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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Güendolina va de compras
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Güendolina estaba caliente, y no solo por el calor del verano o la hora que acababa de pasar en la máquina elíptica del gimnasio. No, este calor se extendía desde sus sedosos muslos y solo había una forma para apagar ese fuego. Estudiando su cuerpo desnudo en el espejo del gimnasio, estaba feliz con lo que veía. A los cincuenta y tres años todavía tenía un buen cuerpo, pero había trabajado muy duro para mantenerlo así.

Se apartó del espejo y comenzó a vestirse, unas medias con una liga negra de encaje y un sujetador de media copa a juego debajo de su vestido azul brillante y una simple hilera de perlas. Miró momentáneamente las bragas en su bolso, eran bonitas y combinaban con la liga y el sostén, pero no las iba a necesitar. Las sacó de la bolsa y las dejó caer en su bolso, podría necesitarlos más tarde. Se puso los zapatos negros de tacones y salió del gimnasio.

Güendolina entró en su auto tirando su bolsa de deporte en el asiento trasero y se dirigió al centro comercial. Güendolina es una fiera y ese era su coto de caza. Ella adora la caza. Su primera parada fue para tomar un café, recogió su taza del mostrador y buscó un asiento que le permitiera tener una buena vista de los otros clientes del local.

Analizando discretamente a la multitud, vio a un joven sentado con una mujer mayor que probablemente era su madre. Era un buen mozo, de buen aspecto y cabello rubio arenoso, pero un poco joven incluso para ella. Eso no parecía incomodarlo, ya que más de una vez ella pudo ver que sus ojos se dirigían debajo de su mesa. Sabía que él podía ver una buena parte de sus muslos cuando se sentaba con las piernas cruzadas, demonios, probablemente podría ver más allá de la banda negra de sus medias, y esa idea la hacía sentir un hormigueo. Ella le provocó un poco más notando con satisfacción cuando él tuvo que colocarse el pantalón sin que su madre lo notara.

Al terminar su café, Güendolina decidió darle a su admirador algo para que se masturbara cuando llegara a casa. Sus ojos se cruzaron con del chico y con una sonrisa de complicidad, descruzó sus piernas y las extendió lo suficiente como para darle una buena vista entre ellas. El pobre chico se atragantó cuando descubrió el coño recién depilado. Eso la hizo sonreír sabiendo que el primer coño real que el chico probablemente había visto era el suyo y estaba segura de que nunca volvería a mirar a una mujer mayor de la misma manera.

Dejó caer su taza vacía y se dirigió a las tiendas. El centro comercial estaba bastante tranquilo ese día, con poca gente, lo cual le resultaba un poco decepcionante. Se probó un par de vestidos y se detuvo ante la tienda de lencería, pero realmente nada llamó su atención. Estaba saliendo del centro comercial cuando pasó por delante de la zapatería. Era una pequeña tienda especializada en zapatos de mujer de gama alta y era una de sus tiendas favoritas. Los zapatos se veían bien desde la ventana, pero no son tan atractivos como el chico de detrás de la caja en el mostrador. Tony es un joven alto y negro con unos músculos bonitos debajo de su apretado polo y le sonrió cuando entró a la tienda.

― Maldición ―pensó el chico para sí mientras observaba a la atractiva señora entrar en la tienda― ¿Por qué tengo que estar en la caja hoy? ―Él la había ayudado a probarse los zapatos varias veces y casi cada vez le mostraba su blanco y sexy coño― Buenos días ―la saludó con una brillante amplia sonrisa.

― Buenos días ―respondió ella regresó con otra sonrisa.

Mientras ella miraba el estante de recién llegados, un alto y delgado chico se acercó a ella. Tendría fácilmente un metro ochenta de altura y era un poco flaco para su gusto, pero se veía bastante bien con su pelo castaño y sus profundos ojos verdes. Su brillante etiqueta indicaba que su nombre era Berni.

― ¿Puedo ayudarla a en algo, señora? ―Preguntó nerviosamente.

Ella señaló un par de estilos y le dijo su número y él desapareció en la trastienda. Mientras ella esperaba su regreso, Güendolina se acercó a la caja y preguntó― ¿Chico nuevo?

