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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Otra aventura después del trabajo
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Recordando mis vivencias de tantos viajes, que por trabajo tengo que hacer a centros y subcentros de salud en sectores de la costa, recordé uno en especial que me sucedió luego de un viernes muy trajinado de trabajo.

Mi grupo de médicos y enfermeras decidimos ir a cenar y divertirnos a una discoteca en el balneario de Salinas, que es una ciudad al pie del mar, y punto de reunión de gran parte del turismo extranjero y nacional. Solo basta con salir a su malecón y recorrer sus playas, para encontrarte con mucha gente amable y divertida, sus restaurantes y discotecas siempre abarrotados hasta altas horas de la noche; todo eso, lógicamente, en época de temporada turística.

Era temprano y estábamos bailando, y sobre todo, disfrutando de la música y de la compañía de un grupo de doctores del ministerio de salud, cuando de repente, llegó un grupo de extranjeros, acomodándose en una mesa contigua a la nuestra, y que, por lo visto, llegaron en plan de conquista, porque no los acompañaba ninguna mujer, cosa que nos resultó como anillo al dedo para las que andábamos solas.

Entre ellos, estaba un empresario amigo de mi esposo, y que, en un baile, estuvo pretendiéndome a escondidas de él, en vista de que, como de costumbre, mi esposo siempre se dedica a conversar y me descuida por largos ratos, les deja tiempo a los cazadores de mujeres abandonadas, y claro, y yo soy una de ellas. Pero por algún motivo, no pudimos concretar nada serio a más de unos coqueteos e insinuaciones de quererme llevar a la cama.

A medida que el ambiente se fue poniendo más caliente y divertido en la discoteca, los extranjeros entraron en confianza con nosotras. Las salidas a bailar se hicieron muy seguidas, pero, cuando las cosas suben de temperatura, y la presión puede hacer estallar la situación hasta salirse de control, es preferible apagar el fuego. Peor aún, cuando se anda con personal de trabajo, es muy necesario mantener la discreción, así que, opté por retirarme, en vista de que mi grupo tenían donde llegar, pero en cambio yo, ni siquiera había confirmado el hotel, porque tenía la alternativa de irme a casa de una amiga, pero que, por descuido, tampoco le había avisado.

Antes de salir de la disco, una de mis amigas me tomó del brazo para decirme al oído que se había dado cuenta que Eduardo, mi pareja de baile en esos momentos, estaba cautivado conmigo, y que no sería bueno que lo dejara plantado en vista de que, sin dudas, ambos nos perderíamos de una buena aventura esa noche― Mira ―dijo― es un empresario muy adinerado, divorciado, y asediado por muchas mujeres ―le sonreí, y le dije que se lo dejaba para ella.

Cuando estaba a punto de subir a mi carro, me abordó Eduardo; un hombre de unos cincuenta y tantos años, muy apuesto y educado, con quién hubo nuevamente flechazo apenas nos volvimos a ver. Claro y lógico, si ya antes estuve a punto de ser seducida y arrastrada a la cama por ese hombre tan encantador.

― ¿Por qué me abandonas? ―me dijo.

― No es que te abandone, me gustaría seguir bailando contigo, sabemos que nos gustamos, pero no le confirmé a una amiga que iba a llegar a su casa, por ende, creo mejor, me voy a buscar un hotel.

― Mira ―dijo él― ya sabes quién soy, conocido de tu esposo, y por referencias te habrás dado cuenta de que soy amigo del dueño y conocido de muchas personas de aquí. Te propongo algo, cerca de aquí tengo una casa con piscina, muy grande y bonita, tiene hasta una pequeña discoteca subterránea. Si quieres, puedes invitar a tus amigas a mi casa para pasarlo bonito, o si así lo deseas, te puedo llevar a conocerla y si decides quedarte, las llamas, o lo que tu desees.

