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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Inicios como lesbiana
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Comencé mi vida sexual con un compañero de clase del colegio. Nos pasamos unos meses escondiéndonos en cualquier sitio que encontráramos. A él le gustaba mucho chuparme los pechos cosa que a mí también me gustaba, la verdad es que este chico besaba muy bien. Con el tiempo empecé a masturbarle, era rápido porque no tardaba mucho pero el gozaba. Yo se la seguía moviendo para escurrírsela porque me divertía ver como se le quedaba. Además, pasados unos minutos, él ya quería repetir otra vez. A veces, de cuando en cuando, él intentaba masturbarme, pero era muy torpe y me hacía daño con los dedos y por eso lo rechazaba.

Un día que su familia estaba fuera, fuimos a su casa a pasar el día solos. No habíamos entrado aún y ya estábamos abrazándosenos, besándonos y tocándonos por todas partes. Fuimos a la habitación de sus padres porque tenía la cama más grande, nos desnudamos y empezamos a besarnos otra vez. Él estaba muy excitado y yo ya sabía qué hacer. Rápidamente me senté a su lado y empecé a masturbarle. Pero ni yo ni él queríamos sólo eso. Después de algunos besos él dirigió mi cara hacia su polla. Chupársela iba a ser una experiencia nueva para mí. Me puse la punta de su polla entre los labios y empecé a besársela y a lamérsela con la puntita de la lengua. Su polla parecía de piedra de lo dura que estaba. Pero la cabezota era suave y de sabor delicioso. Abrí la boca y me la metí más y él gimió. Tuve que abrir mucho la boca para que él su polla entrara bien y poder chupar. De repente empezó a gemir fuerte y supe que se venía porque ya lo había masturbado más veces. Me apreté fuerte contra él y eyaculó un montón de semen dentro de mi boca mientras el gemía mucho y me agarraba muy fuerte la cabeza. Noté un sabor medio salado y metálico y la polla palpitando dentro de mi boca. Cuando acabó, se la solté y seguí tragando el semen, el gusto no era bueno, pero la sensación de verlo descontrolado por la emoción y el placer si era agradable.

Después de unos minutos, me hizo abrir las piernas y se colocó entre ellas. Tenía la polla en una mano y se puso a tratar de metérmela. Parecía que nunca iba a entrar por más que yo abría las piernas e intentaba ayudar. Ya habíamos visto juntos algunas películas porno, para saber exactamente qué hacer, pero aún así no era capaz de metérmela. Cuando lo conseguía y empujaba, al entrar me dolía mucho. Yo gritaba y se detenía, luego se fue al baño y volvió con un tarrito de crema. El untó bien la polla con aquello y lo intentó de nuevo. Colocó la cabeza de su polla en mi coño y empujó. Yo di un grito pero se sujeté firmemente el culo con las dos manos, para no apartarse. Ya había metido la cabeza de su polla y yo ya no volvería virgen a casa ese día. Nos quedamos parados así, durante unos segundos y luego todo continuó. El comenzó un lento vaivén, hasta que me noté sus pelos tocar los míos. Traté de relajarme, pero fue imposible. Luego, él gozó y se vino dentro de mí. Gozó dos veces, luego se dormía relajado, acostado desnudo, a mi lado.

Cuando regresé a mi casa, llamé mi amiga Lucy para contárselo. Lucy es una chica de mi edad, y muy bonita, a que conocía del colegio desde principio de curso. Vino rápidamente hasta mi casa para que le contara todos los detalles. Se lo conté todo, con pelos y señales, sin ocultarle nada. Ella se puso tremendamente excitada, quería que yo se lo explicara todo bien y me hizo repetirle algunas cosas.

— ¿Cómo te quedó el coño?—me dijo repentinamente.

— Está como siempre

— ¡Enséñamelo! —Insistió.

— No, no, no pienso enseñártelo, está igual que antes.

Al final accedí a enseñárselo, me quité las bragas, me senté en el borde la cama y separé las piernas. Tenía el coño ligeramente hinchado y Lucy que miraba con atención, también se quitó las bragas para poder comparar.

— ¡Está todo hinchado! ¡Qué lindo se ve! — empezó a decir mientras pasaba las puntas de los dedos acariciándome suavemente. Sin dejar de acariciarme acercó su cara a la mía, y repitió sonriendo— lo tienes muy lindo.