Tony sonrió y le dijo― Sí, señora, acaba de empezar.

― Es lindo.

― No sé nada de eso ―rió― pero tómalo con calma, solo está aprendiendo.

El chico regresó con un par de cajas y Güendolina fue hacia una silla que estaba frente a la caja registradora, no tenía sin sentido que Tony se perdiera el show. Se sentó y extendió la pierna para que Berni le quitara los zapatos. El chico se puso en cuclillas frente a ella, concentrándose en quitarle el zapato. Cuando sacó el primer zapato de la caja, un tipo de estilete con un tacón de doce centímetro, sus ojos recorrieron la su pierna bien formada. Podía ver hasta donde llegaban las medias en los bronceados muslos y, de no ser por el tejido de la falda que colgaba, habría visto mucho más.

Ella apoyó la pantorrilla en el muslo y se ajustó la hebilla del zapato antes de repetir la operación con el otro pie. Esta vez, mientras el chico miraba hacia arriba, el corto vestido se había levantado sobre el regazo y podía ver claramente los suaves labios del coño. Casi se cae de culo por el shock. No estaba seguro de qué hacer, miró a Tony en busca de ayuda, pero el otro joven también estaba abiertamente mirando al hermoso coño desnudo. Echó otro vistazo tímido y se puso rojo remolacha, la ayudó a levantarse de la silla. Sus ojos estaban fijos en el culo bien formado mientras Güendolina caminaba probando los zapatos.

Luego ella regresó al asiento y dijo que quería probarse el otro par. Las manos de Berni temblaban ahora mientras retiraba los zapatos de los bonitos y pequeños pies. Sus ojos fueron atraídos como una polilla a una llama que subía por las piernas cubiertas de nylon hasta la entrepierna de la hermosa mujer madura. Los labios del sexo de Güendolina estaban llenos y ligeramente separados, exponiendo en el medio su color rosa brillante. Su novia solo le había dejado tocarle el coño una vez y debajo de una manta en el oscuro asiento trasero de su auto estacionado en lo profundo del bosque, por lo que nunca tuvo la oportunidad de verlo. Se las arregló para volver a mirar mientras le cambiaba los zapatos pero ahora la miraba con avidez mientras desfilaba con su sexy culo por la tienda. Habría tenido una mejor vista si se hubiera puesto de pie, pero no se atrevió a ver el gran bulto que se estaba formando en sus pantalones.

Cuando regresó pidió dos pares más de zapatos para probar. Le entregó las cajas al pobre chico y le pidió que comprobara si tenían su número. Tratando de no reírse, ella lo observó mientras él se levantaba con las cajas colocadas estratégicamente sobre su ingle. Era obvio que ella lo había causado. Cuando Berni desapareció en la trastienda, miró a Tony y lo atrapó tratando de ajustarse discretamente su propia erección. Normalmente, se encendía solo con mostrarse a los chicos, pero hoy quería más ― ¿Disfrutando del espectáculo? ―preguntó seductoramente.

― Sí señora ―respondió.

Miró a través de las ventanas de vidrio del frente de la tienda y a las personas que se arremolinaban en el otro lado― Lástima que este lugar esté tan abierto.

Tony miró hacia la ventana y esperaba que la estuviera interpretando correctamente― Es casi la hora de nuestro descanso― observó, sabiendo que el almuerzo aún estaba a una hora.

― Tal vez pueda volver más tarde y probarme esos otros zapatos después de que ustedes regresen.

― O puede usted entrar por la parte de atrás y probárselos mientras almorzamos ―ofreció cuando dio la vuelta al mostrador con el letrero de cerrado para el almuerzo.

Ella vio el gran bulto en sus pantalones y, lamiéndose los labios, extendió las piernas y respondió― No me gustaría causar ningún problema.

Los ojos del chico se fijaron instantáneamente en su coño blanco y desnudo y sin una palabra colgó el cartel del gancho de plástico y cerró la puerta. Extendiendo su gran mano la levantó de la silla y la guió al fondo de la tienda.

