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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Hombre afortunado
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Mi esposa Clara y yo llevamos casados diez años y seguimos enamorados y nuestra vida sexual es mejor que plenamente satisfactoria. Nunca había pensado en acostarme con otra mujer por atractiva que fuera. Por eso me sorprendió cuando hace seis meses su sobrina se mudó con nosotros y me atraído por aquella chica tan sexy de dieciocho años. Ella vino con nosotros porque sus padres creyeron que estaba fuera de control y que necesitaba un cambio en sus amistades.

Supongo que tener una hija aparentemente promiscua no les gustaba pero yo la encontré muy reservada y tampoco salía mucho. Personalmente entendí que Julita estaba buscando su propio camino hacia la edad adulta y encontrar su propia identidad. Sus padres pretendían que se conformara con modo austero de vida. Vieron a su ángel de cabello rubio y ojos azules que tocaba el piano convertirse en lo que para ellos era monstruo de pelo negro azabache, lentes contacto de colores para hacer sus ojos negros, y que se había perforado nariz, ceja, ombligo y labio inferior. Además, llevada por su amor por el heavy metal y la música punk comenzó a tocar el bajo en una banda de garaje. También les asustó su rápido crecimiento, se volvió una chica alta de proporciones asombrosamente perfectas, con unas tetas pequeñas, redondas y duras y un culo firme y redondeado.

En nuestra casa solía ir en pantalones cortos y camisetas sin mangas con tirantes de hilo, y sin sostén. Como mantenemos la casa bastante fresca, a menudo los pezones se le endurecían marcándose en la camiseta. Otras veces se sentaba en el sofá con las piernas ligeramente separadas y se podía ver su precioso coño depilado marcándose contra las bragas apretadas.

Una mañana que esposa se había ido a trabajar temprano y tenía libre, fui a desayunar a la cocina, después de una noche de caliente sexo salvaje que Julia debe haber oído. Al no oírla llegar pensamos que no estaba pero debió llegar en plena sesión. Esa noche, mi esposa fue particularmente ruidosa y tuvimos ese tipo de sexo que te tiene sonriendo como un idiota por un día o dos.

Me preparé una taza de café y me senté en la mesa en el extremo opuesto a Julia.

― Buenos días, Julia ―dije abriendo el periódico por los deportes mientras ella desayunaba sus cereales y leía un libro.

― Hola, tío ―Dijo que no levantar la vista de su libro.

― Anoche no te oí llegar.

Julia levantó la vista y sonrió con una sonrisa traviesa― "No, no me oíste porque estabais en medio de sexo increíblemente caliente ―me dijo y me guiñó un ojo cuando miré hacia ella sorprendido mientras me sonrojaba.

― Ah ―respondí bastante avergonzado.

―No te avergüences de lo bueno que es que tengáis tanto sexo. ¡Ojalá mamá y papá siguieran follando como la tía Clara y tú en lugar de actuar como ratones de iglesia! Tal vez, así estarían más alegres.

La miré y pensé que quizás tenía razón, sus padres estaban muy unidos y eran muy correctos pero probablemente no habían tenido sexo espontáneo en años.

― Bueno, somos una familia muy tranquila ―le dije.

― ¡Lo sé! Y tengo que escucharlos a ustedes dos cuando se acuestan ―dijo dejando el libro― Pero me gusta mucho estar aquí ―añadió mientras me miraba de forma muy sensual y buscando hacer contacto visual directo.

― Nos gusta tenerte aquí Julia, quédate todo el tiempo que quieras, y te prometo intentaremos ser más silenciosos.

― No es necesario ―dijo ella―sólo hacedlo que no me molestará, tan fuerte como queráis. Anoche no me molestó, me quedé allí tumbada y me masturbé escuchando el ruido contra la pared ―dijo con voz serena mientras se levantaba para poner su cubierto en el fregadero.

― ¿En serio hicimos ruido contra la pared? ¡No puede ser! ―Agité la cabeza y me di cuenta de que estaba mirando el bien formado culo mientras caminaba y se sentaba a mi lado sonriente. ―No estoy mintiendo.

― ¿Y en qué piensas cuando te masturbas? ―le pregunté. Ahora sé que si no estás seguro de cuál será la respuesta, es mejor no hacer la pregunta porque lo que dijo después me tomó por sorpresa.

― En ti dentro de mí ―dijo ella.

Tragué saliva nerviosamente y no supe qué decir.

