Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Error en la nómina
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

El correo electrónico que mostraba mi nómina de sueldo era evidentemente erróneo. El importe era sustancialmente superior a mi paga normal, más del doble. Comprobé el saldo de mi cuenta y confirmé la cantidad ingresada. ¡Mierda! Esto va a ser un problema.

Me puse en contacto con mi supervisor y me dijo que directamente me pusiera en contacto con el departamento de nóminas. Les envié un correo electrónico exponiendo el problema. Poco después, recibí la respuesta informándome de que me presentara en el Departamento de Contabilidad a las cinco en punto para ver a la señora Andrea.

Al salir del ascensor me sorprendió el lugar, era una zona amplia, abierta y sin cubículos detrás del gran mostrador de recepción. Al fondo había una hilera de despachos de vidrio opaco, cada uno con grandes ventanales que dejaban ver la ciudad. El suelo de baldosas llegaba hasta el mostrador y donde sustituido por una gruesa y lujosa moqueta hasta los despachos. Estaba muy lejos de la decoración de los niveles inferiores, por no hablar del nivel de fábrica, donde pasaba mis días.

Cuando me acerqué al mostrador de recepción, me recibió una rubia alta y de ojos azules, con una hermosa sonrisa. Se levantó y me observó de arriba abajo cuando me acerqué. Se inclinó y apoyó los brazos en el escritorio, colocando sus grandes pechos encima de ellos. El botón de la blusa se esforzaba por contener el gran escote que mostraba mientras me sonreía― Debe de estar aquí para ver a la señora Andrea ―dijo.

― Sí ―respondí con una sonrisa mientras decía para mis adentros―Vaya, qué tetas tan grandes.

― ¿Quiere sentarse? ―preguntó señalando unas sillas junto a la pared.

― No, gracias, estoy bien aquí ―respondí con una sonrisa.

Ella sonrió y me miró de nuevo, con sus ojos azules brillando― Así que trabajas en la fábrica ―me dijo― No os vemos por aquí arriba.

― No, rara vez vamos a las oficinas ―le contesté mientras me esforzaba por mantener mis ojos en sus ojos en lugar de con el gran valle de carne cremosa que tenía delante.

― Qué pena ―dijo mientras alargaba una mano. Agarró la solapa de mi camisa de trabajo y la apartó ligeramente, dejando al descubierto el vello de mi pecho. Sus dedos rozaron el tejido mientras sus ojos recorrían mi pecho. Retiró la mano y la extendió hacia mí― ¿Puedo ver tu mano? ―preguntó.

Alargué mi mano hacia la suya y vi cómo sus dedos la recorrían. Subió por mi antebrazo expuesto y apretó suavemente los músculos― Pareces fuerte ―murmuró mientras volvía a clavar sus ojos en los míos.

Nos interrumpió el repentino sonido del teléfono, se levantó y cogió rápidamente el auricular― Sí, está aquí ―dijo― ¿Quiere que le haga pasar ahora?

Me miró con sonrisa socarrona mientras volvía a decir― Sí, está aquí ―y soltó una risita.

― Sígame ― dijo mientras colgaba el teléfono y señalaba la fila de despachos.

Observé el contoneo de sus caderas mientras se caminaba sobre sus tacones de aguja. Miró hacia atrás y, al verme mirando su trasero, esbozó una gran sonrisa cuando nos detuvimos ante la puerta del último despacho. Me puso la mano en el hombro y me susurró al oído― Encantada de conocerte. Espero que podamos volver a vernos, fuera de la oficina.

― Cuando quieras ―respondí mientras su mano bajaba por mi espalda y se posaba en mi trasero.

Con un suave apretón de su mano, susurró de nuevo― Estaré en contacto ―Sonrió y se alejó lentamente, asegurándose de que mis ojos seguían el contoneo de su culo envuelto en una ajustada falda gris.

― Oh, ¡está buenísima! ―dije en un hilo de voz.

Me di la vuelta y abrí la puerta del despacho. Era un espacio enorme con grandes ventanales, dos sofás, unas cuantas sillas y un enorme escritorio. Me quedé de pie y esperé a que me invitaran a entrar. Una voz sonó desde una pequeña puerta a la izquierda del escritorio― Entra y cierra la puerta, enseguida salgo

Cerré la puerta y me quedé esperando junto a los sofás. Las imágenes de la rubia alta pasaban por mi cabeza, provocando agitación en el interior de mis pantalones mientras su culo se bamboleaba y su escote estallaba en la película de mi mente.

― Vaya, hola ―oí cuando de repente y volví a la realidad.

