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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Otra aventura después del trabajo - Segunda parte
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Después de la partida de Eduardo, y antes de cambiar la toalla por otra ropa, fui al cuarto de los chicos para despertarlos e ir a desayunar. Los encontré profundamente dormidos, despaturrados y desnudos, cada uno en su cama. Me estaban dando un espectáculo maravilloso, ambos tenían sus genitales al aire, y aun, estando en estado de reposo, dejaban ver lo sorprendentemente grandes y preciosos que eran. Aunque cansada y mareada de tanto vino, y del ajetreo sexual del día y de la noche hasta casi el amanecer, el ver semejantes preciosidades disponibles sólo para mí, me pusieron nuevamente morbosa e inquieta por ser poseída por ellos, en especial, por el de Luis, que parecía un tronco de ébano.

Estuve a punto de tocárselos, la tentación era muy grande, quería sacarme la toalla y acostarme nuevamente con cada uno de ellos, pero no. Así que, soné mis manos y les dije― Muchachos, hoy es día de sorpresas, vayan a bañarse, cepillarse los dientes y regresan para que escuchen las sorpresas que les tengo. No tarden porque aún estoy con los efectos del alcohol, y encima, trasnochada.

Ya no existía la vergüenza entre nosotros después de la noche anterior. Cuando Luis regresó del baño, lo hizo secándose el cuerpo desnudo, pretendiendo quitarme la toalla a manera de juego, y pidiéndome que le hablara sobre las sorpresas. Le reprendí, y le dije que esperaba que Junior también llegara.

Mientras tanto, mi cuerpo desnudo debajo de la toalla, temblaba de deseo y excitación de saber que nuevamente estaba completamente sola con aquellos dos hombres en su dormitorio. Con uno de ellos a mi lado, desnudo y tratando de desnudarme, y otro, por salir del baño y sin dudas, a quererme hacer suya nuevamente. Y no se diga que, me hubiera podido controlar, pero lo que estaban viendo ante mis ojos, es justamente lo que me fascina y me vuelve loca, peor, sabiendo que se erguían y se ponían rígidos sólo con mi presencia, delatando a sus dueños la excitación y el deseo de metérmelos nuevamente dentro de mí.

Cuando Junior salió del baño, me levanté, y les dije― A ver chicos, Eduardo tuvo que viajar a Guayaquil, por lo tanto, estamos solos. La otra sorpresa, es que acabo de confirmar que me puedo quedar hasta mañana en la noche.

― ¿Y no hay más sorpresas? ―preguntó Junior.

― Bueno, sí, si se siguen manoseando sus penes delante de mí, me ponen muy nerviosa. Eduardo me pidió que me hiciera cargo de ustedes; ahora todo depende de que se porten bien. Y eso es todo chicos, alístense para salir a desayunar, que yo tengo que hacer compras personales.

― Espera, mi amor ―dijo Luis ―nosotros te tenemos una sorpresa para ti, pero cierra los ojos.

Oí movimientos cerca de mí, y sucedió, lo que tenía que suceder. Cuando me pidieron que los abriera, tenía a Junior delante, y a Luis por detrás de mí, completamente desnudos y con sus penes muy rígidos. Me quedé inmóvil, y cuando intenté reaccionar diciéndoles que se tranquilizaran, no tuve tiempo ni de abrir la boca, porque Luis me giró la cara hacia atrás y hacia él, y me llenó la boca con su lengua, mientras Junior, me sacaba la toalla, y daba buena cuenta de mis tetas, estrujando y chupándolas, mientras la otra mano de Luis hurgaba entre mis piernas.

No podía apartarme ni hablar, solo me dediqué a disfrutar de aquel ataque sexual. Es increíble la sensación de sentirse acariciada y manoseada por más de un hombre, eso me hace entrar en un estado de entrega total y de relajamiento corporal que da paso a sensaciones y movimientos netamente de tipo sexual. Esos que son incontrolables cuando tu cuerpo y mente entran en conjunción, y su único objetivo es el sexo en su máxima expresión.

Me relajé, me entregué y disfruté tanto, que solo recuerdo ciertos momentos en que sentí algo de dolor, como cuando entre los dos me tenían por los aires, el uno delante y el otro por detrás completamente ensartada por ambos lados. Y otro, fue cuando uno de ellos quiso eyacular dentro de mi garganta, y que me produjo una arcada. Del resto, es historia, me comporté como una loba depravada, que gemía y pedía que me penetraran con más fuerza. Que me revolcaba de placer, y que quería más hombres para que me satisficieran. Aunque esto último no lo recuerdo, pero tampoco me extraña.