Lo miré, le sonreí, y aunque mi cuerpo y mi boca querían aceptar de primera, mi mente decía―No aceptes, o por lo menos espera a que te vuelva a rogar ―Pero era imposible negarme a las pretensiones de ese hombre tan atractivo y seductor, que, de paso, en el encuentro anterior que ya habíamos tenido años atrás, me había hecho saber sus intenciones de poseerme y hacerme suya.

― Está bien, de acuerdo, acepto.

Lo seguí en mi carro por algunos minutos hasta un sector apartado llamado Mar bravo, donde hay casas muy grandes y bonitas, así mismo, en terrenos grandes frente al mar.

Me extrañó ver otro carro 4x4 parqueado en el garaje. Parqueé al lado del carro de Eduardo y me bajé al tiempo que le preguntaba si acaso era que me iba a encontrar con algún grupo de amigos de él, cuando entrara a su casa, a lo que respondió con una risa― No amor, ese es el carro de mi hijo que se ha venido con un amiguito de la universidad, recién están en tercer año, y son algo tímidos.

Me tomó de la mano y entramos. Me llevó al bar y sirvió sendas copas de vino, agarró su copa, y la botella también, luego me llevó a recorrer la casa que era una belleza. El cuarto principal, era inmenso, hasta con hidromasaje incorporado y separado del resto de habitaciones, pero con comunicación directa a la discoteca subterránea, en donde una de las paredes era una pantalla acrílica muy gruesa y transparente que dejaba ver del otro lado, la parte sumergida y más profunda de la piscina.

Las otras habitaciones, estaban en otra área de la casa, y muy separada del área de la habitación principal. Entre ellas, estaba un cuarto de juegos en donde encontramos a los chicos, jugando a video juegos. Me miraron extrañados hasta que Eduardo me presentó a cada uno― Él es mi hijo Junior, y él es Luis, su mejor amigo

En realidad, la más sorprendida fui yo, los chicos no eran tan chicos, cuando se levantaron de sus asientos para saludarme, me sentí insignificante delante de aquellos dos grandulones con cuerpos de gladiadores, de por lo menos 1,80 m. o más de estatura y de más de unas 50 kilogramos de peso. Pero todavía de mente aparentemente infantil. Luis era negro, y contrastaba con Junior que es blanco. Estaban solo en bóxer, y sus bultos parecían paquetes de al menos kilo y medio cada uno. Sus cuerpos musculosos dejaban ver sus grandes pectorales y sus marcados abdominales, típicos cuerpos de atletas de fitness. Estaba muy impresionada y atontada pensando que sería una estupidez, rechazar la invitación a quedarme, sabiendo que había carne fresca y jugosa en esa casa.

Miré a Eduardo y le dije― Oye, estos no son niños, ya son hombres.

― Así es ―respondió― pero son tímidos, en especial mi hijo, que, hasta la fecha, no lo he visto acompañado de ninguna chica, y eso me preocupa, porque dice que Luis es su mejor amigo.

Oí eso y me reí a carcajadas― No seas tonto le dije, eso no tiene nada que ver.

Seguimos recorriendo las instalaciones, y de vez en cuando, parábamos para seguir bebiendo.

― Bueno, ¿qué opinas, te quieres quedar?, ¿llamamos a tus amigas, o las voy a recoger?, ¿quieres que invite a mis amigos y pasarla bonito con más gente?, o ¿te quieres quedar sola conmigo?, y hasta, tal vez, considerar conversar con mi hijo y hacerle entender que las mujeres son muy necesarias para mantener una relación balanceada entre las personas, en vista que no está la madre a su lado, y porque a veces es preferible que otra persona que no sea la madre, le haga ver las cosas desde otro punto de vista.

― Te contestaré a cada una de tus preguntas ―le dije mientras nos mirábamos a los ojos, y lo tomaba de las manos.

― A la primera, sí, me quiero quedar.

