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La Página de Bedri
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Hola, mi nombre es Dolly, ahora tengo 26 años, y mi juego de ser mujer de Roberto y Enrique ya terminó. Roberto al descubrirme con Enrique me dejó y no me buscó más. Eso para mí fue muy traumático, la verdad era que mi lujuria por él no me dejaba olvidarlo.

Continuaba con Enrique, a que le conté mi historia, y me perdonó. Otros hombres empezaron a abordarme y yo me sentí muy halagada, sin embargo, tuve que ser discreta, ya que con mi jefe seguía habiendo mucha interacción, el contacto físico era inevitable.

Surgió un viaje de negocios y me tocó ir con Enrique. Durante el vuelo no habló nada fuera del trabajo. Al llegar fuimos a un hotel y tomó una habitación para 3 días, la recepcionista tomó nuestros datos y entregándonos la llave nos indicó cual era la habitación. Llegamos a la habitación correspondiente, y cuando entramos, la habitación solo tenía cama matrimonial, le pregunté porque no había pedido una habitación con 2 camas individuales, a lo que Enrique me respondió― Seguro, la chica es adivina y nos vio como pareja ―Enrique dice que si no me molesta dormir con él, compartiremos la cama, y vemos que puede pasar; y así fue. Enrique decidió ducharse, después ya lo haría yo, y me puse mi camisón. Mientras Enrique veía la tv acostado, con el torso desnudo y con una bermuda puesta, fue el momento de darle sinceramente las gracias, por haberme elegido para aquel viaje, me respondió que el agradecido era él, por acompañarlo.

Casi dormida y sin encender la luz, pude ver que ya amanecía, giré hacia él para ver si lo había despertado con mis movimientos, cuando encontré mi gran sorpresa, Enrique además de seguir dormido, tenía una erección brutal, sus 15 centímetros había vencido su bermuda. Sigilosamente me acerqué para mirarlo más de cerca, hasta llegué a alargar la mano. Lo quería tocar, levanté un poco el camisón, y empecé a acariciarme la vagina que estaba empezando a humedecerse. Se despertó y me dejó hacérselo, luego decido ir a la guerra, tomó su miembro, lo saco de la bermuda y lo dirijo a mi boca. Sentí aquel apetitoso glande, y fue cuando se me quitó toda inmovilidad, lo miré e inmediatamente suspiró de placer y me dijo― ¿Quieres que te coja? ―Nos desnudamos por completo y empezó a penetrarme muy lentamente, abriéndose paso fácilmente por mi lubricación. Se reía buscando mi complicidad, que encontró también en mis piernas que fui levantando para ayudar la penetración― ¡Ay! Enrique, que ganas tengo, por favor, hace tanto que no sé lo que es un hombre, quiero ser tuya otra vez, por favor ―le dije. Me sentía llena, completa, rebosante. Me daba un bombeo suave al salir y duro al entrar, lo que me enloquecía, me hacía desear que no saliera y que volviera a entrar, Me susurraba al oído entre beso y beso cosas como― Dolly, no sabes cómo deseaba esto, no te imaginas que ganas te tenia cada día, me haces retorcer de placer ―y en ese instante tuve el más maravilloso orgasmo desde que Roberto me cogía, quise gritar, balbucee, gemí, Enrique siguió en su bombeo, ahora cada vez más duro y parejo, se venía en mí. Noté como mi vagina se inundaba con sus chorros casi interminables de semen. No paró, continuó y continuó, hasta que me di vuelta para besarlo en la boca. Se detuvo solo para hundirme la lengua hasta la garganta. Sacó su miembro de mi vagina llena de semen y flujos, sentía el semen salir de mi vagina, me sentía mujer otra vez.

Luego de ducharme volví a la cama a su lado. Desnuda, me recibió con un gran beso en la boca, que continuó por el cuello buscándome los pechos. Mis pezones parecían saber la intención ya que se endurecieron tanto que me dolieron, dolor que solo aliviaba la lengua de Enrique. Tome su pene y comencé a masturbarlo, Enrique gemía, me recogí el pelo y fui acercándome lentamente hacia aquel miembro erecto, le di un dulce beso en el glande, lo miré a los ojos para comprobar su disfrute. Saqué la lengua lo más que pude y desde el tronco hacia arriba comencé a recorrerlo. Trataba de ser paciente y poder recorrerlo todo con mi lengua, aunque en realidad buscaba tiempo para imaginar una forma de metérmelo todo en la boca y que le diera todo el placer que el buscaba.