― Verás, pienso en ti cada vez que meto los dedos en el coño. Desearía que fueras tú, tus dedos, tu lengua o tu polla, lo que sea de ti, puede que las tres cosas―y se rió. "

― ¡Jesús Julia! ―atiné a decir cuando ella puso su mano sobre la mía y se puso de pie.

― Escúchame, veo que me miras, y yo te miro todo el tiempo ―dijo eso y apartó de los tirantes que sostenían su blusa que se deslizó hacia su cintura exponiendo sus tetas jóvenes y crecientes. Los pezones eran pequeños, del tamaño de una moneda de céntimo.

― ¡Ahora! ― dijo poniéndose sobre mí a horcajadas mientras empujaba mi silla. Empezó a besarme con lengua, con labios de fresa dulces y deliciosos― He esperado tanto tiempo para estar a solas contigo ―susurró― No puedo esperar más ¡Por favor, cógeme!

Me levanté apartando el periódico y la agarré por el culo sentándola sobre la mesa mientras continuábamos besándonos. Ella me quitó la camisa mientras yo le quitaba los shorts exponiendo su coño limpio y fresco. Depilado solo tenía una delgada línea de vello púbico, como una delgada pista de aterrizaje.

― Me gusta ―dije.

― Gracias, lo tengo así para ti.

Luego, ella guió mi cabeza hacia abajo mientras arqueaba la espalda, chupé cada pezón y luego lamí el espacio hacia su vientre en mi camino hacia su mojado y esperanzado clítoris que lamí haciéndola gemir, mientras ella ponía sus piernas sobre mis hombros, y comenzaba a retorcerse sensualmente.

― ¡Ooohhhh dios mío! ―gimió mientras le chupaba el hinchado clítoris y con el pulgar en el agujero masajeándoselo. Estaba al borde del orgasmo cuando me detuve y me levanté, bajándome los pantalones.

― Julia, hora de meter la polla ―dije mientras tomaba sus piernas que sostuve por debajo de las rodillas y se la introduje lentamente, empujando hacia adentro, y luego tirando hacia afuera, dejando dentro sólo la cabeza. Hice esto hasta que llegó tan fuerte que pude sentir sus jugos resbalar por mi polla y mis pelotas. Me incliné hacia adelante y empecé a bombear más rápido y con más fuerza. Unos segundos más tarde me levanté y me la saqué y tomándola de las manos hice que las envolviera alrededor de mi polla y le pedí que me masturbara, lo hizo y le disparé una buena carga de semen desde su vientre a su barbilla.

Ese mismo día, a la tarde, con Julia y mi esposa fuera de casa, tuve una sorpresa inesperada. La amiga de Julia, Luisa, apareció a buscarla. Le dije que no estaba aquí, pero si quería que podía entrar a esperarla. Luisa podría ser hermana de Julia porque se parecen mucho, excepto que Luisa es rubia, con las puntas teñidas de rojo escarlata y los pechos más grandes. Cuando cerré la puerta, ella se paró justo delante de mí y dijo― Mentí, vine aquí para seducirte ―ella guiñó el ojo y dijo― Julia me dijo que eras un semental, así que vine a buscar un poco para mí.

― Escucha ―dije tratando de poner orden en mi cabeza qué hacer― Me siento halagado pero...

― Pero nada ―dijo cogiéndome de la mano y llevándome a la habitación de Julia.

― ¿Cuántos años tienes? ―le pregunté.

― Cumplidos los dieciocho y medio.

Yo ya no era sólo era un adúltero, también casi un asaltacunas. Ella dejó caer su vestido exponiendo su cuerpo sin nada de ropa interior. Luisa tiene las tetas grandes y los pezones son de tamaño mediano y color oscuro. El coño lo tiene completamente pelado desnudo. Cuando miró hacia abajo y vio mis pantalones extendiéndose hacia adelante alargó la mano y me cogió por ahí diciendo―Vamos bien así.

―Supongo que no eres virgen ―osé preguntar.

― No, no lo soy pero eso es algo que tú ya sabías.

Es cierto que yo ya lo sabía porque esta chica tenía cierta fama, una especie de colchón de la ciudad.

Me arrancó la ropa y se puso a horcajadas sobre mis muslos y dejando que mi polla frotara su clítoris mientras me lamía el pecho y el cuello. Me di vuelta rápidamente así que ella estaba sobre su espalda y comencé a lamer su coño de mar mientras que acariciaba su clítoris con mi pulgar. Lentamente lamí hasta sus tetas mientras que todavía masajea su clítoris.

― ¡Fóllame, te lo exijo, fóllame como una puta! ―gimió.