A lo que Eduardo dijo― Eso merece un buen sorbo de vino

― A la segunda, llamarlas o recogerlas, tú sabes que no todas querrán venir, y luego otras se querrán ir, y eso causará molestias. Yo prefiero que no, porque siendo la jefa del grupo, no quiero que mi vida privada sea parte de la comidilla diaria entre ellas, por lo que, prefiero andar sola.

― De acuerdo ―dijo Eduardo― eso merece otro buen sorbo.

― A la tercera, me encantaría que invitaras a más de tus amigos, me encanta ser la atracción en un grupo de gente, y contigo a mi lado, seríamos únicos; pero eso lo dejaremos para después.

― Ok, otro sorbo más.

― A la cuarta, ya estoy aquí contigo, y mareada de tanto vino, pero no estamos solos, tu hijo está con su amigo, y ya saben que estás con una mujer que no es su madre.

― No te preocupes por eso, mi hijo se quiso quedar conmigo, porque sabe que su madre quiere a otro hombre, y de paso, ya hasta convive con él.

― Bueno, entonces la cosa está clara. ¿Quieres que te ayude con los chicos, en especial a tu hijo? Pues para que ellos se sientan bien, y sin ser controlados al menos por unas horas, dales la orden de que me atiendan; que soy tu invitada especial, pero que lastimosamente tienes que irte a una reunión muy importante de trabajo, y que llegarás tarde, diles que estando yo presente, hasta les permites beber moderadamente, del resto ya me encargo yo.

― Ahora bien, regresa a la disco, allí encontrarás a mis amigas, y no vuelvas hasta que yo te llame. Y no me menciones, diles simplemente que me acompañaste hasta la casa de mi amiga en donde me dejaste.

Eduardo entró conmigo a la habitación donde estaban los chicos y les dijo― Muchachos, lastimosamente me tengo que ir, nos vamos a reunir con un grupo de amigos para hablar de negocios, pero eso me llevará algunas horas. Caro es una gran amiga, estaba buscando hotel cuando la vi, pero estando solos en esta casa con habitaciones vacías, preferí invitarla a quedarse. La alojaré en la habitación contigua a la de ustedes y les pido atenderla como si fuera una amiga de ustedes, invítenla a bailar a la disco, o a nadar. Ahí hay licores, y si van a acompañarla bebiendo, que sea moderadamente― De eso me encargo yo ―le dije sonriendo, y Eduardo se fue.

Los chicos dejaron de jugar, y me preguntaron qué quería hacer ―Bueno, primero me voy a dar una ducha, luego me gustaría tomar vino con ustedes, para que me acompañen ¿les parece? ―Asintieron encantados ― Bueno, me esperan en la disco, pongan merengues o cumbias, que si no saben bailarlas yo les enseño, ya regreso- ¡Ah! no es necesario que se cambien, mientras más cómodos mejor.

Me duché, procuré estar muy linda para ellos, con un perfume muy seductor, de esos que los hombres no resisten y envolví mi cuerpo desnudo en solo la toalla de baño. Cuando bajé, y entré a la disco, ellos se quedaron sorprendidos, ya sonaba la música, y la iluminación era muy tenue. Les pedí disculpas por mi vestidura, después de todo, la cosa era tentarlos, pero sin presionarlos, por lo que les dije, que, si los incomodaba verme así, regresaría a vestirme formalmente, a lo que dijeron al unísono que no.

Mi plan era ver que tan tímidos e ingenuos eran, y convencerlos de lo rico que es tener sexo. Así que, mientras bebíamos y conversábamos, los fui haciendo relajar con bromas y frases en doble sentido. Les pregunté ― ¿Alguna vez habían estado con una mujer desnuda envuelta solo en una toalla frente a ellos? ―Se miraron y rieron diciendo que no― Bueno chicos, ahora ya pueden decir que sí la tuvieron, y hasta la tocaron ― Todos reímos y mientras bromeábamos, tomábamos el vino como si fuera agua. Ya estábamos en el punto donde el vino saca cosas que el hombre calla, y a mí, en el punto donde me hace sacar la ropa. Felizmente no me pueden hacer hijos, de lo contrario, ya tendría un jardín de infantes.