Recuerdo algo de lo que dije― Cuando la lujuria invade mi cuerpo me lleva a extremos. Ustedes saben que, hombres y mujeres en el momento de tener sexo decimos y hacemos cosas sin control. Son los efectos del vino y el alcohol los que me pusieron así al estar con ustedes.

Permanecimos por un rato hablando de lo rico que la pasamos. Para ellos, que no habían tenido ninguna experiencia de ese tipo, con toda la comodidad, intimidad y tranquilidad del mundo, sin preocupaciones, y en su propia casa, fue como un sueño realizado.

Eduardo me conquistó, me llevó a su casa, y me hizo suya. Junior, su hijo, copuló con la mujer que su padre le presentó, y a la vez éste, la compartió con Luis, su invitado, todo eso en el transcurso del mismo día, y en la misma casa.

― Bueno mis amores, vístanse rápido, comemos algo en el malecón, y me voy de compras. Recuerden que no pensaba quedarme hasta mañana y necesito ropa.

Salimos, los chicos con camisetas y bermudas, y yo, solo con un hilo dental y mis tetas al aire, y para cubrirme el cuerpo, un pareo corto, estampado y medio transparente que es muy sexi, que se sujeta del cuello con un nudo, y que solo se entrecruza por delante. Me sentía muy liberada y sexi. Junior tomó el volante, Luis de copiloto, y yo en el asiento trasero.

Llegamos y no imaginé que el lugar estaría tan lleno. Vi que los chicos eran muy conocidos, hasta que, de una mesa nos llamaron para que los acompañemos. Justo tenían tres sitios disponibles, eran dos amigos de los chicos acompañados de dos adultos. Les dimos las gracias y nos sentamos.

Como era de esperar, todas las miradas recaían sobre mí, en especial por mi vestimenta. Es muy común vestir en las playas de esa manera, pero estábamos en un restaurante, y sin duda, no esperaban ver a una mujer vestida así con dos chicos jóvenes.

Y no faltó el interrogatorio y los comentarios de mal gusto de parte de los hombres que andaban con esos chicos.

― Junior, ¿por qué no presentas a la dama? ―Dijo uno de ellos.

― ¡Ah, perdón! Ella es Caro, es amiga de mi papá, y como hoy tuvo que viajar de urgencia a Guayaquil, le pidió que se quedara en nuestra casa, y nos acompañara hasta su regreso.

― ¡Qué bien! Entonces están muy bien acompañados por Caro.

― Así es ―les contesté― Y más que bien acompañados, están siendo bien atendidos y cuidados mientras me tengan a su lado.

― ¿O sea, aparte de madre postiza, haces el papel de una dama de compañía?

― No precisamente, pero si pensar así, te hace feliz, o te excita, por mí, no hay problema que pienses eso, soy una mujer liberada.

Se escuchó por ahí un― ¡Uy! qué duro sonó eso ―acompañado de risas, eso vino del otro hombre.

― ¡Ah!, por cierto, Carolina es mi nombre, Caro solo para mis amigos íntimos. ¿Junior, por qué no me presentas a este caballero tan interesado en saber de mí?

― Disculpa Caro, es Renato, socio y muy amigo de mi padre, el otro es Pedro, también amigo de mi padre, y es el papá de mis amigos que están aquí. Entonces Renato dijo― Espero poder llegar al día en que te pueda llamar Caro, un nombre muy excitante a mi parecer.

― Podría ser, nada está escrito; pero por ahora, para ti seré Carolina.

Luis, estaba molesto, se había dado cuenta que, todas las miradas iban directamente a mis senos, que se veían muy claramente. Le tomé la mano, y le dije al oído― Tranquilito amor, lo que me dijo Renato, no es nada, simplemente se me está insinuando, y tratando de descubrir de mí. Soy capaz de soportar el acoso y sus miradas morbosas, pero tranquilo, al menos estoy dispuesta a no ceder por media hora más. ¡Jajaja! Porque el hombre, me gusta y es muy guapo, algo atrevido, y eso también me gusta de repente.