Así que le abrí las piernas lo más que pude y le metí la verga en su muy apretado y muy húmedo coño. Le levanté la pierna derecha y adelantándole la rodilla para sujetarla, y le bombeé el fuerte y rápido. Sus gemidos y jadeos eran los únicos sonidos que podía se podían oír. Hasta que bajé su pierna y entonces ella pasó sus brazos alrededor de mi cuello y yo puse los míos en su cintura. Me puse de rodillas y ella se levantó de la cama y se sentó sobre mi verga. En ese momento comenzó a agacharse y a gemir nuevamente hasta que un gran orgasmo le atravesó debilitándola y haciéndola caer sobre la cama.

Me detuve y la volteé, mi polla bien lubricada de los jugos de su venida, la puse en cuatro patas y empujé mi polla en el culo y comencé a follarla aún más duro. La empujé hacia delante sumergiendo su cara en la cama para que ella no pudiera gritar. Me di cuenta de que este oscuro orificio también lo usaba bastante porque también se notaba suelto.

― Te mueves mucho, maldito ― Se quejó con la cara entre la sábana e incapaz de hablar. Entonces pude sentir que yo también me venía, así que me detuve, me bajé de ella y la giré hacia atrás, luego la levanté por el pelo enredado y le metí la verga en la boca y se puso a chupármela―Trágatelo todo perra, aquí está, aaahhh.

Luisa, como si fuera una buena chica se lo tragó todo limpiando mi pene.

― Ahora, niña, ya has comido ¡vete de aquí! ― Y se vistió y se fue dándome un beso.

Más tarde esa noche estaba viendo la televisión y mi esposa estaba en la cama leyendo cuando Julia llegó a casa. Mi sobrina se sentó a mi lado y sonrió― ¿Cómo te fue con la visita de Luisa? Me dijeron que hacía mucho calor.

―Digamos que ahora tienes sábanas limpias en tu cama ―y le guiñé un ojo Cuando se apagó la luz del pasillo. Julia y yo nos besamos un rato, su lápiz labial negro era muy sabroso.

― Tengo algo para ti, tío.

― ¿Qué es? ―Le pregunté temeroso por la respuesta.

Me lo dijo mientras me bajaba los calzoncillos― Ahora puedo darte una gran mamada.

En ese momento, la voz de Clara llegó desde nuestro cuarto al final del pasillo diciendo― ¿Julia, eres tú?

― Sí tía Clara, sólo quiero un poco de leche antes de irme a la cama.

― De acuerdo querida, te veo en el desayuno.

Julia volvió a dedicarse a mi polla y la chupó como nunca pensé que se podría, el semental, era incansable recorriéndola de arriba a abajo y lamiéndome la punta. Estábamos metidos en esto cuando la voz de mi mujer volvió a bajar por el pasillo ― No olvidéis cerrar bien la puerta.

Me tomé un respiro porque Julia le respondió ― Bien tía, cariño, dulces sueños.

En ese momento me vine en su boca y ella lo lamió todo.

Me coloqué los calzoncillos y nos abrazamos sentados mirando el techo durante unos minutos hasta que me volví hacia ella y le dije― ¿Sabes que es sólo cuestión de tiempo que Clara se entere y luego qué?

― Luego nos escapamos juntos, tú y yo ― Me besó en la mejilla y se levantó yéndose a su cuarto. Ahí fue cuando me di cuenta de que mi primera infidelidad iba a ser algo sin salida fácil. Pero no estoy seguro de querer salir.

Durante todo ese mes, desde que mi sobrina Julia y yo iniciamos nuestro tórrido romance, nos acostamos tres o cuatro noches a la semana. A ese ritmo me estaba agotando, a veces tengo relaciones sexuales dos veces al día. Las únicas veces que no estoy con ella son las noches que le hago el amor a mi esposa, que sigue siendo bastante caliente y pesada también. Para las noches que estoy con Clara le di a Julia un vibrador para que lo use mientras nos escuchaba a través de la pared.

Un día llegué del trabajo y sabía que Clara trabajaría hasta más tarde esa noche así que Julia y yo podríamos estar solos más tiempo. Caminé por el pasillo y pude ver la puerta de su dormitorio abierta. Allí estaba ella, con una camiseta negra de tirantes de la que sus pezones se esforzaban por salir, sin calzones y sobre la cama. La vi retorciéndose mientras jugaba con un pezón a través de la tela y trabajaba el vibrador con la otra mano. Ella había añadido más piercings más en el último mes y se había cortado el pelo más corto. A julia le encantaba que me enrollara el aro del pezón en la lengua a cuando follábamos para que su clímax fuera más rápido e intenso.