Levanté la vista y, frente a mí, vi a una morena alta y curvilínea de unos cincuenta años. El pelo le caía sobre los hombros y sus gafas de montura azul le sentaban de maravilla. Llevaba una chaqueta negra abierta que dejaba ver el amplio escote de la blusa blanca que llevaba debajo. Una ceñida falda negra abrazaba sus curvilíneas caderas y terminaba justo por encima de las rodillas. Por debajo se veían unas piernas esbeltas y torneadas cubiertas con medias negras y unos pies calzados con tacones de aguja negros.

¡Vaya! ―pensé sorprendido.

La agitación en mis pantalones no disminuyó y noté que sus ojos bajaban hasta mi entrepierna. Alargué mi mano y sonreí― Hola, encantado de conocerte.

― Ya lo veo ―dijo con una risita mientras me cogía la mano― Soy Andrea.

Mientras nos estrechábamos la mano, me maravillaron sus dedos largos y finos y sus uñas largas y perfectamente cuidadas. Llevaba numerosos anillos, excepto el dedo de la mano izquierda, el corazón, que estaba desnudo.

― Siéntese ― me dijo señalando el sofá― Hablemos de este problema que parece tener.

Me senté en el suave cuero y me hundí cómodamente en el asiento.

― Es el final de la jornada ―continuó― Así que podemos tomarnos una copa mientras hablamos.

La miré mientras se dirigía al bar y preparaba una copa para cada uno. Observé sus curvas mientras estaba de espaldas a mí. Se giró, se revolvió la larga melena y me dedicó una gran sonrisa mientras me entregaba el vaso. ¿Por qué me resultaba tan familiar?

Se sentó en el sofá frente a mí y cruzó las piernas y como resultado, la falda subió y dejó al descubierto la parte interior de sus muslos, cubiertos con medias negras. Movió el pie derecho hasta que el zapato le colgó de los dedos y lo dejó colgando mientras hablaba― Tengo entendido que le han pagado de más ―dijo― ¿Es cierto?

― Sí ―respondí― Mucho más de lo normal.

― ¿Quizá te han subido el sueldo? ―sugirió― Por hacer un trabajo muy bueno.

― No lo creo, no me han dicho nada ―respondí.

― ¿Quizá alguien cree que te mereces una prima... o un ascenso, tal vez?

― No sé nada de eso ―dije.

― Hmm, interesante ¿no? Siempre buscamos a las personas adecuadas para un ascenso en la empresa, ¿quizá alguien piensa que eres un buen candidato para recibir formación en gestión?

Me encogí de hombros, nunca había oído que nadie de la fábrica subiera a la planta superior.

Dio un sorbo a su bebida mientras el zapato le colgaba del pie. Movió los dedos y dejó que el zapato cayera sobre la alfombra.

― ¿Me lo coges? ―preguntó.

Me agaché a recoger el zapato mientras ella descruzaba las piernas lentamente. Mis ojos se fijaron en los muslos mientras lo hacía y alcancé a ver la parte superior de sus medias. Entre ellas no se veía ropa, sólo su coño desnudo y brillante. Levanté la vista y la vi sonriendo.

― Quizá puedas quitarme también el otro zapato.

Levantó la pierna y puso el pie delante de mi cara, dejando su coño aún más al descubierto. Se lo vi claramente mientras le quitaba lentamente el otro zapato. Acaricié su pie en mi mano por un momento, pasando mis dedos sobre sus dedos.

― Tienes unos pies preciosos ―le dije.

― Tal vez podrías masajeármelos ―propuso― Me siento un poco... tensa.

Empecé a masajearle el pie, y gimió cuando mi pulgar recorrió el pie y echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Le froté suavemente los dedos, cada uno con cuidado. Dejé ese pie y le cogí el otro, masajeándolo mientras ella gemía.

Se sacudió de repente cuando toqué un punto sensible justo debajo de la planta del pie y soltó un gemido. ¿Por qué me resulta tan familiar ese sonido?

Me acerqué y pude verle la raja brillando entre las medias negras. Me llevé sus dedos a la boca y chupé suavemente. Recibí un fuerte gemido y sus muslos se separaron. Mi mano se subió más allá de su esbelto tobillo y le acarició la pantorrilla mientras mi boca le chupaba los dedos. Y lentamente subí la mano por debajo de su rodilla.

Sus manos se posaron sobre sus muslos y vi cómo subían lentamente el borde de su falda. Empecé a besarle la pierna hasta la rodilla. Ella respondió separando más las piernas y moviéndose hacia mí sobre su asiento. Percibí el leve aroma de su perfume femenino cuando llegué a la parte superior de la media. Sentí su mano en mi cabeza cuando separé sus piernas con mis manos y puse mi cara entre ellas. Saqué la lengua y la pasé por su raja, provocando más gemidos al girar alrededor de su clítoris que se hinchaba.

― ¡Oh, sí... oh sí... así! ―jadeó mientras empujaba contra mi boca.