Fui a por unas bebidas, y los comentarios y miradas volvieron a recaer en mi cuerpo, y en especial sobre mis nalgas, que se habían tragado el hilo dental, y era notoria mi excesiva desnudez. Eso llamaba la atención de los hombres, pero qué pena, estaba en la Playa y ahí, una se viste como se le venga en ganas. ¡Que disfruten los hombres y qué pena por las mujeres que se amargan!

Regresé a la mesa, y Renato me dice― Estás causando revuelo exhibiendo ese bello cuerpo

― ¡Ah! ¿Sí?, ¿eso te molesta?

― No,… me sentiría orgulloso de acompañarte siempre.

― Gracias, pero por ahora no será posible ―Entonces dije― ¿Bueno chicos, me acompañan de compras, o se van con sus amigos?

― Mira Caro, dijo Junior, nos están invitando a la Casa de Pedro, el padre de los chicos que estaban allí, van a ir muchas chicas, y quisiéramos ir. No te preocupes, las casas de Pedro y Renato quedan cerca de la nuestra, así que si sucede cualquier cosa nos ponemos en contacto.

― De acuerdo, entonces pueden ir, siempre y cuando no beban mucho y se cuidan ―Pero surgió el inconveniente de que yo había dejado mi carro, y no tendría como regresar― No hay problema les dije― Yo me voy de compras y luego tomo un taxi, ustedes avisen cuando estén de regreso para esperarlos, pero si se quieren quedar hasta más tarde, me avisan. Hasta eso, sabremos si Eduardo regresa esta noche.

― ¿Segura que no tienes inconveniente en quedarte sola en la casa? ―preguntó Luis

― No amor, me se cuidar sola ―a lo que Renato acotó― Vayan tranquilos que yo la llevaré de compras y luego a la casa de Pedro para que ella sepa dónde están.

De inmediato, Renato se puso a mi disposición para llevarme al centro comercial y luego a casa. Lo miré con mirada coqueta, y le dije― Lo que voy a comprar es ropa íntima, y aparte, unos hilos dentales para baño, te sentirás incómodo estando a mi lado.

― ¡No! ―exclamó Renato ―yo también soy liberal y ya divorciado, y no tengo problemas en ayudarte a escoger ese tipo de prendas. Es más, te quedarás sorprendida por mis buenos gustos. Pero espera, hago una llamada para que estés más tranquila.

Tomó el teléfono y llamó a Eduardo, lo puso en altavoz para que lo escuchara― Hola, hermano, ¿a qué no sabes con quién ando en mi carro?

― No, no lo sé ―dijo Eduardo.

― Estoy con Carolina, tu amiga, acabamos de dejar ir a los chicos a la casa de Pedro, ahí van a tener un piscinazo con unas amigas. Pregunto― ¿Tienes algún problema si llevo de compras a Caro y luego la llevo a casa?, te está escuchando.

― No, por supuesto que no. Es más, si anda contigo, no permitas que ella pague lo que quiera comprar ―Entonces lo saludé, y le pregunté si regresaría esa noche― No creo amor, por los problemas que tengo, me sería imposible hasta ir mañana, pero estaremos al habla. No te preocupes por Renato y sus amigos, todos son buenas personas, y no harían nada si no se lo permiten. Disfruten la tarde, y tomen el vino que quieran.

― Ya oíste, tienes permiso para andar conmigo, estar hasta con mis amigos, y beber conmigo todo el vino que quieras.

Lo miré y le dije muy coqueta― ¿Tú crees que yo necesito permiso de alguien para hacer lo que yo quiera? Entonces llévame al mall, pero no te incomodes si algún hombre me dice algo, o cuando murmure la gente.

― Tranquila, solo seré un observador ―me contestó.

Ya en el centro comercial, ni modo que atraje muchas miradas de hombres y mujeres. Algunos malcriados me lanzaban besos volados, otros, me preguntaban que cuánto cobraba, y majaderías que venían de gente mal educada. En cambio, muchas mujeres que no me veían con buena cara, yo las mataba con la.