― Parece que necesitas ayuda ―le dije mientras ella giraba la cabeza, sonreía y me hacía señas con el dedo de que fuera hacia ella.

― Pensé que nunca llegarías, tío ―susurró recobrando el aliento.

Me desnudé mientras caminaba hacia la cama y me acosté desnudo junto a ella. Le levanté la camiseta sin quitarla y empecé a golpear el anillo del pezón con mi lengua.

― Joder, sí ―gimió en agradecimiento. Le quité la otra mano del juguete sexual y lo tiré al final de la cama.

― No necesita eso ahora que estoy aquí, así que prepárate para montarte cariño.

― Sí, señor ― dijo y se rió.

Le besé en la barriga hasta llegar a su rajita, que ya estaba húmeda y al borde del orgasmo. Mantenía el pubis bien recortado pero no afeitado, sino muy corto y con forma de uve. Fui a trabajar en su clítoris y alargué mis manos para jugar con sus tetas, que últimamente habían pasado por un interesante período de crecimiento). Sus pezones estaban duros como una roca mientras me envolvía sus piernas alrededor del cuello y sus manos agarraban en mi pelo y comenzaba a rechinar, llenándome completamente la cara con sus jugos.

― Es tu premio de amante ―dijo mientras se sentaba y nos besamos mientras me acostaba en la cama. Luego ella empezó a lamerme los pezones y a besarme el torso. Después agarró el vibrador y lo usó en mis bolas, combinado con el hecho de que estaba lamiendo mi polla se sintió increíble. Mientras Julia me trabajaba la polla con su boca pensé en lo que habían cambiado las cosas, Julia tenía mucho talento en la cama y cuando yo tenía su edad las chicas ni siquiera te tocaban la polla y mucho menos con la boca.

Julia se puso de rodillas, metió la mano debajo de la cama y sacó un condón y me lo puso sobre la polla―Ambos sabíamos que un embarazo sería el final de nuestros encuentros, así que teníamos cuidado―. Me senté en el borde de la cama mientras ella se colocaba sobre mi regazo y se inclinaba sobre mí, envolvió sus piernas alrededor de mi espalda, puso sus brazos alrededor de mi cuello y comenzamos a movernos en un movimiento lento. Puse mis manos alrededor de sus caderas y nos empezamos a besar. A Julia le encanta besar mientras tenemos sexo, le encantaban los besos húmedos y descuidados. Ella estaba muy apretada a mí, así que no podía jugar con sus tetas, pero su culo es genial para jugar también.

En ese momento oímos una voz desde la puerta, no habíamos oído que Clara regresaba a casa. Se apoyó en la puerta y nos miraba con los brazos cruzados. Julia y yo dejamos de movernos, ni siquiera intentamos separarnos o cubrirnos. Nos miramos el uno al otro y luego a Clara, que ahora estaba entrando en la habitación, y no le quitamos los ojos de encima.

― Sabía lo que ustedes dos han estado haciendo, aquí.... en la cocina, la sala de estar y el baño―Clara caminó hasta nosotros y se detuvo.

― Podemos ex... expli… ―intentó decir Julia.

― ¿Explicar, explicar qué? ―dijo mi esposa mientras empezaba a pasar sus manos por el pelo de Julia. Pude sentir que Julia empezaba a temblar de miedo pero también que sus pezones se estaban poniendo más duros. Ella y yo estábamos confundidos por las señales contradictorias que Clara daba.

― Nada que explicar Julia, puedo ver la atracción. Miguel es muy guapo, cuando vamos fuera, las otras mujeres siempre lo están mirando, y vamos a ser muy honestos cariño, la polla de mi marido está muy bien y él sabe cómo usarla―Clara se sentó a nuestro lado en la cama y me hizo mirarla― Ahora, esto es para ti, marido, Se puede ver lo hermosa que es aunque trate de cubrirlo con esta cosa gótica y maquillaje negro y piercings en todas las partes sexys de su cuerpo, pero eso la hace más deseable ¿no?

Se levantó de la cama alejándose de nosotros y comenzó a quitarse la ropa y continuó diciendo―Mi mayor preocupación con esto es que nunca pensaste que me gustaría unirme a ti ―dijo mirándome mientras dejaba caer su blusa al suelo y se desabrochaba la parte de atrás de su falda para dejarla caer exponiendo sus bragas rojas que yo le había regalado para el día de San Valentín, son de seda con corazones rosados. Le estaban un poco apretadas pero me gustó porque le marcan los labios del coño como de camello, no sé por qué, pero eso me pone muy caliente. Ella se paró detrás de Julia y la apartó tirándole del pelo, puso una rodilla en la cama y me besó.