― ¿Cómo te gusta que te follen? ―Preguntó Luís.

― Bueno, de mil maneras, pero cuando me siento muy excitada y veo que no voy a correr ningún peligro, me excita mucho que me manoseen, que me ultrajen, que me violen…

― ¿Te gusta que te follen entre varios hombres a la vez? ―dijo Junior.

― Bueno, cuando en el grupo, hay alguna persona especial, prefiero primero hacerlo con ella en solitario; luego si no queda otra, rindo mi cuerpo al grupo.

― ¿Alguna vez, una mujer cubierta con tan solo una toalla los ha invitado a bailar en una discoteca? ―les pregunté mirándolos.

― No, nunca ―dijo Luis.

― Pues bueno, ahora ya van a poder decir que sí ―y acto seguido los tomé de las manos y los saqué a bailar un merengue muy bonito y movido.

Mientras les bailaba contoneándoles muy sensualmente el cuerpo, con movimientos sexis, y mientras Luis me pasaba a los brazos de Junior, la toalla me jugó una mala pasada, pero que, sin querer, ayudó mucho a que el ambiente se volviera muy morboso, y ellos más atrevidos ayudándolos a romper el hielo.

Con tantos movimientos de brazos y caderas, la toalla se me aflojó y se cayó. Cuando me agaché a recogerla, Luis la alcanzó primero, se la quise quitar de las manos, pero me esquivó y me pidió que abriera los brazos en forma de cruz para él mismo ponérmela. “Avergonzada” extendí los brazos hacia los lados, cerré los ojos para disfrutar ese momento porque sabía que me estaban morboseando y oliéndome muy de cerca. Oí a Luis decir de forma muy grosera― Este culo lo voy a reventar ―y a Junior cuando decía― Me encantan sus tetas, me encantan porque están a reventar, muy puntiagudas ―Hasta que noté que alguien me ataba la toalla en el pecho, al nivel de los senos, dejando la abertura para el frente.

Ese momento me resultó muy excitante; me vi sumergida en pensamientos muy morbosos. Estar casi desnuda, tapada solo con una toalla muy precariamente atada a mi cuerpo, en medio de dos jóvenes muy fuertes y súper bien dotados, que me acababan de morbosear al quedarme completamente desnuda ante ellos, y que, con el roce de sus grandes manos sobre mi piel, me hacían estremecer y suspirar de forma muy descarada delatando la lujuria apoderada de mi cuerpo. Era para estar mareada de tanta excitación y morbo- El erotismo flotaba en el ambiente y ya no era solo mi cuerpo el que pedía sexo, era mi mente que también estaba de acuerdo con tenerlo.

De repente, debo haber entrado en trance, porque desperté de ese sueño, cuando Luis me tenía cogida de los hombros y me susurraba al oído preguntándome si me sentía bien, mientras Junior me tenía abrazada a él, jalándome con sus manos de mis caderas desnudas. Yo, había apoyado mi cara a su pecho, y mis manos abiertas sobre sus pectorales, como si hubiera estado soñando apoyada a una pared.

Les pedí disculpas―es que me perdí en mis pensamientos ―les dije― pero ya regresé; esto se me quita con otra copa de vino.

― ¿Saben qué chicos?, ustedes me ponen nerviosa ―les dije― los veo y sus bóxer están a punto de reventar. Soy amante de los animales, y me da mucha pena cuando se los maltratan. Se miraron extrañados y me preguntaron que a qué animales me refería― Bueno, por el porte y lo pesados que aparentan ser, me refiero a esos animales de penes que están hace ratos babeando queriendo salirse. Les haré una propuesta, yo se los dejaré libres con una sola condición, nunca cuenten lo que suceda aquí, ni hablen de mí. Lo de nosotros aquí, se queda aquí. Si están de acuerdo, hablen ahora o callen para siempre ―Había tomado la decisión de acelerar las cosas, ya no habría regreso atrás, ya me habían visto completamente desnuda y no había motivos para andar con tapujos.