Levanté las manos y agarré sus grandes y turgentes pechos. Sus grandes pezones se clavaron en las palmas de mis manos mientras masajeaba los firmes montículos y chupaba el jugo de entre sus piernas. Su mano me tiró del pelo mientras sus caderas empezaban a agitarse vigorosamente.

― ¡Joder... eso es, nene... así! ―gimió― ¡Cómeme el coño... haz que me corra, nene!

Atrapé su clítoris entre mis labios y pasé la punta de mi lengua sobre él. Con un grito y una repentina sacudida, alcanzó el clímax. Su cuerpo se estremeció cuando el orgasmo la alcanzó, oleada tras oleada. Sus muslos me agarraron con fuerza mientras se estremecía y soltaba un gemido desgarrador. Por fin aflojó su sujeción y aparté la boca. Recuperé el aliento y la miré un momento, disfrutando de la expresión de placer de su rostro.

¿Por qué me resulta tan familiar?

Con un profundo suspiro, abrió los ojos, me miró y sonrió. Frunció los labios y me lanzó un beso como invitación a besarla. Subí por su cuerpo y la besé profundamente, metiéndole la lengua en la boca. Ella me devolvió el beso y su lengua envolvió la mía, succionándola profundamente. Sentí sus manos en mi cara, sujetándome a ella mientras se retiraba un poco y me lamía los labios. Me apartó la cara y sonrió.

― Eres fabuloso ―ronroneó.

¿Fabuloso? ¿Fabuloso? ¿Dónde había oído eso antes?

Me apartó y me dijo que me levantara.

― Quítate la ropa ―ordenó― Quiero verte desnudo.

Me desabroché lentamente la camisa y la dejé caer al suelo, seguida de los zapatos y los calcetines. Sus ojos ardientes contemplaban mi cuerpo, delgado y musculoso. Mientras la estudiaba detenidamente, sus ojos se clavaron en los míos.

― ¿Qué tienes en mente? ―preguntó― Tienes una pregunta…

Hice una pausa antes de decir nada y me desabroché el cinturón, deslizándolo fuera de las trabillas y dejándolo caer al suelo.

― ¿Nos conocemos? ―pregunté― Me resultas vagamente familiar.

Ella soltó una risita y me dedicó una gran sonrisa― Creo que eres... familiar... de mi hermana, Rachael.

¿Rachael? ¿La pelirroja? ¿De la casa de campo? ― ¿Como Rachael y Ed? ―pregunté.

― Sí ―se rió― Como en Rachael y Ed.

― ¿Es tu hermana? ―pregunté con sorpresa.

― Sí, es mi hermana ―dijo con una risita― Así es como conseguí tu nombre.

Me desabroché los pantalones y empecé a bajar lentamente la cremallera. Su mirada se desvió y siguió mi mano mientras el sonido de la cremallera llenaba la habitación.

¡Santo cielo! ¡Hermanas!

Tiré los pantalones y los bóxer al suelo y me puse de pie con mis veinte centímetros de polla señalando hacia ella. Ella sonrió y me la cogió con las dos manos, me la acarició lentamente y me miró a los ojos.

― No mentía sobre ti soltó una risita ―Eres fabuloso.

― Chúpamela ―gruñí― Como hizo Rachael.

Sonrió y se cogió las gafas.

― No, déjatelas puestas.

Apartó la mano, se inclinó hacia delante y se metió en la boca la gorda y palpitante cabeza de mi polla. Chupó lentamente la punta mientras sus dedos recorrían la longitud de mi pene hinchado. Poco a poco fue tragando más y más, chupando cada vez hasta la punta antes de volver a bajar. Sentí que mi polla rozaba su garganta y solté un fuerte gemido cuando por fin se la tragó toda lentamente mientras sus manos me agarraban con fuerza los muslos. Se apartó y jadeó. Su mano envolvió mi polla y la acarició vigorosamente.

― ¡Córrete en mi cara, nene! ―gruñó― Muéstrame lo mucho que te excito.

― Todavía no ―le contesté mientras tiraba de ella hacia arriba.

Le di la vuelta y la incliné. Estiró los brazos y se agarró con las manos a la parte superior del sofá mientras yo le subía la falda y le separaba los pies. Rápidamente le metí mi polla, empujando la gorda cabeza en su húmeda abertura. Jadeó mientras le enterraba la polla. La agarré por las caderas y disfruté de la vista mientras me la follaba por detrás. Su culo era casi perfecto en forma y firmeza, su coño un horno caliente y sedoso. Hundí profundamente mi pene latiente, la agarré del pelo y me la follé tan fuerte como pude.

― ¡Oh, joder! ―gimió― ¡Oh, sí... fóllame... fóllame... fóllame!