Seguí saliendo con aquel chico algunas semanas más, solo el gozaba y eso me hacía pensar en el motivo por el que yo no disfrutaba. Pensaba que era porque yo no estaba enamorada. Entonces pareció otro un chico nuevo en mi clase. ¡Guapo, guapo! Era todo lo que toda chica desea. Me enamoré sólo con mirarlo. Por supuesto intenté acercarme y él, que no era ningún tonto, me invitó a salir. Me llevó directamente a un motel y no me importó porque, al final era lo mismo que yo quería, estaba muy ansiosa por chuparle la polla. Fue la primera persona que me chupó el coño, y me parecía delicioso. Pero cuando yo estaba alcanzando el clímax, se detuvo y se subió sobre mí. Se colocó y me metió la polla con tanta fuerza que me asustó y perdí el control. Era un chico muy atlético y estuvo un buen rato metiéndomela hasta acabar dentro de mí. Después de ese día no quise volver a verlo.

Lucy se enteró y vino a verme, queriendo saber los detalles. Otra vez se lo conté todo, sin ocultarle nada y le dije que había decidido estar un tiempo alejada de los chicos. Le conté que algo me ocurría porque por más que yo lo intentaba no podía gozar con las pollas de los chicos. Comencé a llorar y ella me abrazó, y me dijo que dejara de llorar, y que cuando menos esperara, encontraría a alguien, y que todo se normalizaría. Nos quedamos abrazadas y mientras yo sollozaba y ella me acariciaba suavemente. Entonces ella me besó en los labios muy despacio. Sentí un escalofrío en la columna y dejé de llorar inmediatamente, Me quedé mirándola sorprendida y me besó de nuevo. Después me preguntó— ¿Estás mejor ahora?

Yo aparté la mirada de la suya, y sonriendo tímidamente respondí— un poco.

Ella me besó de nuevo y empezó a acariciar mis pechos por encima de la blusa. Yo acabé correspondiendo a su beso y comencé a acariciar sus pechos. Lucy cerró los ojos y se quedó de pie con sus pechos en mis manos.

Los días que siguieron no podíamos estar separadas. Siempre buscando la manera de estar juntas y de tocarnos. Cada vez que nos mirábamos, empezamos a reír sin motivo alguno. Por l anoche en la cama, cuando recordaba sus besos, mi corazón latía de forma descontrolada y parecía querer salírseme del pecho. Siempre estábamos buscándonos con la mirada y sonriéndonos. Un día, nuestra profesora de educación física, me llamó a su despacho y me preguntó que estaba pasando entre Lucy y yo. Me quedé atónita sin saber qué responder pero insistió, para ella estaba claro que algo había. Yo permanecí callada y entonces ella sonrió y me dijo que no me preocupara, porque todo lo que le dijese quedaría allí. Me miró sonriendo y sosteniendo mis manos. Yo sólo dije— Somos buenas amigas desde hace tiempo, nada más que eso. Me miró fijamente e insistió— ¿No estabas saliendo con un chico de clase? Bueno, ahora sólo te veo con ella.

Ya me estaba asustando, y al darse cuenta de ello dijo— Todo está bien, querida, no te preocupes, si ese es un secreto entre vosotras lo entiendo, no te imaginas cómo os entiendo. Me abrazó y empujó mi cara contra su pecho y noté sus blandos senos, y sentí su calor de ellos. Y oí a su corazón latir acelerado. Me apoyé mansamente en ella pasando los brazos por su cintura. Y escuché el fuerte latido de su corazón y sus palabras tranquilizadoras y seguras, que pronunciaba junto a mi oído— Sé exactamente lo que estás sintiendo querida niña. Me estoy viendo en ti cuando tuve tu misma edad.

