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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Misteriosa putona
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Hola, me apetece mucho compartir con ustedes una aventura que hace poco he tenido:

Conocí a una mujer en Internet, y fuimos conversando uno con otro, muchas noches, cuando podíamos, pues ambos estamos casados. Nunca nos mostramos la cara el uno al otro, ya que vivimos en la misma ciudad, y creíamos que así manteníamos mejor distancia el uno del otro. Puedo decir que el cuerpo de ella es magnífico y las cosas que ella hacía frente a mí, en la webcam, me dejaban loco de deseo.

Un día recibí un mensaje— ¿Nos encontramos hoy? Ven, al final de la tarde al centro comercial, a eso de las siete.

—Ok —respondí.

Con una disculpa salí de casa, muy nervioso por lo que iba a hacer. Llegué al centro comercial y estacioné el auto en el aparcamiento subterráneo. Estaba tan nervioso que no salí del coche, a la espera de alguna señal o noticia.

Pronto me llega un mensaje preguntando si ya llegué y donde estaba.

—Si, si, ya llegué y estoy todavía en el estacionamiento.

Ella me responde mandándome una foto, en que se veía un seno de ella y la entrada al ascensor desde el estacionamiento y diciendo— Yo también estoy en el estacionamiento, como puedes ver, y ahora quiero ver esa polla para probar que también estas aquí.

Verifiqué que nadie se acercaba, saqué mi polla hacia fuera y me arreglé de manera de ver el logotipo del centro comercial en una pared y mi palo en la Cam de mi Smartphone. Hice la foto y se la envié.

Al rato recibí la respuesta—Hmmmmmm, estoy muy excitada, pero todavía no estoy lista para verte, quiero ir a ver ropa ¿Y tú vienes? Podemos ir tomando fotos en los probadores dónde estamos. Quiero ver esa polla muy duro, ¿Quieres?

Mi corazón latía sin parar, estaba excitado, súper excitado, ¿iba a verla? ¿Sería como me imaginaba? ¿Me estaría engañando? Pero mi polla crecía al ritmo de la excitación que tomaba mi cuerpo.

Al rato, otro mensaje diciéndome en que tienda estaba y preguntándome—¿Y tú?
no pude contestar porque nuevamente me envió oro mensaje diciendo—No aguanto más, dónde nos encontramos?

— En diez minutos en el parque detrás del teatro. —respondí.

Entré en el coche y volé hacia allá, tenía dudas! ¿Aparecerá o no? Dudaba mientras la carpa de mi pantalón estaba al rojo vivo. Llegue y volví a esperan dentro del auto, esperé un poco y recibí otra foto en el teléfono. Un tanga de un hilo dental, en un culo magnífico y un mensaje—En cinco minutos llego, fui a comprarlas para ti.

Mientras, yo seguía dudando ¿Espero? ¿No espero? ¿Estaré siendo engañado?

Decidí esperar.

Esperé recibí otro mensaje—¿Estás en el coche junto al árbol grande de la entrada?

—Si —respondí.

—Entonces súbete al coche que va a pasar ahora.

Salí de auto y me dirigí al todoterreno que se acercaba. Se detuvo, abrí la puerta y vi a una mujer hermosa sonriéndome.

—¡Vamos, entra! —me ordenó.

De allí nos fuimos a un lugar más apartado, cerca del río, junto a las vías del tren.

—¿Cómo estás? —Preguntó ella sonriendo.

—Yo ya no puedo más — Y le mostré mi cojín debajo de los pantalones.

—¡Déjame ver —y empezó a abrirme los pantalones y meterme su mano dentro para cogerme la polla.

Tuve que ser sincero y decirle—Estoy demasiado excitado, creo que casi me vengo ahora sólo por estar cerca de ti.

Ella se rió y dijo que ya se había masturbado cuando fue a comprar la ropa interior, y abrió la gabardina que llevaba puesta, y vi que sólo tenía la ropa interior.

—¿Y si te hago venir ahora, todavía tendrás fuerza para mí? —Dice mientras sonríe y yo con la cabeza digo que sí

Ella agarró mi polla con su mano y empezó a masturbarme, mientras con la otra mano se masturbaba ella y nos vinimos los dos.

—Hmmmmmm —gimió.

Con unas toallitas nos limpiamos y le pregunté—¿Quieres ahora?

La agarré por la cara y empecé a besar su boca. Ella gemía de placer mientras nuestras lenguas se enrollaban una en la otra, mis labios contra sus labios. Mis manos recorrían su cuerpo, apretaban sus caderas, sus nalgas, todo su cuerpo. Mi boca empezó a bajar por su cuerpo, por el cuello , el pecho, las tetas, los pezones, que se notaban bien duros en mis labios; mis dientes raspaban levemente en las puntas de sus tetas y ella gemía más de placer .Mi boca continuó bajando hasta llegar a su coño, que estaba empapado. Abrí sus grandes labios y pasé mi lengua por su clítoris que la hizo gemir muy alto y decir— ¡Ay! ¿Soy yo una putona o no lo soy? ¿Te gusta? ¡Cómeme!

Comencé a follarla con los dedos, metía un dedo, y dos en la vagina, y le abría bien el coño y lamía el clítoris, hacia arriba y hacia abajo, y le metía un dedo en el culo, y pasaba mi lengua por su ano; y ella se vino en mi boca. Luego se empezó a agachar y a besarme, primero sólo en la cabeza, y pasando la lengua por todas partes, hasta los ojos, y fue bajando hasta mi polla.

—Sí eres una putona, la mayor de todas las putonas. Eres una verdadera perra en celo —le dije gimiendo.

Ella se rió, y también gimiendo dijo—Ya los é y me encanta serlo.

Escupió en mi polla y volvió a mamarla como si no hubiera mañana, dejó la polla, se volvió de espaldas, e inclinó el culo hacia mí, y me dijo— ¡Fóllame! ¡Fóllame el coño! ¡Fóllame duro! —y golpeó con fuerza sus nalgas con la mano abierta.

Yo estaba como loco sin poder creer todavía en mi suerte mientras le di unas nalgadas. Con la mano agarré de su pelo que llevaba recogido en una especie de cola de pelo, y tiré hacia atrás, y mientras le preguntaba si era así cómo quería mientras se la metía bien al fondo. Ella gimió muy alto y le agarré las nalgas con fuerza y la empecé a coger con toda la fuerza que me quedaba.

Nunca vi nada igual, ella gritaba, gemía, me llamaba, y me pedía a coger con toda la fuerza. Se vino estridentemente dos o tres veces. Se dio la vuelta poniéndose frente a mí y me cogió la polla y la chupó sin parar hasta que acabé en su boca. Ella lo tragó todo y comenzó a reírse.

—¡Ah! Qué bueno fue ¿Te ha gustado? —Me preguntó.

— Claro, me encantó.

— Pues si quieres volver a repetir no me llames a mi número.

Me dio mi ropa, me besó en la cara y dijo— ¿Soy o no soy una gran putona?

—Eres la mayor putona de esta ciudad —le dije.

Ella nuevamente rió y dijo—A mi también me encantó, y puede que vuelva a llamar, pero tú nunca me llames si quieres volver a coger conmigo.

Desde entonces, pienso en ella todos los días. A veces tomo el teléfono y pienso en llamarla pero cuando me acuerdo de la advertencia que fue, lo dejo y me quedo esperando.

CRA

Otro relato ...




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