Después de buscar la posición para hacer un rico 69, le pedí que me metiera el pene. Me acosté boca arriba, abrí las piernas, y comenzó a cogerme. Yo me sentía en las nubes solo veía la forma que tomaban mis pies arqueándose del placer que recorría todo mi cuerpo y le dije― Hazme lo que quieras, soy toda tuya, quiero morirme gozando así ―Podía sentir su dureza, su calor, mis flujos se hacían cada vez más abundantes. Enrique empezó a darme cada vez más duro, se oía el golpeteo de su pelvis contra la mía. Como pude, con cada mano tomé mis piernas por detrás de las rodillas, para así abrir más mi vagina y recibir más de aquella salvaje cogida. Me estremecí, lo agarré de la cintura, di un fuerte gemido y exploté en un grandioso orgasmo. Después, Enrique me hizo poner de costado y levantando mi pierna izquierda se montó a horcajadas sobre mi pierna derecha, me la metió otra vez esta vez sin demora, y volvió a darme duro, mientras yo gozaba al máximo de aquella cogida.

Después me puso en cuatro, se levantó rápidamente, fue a la mesilla de noche, agarró crema humectante y me la untó bien en el agujero anal. Hizo lo mismo con su verga, sabía que había llegado la hora de perder mi virginidad anal. Noté como mi ano empezaba a ceder, un calambre frio recorrió mi espalda desde la nuca hasta los pies, como si una navaja que me desgarraba recorriera desde mi ano a mi vagina. Grite de dolor, decidí morder la sabana para no volver a gritar, ya el dolor se mezclaba con placer. Cuando sentí que aquella verga ya había vencido mi esfínter y que felizmente mis entrañas se llenaban. Enrique me dijo al oído― Ya está mi amor, lo peor ya paso ―A lo que ingenuamente le pregunté― ¿Ya está, entró toda? ― Enrique, ahora sonriendo, me dice― Sería incapaz de causarte dolor, solo quiero verte gozar, cuando tú me lo pidas la saco ―En ese momento, ya no sentía dolor y me encantaba que Enrique disfrutara de mi cola. Enrique seguía con sus besos, caricias, apretones, mordisqueos y un dulce y suave bombeo hacia mí colita. El goce era mucho mayor que el dolor y así estuvimos un buen rato.

Luego Enrique me metió su miembro en la vagina y disfruté de toda aquella verga dentro de mí. ¡Qué sensación! ¡Qué goce! ¡Qué placer! ¡Me encantaba! Era tanto el bombeo que sus bolas me enloquecían cuando como latigazos chocaban contra mi vulva. En ese momento le dije― Enrique, mi amor, me vas a coger como y cuando quieras ― Sentí, por primera vez en mi vida, un orgasmo en mente, alma y cuerpo. Enrique no paraba, y sentí uno, dos, tres chorros interminables de su semen, y luego pequeñas acabadas también, 3 o 4, que me inundaron la vagina. Me corrió un escalofrió por todo el cuerpo, sentí hasta el cabello erizado y otra vez una catarata en mi vagina y exploté junto con Enrique en otro orgasmo de ensueño.

Fuimos hacia la ducha entre besos y caricias, él se metió primero a la ducha mientras yo orinaba, y luego me recibió con un largo beso en la boca, que terminó cuando encontró mis pechos con los pezones erguidos. Nos duchamos, nos vestimos y luego salimos camino a la reunión pendiente.

Cada noche de los tres días que pasamos juntos en el hotel, fue maravillosa. Sin más preámbulos íbamos directo a la cama a tener sexo, dormíamos desnuditos y abrazaditos. Al despertar del último día, antes de ir al aeropuerto para regresar a casa, luego de un delicioso mañanero, hicimos un pacto.

Así fue como volví a ser la amante de Enrique, me coge cuando quiere y como quiere. Con él hago de todo y obtengo privilegios en el trabajo, ya me reconocen como la mujer de Enrique.

Dolly

 

 

El despertar de Dolly

Su nombre es Dolly, y nos contará su despertar sexual en varios capítulos.

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