― Me dijiste una vez que tener dos mujeres para ti era una fantasía que tenías, así que vamos a hacerla―y ella me besó nuevamente mientras yo todavía estaba tratando de entender cómo había cambiado la situación. Luego se volvió hacia Julia y la besó también quitándole la camiseta antes.

― Empieza a molerlo de nuevo querida, vamos a hacerlo bien ―ronroneó Clara mientras empezaba a chuparle las tetas a Julia. Mi esposa me besaba a mi unos segundos y luego, otros segundos, le chupaba las tetas a Julia y todo el tiempo con una mano frotando el clítoris de nuestra sobrina. Empecé a chuparle las tetas a Clara mientras esta besaba a Julia, sus pezones estaban más duros de lo que yo había visto nunca.

― Vale, Julia ponte sobre la espalda ―dijo mi esposa. Julia se levantó y Clara la guió hasta que se colocó y se besaron mientras lo hacía. Yo me posicioné entre las piernas de Julia y las sostuve en el aire sujetándolas por debajo de las rodillas y empujé mi polla hacia su coño entrándola. Clara se acercó y agarró el vibrador y le dio un masaje al clítoris de nuestra sobrina mientras yo le metía la verga. Aquello parecía ser todo lo que Julia podía soportar porque mientras se venía gritó fuerte y nos rogó que paráramos y lo hicimos.

Luego fue el turno de Clara y mientras nos besábamos se agachó y me quitó el condón. Luego se puso a cuatro patas justo encima de Julia, así que los dos se besaron y jugaron la una con la otra cuando entré en mi esposa por detrás; le agarré las caderas y empecé a martillarla con empujones fuertes y profundos.

― ¡Fóllame, fóllame! Oh Dios, eso es todo, sabes que me gusta así, así… ―miró a Julia y Julia sonrió y dijo―Es un gusto increíble.

Clara se sentó y puso sus brazos hacia atrás para que sus manos agarraran mi trasero así que ambos estábamos de rodillas mientras Julia se sentaba y comenzaba a trabajar los pezones de Clara con la boca y nos metió la mano debajo de los dos y jugó con mis pelotas con una mano y con el coño de Clara con la otra. No tardó paso casi de tiempo hasta que Clara llegara como nunca antes, debía haber estado estimulando su punto G porque no pudo salir de un orgasmo sin final durante casi tres minutos mientras Julia le lamía sin parar.

Después de que dejó de venirse, se movió hacia adelante y me dejó la polla empapada pero aún lista, así que mi esposa me dijo que me pusiera de pie. Hice lo que me ordenó y ambas se pusieron de rodillas, una a cada lado, y se pusieron a mamármela. Una me lamía la cabeza mientras la otra me trabajaba las pelotas. Cuando no pude controlarme más y noté que me venía las agarré por las cabezas y dije― ¡Prepárense chicas! ¡Oh dios mío! ―Y disparé una carga caliente y gruesa en la cara y las tetas de Clara, que Julia lamió rápidamente y compartió con mi esposa a través de largos besos húmedos y calientes. Me arrodillé frente a ellas y todos intercambiamos besos antes de caer al suelo abrazados.

Nos quedamos dormidos y cuando nos despertamos ya eran más de las diez, Clara se puso la blusa y las bragas de nuevo y Julia se puso la camiseta sin mangas y unos pantalones cortos ajustados y me dijeron que iban a pedir algo de comida. Me vestí y me dirigí a la cocina, donde encontré a las dos riéndose y portándose como si fueran niñas de escuela. Estaban de píe al lado de la mesa mirando que pedir de comida, me paré entre ellas y puse un brazo alrededor sus hombros y dije― La pizza es buena después del sexo y tenemos mucho helado; para que podamos lamernos el uno al otro más tarde.

― Así que te gusta la bebita ―me preguntó Clara.

― Sí ―dije― ¿Y ahora qué hacemos?

― Nos turnamos, una noche estás en una habitación y la noche siguiente estás en otra ―dijo Julia sonriendo.

― Excepto los domingos ―les dije― porque el domingo es el tercer día ―ambas se giraron y nos besamos, y mientras pedían pizza, me senté mirando dos hermosísimos culos y me di cuenta de que soy un hombre afortunado.

Miguel

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