El almacén, como la habitación de atrás, estaba lleno de bastidores de cajas de zapatos desde el suelo hasta el techo. Berni estaba de pie sobre una pequeña escalera mirando cuando los vio entrar. Se sorprendió al ver a su compañero guiando a su clienta de la mano. La política de la tienda era que a los clientes no se les permitía acceder por ninguna razón, ni siquiera se les permitía usar el baño.

Tony sonrió a su aturdido compañero de trabajo y anunció― ¡Es la hora del almuerzo, Berni!

El chico miró a la atractiva madura morena con incertidumbre.

Ella, acercándose a la cintura de Tony, deslizó su mano por el duro bulto que sobresalía de sus pantalones― Espero que a los muchachos no les importe si me uno para almorzar. Tony me dijo que aquí podría encontrar algo que me guste ―Dijo mientras cogía su pene a través de sus pantalones, se notaba largo, grueso y justo lo que necesitaba― Y creo que sí.

Berni bajó de la escalera, un poco enojado y celoso de Tony, que obviamente va a joder a la clienta madura― Déjame tomar mi almuerzo que iré a comer a la zona de empleados.

Güendolina lo miró a los ojos y sonrió― O puedes quedarte aquí, me gustaría compartir ―Soltó a Tony y se acercó a Berni empujándolo de vuelta a los estantes y agarrándole la polla mientras lo besaba en los labios. Para ser un jovencito flaco era bastante impresionante lo que puedo notar cuando apretó a través de los pantalones. Ella lo sintió gemir suavemente en su boca mientras sus lenguas bailaban.

Tony se movió detrás de ella y le besó el cuello mientras sus grandes manos cubrían sus senos a través de la sedosa tela. Podía sentir el dobladillo en la parte superior del sujetador de media taza y sus pezones rígidos sobresaliendo por encima de él. Su culo empujado contra él, apretando su polla, esa perra ciertamente lo quería. Él la apartó de Berni y juntos la llevaron a una pequeña mesa en la parte de atrás.

Besó a la blanca mujer madura que tenía la edad suficiente para ser su madre, o tal vez la edad suficiente para ser su abuela. En ese momento no le importaba la edad que tenía, quería conseguir ese coño. Deslizó la mano por su espalda hasta que encontró la cremallera del vestido y la bajó. La tela se deslizó por los hombros y cayó al piso de concreto desnudo de la sala de almacenaje.

― ¡Maldita sea! las tetas se ver hermosas ―pensó mientras se inclinaba para llevarse un pezón a la boca.

Siguiendo a su compañero, Berni succionó el otro pezón con su boca y la sintió envolver sus brazos alrededor de sus cabezas y gemir de placer. Dejó que su mano se deslizara por su vientre tenso y sobre su liguero hasta que se posó en el pequeño mechón de pelo sobre su raja. Él se agachó y acarició el surco humeante de su coño y empujó un dedo entre sus pliegues. El coño estaba caliente y mojado cuando él buscó la entrada. Al encontrarlo, metió un dedo en el interior, asombrado de lo caliente y apretado que estaba.

Mientras los chicos trabajaban en sus tetas, Güendolina los acarició a ambos a través de sus pantalones hasta que finalmente tuvo que ver los tesoros que había debajo. Se puso en cuclillas y desabrochó el cinturón de Tony y enganchando los dedos alrededor de la cintura de sus pantalones y boxers, ella los bajó para revelar una dura polla y muy grande. Tendría más de veinte centímetros y era bastante gruesa. Se inclinó hacia delante y se llevó la cabeza a la boca, saboreando el líquido que ya estaba empezando a fluir. Mientras chupaba alcanzó a Berni, descubriendo que él ya había dejado caer sus pantalones al suelo. Ella envolvió sus delgados dedos alrededor de su palpitante polla y la acarició mientras se la chupaba a su compañero de trabajo.

Después de unos minutos, dejó caer aquel glorioso trozo de serpiente de su boca y giró la cabeza para ver el impresionante pene de Berni. No era tan grande, pero no tenía nada de qué avergonzarse. Ella lamió la gota de líquido transparente de la cabeza y se lo metió en la boca hasta que el pubis rizado le hizo cosquillas en la nariz. Años de práctica le habían permitido superar el reflejo de náuseas y había llegado a adorar la sensación de un pene duro enterrado profundamente en su garganta.

