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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
En las manos de Juan
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Durante muchos días estuve contenta, recordando y gozando el último viaje de placer acompañando a Carlos. Claro que lo compartido con él en termas marinas no puedo contarlo a mis amigas. Carlos es amante de Elisa y no quisiera hacerla sentirse mal porque es mi amiga.

Ahora mi cuerpo volvía sentir la necesidad de ser deseado y acariciado por un hombre. Pensé en alguna opción para estar con algún chico y a mí mente acudió el buen recuerdo de Juan, el masajista que conocí al principio del año. Una llamada telefónica bastó para concertar con Juan un turno, sería el sábado a las 13 horas. Por motivos de su trabajo no podía ser antes. Lo noté contento al responderme y feliz de atenderme en su casa, según el mismo dijo.

Ese día, antes de acudir estaba muy excitada y húmeda. Por eso me di un baño de inmersión usando agua caliente después de quitar el vello naciente en mi zona íntima.

Y así, bien limpia y perfumada, salí para encontrarme con Juan, que me esperaba con su casa también perfumada y bien calefaccionada. La camilla estaba cubierta con una funda impecablemente blanca, con una toalla del mismo color plegada encima. Me recibió con beso en las mejillas apretándome fuertemente contra a su pecho.

Con los brazos cruzados sobre su uniforme celeste mirándome a los ojos me preguntó― ¿Qué músculos quieres tratarte con más intensidad?

― Deseo mantener la firmeza en mi vientre y cola sin dejar de lado piernas y brazos ―Respondí. En mi mente lo que urgía era sentir sus manos de hombre sobre mi piel.

Señalando el toilette me pidió que me quitara el jean, el abrigo, la chomba y el corpiño, y agregó― Hay otra toalla, allí para que regreses cubierta hasta la camilla.

Quitándome toda la ropa, incluida la tanga, me cubrí con la toalla y regresé a la camilla de masajes. En ese momento, Juan estaba en otro cuarto y me acosté boca abajo, cubriéndome la espalda y el trasero con la toalla.

Cuando regresó, me acaricio los hombros y los brazos, y preguntó― ¿Estás cómoda así, Belu?

― Sí, estoy bien gracias ―Respondí.

― Comenzaremos por los pies ― Dijo tomando un pie entre sus manos aceitadas. Una sensación de relax general me invadió totalmente sintiendo como trataba dedo por dedo. No podía verlo, pero mis sentidos estaban atentos a sus manos y a descubrir sí en mi cuerpo despertaba algún otro deseo.

Sus manos fueron ascendiendo por mis piernas haciendo movimientos de estiramiento y contracción hasta llegar al nacimiento de mis muslos. Yo me limitaba a suspirar entrecerrando los ojos. El contacto de sus manos llegando a mi entrepierna, activaban mis hormonas de hembra.

Juan salteó mi cola dejándola cubierta. Continuó con mis clavículas, cuello y la espalda que iba descubriendo lentamente. También masajeaba mis brazos y el nacimiento de mis pechos.

Moví un brazo adrede para rozar levemente su bulto. Juan no dijo palabra, no sé si lo tomó como casual o intencional. A pesar de su holgado pantalón, pude apreciar una incipiente erección.

Cuando llegó a mi cintura dijo― Debo retirar la toalla de tu cola, voy a darte masajes enérgicos para tonificar los glúteos.

Le respondí que hiciera lo que le tuviera que hacer. Se rio y dijo― ¿Todo lo que me plazca? ―Y nos reímos los dos quizás pensando en lo mismo.

Retiró la toalla que me cubría la cola y sin mencionar nada sobre mi total desnudez, esparció aceite y sus manos estrujaron fuertemente mis nalgas separándolas, juntándolas y llegando por momentos con sus dedos hasta tocar mi ano. A veces también sus manos, entre mis piernas ya un poquito separadas, llegaban hasta mi vulva.

― Es tremendamente exquisito tu masaje ―Le dije moviendo un poco la cabeza para hablar y ver su sexo crecido bajo la tela del holgado pantalón celeste.

Un poco fatigado por el esfuerzo, Juan dijo― Gírate Belu, continuó por el vientre y pechos.

Cuando me volví hacia él, vi su cara enrojecida y una erección inocultable. Me hizo feliz verlo así ya que era mi intención motivarlo a tener sexo. Yo sentía hormigueo en el vientre y posiblemente estaría manando jugos pero no quería llevarme la mano ahí. Ni decirle a él que deseaba ser cogida.

Juan como un niño con juguete nuevo no cesaba de jugar con mis tetas. Ya me dolían los pezones por su crecimiento y dureza. El los giraba entre dos dedos, haciendo que aumentase mi excitación y separé los labios suspirando.

Él me miraba sin decir nada. Luego una mano bajó haciendo círculos, acariciándome el vientre. Mientras la otra continuaba en los pezones.

Sin proponérmelo moví una pierna dejando más expuesta mi hinchada vulva. Juan, percibió el movimiento y la mano, que hacia círculos en mi vientre, bajó hasta la vagina e introdujo dos dedos entre los labios ya muy lubricados. No pude contener más mi deseo y apreté su pene sobre el pantalón.