Recorrí boutiques de ropa íntima y trajes de baños minúsculos; como me gustan. De los pareos cortos, sexis y transparentes que me gustan para la playa, escogí dos. Renato me mostró unos hilos muy pequeñitos y sexis, le sonreí, y le dije que sí, que me gustaban y que los quería. Luego me pidió que me probara un micro sexi en “V” de una sola pieza con micro tanga. En realidad, solo eran tres pedacitos de tela unidos por unas tiras elásticas transparentes, dos para intentar tapar las areolas y pezones, y uno más pequeño que pretendía tapar el pubis, y que, en realidad no tapan nada. Era uno de esos que usan las mujeres en los clubes nocturnos o que son para mujeres muy atrevidas y exhibicionistas como yo. Antes, los trajes tapaban las vulvas, nalgas y las tetas, ahora las vulvas y nalgas son las que tapan los trajes. Lo miré muy coqueta, porque sabía lo que quería, y ese día, me sentía muy vulnerable, entonces le dije― Está lindo, me encanta, es bello ese color rojo, pero lástima que no me lo puedo probar, está prohibido probárselo, o lo compras o lo dejas ―Y seguí mi recorrido.

Cuando me acerqué a la caja, la señorita solo me dio las gracias por la compra porque Renato había pagado todo, le protesté, pero la chica ayudó a que yo metiera la pata, y él se riera un poco al decirme que, ella soñaba con tener un hombre así, que le diera gusto y le pagara todo. La miré medio molesta, y le dije― Así es, muchas mujeres soñarían con un hombre así, pero ahora éste, no está contigo.

Tarde me di cuenta de que metí las patas al decirle todo eso a la chica sin tener aún, nada con él. Eso le mostró a él, que estaba interesada en intimar, a pesar del desinterés que le aparentaba.

Orgulloso por lo que dije de él, recorrimos el mall exhibiéndome. Compramos helados y emprendimos regreso a casa. Ya más entrados en confianza, yo lo miraba muy coqueta, mientras descarada e insinuante, lamía y chupaba lenta y sensualmente el helado. Lo miraba y le sonreía cada vez que me decía Caro, y luego corregía a Carolina. Sin duda alguna, ya lo tenía muy nervioso y excitado, peor cuando dejé mis sandalias en el piso, y subí los pies al borde de mi asiento como toda una niña malcriada e indiferente, dejando ver parte de parte de mis pechos, abdomen y piernas, cuando la tela del pareo se abrió. Y no se diga de mis tetas, que se dejaban ver muy brinconas y coquetas, con los pezones puntiagudos.

Como estaba tan distraída con el juego de palabras en doble sentido, y algo cansada de trasnochar con Eduardo, y el ajetreo sexual de la mañana con los chicos, no me di cuenta que habíamos entrado a una casa muy grande cerca de la de Eduardo.

― ¿A dónde me has traído? ―pregunté mientras aparcamos bajo techo, sonrió, y me dijo que a su casa, invitándome a bajar, dándome sus manos. Como el carro era muy alto, me paré en el estribo y me tomó de las axilas para bajarme. Le pedí que me permitiera andar descalza, sin mis sandalias, pues me gusta sentir el césped en mis pies― No hay problema ―dijo― toma mi mano que te voy a dar un recorrido por la casa. Me siento muy halagado que me estés acompañando, pues vivo solo, mi familia está fuera del país, y el personal de servicio, de la piscina y la de limpieza, solo vienen cuando los llamo.

― ¿Y por supuesto que hoy no los has llamado?

― Así es, no los he llamado, pero, un amigo quedó a venir hoy a tomarse unos tragos conmigo ―dijo

― ¿Un solo amigo? ―pregunté.

― Sí ―contestó― uno solo.

― ¡Uy, qué aburridos! Entonces tendré que animarlos porque tengo ganas de bailar ¡Jajaja!

Sus ojos brillaron de emoción mientras recorríamos y tomábamos vino que sirvió en el bar― Tu casa es muy grande y bonita ―le dije― Espero no pienses en raptarme y tenerme aquí como tu esclava.

― ¡Jajaja! No mi amor, solo quiero que sepas que me gustas mucho, y te quiero complacer en todo lo que me pidas hasta que lleguen los chicos o Eduardo. Ya lo escuchaste, te tengo que complacer y cuidar.