Levanté la cabeza para mirarla a los ojos y vi que me sonreía. Aunque no tenía un rostro hermoso, si tenía una sonrisa hermosa, y un cuerpo fuerte y bien definido. Me quedé mirándola y esperando. Acercó sus labios a los míos sin rozarlos y pasó la lengua entre los míos. Sentí un escalofrío que hizo que mis pechos se pusieran puntiagudos marcándose contra mi blusa. Entonces la besé, y puse la lengua suavemente dentro de su boca. Me chupó mi lengua y me ofreció la suya. Me volví loca y terminé contándoselo todo. Mientras se lo contaba, me abrazaba y pasaba las manos por mí cuerpo, como forma de mostrarme cariño. Cada día, me preguntaba para saber cómo estaba. Un día me llevó a su apartamento. Yo ya sabía que eso iba a suceder un día, tarde o temprano. Lo sabía y moría de ganas. Había preparado el apartamento con barritas de incienso, música, iluminación suave. Todo aquello estaba preparado para mí, yo era el objetivo. Me sentí halagada. Como la tarde estaba fría, ella nos sirvió una copita de de licor, y nos sentamos en el sofá, bebiendo y mirándonos. Cuando acabamos el licor, ella me agarró de la cintura y me besó en la boca. Yo ya conocía sus besos que me encantan. Me quitó la blusa sin dejar de besarme. Yo había ido sin sujetador y empezó a besarme los pechos mientas que quitaba los jeans dejándome solo en bragas. Parecía que le gustaba verme así y que le daba placer verme sólo en bragas. Intenté hacer lo mismo con su ropa, pero no tenía la misma experiencia y fui muy torpe. Finalmente, ella sola se despojó de toda su ropa. Me encantó verla desnuda, su cara delgada enmarcando su sonrisa esplendorosa. Su cuerpo atlético, de senos pequeños y redondos, empinados y desafiantes, y el vientre liso que termina en un triángulo de vello delicadamente recortado.

Se acercó y dejó que aspirara su aroma embriagante. Me besó y me acostó en el sofá, y sólo en ese momento me quitó las bragas. Parecía que cada centímetro de mi vientre que ella veía, era un paso de placer enorme para ella. Su boca me tocó, sus labios se deslizaron por mi vientre, haciendo que abriera instintivamente mis piernas. Me abrí para su boca y su boca se abrió para mí. Su lengua se posó en mi coño y se quedó casi inmóvil sobre el clítoris. Nadie sería capaz de evitar los movimientos que mi cuerpo comenzó a hacer ajenos a mi voluntad. Yo oía su respiración jadeante, y los sonidos de placer que también ella hacía mientras me comía. Enredé los dedos entre sus cabellos y la acaricié. Luego, introdujo uno, después dos dedos dentro de mí mientras su boca no dejó de chuparme o lamerme un instante ni siquiera. Entonces ella dirigía cuerpo como se dirige una orquesta. Sus dedos en un vaivén constante, su otra mano apretando despiadadamente mis pechos, y su lengua castigando mi clítoris con toda suavidad del mundo. Mi cuerpo cedió, y yo gozaba. No me contuve y gemí mucho, y muy alto. Ella pareció descontrolarse con mi placer y también gozó conmigo. A continuación, sin sacar los dedos dentro de mí, apoyó su cara sobre mi vientre, y acostada entre mis piernas, descansó. Apenas oía su respiración fuerte hasta que nuevamente sentí su boca en mí. En aquella noche la pasé allí.

Mi amiga Lucy se puso muy celosa. Casi no hablaba conmigo, y yo sentía mucho su falta. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban yo pensaba que, si por un lado estar con la profesora era muy bueno, yo seguía pensando en Lucy.

Un día que decidimos hablar del asunto, acabamos discutiendo y ella confesó los celos que sentía de la profesora. Al final de la discusión, estábamos abrazadas y besándonos. A cada caricia mía, notaba como su cuerpo temblaba, como si algo la golpeara. Comencé a besarla con más y más fuerza mientras nos quitábamos las ropas. Yo ya sabía lo que quería, y busqué con mi boca sus pechos maravillosos, su barriguita, sus vellos recortados, que poco después confesaría que los arreglaba todos los días para mí. Hundí mi cara entre sus muslos y la comí hasta que explotó de placer. Después, fui besando todo su cuerpo hasta llegar a su cara que miré y que vi bellamente iluminada de placer, estaba maravillosa.

— No vayas nunca más a casa de esa profesora, y no hables más con ella.

Nunca más fui a dormir en la casa de la profesora, pero en cuanto a no volver a hablar con ella…

Anónimo.

Otro relato ...




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