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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Fuego juvenil
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Es un changarín de la zona, regordete falto de algunos dientes, cabello hirsuto pero limpio algo borrachín y de confianza en todo el barrio. Este relato pertenece a hace unos 40 años atrás.

Uno o dos días a la semana le tocaba ir a casa para tareas generales, pintar algo, cortar pasto, remiendos de albañil, etc. y siempre quedábamos solos ya que mis padres debían llegar tarde y de alguna manera el me cuidaba. Por ese entonces me había ganado el respeto de mis compañeros de barrio y colegio en función de mis puños ante aquello de rubiecito “culón” dado que siendo un púber si bien no era gordo era rellenito de labios carnosos, blanco, ojos claros y muy decidido.

Este changarín silencioso pero contestador si uno lo hablaba era muy trabajador y no se porque cuando sudaba tanto se me antojaba como muy hombre antes que repudiable.

Una de esas tardes que quedamos solo me aparecí en el galpón del fondo donde estaban las herramientas y el afilaba una cuchilla de corte; me paré sonriente mirándolo apoyándome contra el banco de trabajo inclinado hacia adelante lo que hacía que mi cola resaltara bastante. Me preguntó si precisaba algo y le dije que necesitaba hablar de algo con el pero debía prometerme absoluta reserva. Paró la afiladora pidiendo que dijera lo que fuera. Mi pregunta fue directa y le dije que necesitaba saber de sexo y que cosas se sienten; prendió otra vez la afiladora respondiendo que eso debía consultarlo con mi padre. Le dije que dudaba mucho que papa entendiera que lamentaba haberlo molestado y froté mis manos entre si mientras entrelazaba mis dedos. Me despedí disculpándome de nuevo y que me apenaba tanto no poder sacar mis dudas.

Cuando iba a entrar a la casa me alcanzó diciendo donde podíamos hablar tranquilos sin riesgos de nada, le sugerí el altillo que daba atrás de la casa ya que de ahí podíamos ver todo por las dudas y tenia vías de escape frente a una eventualidad. Subí la escalera delante de el y lamente no haber tenido unos shorts mas chicos. Cuando quedamos frente a frente el clima estaba tenso y muy cargado de energía. Me tomó del codo y pidió le preguntara que quería saber; no se conteste, quiero ver el cuerpo de otros. Me examinó y luego miró hacia los costados.

—Jamás digas esto.

Sentenció mientras se bajaba sus bermudas de vaqueros recortados y mostró un buen pene semi erecto. En un acto inconsciente mojé mis labios y lo miré como pidiendo permiso. El tomó mi mano y la dirigió hacia su miembro haciéndose pajear y yo notaba como crecía y se endurecía, el jadeó diciendo basta y retruqué.

—¿No te gusta?

Me contesto de una manera que me desarmó

—Mi gringuita ¿Cómo no me va  a gustar, sabes cuantos quisieran estar en mi lugar?— Era la primera vez que alguien me trataba como mujer y me encantó. Empecé a frotarlo con mas frenesí y pidió que parara. Me bajó los shorts y mi pito erecto quedó a la altura de su cara; lo besó chupándolo suavemente y mientras terminaba de desnudarme me lamia los muslos. Me acostó arriba de una colchoneta y el se tiró encima; quedamos miembro con miembro mientras buscaba mi boca, pero solo permití su lengua hasta mis dientes y el me acarició los muslos. Me levantó para sobar mis nalgas mientras repetía en susurro.

 —Hembrita divina, no merezco tanto guachita puta, te quiero solo para mi.

Por un momento liberó mis labios de su boca, se frotó con fuerza al tiempo que largaba gemidos parecidos a un llanto y fue cuando sentí un gel tibio en mi estomago al tiempo que el se enderezó un poquito para que miráramos su pegoteado semen en mi panza. Lo miré desconcertado y se disculpó aduciendo que me deseaba mucho y que era la hembra que cualquier hombre sueña. Perdí el mínimo equilibrio que tenia y la calentura supero el asco, cerré los ojos, abrí mi boca sacando la lengua para que el la invadiera con sus sabores de vino, cigarro, su saliva y su lengua que no me dejaban pensar lo asqueroso que era aquello. Me repitió una y otra vez que era su gringuita puta y me dio vuelta mientras su lengua bajaba por mi espalda hasta jugar con su nariz entre mis nalgas; las abrió y su lengua escarbo mi invicto agujero para empezar a subir de nuevo babeando mi espalda y ponerme de costado mientras sentenciaba-

—Necesito que seas mía, por favor hembrita entregate.

—Hacé lo que quieras amor, pero suave nunca nadie me tocó, dame el honor de que seas vos por favor te lo ruego.

Me levantó la pierna y empezó a entrar dulcemente y con ternura mientras yo sentía el ardor de mis nalgas dilatándose pero orgulloso de pertenecerle al tiempo que repetía —Si mi rubiecita, así, dale el cuerpo a tu papi— Y no paró de chuparme la oreja, babearme la cara y yo gemía y el me tocaba todo el cuerpo mientras sus pendejos rozaban mis nalgas estaba toda dentro mío y le pedí más y más y el gimió mas fuerte hasta que volví a sentir su leche pero esta vez dentro mío y lloré orgullosa de que me había iniciado el hombre que me gustaba.

Quedamos jadeando unos segundos y me levantó en brazos para llevarme al baño sin parar de meterme su babosa lengua en mi boca; me sentó en el bidet para lavarme el culo dándome besitos por todo el rostro y repetía.

—Putita, putita mía, te voy a hacer de todo pienso usarte para sacarme todas las perversiones, mi gringa puta.

ADRO

 

 

Fuego juvenil

Esta serie de relatos narra la iniciación sexual de un entonces inexperto joven a cargo de un empleado de la familia. Este joven conocerá el sexo con Ramón pero también con otros hombres.

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