Se turnó para chupárselas hasta que Tony la levantó y la dejó sobre la mesa. Su cabeza colgaba sobre el otro lado y Berni se movió y empujó su polla contra su boca abierta mientras Tony se arrodillaba y pasaba su lengua sobre el goteo de su coño― Este chico conoce el trabajo que necesita mi coñito ―pensó para sí misma mientras lo notaba chuparle el clítoris con sus labios y sacudirlo con la punta con su lengua. Pero ella no había ido allí para ser comida, así que le obligó a levantarse de su entrepierna.

Tony, captó la indirecta de que ella quería su polla. Se colocó entre sus muslos y agarró su rígida vara, frotó la cabeza a lo largo de la húmeda hendidura excitándola más ― ¿Quieres esta gran polla negra? ¡Todas las perras blancas ansían un poco de polla oscura!

Ella habría gritado que sí, pero no pudo hacerlo por la gran polla blanca que estaba follando su garganta. Por eso ella le golpeó las caderas, rogándole que dejara de jugar con su coño y que la follara ya. Finalmente, ella notó que él se alineaba con su desesperado agujero y comenzaba a empujar. Su coño se estiró para aceptar la cabeza gorda de su polla y gimió con placer con la polla de Berni en la garganta.

― ¡Maldición! Esto sí que es un coño apretado ―gruñó el alto joven negro cuando la empujó hacia ella. Se maravilló de la forma en que los labios blancos envolvían alrededor de su pene negro mientras empujaba más profundo en la apretada húmeda vagina. El aterciopelado canal parecía agarrar su polla y empujarla más profundamente en un cálido abrazo.

Mientras tanto, Berni se perdió en las maravillosas sensaciones que le daba la talentosa garganta de Güendolina mientras le follaba la boca. Vio cómo su compañero empujaba su enorme polla negra dentro de la mujer blanca madura. Había visto mucha pornografía, pero nada podría haberlo preparado para ver persona a una mujer blanca tomar algo así o por la forma en que la piel negra brillaba con los jugos cuando la sacaba. Cada vez que Tony empujaba ese tronco grande en ella, Berni podía notar un gruñido vibrar desde su garganta por toda la longitud de su polla, una sensación que nunca había experimentado en su joven vida y luchó por evitar llenarla con su esperma Era una lucha que estaba perdiendo.

A Güendolina le encantó la forma en que su coño se estiraba para acomodar la longitud y la circunferencia del pene de Tony mientras él metía su hermosa polla en ella. También podía notar que el joven que le estaba follando la garganta comenzaba a ponerse rígido y temblar y supo que se estaba acercando. Estaba bastante segura de que era virgen y estaba realmente impresionada de que hubiera durado tanto. Ella notó que comenzaba a hincharse en su boca y para evitar que simplemente se atascara en su garganta, ella levantó la mano y el pene resbaladizo por sus babas manteniendo solo la cabeza en su boca mientras la chupaba.

― ¡Uhgh, joder, voy a correrme! ―advirtió Berni mientras su cuerpo se tensaba por la inminente explosión. Cuando ella chupó un poco más fuerte y movió su mano rápidamente a lo largo de su pene, se perdió. Su cuerpo fue arrastrado por la fuerza de su clímax y las estrellas llenaron su visión cuando disparó el primero de varios chorros de su semen en la boca que esperaba.

Notando la polla retorciéndose en su boca, se preparó para la inundación y pronto fue recompensada con un bocado de su esperma. Le encanta el sabor del semen de joven y tragó el primer bocado solo para ser recompensada con más chorros de delicioso semen. Le chupó la cabeza de la polla limpiándola antes de que él sacara la cabeza hipersensible de su polla con un silbido― ¡Oh, Dios mío, eso fue increíble! ―dijo mientras se dejaba caer en la silla más cercana con las piernas temblorosas.

Mientras tanto, Tony seguía hundiendo su enorme polla en su coño mojado. A diferencia de Berni, ya había follado antes, pero nunca con un coño como aquel. Ella podía trabajar los músculos de su coño haciendo la diferencia con cualquier cosa que él hubiera sentido antes. Su vagina encharcada trabajaba su polla como miles de pequeñas manos trabajando para sacarle la semilla de sus sacos hinchados.