Como aceptaron las condiciones, tomé de la mano a Luis y lo saqué a bailar, mi cuerpo temblaba de lujuria, sentir sus músculos tensos, su bulto ya muy definido queriendo sacar la cabezota por la pretina del bóxer. Notar lo grande que era con mi mano acariciándole la boquita de la cabeza, chorreando ese líquido baboso listo para lubricar mi vagina. Sentir sus grandes manos abrirse paso debajo de la toalla, hasta dejarla caer mientras daban buena cuenta de mis tetas y nalgas, mientras yo agachada, succionaba aquel líquido que salía de la cabezota.

Me arrodillé, le saqué el bóxer, y mis ojitos se deslumbraron viendo el tremendo monumento de su pene. Era una cosa maravillosa, digna de disfrutarla mientras se pudiera. Lo besé, lo acaricié, lo lamí y lo chupé; luego besé a Luis en la boca y casi me atraganto con su lengua, ese muchachote lo tiene todo muy grande.

Llevé a sentarse a Luis, y tomé a Junior, restregué mi cuerpo desnudo contra el de él, para que me sintiera y oliera la lujuria que se me salía por los poros. Me comí a besos su boca, sus pechos, y espaldas. Cuando le bajé el bóxer, su pene que, también muy grande, ya estaba hecho un hierro candente, tan duro que ni se movía para cuando se lo lamía por los lados.

Hasta el momento en que dejé sentados a los chicos, todo estaba a pedir de boca. Ellos muy obedientes y tranquilos a pesar de que estaban a punto de reventar. Pero, todo se descontroló, a raíz de que se me cayó un arete, y me agaché en cuatro a buscarlo.

Solo lo entendí cuando una mano se metió por en medio de mis piernas y me llegó hasta los pechos, luego sentí como mi cuerpo se alejaba del piso, y mis piernas colgaban a los lados del brazo de Luis que era el que me levantaba como si fuera de trapo, o un cerdito en la bandeja antes de meterlo al horno. Me posó, así como estaba en unos taburetes que en conjunto, formaban una cama. Les miré y les sonreí de forma pícara, sus penes parecían barras de acero. Me quisieron agarrar pero me escabullí, luego quise huir por la escalera que llevaba al cuarto de Eduardo, pero para mala pata, estaba cerrada. Entonces oí a Luis que me decía― ¿Caro, donde estás zorrita mía?, ya vamos por ti muchachita malcriada; te vamos a castigar y aprenderás a obedecer.

Cuando me vieron, faltando dos escalones para llegar al pasillo de la puerta cerrada, me dijeron― ¡Venga, amor! Entréguese que la vamos a castigar― Porque parecía que me estaban siguiendo el juego para someterme. Les dije que no, que no me entregaba y entonces Luis subió, me tomó en peso y mientras me bajaba, estaba tan excitada que me lo iba comiendo a besos. Me bajó nuevamente a los taburetes, y volví a intentar huir, pero esta vez Junior, me cogió, me acostó boca arriba mientras Luis me tomaba de las muñecas por encima de la cabeza y me sostenía para que Junior me abriera las piernas, se las pusiera cada una por encima de sus hombros y me encajara de un solo golpe su hierro candente en el interior de mi expectante vagina.

Aunque me causó algo de dolor, tanta era la excitación, que apenas me comenzó a copular y a arremeter con fuerza, ya me tenía gimiendo y convulsionando con mis primeros orgasmos. A los que Junior correspondió con una eyaculación precoz. El pobre debía haber estado tan cargado de semen que me llenó la vagina. Después de todo, era perdonable lo suyo por ser su primera vez.

