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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nipona 4
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Seguía latiendo en mí aquel segundo hombre en mi vida. Y dentro de ello, la esperanza de que viniera por mí nuevamente.

Sucedió casi dos semanas después y esta vez fuimos a su casa. Era muy linda, el baño tenía el tamaño del dormitorio que compartía con mis hermanas. Una sala, como el dormitorio de él, tenía el piso cubierto por una alfombra que era más mullida que mi colchón. Fue mi primer whisky, y su cama tenía lo que yo decía techo, sabanas de seda y cortinas con relieves en las ventanas.

Me besó con ternura y acarició mis pequeños senos, susurraba mi apodo y empezamos el juego de lenguas en nuestras bocas. Me lamió desde los pies hasta la cabeza y ese juego me hizo elevar un sentido de calor corporal más intenso que mi primera vez. Sentí la necesidad de que en algo él fuera el primero y entre el delirio y el alcohol le lamí la coma. Fue asqueroso, pero sus gemidos de placer me llevaron a hacerle un buen trabajo.

Todos chupados nos enroscamos las lenguas y empezamos a hacer lo que éramos los dos, una pendeja que quería ese hombre por tener lo que la sacaba de temores y ansiedades; y él un degenerado que se cogía una nena con edad de nieta.

Me puso de costado y mi cola volvió al mismo problema de la primera vez con mi abuelo postizo.

― Relaja el cuerpo niponita, así entra toda, amor.

― Estoy estrecha amor, despacito.

Mi cola pulposa y firme estrangulaba los pitos pero con delicadeza se llegaba al fondo.

Empecé a sentir su lengua en mi cara y cuello, y su bombeo en mi cola, su jadeo y su declaración que me hacía feliz.

― Niponita, me gustas mucho, necesito una mujer como vos acá.

Yo ardía con su voz, lengua y penetración, perdí el control― Vos debiste ser el primero, me equivoqué, vos debiste haber enseñado el amor.

― Mi amor, con eso ya soy el primero.

― Yo también quiero venirme con vos, haré lo que me pidas, no me voy a negar a nada, quiero ser tu mujer.

No sé por qué, empezamos a llorar mientras nos besábamos, pero fue hermoso, eyaculó en mi boca y me pidió que no la tomara toda porque quería besarme con su leche...

Al otro día me angustié mucho por tener que salir de allí aunque me llenaba de esperanza aquello de que me traería para siempre a esa casa.

En menos de un mes apareció en casa con una mujer de su edad para hablar con mamá y papá. Estaba entre preocupada y tranquila y después de la reunión en el patio, mamá me llamó para preguntarme si quería irme a vivir con ellos dada las pautas que establecieron. Tenía que seguir estudiando, hacerles caso y ayudarlos con el abuelo de la familia en lo que pudiera. Una mucamita-nieta por definirlo de alguna manera.

Mi hermana Chona, era más que feliz, ahora ella sería la enfermera del casi abuelo el cual ¿Qué podía decir? Me mudé a "mi" casa la cual era limpiada por empleadas a las que no conocería por temas horarios y empezó mi vida de copas de vinos finos, comidas exquisitas y no saber que ponerme por tener tanta ropa.

En un encuentro, Chona me habló del abuelo, se encamaba con él pero no sabía cómo decírmelo, y pensé que ese viejo en dos meses se revolcó con dos criaturas acorde a su edad y seguro Chona empezaría a experimentar con los amigos de él.

En cuanto a mi protector empezó a adelgazar y cuidarse más para disfrutarme lo mejor posible. Caído el sol, me la pasaba desnuda o fui aprendiendo lo sensual de las transparencias para el gusto de sus manos y lenguas.

Dormíamos juntos y éramos tremendamente felices. Alguna vez sentí la inseguridad de si conociera a otra, pero recuerdo siempre que una tarde al cruzar una plaza camino a "mi" casa bajo la mirada de dos abuelos escuché― Mira el delicioso caramelito que se come ese gordo infame ―Sonreí y contorneé más mi cola.

Nipona

 

 

Mi Nipona

Esta es la historia de la relación que surge entre una joven, Nipona, y su medio abuelo, el viudo segundo marido de su abuela.

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