Güendolina se estaba acercando a su propio orgasmo, el sabor del semen joven en su lengua la acercaba más y, cuando Tony la cogió con más fuerza, sus bolas le abofeteaban las nalgas y comenzó a tocar su clítoris. Olas de placer irradiaron de su coño y en ese momento no existía nada más, solo una gran polla dura follando su coño― ¡Ooohhh, jódeme! ―suspiró ella― "¡Jódeme con esa hermosa polla negra!

Él respondió agarrando sus caderas y metiéndosela ella con golpes de cadera que amenazaban con destrozar la endeble mesa. El sudor cubría su piel oscura y hacía brillar sus tensos músculos, gotas de ella goteaban por su cuerpo tembloroso, mezclándose con los suyos.

― ¡Oh, jódeme! ―gimió ella cuando las olas de placer ocasionaron que su cuerpo convulsionara sobre maltratada mesa cuando sus orgasmos alcanzaron un tono febril en una carrera para ver quién sucumbiría primero a sus placeres. Finalmente, arqueó la espalda contra la mesa cuando llegó a su clímax y, justo cuando pensaba que las olas de placer no podían llevarla más allá, sintió que el chico enterraba su polla hasta la empuñadura en su coño espástico y la primera salpicadura de su escaldado rocío cayó en su vientre.

Tony apenas había sacado su resbaladizo pene de su vagina rezumante y se tambaleó hacía una propia silla cuando Berni, todavía con su pene duro, se acercó y la hizo caer sobre el estómago sobre la mesa. Se la enterró hasta la empuñadura en su coño pantanoso con un solo empuje.

― ¡Umph! ―Gruño Güendolina cuando lo notó en el fondo de su todavía tembloroso coño. Notó las manos agarrar sus caderas mientras empujaba la polla dentro de ella con el entusiasmo que solo un joven podía reunir. Su vientre plano golpeó audiblemente contra su culo con cada poderoso empuje. Él no le estaba haciendo el amor, estaba follándole el coño ya jodido, pero no es que ella lo hubiera querido de otra manera.

Berni miró hacia abajo entre las nalgas abiertas de la mujer madura y observó cómo su polla se deslizaba dentro y fuera como con golpes de pistón. El semen de Tony lubricaba el estrecho pasaje y cubría su polla con una espuma lechosa. Los placeres pasados estaban lejos de su mente cuando experimentó el calor húmedo del coño de una mujer alrededor de su polla por primera vez.

La mesa crujió mientras golpeaba el coño empapado pero no es que nadie estuviera prestando atención por sus protestas.

Tony, tomando aliento, se levantó de la silla y se fue al otro lado de la mesa. Tomó a la mujer blanca por la barbilla y levantó la cara hasta que sus labios se alinearon con la cabeza de su polla. No hubo vacilación mientras se la metía en la cálida boca― ¡Oh mierda"!― pensó mientras lo chupaba profundamente― ¡Esto es casi tan bueno como su coño!

― Esto es justo lo que necesitaba ―pensó Güendolina mientras yacía contra la mesa siendo follada por dos pollas jóvenes. Ella adora las pollas, las jóvenes aún más. Le encantaba la forma en que le follan el coño o la forma en que saben cuándo le llenan la boca con su semen juvenil. Ella adora especialmente la forma en que siempre están listos para follar con ella, incluso después de eyacular dentro de ella. Ojalá su marido la follara así. Necesitaba poco más de cinco minutos para lanzarle el semen y listo. Ella es una mujer con necesidades y en este momento estos dos jóvenes sementales estaban cuidando bien de esas necesidades. Deslizando su mano debajo de su vientre, pasó la punta de su dedo por la sensible yema de su clítoris. Estaba viscoso con el semen que brotaba de su agujero e hizo que su cuerpo temblara con nuevas sacudidas eléctricas de placer.