Acostada aún, y sin lavarme, vino ese negro monumento de hombre, me tomó del quiebre de ambas rodillas, me abrió las piernas, me jaló hacia su cuerpo, y se las puso encima de sus hombros. Hizo un poco hacia atrás su pene para poderlo ensartar en la vagina que estaba encharcada con el semen de Junior, y lo encajó de golpe. Mi cuerpo se arqueó del dolor, mientras Junior ya se había unido para sostenerme las muñecas con una sola mano y con la otra, taparme la boca y evitar que gritara, todo, por supuesto sin violencia.

Luis, definitivamente era un chico con más experiencia que Junior. Si sabía cómo copularse a una mujer ninfómana como yo. Su pene, muy largo y grueso, me llenaba todo el interior, tanto que la gran cantidad de semen de Junior más mis jugos vaginales, hacían que éstos se salieran por los lados cuando el pene de Luis entraba y ocupaba toda mi vagina.

Cada arremetida de Luis, era un gemido mío. Disfrutaba al meterme un dedo en el ano, porque sentía como se lo apretaba cada que se me venía un orgasmo. Me lo hacía tan rico que no quería que parase, pero paró. Paró para ponerme boca abajo, me levantó de las caderas, y apoyada en mis rodillas y con mis nalgas al aire, le pidió a Junior que se pusiera delante de mí para evitar que yo saliera disparada cuando el me arremetiera por detrás. Junior lo que hizo fue, ponerme el pene en la boca, mientras me tenía con las manos al lado de sus nalgas. En definitiva, no podía moverme.

Sabiendo lo que me iba a pasar, le pedí a Luis que por favor no fuera violento. Su cuerpo apegado a mis nalgas y sus grandes muslos en medio de los míos, impedían que me moviera para algún lado.

Con tremendo espectáculo que le estaba brindando con mis nalgas abiertas, exponiéndole mi orificio más preciado, se tomó todo el tiempo del mundo para irlo lubricando y relajándolo con mis secreciones, y con sus grandes dedos que entraban y salían de a uno y de a dos. Tan rico me hacía sentir, que, a cada arremetida de sus dedos, me hacía gemir y retorcer de placer; se sentía como si ya me estuviera copulando.

Hubo un momento de paralización de actividades, señal de que se preparaba el ataque. Noté cuando comenzó a empujar la cabeza de su pene en mi orificio anal. Traté de relajarme y dejarlo entrar, pero mi agujero se negaba. De pronto, con un empujón, sentí un pequeño desgarro que me hizo gritar, había entrado la cabezota del intruso, luego con movimientos rítmicos de arremetidas y retrocesos, con ayes de dolor, gemidos de placer, y gruñidos de depravación, entró en su totalidad. Esa imagen, y esa sensación de ser poseída a la fuerza, claro que a petición mía. Ese dolor interior tan intenso, seguido del sonido del golpeteo de su ingle contra mis nalgas, el sentirme indefensa sin poder moverme para escapar, sostenida por uno mientras el otro me viola, es algo que a mí me desquicia, excita y me pone lujuriosa, volviéndome putísima en la cama. Y eso que recién comenzaba, luego vinieron las arremetidas de hombre fuerte, y esas sí que me hicieron gemir y retorcerme como una loca. A cada empujón de Luis, el pene de Junior casi iba a parar a mi estómago, un poco más y las cabezas de los penes de ambos se chocaban dentro de mí.

Mi trasero quedó hinchado de las nalgadas que me dieron. Mi ano, quedó aún más hinchado y dilatado, tanto que, después de muchas arremetidas, el pene de Luis entraba y salía como Pedro en su casa, y cuando hubo terminado, ya relajado, quedó chorreando semen en mis nalgas. Disfruté increíblemente todo lo que me hicieron

Me pidieron que me quedara hasta el domingo, a lo que les contesté con una carcajada― Soy la invitada de tu padre ―le dije a junior ―y no he traído tanta ropa, pero lo pensaré.