Hicimos un alto en una sala que tiene salida a una terraza cubierta, a la piscina, y vista a la entrada principal ubicada a unos cien metros de distancia, por el otro lado, tiene salida al mar. Tomó una gran botella de vino y nos sentamos casi acostados en una perezosa doble y muy cómoda, nos pusimos a beber, comer y conversar. Copa tras copa, nos estábamos acabando la botella mientras conversamos de nuestras vidas. El vino helado lo bebíamos como agua, y ya con mucho vino dentro de mi cuerpo, las palabras se fueron convirtiendo en caricias, y las caricias en besos, haciendo que mi excitación fuera cada vez más incontrolable, hasta que no pude más. Me dejé llevar por la lujuria y me entregué para que me hiciera suya. Me agarró de las caderas y me copuló como todo un semental, se notaba que lo tenía loco por poseerme. Me arremetía con tanta fuerza que su pene grande y grueso me hacía gritar de dolor y placer golpeando mis entrañas, hasta que tuve un orgasmo.

Ya desfallecida, con la cabeza apoyada sobre el asiento de la perezosa y mis nalgas todavía respingadas al aire, Renato, que aún no había acabado, aprovechó para lubricar mi ano con mis mismos jugos vaginales, para luego agarrarme nuevamente de las nalgas y comenzar a meterme su rico y grande pene.

Estábamos tan concentrados en disfrutar aquella tremenda cópula, revolcándonos y gimiendo en la perezosa, que, al caer rendida bajo el peso de Renato que ya había eyaculado dentro de mí, no oímos, ni vimos la llegada de su amigo. Un tipo en solo bermudas se nos acercaba, era muy alto, atlético, y con guantes de cuero negro en las manos.

― ¡Uy no! ―dije yo.

Renato me desmontó y yo salí corriendo al baño. Les oí saludarse y como Renato le pedía disculpas porque tenía que ir a asearse también. El otro le dijo que no había problema, y que, por el contrario, no hubiera parado lo que estábamos haciendo, así, él también hubiera disfrutado del espectáculo.

Oí risas, y de pronto, Renato me pasó el traje micro mono sexi rojo― ¡Hey! este no es el que escogí.

Renato rio, y se fue diciendo― Ese te gustó y es el que pagué.

― ¿Y el resto de las prendas? ― pregunté.

― No las compré ―y se fue con su amigo que ya se estaba poniendo al día con el whisky.

Me puse aquella cosa, y claro que me gustaba, era como andar desnuda llamando la atención. Los dos triangulitos para mis tetas se deslizaban a los lados, y el de abajo se me metía entre mis labios vaginales y desaparecía si me movía mucho o caminaba. Del resto ni se diga nada, porque la espalda y nalgas quedaban descubiertas. Pero me encantó, me sentía como una diosa del sexo, tal vez, un collar me hubiera cubierto más que aquella. Sabía que se pondrían locos al verme pero para ponérselo más difícil, me volví a poner el pareo transparente con el que anduve de compras, y que tenía en el baño.

Me perfumé, y salí, y lo primero que recibí, fueron los halagos de ambos. Renato se paró me tomó de la mano y me dijo― Estás preciosa ―luego me llevó de la mano hasta su amigo quien se puso de pie, y me hizo sentir miniatura― Él es Joel, es mecánico y diseñador de motos de alta gama ―El hombre se agachó, me tomó de los hombros con sus grandes manos enguantadas todavía y me besó en las mejillas, al tiempo que me decía que se me veía, no bonita, sino, rica en ese traje.

Joel es un hombre muy alto, de aproximadamente 1,90 m o más de altura y unos 100 kilogramos de peso. Parecía de esos motociclistas gigantones de carreteras. Me senté frente a él mientras Renato nos servía, vino para mí y whisky para él que dijo― Siempre quise ver en vivo a una mujer usando ese tipo de trajes de baño, se te ve espectacular.

Decir que me ruboricé, sería mentir, pero tuve que aparentar vergüenza, porque en realidad, el hombre andaba queriendo encender la mecha de la pasión en mí. Se lo agradecí y le hice saber que estaba un poco avergonzada, justificando el no haberme puesto un traje más decente.

― Por el contrario ―dijo él― estás cumpliendo un sueño de mi vida, pero si no te importa a ti y a Renato, ¿te podrías dar una vueltita para apreciarte mejor?

Me tomó de la mano y miré a Renato que me hizo señas de que lo complaciera. En realidad, no solo quería darme la vueltita, lo que yo quería, era desnudarme para aquel hombre tan atractivo, grande y corpulento, que me excitó desde que lo vi, peor aún, sabiendo que ya me había visto, cuando Renato me estaba copulando por mi trasero.

