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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi profesor de baile
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Ya ha pasado once meses desde que comencé el año conociendo a Gregory y teniendo un breve encuentro íntimo con él. Eso ya lo relaté en "Mi primer orgasmo del año".

Ayer volvimos a encontrarnos cuando salí a caminar en el parque lineal. Aunque tengo agendado su número telefónico, nunca lo llamé. Me encanta que me llamen interesándose por mi. No llamo aunque me muera de ganas.

Vino hacia mi sonriendo, con los brazos abiertos. Me besó en la mejilla. y comenzamos a contarnos vivencias. Caminamos juntos un largo trecho hasta que regresamos, muy transpirados a la puerta del parque. Lo invite a cenar, juntos en mi casa, a fin de escuchar música y para que me enseñase más pasos de baile. Baila muy bien bachata. Nos despedimos con un beso en pico de labios.

Lo esperé con ansias toda la tarde, recordando sus instrucciones de baile, tan sensual. También, aquel breve momento intimo que vivimos y que me hizo derretir en sus brazos.

 Gregory es un buen chico, de mediana estatura, robusto, de brazos fuertes, manos grandes, cabello negro con ondas. Y muy sonriente, con ojos oscuros movedizos.

Cuando llegó, sonriente y muy bien perfumado, yo lo esperaba vistiendo una remera cortita blanca, una tanga color fucsia, un pareo floreado, ceñido a mi cintura y los pies descalzos.

Al mirarme exclamó― Preciosa !Lista para bailar!

Sonreí e hice un giro de vuelta completa ante él.

Gregory sentado en el sillón, siguiéndome con su mirada esperó a que yo regresará con dos latitas de cerveza. Cuando llegué a su lado, se puso de pie. Tomando las latitas las apoyó sobre la mesita y poniendo sus manos grandes en mis caderas, comenzó a mover sus pies con los primeros acordes y a dirigir mi cuerpo en sus manos. Me hacía girar con gracilidad, agitando mis caderas. Apoyando una mano en mi espalda me arqueaba hacia atrás y me volvía hacia él. Girando, quedando de espaldas, apoyaba una mano en mi vientre atrayéndome hacia su cuerpo. Moviendo mis caderas, los glúteos frotaban su sexo prominente en la bermuda verde oliva.

El ritmo de bachata me acaloro. Debí detenerme un momento. El tomó mis manos y me propuso descansar un poco. Me senté a su lado. Me alcanzó una cerveza y apoyó la mano grande tibia y pesada sobre mi muslo derecho. Deslicé una mano hasta apoyarla sobre la suya. Mis ojos se dirigieron hacia su herramienta que aumentaba de volumen. Su mano subió desde mi muslo a la entrepierna. Con el otro brazo enlazo mi espalda y me atrajo a su cuerpo. Lo miré y se encontraron nuestros ojos, y le brinde mi boca semi abierta. Me invadió  su ancha lengua y me besó sosteniendo mi cabeza por la nuca, hasta impedirme respirar. Luego tomamos unos sorbos de cerveza.

Mientras, me hablaba del origen sensual de la bachata, ritmo dominicano y sus variantes en el Caribe. De lo apasionante que es tener entre los brazos el cuerpo de la bailarina contorneándose y rozándole.

Tomando mis dos manos  me puso de pie. Mi pareo se había soltado y cayó al piso. Quise inclinarme para recogerlo. Gregory me pidió que bailará sin pareo, únicamente con la tanga fucsia. Acepté, a cambio le pedí que se quitase la bermuda. Gustoso dijo que si.

Retomamos el baile, yo girando entre sus brazos. El dejaba por momentos desplazar la mano en mi espalda hasta mis nalgas. Cuando me llevaba hasta él, mi culo se restregaba en su sexo, caliente al tacto, solamente cubierto por la fina tela de los calzoncillos .

Dos temas musicales y nuevamente nos tomamos un respiro para beber un sorbo de cerveza. Gregory se dejó caer sentado en el sofá llevándome de un brazo a caer sobre él. Mi espalda se apoyó en su pecho y mi culo sobre el montículo que cubría su prenda íntima.

Los dos ya muy transpirados. Nos devoramos con la mirada. Decidimos ducharnos para refrescar nuestros cuerpos un poco. Dejó caer por sus piernas los calzoncillos. Tomó mi tanguita por la cintura y me la quito con delicadeza.

Abrí la ducha y nos abrazamos debajo de la regadera. Rodeó mi espalda con sus brazos. Yo rodeé su cuello con los míos, y nos besamos mientras el agua caía sobre nosotros. Su verga había crecido mucho y se apoyaba caliente en mi vientre. El hizo pellizcos y palmaditas en mis nalgas. Luego tomó mis pezones girándolos entre sus dedos.

Nos apartamos de la regadera y comencé a besarle el pecho. Continúe bajando por su vientre hasta llegar al cilindro oscuro, grueso, muy duro y caliente coronado por una cabeza generosa roja oscura brillante de contornos prominentes.

Abrí la boca al máximo tolerable para intentar alojarla en mí. Me dolían las mandíbulas. No quería tocarla con mis dientes. No pude meterla más de la mitad y hacer movimientos de tragar. Mi lengua estaba inmóvil por ese trozo que la aplastaba. El suspiraba. Cuando la saqué de mi boca, continué acariciando todo su largo con mi lengua. Me limité a ingresar únicamente la cabeza y jugarle con la punta de mi lengua. Eso le gustó mucho pero me retiró de él, para no venirse.

Ambos no pusimos nuevamente de pie, bajo la ducha. Sus manos hurgaron mi sexo y mi ano hasta introducir el dedo mayor de su mano derecha. Me aferré a su cuello, entregándome a sus deseos.

A medio secar nuestros cuerpos, me llevó en sus brazos hasta la cama. Me dejó caer suavemente. Sin encender la luz únicamente ingresaba  la iluminación del living por la puerta abierta.

Me besó invadiendo mi boca con su lengua ancha y fuerte. Casi no podía respirar. Me moví por la falta de aire. Gregory se retiró y acomodándose a mi lado. Comenzó a lamer y chupar con avidez mi sexo y mi ano, ofreciendo al alcance de mi boca, su verga morena, muy gruesa, dura y caliente. Abrí la boca todo cuanto pude para alojarla y la sacaba para respirar.

Su boca y dedos me llevaron en un viaje de placer, y entrega total, nunca experimentado.

No fui consciente de todos los cambios de posiciones hasta que estuvimos enfrentados. El sobre mí. Yo con las piernas muy recogidas casi al pecho y la cabeza de su miembro presionando sobre mi ano lleno de saliva Tanto estiramiento del esfínter ante su empuje me provocó temblor con un suspiro mezcla de dolor y sorpresa.

Se retiró y volvió a empujar. Así varias veces empujó y se apartó hasta que lo hizo, siempre entrando un poco más hasta lograr empujar con todo el largo de su herramienta dentro de mí. Quedó inmóvil, se tensó su cuerpo con gruñidos y sujetando mis brazos, descargo su tensión en mis entrañas al tiempo que yo también llegaba al clímax con él.

Exhaustos, nos higienizamos. Luego bebimos otra cerveza, riendo, jugando de manos. Tocando él mi sexo y yo el suyo.

Volvimos a bailar bachata con nuestros cuerpos desnudos. Disfrutando del contacto de su piel con mi piel. Y al cabo de dos horas  me llevó a la cama cubriéndome con su cuerpo, frotando su verga en mi cara, mis pechos y se descargó nuevamente, esta vez sobre mi vientre.

Pedí comida a un delivery, cenamos juntos y nos despedimos con un beso.

Rober

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