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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Juego del deseo
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Ernesto y yo nos conocimos en un chat. Me invitó para una reunión de placer en el delta. Su inclinación sexual es ser versátil. Yo le manifesté la mía, soy pasivo total.

Me contó que el ya había participado de otro encuentro. Que todos teníamos cabida ahí. Que los organizadores y moderadores son muy eficientes y demás detalles. Todo dura desde la llegada en catamarán a las once de la mañana del sábado, hasta las cuatro de la tarde del domingo.

Así fue que luego de embarcar, arribamos al predio treinta personas. Hermoso muelle. Hermoso aire aun fresco con aromas silvestres. Encantador lugar de recepción. Con jugo de frutas y bocaditos agridulces.

Max, el coordinador nos instruyó que toda la estadía es un juego. Nos enseñó el lado opuesto al muelle, oculto por la casa e intapias de plantas que separan del bosque, arena blanca con espacios parquizados, reposeras, duchas, vestuarios y baños.

— Aquí podrán exponerse al sol con el atuendo que deseen o sin él —Mencionó Max, y agregó— Ya está marchando el almuerzo. Pero antes deben escribir una hoja con su motivación a venir.

Me dispuse a contestar:

¿Cómo gustaría te llamen aquí?— Lili —Respondí.

Quisieras conocer un...— Activo

Prefieres, rubio, morocho...— Indistinto

¿Qué es lo que más aprecias en una persona?— El buen trato, la no violencia.

Gusto más por el sexo. ¿Oral? ¿Anal? ¿Indistinto?— Anal —Respondí.

¿Estás dispuesto a pasarla muy bien? — Siiiii.

Unos minutos después recogió las hojas y no entregó un brazalete autoadhesivo para la muñeca. En el que escribimos el nombre elegido.

Entre risas, tragos, música nos indicó la habitación asignada de a dos. Yo fui con Ernesto a la número once, únicamente para ponernos cómodos y dirigirnos al parque.

Quedamos juntos —dije mirando a Ernesto.

Por ahora, puede cambiar —Exclamó.

Él se calzó una sunga y en su brazalete leí —Adolfine.

Yo me vestí con short de baño.

Mirándome, mi amigo me indica— Te llamas Lili ¡Ponte una tanga o nada!

Sentí pudor, Nunca antes había salido en público con tanga. Así fuimos.

Muchos ya disfrutaban del sol, el verdor y las duchas refrescantes. Dentro del comedor amplio y sombrío sonaba música suave. Dos personas estaban expuestas a sol en reposeras, de espalda y desnudas. Nos empapamos en las duchas y caminamos mientras charlamos y yo miraba tentadores bultos. Velozmente transcurrió ese tiempo.

Más tarde fuimos llamados pasar al comedor. Sirvieron ensaladas frías, pollo deshuesado con hongos y de postre helado.

Mi gran sorpresa fue que en medio de almuerzo y postre, un chico joven y fornido comenzó a leer los nombres elegidos y las respuestas que habían dado. Primeramente leía la respuesta y luego el nombre. Pidió que retuviéramos o anotáramos el nombre de quien nos interesara, para luego tratar de verlo en el parque.

Risas y más risas mientras el vino blanco iba quitando pudor. Recordé el nombre de Clau. A la tarde sentía ganas de ser tomada, me había transformado en Lili. Sin quitarme la tanguita.

Tendida boca abajo en la cómoda reposera; mire el brazalete verde en mi muñeca derecha con el nombre Lili. Eso indicaba mi deseo de ser mujer. Con los ojos cerrados escuchaba música ambiental y las voces de quienes pasaban.

Cuando alguien me nombró y tomó mi mano que colgaba, volteé mi cabeza viendo las piernas peludas, mojadas hasta el slip negro también mojado que contenía un bulto importante. Con un giro de mi cuerpo quedé mirándolo. Me ayudó con una mano a sentarme y me dijo— Soy Clau.

Le di un pico y el reaccionó con otro más largo.

Clau, delgado, canoso, ojos movedizos y una sonrisa que me alentaba a intimar. Estaría rondando los cincuenta años. Inmediatamente logró que me sintiera a gusto a su lado y que mi deseo creciera. Caminamos hasta la pequeña playita de arena, tomados de la mano. Allí, tomándome de los hombros y mirándome a los ojos me dijo— Me gustaste, te deseo.

Le respondí con un beso, sin decir palabra. Otro beso más intenso y profundo de su parte. Una mano deslizó desde el hombro suavemente por la espalda hasta llegar a mis glúteos. Y apretarlos libidinosamente.