Los tragos iban y venían y el coqueteo de Joel era notorio, y ni se diga, mis miradas lánguidas, mordiéndome los labios, o arreglándome el cabello de forma muy coqueta mientras conversábamos, hizo que el ambiente se pusiera mucho más erótico. Renato pidió disculpas, porque quería descansar, se fue a una perezosa algo distante de donde estábamos, y cerró los ojos queriendo dormir un rato.

Sabiendo que Renato estaba fuera de combate, Joel, acercó su butaca frente a mi perezosa, con el pretexto de no molestar el sueño de su amigo, poniéndola prácticamente de frente y pegada al borde de mi asiento; según él, para poder conversar sin molestarlo, y lógicamente para poder ver más de cerca, lo que sabía, de seguro, iba a ser suyo. Eso me obligó a retraer los pies que antes tenía colgando del borde de mi perezosa. Joel solventó el asunto simplemente abriendo sus piernas a los lados.

Hubo un momento en que estiré las piernas, y mis pies quedaron en medio de sus muslos, momento en que aprovechó para cogerlos y masajearlos, uno por uno, mientras yo lo miraba suspirando, y diciéndole lo rico que me hacía sentir. Pero, aprovechando que el otro pie, quedaba libre, me daba tiempo para con ese, masajearle el bulto al disimulo, y dejarle ver entre mis piernas lo que le tenía para él.

Tan rico y relajante estaba ese masaje que, no me importó, ni me incomodó que me tomara de ambos pies y me jalara hacia él. Tanto que mis pies quedaron casi a la altura de sus hombros, y yo, acostada en la perezosa, para seguirme masajeando mis piernas y parte de mis muslos.

Comencé a sentir sus besos y caricias en ellas, mientras me decía que lo disfrutara. Extasiada, entre gemidos y susurros, le decía que no parase. Cuando sus manos comenzaron a llegar a mis labios vaginales y mis nalgas, mi cuerpo comenzó a moverse de forma rítmica y sensual. Aprovechando esos movimientos, aflojé el nudo del cuello, dejando que me retirara el pareo para quedarme completamente desnuda ante él, buscando que esas manos fuertes, y esos dedos llegaran más adentro de mis agujeros. Mis gemidos pedían sexo, mis piernas se agarraron a su cuello y llevaron mi vulva a su boca. Me agarró de las caderas y me devoró toda mientras yo convulsionaba entre sus manos con mi lujuria desatada.

Sin mucho moverse, medio se levantó y se bajó la bermuda y tenía aquella estaca debajo de mis nalgas esperando un resbalón. Le dije que se la quería besar y tocar, pero dijo― ¡No!, ahora te quiero penetrar ―y acto seguido, me empujó con mis pies apoyados en su pecho, haciendo que mis rodillas casi estuvieran en mis hombros. Acomodó su garrote a la entrada de mi vulva, muy abierta, y me la clavó de un solo golpe. Me dolió, su pene era super grande, pero simplemente, dejé soltar un gemido de dolor. Estaba tan excitado, que no paraba de arremeterme, hasta que sentí que su semen caliente inundaba mi vagina, mientras se movía para que yo pudiera bajar las piernas.

Justificó su eyaculación muy pronta, alegando que lo tenía muy excitado, y porque no había tenido sexo desde hace un mes. Me reí y le pedí que no se disculpara, que eso era normal, pero que, sin duda, la próxima sería mucho más tardía, pero igual de abundante.

Desnudos y abrazados, conversábamos de lo bonitas que son las motos, que a mí también me gustan, y que también las he manejado, pero solo las pequeñas. De pronto, se me ocurrió preguntarle que, en qué vehículo había llegado porque no lo oímos. Se levantó, me tomó de la mano para llevarme hasta el parqueadero y enseñarme su enorme moto BMW. Le dije que era una belleza, y que me había dado cuenta, de que todo lo que tenía, era muy grande, y reímos― Perdón ―le dije― me refiero a ti y a tu moto ―tratando de corregir lo dicho.

Me propuso montarla, pero me daba miedo por lo grande y alta, a la vez que pensaba en que, estaba chorreando semen, y que al sentarme, mis piernas quedarían muy abiertas y embarraría de semen el asiento muy ancho de cuero. Pero sin dar paso a más pensamientos morbosos, me levantó en peso y me la hizo montar. Yo, estaba feliz, y disfrutaba la forma con que muy fácilmente me manejaba aquel hombre, era su muñequita de trapo.

