza ―Dentro del elevador me desabrochó la blusa quedando al descubierto mis dos aureolas rosadas y erguidas como retando a ser chupadas, lo que hizo de inmediato. Mientras me succionaba las tetas, sus manos recorrían mis nalgas y mis piernas, alternando una chupada con un beso en la boca. Al entrar a la habitación me quitó la blusa, se retiró un momento para admirarme, luego deslizó el zíper de mi faldita, con gran habilidad, me la quitó hasta quedar en una tanguita blanca que sin más arrancó. De inmediato se desnudó con gran rapidez y la experiencia de quien lo hace a menudo, me arrojó sobre la cama y recorrió con su lengua todo mi cuerpo. Yo estaba al mil, estaba tan caliente, que cuando me tocó la rajita ya la empezó a lamer. Yo le suplique que no lo hiciera, pero dentro de mi si lo quería, mis suplicas se volvieron un grito de satisfacción y orgasmo contenido, pues me lamía el clítoris con gran experiencia ¡Que ricura!

Roberto continuó besándome, manoseándome, acariciándome, chupándome a su antojo y a mi delicia y delirio, de tal forma que me había venido tres veces, tuve tres orgasmos sin que me metiera ese enorme pene. Dejó de manosearme y dijo― Voy a entrar en mi templo, relájate y disfrútalo.

En ese momento yo ya deliraba con la idea de ser cogida, me empezó a bombear y lo hacía a su antojo. Yo gemía de delicia y deseo de ser eternamente penetrada así, como nunca antes lo había hecho, cómo lo disfrute. Yo tuve al menos otro par de orgasmos y él en pleno control. Me dije que aquel si era un hombre, me cogía tan sabroso que le pedía que continuara y no acabara, a lo que me contestó ―Apenas estoy comenzando, te dije que te relajaras, hoy te voy a coger como nunca lo habías imaginado ―El desayuno solo fue un abre boca, luego almorzamos y cenamos en la habitación, los dos desnudos, y entre cada comida unas grandes corridas de ambos.

Roberto se volvió una obsesión, quería estar con el todo tiempo, tan solo pensar en él, mi vagina se humedecía, salíamos y me cogía cada vez más rico.

Dolly

 

 

El despertar de Dolly

Su nombre es Dolly, y nos contará su despertar sexual en varios capítulos.

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