Caía la tarde y mirábamos el agua. Yo tomada de su cintura y él acariciando la espalda mía. Cuando su mano llegaba hasta el elástico de mi tanga; deslizaba su dedo mayor en la separación de mis nalgas. Luego me giraba. Quedando enfrentados me besaba introduciendo su lengua al punto de sofocarme.

Su bulto se apoyaba fuertemente en mi barriga, porque soy de menor talla. Mis pezones duritos fueron de su interés y me los mordía suavemente. Aun así me dolían de tanta excitación. En su slip se marcaba la silueta de un pene importante y caliente al tacto.

— No te contengas ¡Míralo! — dijo casi implorando.

Abrí un poco la cintura del slip y una cabeza roja brillante con forma de sombrerito quedó ante mis ojos.

Su mano apoyada en mi cabeza me inspiraba a bajarla y rodear con mis labios a ese glande hermoso. ¡Qué grosor! Nunca antes había tenido algo así en mi boca. ¿Qué sería de mí luego? Succioné con ganas, hasta descubrirlo todo, venoso, duro y muy grueso.

Cuando me reincorporaba para besarlo; sus manos llegaban hasta mi culo y sus dedos buscaban más. Así, como una perra golosa estuve a sus pies hasta que se vino; parte en mi boca y en mi cara. Un suspiro profundo lo acompañó en la descarga. Nos lavamos en la playa y me prometió que a la noche le daría goces a mi cola.

Volvimos al hostal tomados de la mano. Yo me dirigí a mi pieza asignada con mi amigo. El se fue a la suya.

Luego de bañarme bien, higienizarme y perfumarme me vestí con una tanga fucsia, una remera corta con motivos florales, un pareo con motivos caribeños. Peluca rubia con rulitos y brazaletes de cuentas. Y las ganas de ser hembra.

Nos encontraríamos en el salón y para cuando llegue ya estaba allí. Pantalón blanco, zapatillas blancas y remera negra. ¡Estaba divino!

— ¡Mi hembra hermosa! —exclamó él.

Compartimos tragos; buena música; un menú frutal y algunos pasos de baile. El roce de su cuerpo me volvía loca. Tenía tanto deseo contenido que ansiaba me llevara a su cama.

Al bailar otras parejas en la pequeña pista el roce era frecuente. Y las manos en mi cola también. Sin embargo yo esperaba a Clau con desesperación.

Ritmos de salsa, bachata, merengue se sucedían. Todos fuimos perdiendo los pudores y la noche se calentó. Los besos eran apasionados, los roces muchos y algunos se retiraban abrazados a los dormitorios. Otros salían de a tres.

Alguien tiró de mi pareo quedándome únicamente con mi tanguita fucsia.

Clau, tomándome de un brazo me lleva junto a él con gesto de haberse molestado y me dice— ¡Vamos!

— No estés molesto — dije cuando entramos a su habitación.

— No. — dijo y me besó. Me ayudó a quitar la remera. Yo quite la suya y abrí el cierre de su pantalón.

Desnudos en la habitación volvió a besarme introduciendo su lengua hasta sofocarme. Pasé al baño a higienizarse y me esperó tendido en la cama.

Abrió los brazos al verme salir del baño diciendo— ¡Vení con papi!

Me dejé caer sobre su pecho y su miembro rígido quedó entre mis piernas. Me besó y se reincorporó.

Colocándome en cuatro sobre la cama se arrodilló en el piso y lamió mi ano. Con la punta de su lengua me daba golpecitos intentando abrirlo.

¡Qué sensación! Jamás lo había experimentado.

De pronto me encontré involucrada en un sesenta y nueve. Sobre él chupaba su pene. Clau me inundaba con saliva el ano.

Cuan hembra fui cuando acostado de frente a él que levantó mis piernas a la altura de sus hombros. Así quedé a su merced. El glande con forma de sombrero comenzaba a conocer mi interior. A punto de gritar me contenía. El esfínter me latía al ritmo agitado del corazón. Clau empujó un poco más y no contuve venirme sobre mi abdomen. El, conocedor de las lides del sexo anal, aprovechó la ocasión para empujar. Sentí el ardor que produce un desgarro. No podía parar y lloré mientras él me consolaba con mimos y su miembro generaba un pequeño sonido de "plooo" cada vez que la cabeza salía de mí.

Se vino tres veces dentro mío. Decía que me dejaría preñada porque desde que me vio le había gustado mi cuerpo y pensaba únicamente en el momento de hacerme suya.

Dormimos juntos pero no volvió a penetrar. No sé si lo requeriría. La sensación de latido en el ano me duro tres días. Con Clau nos hicimos amigovios, tenemos encuentros íntimos muy buenos. Y ya no me fisura.

Rober

Otro relato ...




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