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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Entrega a domicilio
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Laura me llamó el viernes por la mañana para ir a su casa. Mi traviesa novia había comprado una nueva cama y la entregarían antes del mediodía.

Estaba sola en casa, porque su marido estaba fuera de la ciudad. Laura me dijo que quería compañía, así que fui a verla. Incluso bromeé con ella, diciendo que debería probar su nueva cama conmigo primero, en lugar de con su esposo.

Estábamos en el sofá besándonos y tocándonos, cuando de repente sonaron golpes en la puerta, pasadas las doce. Laura respondió, encontrando al abrir a dos jóvenes de aspecto agradable, muy altos, atléticos, musculosos y muy guapos. Traían la cama.

Entraron en la casa, retiraron la vieja y volvieron a entrar con la cama nueva. Laura me llamó al dormitorio y cuando me estaba poniendo cómoda en su cama nueva, los dos jóvenes volvieron para que ella firmara las entregas.

Se pararon en la puerta y mi novia los llamó— Venid y sentaros aquí —dijo acariciando el colchón, mientras Andy se sentaba cerca de ella.

Laura llevaba un top de algodón blanco, una falda negra y ropa interior roja. Mientras Andy se sentaba, mi sexy novia le dijo— ¡Bésame! —mientras ponía la mano en su pierna. Cuando el joven se inclinó hacia adelante, ella puso la otra mano en la parte posterior de su cuello, tirando de él hacia ella y sus labios se juntaron. Su mano se deslizó y frotó su abultada entrepierna.

Lucas se acercó a ellos y se sentó al otro lado de Laura. El segundo joven enseguida le estaba sobando las tetas a través del top. Laura dejó de besar a Andy y se lo quitó. Ambos chicos se inclinaron para lamerle los pezones.

Yo seguía sentada cerca de ellos, pero luego me levanté de la cama y me senté en el sofá. Laura me sonrió mientras los hombres le chupaban los pezones.

Un par de minutos después Lucas le bajó la cremallera de la falda que cuando ella se levantó se cayó al suelo. Cuando se sentó de nuevo los chicos la acostaron. Andy le chupaba las tetas mientras Lucas le lamía los muslos y le pasaba la lengua por la parte delantera de las bragas. Ella abrió las piernas para que Lucas tuviera más acceso. El joven apartó a un lado las bragas y le lamió el clítoris.

Laura le dijo a Andy— Déjame ver tu polla —y no necesitó pedírselo dos veces. Rápidamente su dura polla estaba en su boca y ella le estaba haciendo lo que mejor sabe hacer, una buena, lenta y húmeda mamada.

Mientras mi novia le chupaba la polla, ahora dura como una roca, Andy me miró y me hizo un gesto con la mano, pero yo le respondí que sólo quería verlos desde el sofá.

Lucas pronto le arrancó las bragas a Laura y pasó su polla, dura como una roca, entre los labios húmedos y abiertos de su coño. Se bajó sus calzoncillos y en la posición de misionero empujó su polla hasta la empuñadura mientras Laura jadeaba en voz alta. Se la cogió con un ritmo constante, con ella gimiendo en voz muy alta todo el tiempo.

Después de un tiempo, Lucas se retiró y Andy se acostó en la cama mientras Laura se le echaba encima. Ella se empaló en su enorme polla y lo montó de forma salvaje, gritando y jadeando. Mientras tanto, Lucas se agachó y le lamió el culo y ella se quejó y gimió más.

El joven se tomó su tiempo mientras empujaba su polla por su estrecho profundo agujero, centímetro a centímetro, mientras ella gritaba, medio del éxtasis y medio del dolor.

Andy fue el primero en correrse. Gritó mientras bombeaba su cálido semen dentro del coño caliente de mi sensual novia. Este debe haber sido el punto de inflexión porque Lucas gritó también que venía. Diez segundos después se vació dentro del dilatado ano de Laura, mientras ella gritaba en éxtasis.

Ambos habían llenado los orificios de Laura al mismo tiempo, con semillas pegajosas calientes. Laura se separó de ambos rodando sobre la cama, jadeando y sudando.

Ambos jóvenes se vistieron pronto y desaparecieron de nuestra vista con sus papeles aún sin firmar...

Me acerqué a Laura, que seguía recuperando el aliento boca abajo en la cama. Extendí la mano y le metí un dedo en el coño bien lleno de semen. La acaricié muy lentamente, haciéndola gemir un poco más. Le pregunté si tenía razón y ella ronroneó como un gatito... Mi dulce Laura abrió los ojos y me sonrió y preguntó— Anita querida... ¿estás segura de que no necesitas una cama nueva...?

Ana y Víctor

Otro relato ...




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