Berni se aferró a sus caderas mientras metía toda su polla dentro de ella. Podía decir que ella se estaba follando a sí misma por el ocasional rasguño de su uña contra su pene. Con la forma en que se retorció en la mesa debajo de él y gimió sin parar alrededor de la gran polla en su garganta, supo que ella iba a correrse de nuevo. Fue algo bueno porque no estaba muy seguro de cuánto tiempo más duraría. A pesar de que ya se había corrido una vez, la sensación de tener su pene dentro de una mujer por primera vez lo estaba llevando rápidamente al límite. Como si los confines húmedos y calientes de su coño no fueran lo suficientemente buenos, los músculos de su vagina parecían cobrar vida cuando su orgasmo se acercaba y comenzó a ordeñar su polla.

Güendolina dejó que la gran polla saliera de su boca mientras gritaba en su clímax, agarrándose firmemente al borde de la mesa con una mano mientras frenéticamente trabajaba su clítoris baboso con la otra― ¡Oh, mierda! ―Siseó con los dientes apretados― ¡Jódeme… jódeme!

El chico flaco hizo precisamente eso, empujando su pene en su vagina temblorosa dando unos cuantos golpes más antes de apretarlo hasta la empuñadura cuando su semen explotó en su vientre. Si Berni había pensado que correrse en su boca era intenso, ni siquiera estaba cerca de estar preparado para la sensación que venía de llenar su coño. Por un momento pensó que podría desmayarse con cada chorro de su corrida dentro de ella.

Güendolina podía sentir el pene del joven profundamente dentro de ella y el calor húmedo del semen inundando su coño mientras revitalizaba su propio orgasmo. Una vez que Berni sacó la polla desinflada. ella contuvo el aliento, se bajó de la mesa y se puso en cuclillas en el suelo para acabar con Tony. Mientras la alimentaba con esa hermosa polla negra, ella podía notar el semen goteando de su coño magníficamente jodido.

Tony colocó su mano en su cabello castaño y la guió hacia arriba y abajo de su polla a un ritmo bastante bueno, había estado a punto de correrse cuando ella se la sacó de su boca unos minutos antes. Ella se la metió más profundamente en la garganta de lo que cualquier mujer había hecho antes cuando él le follaba la cara. No le tomó mucho tiempo de su talento para llevarlo de vuelta al borde del orgasmo.

Mientras estaba seguro de que no era gay, Berni tuvo que admirar la forma en que se destacaban los músculos de su compañero de trabajo mientras se apretaban bajo su piel reluciente de color negro azabache. Conocía a unos cuantos negros de la escuela, pero Tony tenía que ser el más oscuro que había conocido. Y el pene que tenía era enorme y hermoso. Una vez más, no era gay, no pudo evitar preguntarse qué sentía la mujer madura con toda aquella carne enterrada en su garganta.

― ¡Mierda! Gruñó Tony ― ¿Estás lista para un poco de jugo de macho?

Güendolina notó que la polla ya dura como una roca comenzaba a hincharse aún más y supo que estaba a punto de darle el semen. Chupó la cabeza bulbosa y le acarició el asta de su vástago resbaladizo hasta que el primer chorro de leche salada le llenó su boca. Se sentía caliente y resbaladiza en su garganta mientras tragaba un chorro tras otro de la deliciosa semilla hasta que finalmente no hubo más.

― ¡Dios, maldita dama! ―Dijo Tony limpiándose el sudor de la frente― eres una increíble mamona.

― Tienes razón ―Dijo Berni que ya había decidido dejar a su frígida novia adolescente y tal vez buscar a una mujer madura, tal vez muy madura.

La ayudaron a levantarse, conscientes de no pisar el charco de esperma que se había derramado fuera de ella hacia el suelo. Uno por uno usaron el pequeño baño para limpiarse los cuerpos cubiertos de sudor y Güendolina se retocó el maquillaje antes de vestirse. Sacó las bragas de su bolso y se las puso. Casi de inmediato, sintió que el refuerzo de algodón se empapaba del esperma que aún goteaba de su coño.

Agradeció a los chico el buen rato y dejó que la llevaran a la tienda. Ella les dio a ambos un rápido beso en la mejilla y se fue. Tal vez tendría que ir a comprar zapatos la próxima semana, pensó mientras subía al auto.

Los dos jóvenes vendedores ya estaban deseando que ella lo hiciera.

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