Me pidió que me agarrara a los manubrios, aparentando que la estaba manejando. Los agarré, pero quedé con las nalgas respingadas en el asiento. Me puso el casco para que no se viera mi rostro, y comenzó a tomarme una serie de fotos muy sexis, que yo estaba encantada de la vida que me hiciera.

Una cosa llevó a la otra, mi pose extremadamente morbosa y sexual, hizo que nuevamente se excitara, y esta vez, se le vino a la mente, según él, otra de sus fantasías, y que era manejar la moto llevando a una mujer desnuda sentada delante de él, cosa que me sonó extrema y excitante.

Aprovechando de mi putería, quería encularme manejando la moto a lo largo de los 4 kilómetros que tiene el carretero en ese sitio. Claro que siempre y cuando veamos que no vengan ni vayan carros. La gente no me importaba, pues yendo rápido, solo verían a una mujer desnuda con casco delante del que la maneja.

Así que, me puse en posición, con las nalgas bien abiertas, dándole toda la facilidad para que me penetrara. Él se montó y con su pene muy largo, comenzó a presionar hasta que después de algunos gritos, lo hizo entrar. Luego que encendió la moto y partimos, el mete y saca de la cópula lo manejaba yo, pues él, no se podía desconcentrar del carretero. Así que, durante el recorrido de ida y vuelta, me comí su pene con movimientos de atrás para adelante. Fue muy, muy excitante, increíblemente excitante. Nos vieron desde una furgoneta repleta de gente, pero no me importó, mi meta era sacarle toda su leche a Joel, y hacer de su fantasía una realidad inolvidable, y lo logré.

Cuando regresamos, Joel no paraba de halagarme, decía que en sus 45 años nunca se había dado aquel gusto. Me ayudó a bajar de la moto, y así desnuda me llevó de la mano hasta la casa de Renato, a quien encontramos completamente dormido, sin duda por el ajetreo que había tenido conmigo.

Joel y yo nos volvimos a besar apasionadamente y nos fuimos a duchar. Esta vez, por lo menos, aquel hombre se dignó bañarme. Luego nos fuimos a la piscina, a nadar y a seguir besándonos hasta que volvimos a copular, esta vez bajo el agua, otro de sus sueños cumplido conmigo.

Salimos, nos duchamos, nos vestimos, claro que yo solo con un hilito dental y uno de mis nuevos pareos cortos, y desperté a Renato para darle las gracias por todo, porque ya era tarde y Joel pasaría dejándome en la casa de Eduardo. Renato se disculpó porque se sentía muy mareado, a la vez que me decía que era broma lo de las compras, que todo lo que yo había escogido me lo había pagado y que las otras prendas de más eran obsequio de él para mí.

Se lo agradecí muy cariñosa y le hice saber que me había encantado como hombre y como persona, que me gustaría volver a estar con él, y que nos pondríamos en contacto.

Me subí a la moto de Joel, pero esta vez detrás de él. Me llevó a casa de Eduardo, y nos despedimos con un beso apasionado, haciéndonos la promesa de volver a dar rienda suelta a nuestras locuras.

No sé a qué hora habrían llegado los chicos, pero a la una de la tarde, cuando me desperté, los encontré dormidos en las perezosas de la piscina, los desperté y los apresuré para regresar pronto.

Comimos algo y emprendimos el regreso. Luis me acompañó para que no manejara sola y Junior lo recogió al pie de mi casa y se fueron después de agradecerme lo que hice por ellos.

Llamé a Eduardo y así mismo, le agradecí todas sus atenciones y lo rico que me había hecho pasar, y para coordinar otra escapada, esta vez, solo con él.

Volví a ver a Eduardo meses después, pero ya estaba con otros planes y acompañado de otra mujer, dándome motivos para dejarlo que disfrutar de su soltería y tomase sus decisiones, porque conmigo, solo fue por diversión.

Para Renato, fui simplemente una oportunidad que supo aprovechar en el momento y lugar preciso.

Para los chicos, fui su maestra del sexo que los consintió. Pienso que aprendieron y maduraron mucho. Y para Joel, fui su regalito para que cumpliera sus fantasías.

Y para mí, simplemente disfruté totalmente haciendo lo que me gusta, dando y recibiendo placer de hombres cariñosos y dispuestos a vivir momentos tórridos conmigo.

Saludos, Caro.

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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