― Igual que Rachael ―gruñí― Igual que me la follé a ella.

― Ohhhh ―gimió de repente.

Sentí cómo su coño me apretaba la polla mientras llegaba al clímax. Seguí empujando, luchando por contener mi orgasmo mientras ella llegaba al clímax. No podía aguantar más y la saqué, tiré de ella hacia mí por el pelo y eyaculé. Mi polla estalló y chorros de líquido caliente y perlado salpicaron su cara. Agité mi polla con fuerza mientras mi semen le salpicaba las gafas, la boca y la barbilla. Cuando los chorros cesaron, le froté la polla por la cara, recorriéndosela y pasándosela por las mejillas.

― Oh, sí, nene ―jadeó― Esto es lo que quería.

Me agarró la polla y se la metió en la boca, chupándome la última gota. Siguió chupando, su boca recorriendo mi polla mientras me miraba a los ojos. Mi semen corría por su cara mientras me la chupaba.

Joder, ¡está muy buena!

Luego, se sacó la polla de la boca y se limpió la barbilla y se chupó los dedos. Tenía una enorme sonrisa en la cara mientras me miraba― Ha sido una corrida enorme ―rió.

― Sólo para ti ―le contesté― Realmente me excitas.

Se rió mientras se levantaba y se dirigía a la puerta abierta detrás del escritorio. Oí correr el agua mientras me sentaba en el sofá y recuperaba el aliento. Volvió con un vaso de agua y me lo dio.

― Gracias ―dije antes de vaciar el vaso de un trago.

Se alisó la falda, se sacudió el pelo y se puso los zapatos antes de ir detrás del escritorio y sentarse― Ya puedes vestirte ―indicó ― y siéntate.

Señaló las sillas que había frente al escritorio. Me vestí y me senté.

― Te lo explicaré ―dijo con una sonrisa socarrona― Tenemos una vacante en el departamento de Recursos Humanos. Normalmente, estos puestos se cubren con becarios, en su mayoría mujeres. Creemos que es hora de añadir una perspectiva masculina a las cosas para mejorar la comunicación con la planta de producción.

Escuché con atención.

― Rachael mencionó que trabajabas aquí y que tenías... habilidades... que podrían serme útiles.

― ¿Te habló del fin de semana en la casa de campo? ―pregunté.

― Oh, sí ―dijo con una risita― Hablamos de todo. Me habló mucho de ti y creo que esto podría ser una gran oportunidad para ti.

― ¿En serio?

― Oh, sí. Te ascenderán por la vía rápida a la dirección del departamento de Recursos Humanos, que depende de mí. Así que tendremos que reunirnos regularmente y colaborar estrechamente. Por supuesto, el sueldo, las vacaciones y las prestaciones son mucho más elevados. Además de ventajas especiales.

― ¿Así? ―le pregunté.

― Sí, aunque es más una ventaja para mí. Estarás listo y disponible siempre y cuando necesite de tu... ayuda. Además, ten en cuenta que yo estoy al mando. ¿Entendido?

― Sí, creo que sí ―respondí.

― Ahora ―continuó― Tendrás que vestirte como es debido si vas a trabajar para mí. Creo que necesitas ropa nueva, algunos trajes bonitos, etcétera...

― No hay problema ―contesté.

― Tenemos que asegurarnos de que recibas las cosas apropiadas. ¿Conociste a Carol cuando llegaste?

― Sí.

― Ella te acompañará de compras, tiene muy buen gusto y sabe lo que quiero. El error de la nómina es una asignación para asegurar que usted puede permitirse lo que se le requiere.

― De compras con Carol. Suena divertido ―dije.

― Lo será. Hay ventajas, ¿recuerdas?

― ¿Carol es una ventaja?

― Hay otras ventajas en tu futuro ―dijo con una risita― No soy egoísta, no me importa compartir.

― ¿Cuándo empiezo? ―pregunté.

― Esta noche ―respondió― Tenemos una reserva para cenar.

― No estoy vestido para salir ―dije mientras señalaba mi ropa de trabajo.

― No pasa nada ―dijo sonriendo― La reserva es en mi casa.

Se levantó y me tendió la mano, me levanté y se la estreché.

― Bienvenido a la dirección ― dijo.

― Gracias, no te decepcionaré ―prometí.

― Una cosa más, deja libre la última semana del mes. Ed se va a su viaje anual de pesca, así que Rachael se quedará conmigo esa semana. Creo que querrá pasar algún tiempo con nosotros.

― No hay problema ―respondí con una sonrisa― Ningún problema en absoluto.

MJ

 

 

Sexo en el trabajo

Todo comienza con un error en la nómina, le ingresan una cantidad muy superior a la habitual y le ofrecen una excitante oportunidad que no puede dejar pasar.

Ir a la historia prohibida




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.