Juan se inclinó y hundió su cara entre mis muslos para chuparme la vulva. Permaneció de pie a mi lado mezclando su saliva con mis fluidos que descendían por la raja de mi culo hasta la funda blanca.

Como pude, tomé la pretina elástica de su pantalón y tiré hacia abajo. Juan no llevaba ropa interior y su pene se mostró ante mis ojos, blanco, sin curvatura, largo, medianamente grueso y caliente al tacto. Suavemente le rogué, que lo pusiera al alcance de mis labios.

Juan, presuroso terminó de quitarse el pantalón y la chaqueta celeste y ambos totalmente desnudos nos concentramos en una sección de sexo sin límites. Le chupé el pene hasta donde logré que entrara en mi boca. El glande hinchado me bloqueaba la respiración y debía sacarlo arrastrando chorros de saliva. Juan con su cara hundida entre mis muslos, no cesaba de lamerme el clítoris logrando que retorciera mi cuerpo y cuando tenía el ano al alcance de su lengua también lo chupaba con intensidad.

Luego de unos minutos, me tomó en sus brazos y cargándome me llevó hasta su cama acostándome. Cayó sobre mí y sentí el peso de su cuerpo aprisionando el mío. Puso sus labios sobre mis labios y su lengua inquieta entró en mi boca. Su miembro se abrió paso para explorar mi interior.

Loca de pasión abracé con mis piernas su cintura y un orgasmo intenso me estremeció. Grité algo sin sentido y Juan aceleró el movimiento de su cadera aplicando estocadas rápidas y profundas, arrancándome pequeños gritos de lujuria. Luego de empujar muchas veces, abriendo, mi canal vaginal al grosor de su falo, se puso tieso descargando sus pelotas hinchadas entre los labios abiertos de mi sexo. Recibí temblando y gimiendo las contracciones de su verga llenándome.

Cuando sacó de mí su pene flácido, mi vagina dejó salir nuestros viscosos fluidos generados en la batalla librada y mojándome el ano.

Se tumbó a mi lado y ambos con la cara enrojecida y acalorados nos acariciamos mutuamente. Entre sus brazos, de espaldas a él, disfrutaba del momento. Mientras, Juan acariciaba mi cabello y un hombro con mi trasero apoyado en su sexo dormido. Al cabo de unos veinte minutos, Juan estiró un brazo hasta poder alcanzarme una teta y jugueteó en ella con sus dedos. Nuevamente un leve hormigueo invadió mi vagina.

Junto a mi culo, su pene empezaba a despertar y en unos minutos, su miembro estuvo duro en la raja de mi trasero. Llevé una mano hasta estar sobre su mano en mis pechos. Caricias, besitos y palabras dulces, hasta que me encontré con una almohada bajo el vientre para elevar el culo y permitirle entrarme por el ano con su herramienta.

No sentí dolor cuando presionó mi capullo con su glande, pero igualmente me quejé de dolor. A los hombres les encanta que nos duela un poco.

Estuvo bombeando muchos minutos y me decía al oído que ya no dolería y disfrutaría su cogida. Yo suspiraba, me quejaba y con la voz entrecortada le decía que estaba gozando aunque dolía.

Su verga caliente y muy dura no cesaba de martillar me. Me sujetaba por las caderas y respiraba ruidosamente manifestando su agitación. Su boca entreabierta humedecía con saliva mi cuello y espalda. Algún mordisco en los hombros me hacía chillar realmente y ayudaba a gestar mi orgasmo, mientras era sometida por el ano.

Cuando el percibió que yo comenzaba a convulsionar, dejó de controlar su eyaculación y emitió un sonido gutural y manteniendo su falo todo metido en mis entrañas llenándome con su néctar blanco y suave.

Cuando caímos exhaustos, abrazados y satisfechos me dijo― Sos maravillosa, sabes ser sensual.

Le pregunté si lo decía porque le entregué la cola, pero no respondió y continuó besándome mucho todo el cuerpo.

Nos duchamos juntos, y nos enjabonamos uno al otro. Recorrió con sus manos todo mi cuerpo acariciando cada centímetro de mi piel.

Yo acaricie su espalda, su culo pequeño y firme. Deslicé mi lengua por su pecho con pelos arremolinados y le dije― Juan, me encantó hacerlo con vos ―Y lo besé en los muslos también con pelos.

Su pene volvió a levantarse y de rodillas frente a él, le chupé el miembro unos minutos. Intentando tragarlo todo. El sostuvo mi cabeza tomándome por la nuca y yo tenía arcadas cuando me atragantaba. Tenía los ojos llorosos y por las comisuras de mi boca corría la saliva que caía sobre mis pechos.

Juan continuó sujetándome hasta que sentí las contracciones de su verga y explotó en mi boca. Nos besamos, yo aun teniendo en mi boca su néctar salobre. Juan me dio unas palmadas en el culo haciendo que sintiese picor y quedas enrojecido

Luego, antes de vestirnos, nos secamos con un toallón blanco.

Me fui muy contenta y cuando llegué a mi casa, me acosté desnuda y dormí todo el resto de la tarde.

Belu

Otro relato ...




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