Fue muy rico con ambos, en todo caso, Junior me la debía, pero no se lo hice saber, tenía que pulirlo un poco más con unas cuantas clases que le tenía que dar.

Descansamos un buen rato, luego los desperté para mandarlos a bañarse y a dormir, estábamos muy cansados y mareados de tanto vino. Creo que nos tomamos dos botellas entre los tres en menos de dos horas treinta. Mientras se bañaban, llamé a Eduardo para que regresase, todavía me faltaba el encuentro con él, pero mis piernitas casi ya no soportaban mi peso.

― Bueno chicos, los dejo, este cuerpito rico, necesita un baño de espuma ―les dije para despedirme con un beso a cada uno en la boca mientras les decía lo rico que me habían hecho sentir. Ahora sí podrían decir que yo fui la mujer de cada uno de ellos.

El tiempo se fue volando con los chicos, pero en realidad, lo que sucedió, es que las cosas se aceleraron. Eran recién la 1:30 h. pero para nuestros cuerpos debían ser las cinco de la mañana.

Me fui a tomar un rico baño, me aseé, me envolví en la toalla, y me fui a acostar a la cama que me habían asignado. Esperando a Eduardo, me quedé profundamente dormida. De repente, no sé cómo, desperté en la alcoba principal, acostada desnuda en la cama de Eduardo y con él desnudo a mi lado besándome muy tiernamente. Vi la hora, y eran las dos, le sonreí y le dije que, si pudiera hacer eso todos los días, el hecho de llevarme en peso a su lado, desnudarme sin que me diera cuenta, y despertarme a besos, sería la mujer más feliz y satisfecha del mundo.

Me miró y me dijo― Sabes que desde aquella vez que te vi, me quedé enamorado de ti, lástima que aquella noche tu esposo no nos dejó concretar nada; pero ahora que te he tenido desnuda, y dormida a mi lado, veo que tengo la necesidad de abrazarte, besarte y poseerte, hacerte mi mujer durante horas para recuperar el tiempo perdido.

― Lo miré, le sonreí, le abrí los brazos y lo dejé que me montara para sentir su cuerpo desnudo sobre el mío por primera vez, y mientras nos comíamos a besos, mis piernas se abrieron y abrazaron la cintura de Eduardo, para dejar entrar su gran pene que se desesperaba por penetrarme, y yo, por sentirlo muy dentro mío, Luego paró cuando me sintió muy excitada, me sostuvo de las manos para que no me moviera, y comenzó a comerme a besos las tetas, el ombligo, hasta que llegó a mi vulva. Allí se regocijó lamiendo y hurgando con su lengua en mi vagina y mi ano hinchado. Pensé que se daría cuenta que a ese orificio le habían dado como a zorra esa noche, pero no se dio cuenta, porque sus caricias me hicieron gemir, gritar y entrar en convulsiones cuando se me vino el orgasmo.

Tuvimos el sexo de las mil y una noches, pero solo en dos horas. El padre que era tan vigoroso como el hijo, quedó rendido. Eran la cuatro, no hubo tiempo para conversar ni para lavarnos, nos abrazamos y así despertamos a las 10.30 h. Los chicos aún dormían, y mientras nos duchábamos juntos, Eduardo me preguntó sobre lo sucedido.

Le conté lo necesario, no le dije que tuve sexo con ellos, pero le dejé en claro que su hijo era ya todo un hombre― Los chicos en un momento dado me manosearon al disimulo, pero los dejé para que se entusiasmaran y poder ver sus alcances. Estuve a punto de ceder y tener sexo con ellos, pero no estaba segura de si tú lo verías mal, porque se suponía yo venía para ser tu mujer, y con ellos, solo a conversar ―le mentí.

― No mi amor ―me dijo― tú serás mía las veces que quieras, pero si quieres tener sexo con los chicos, es decisión tuya. Eso sí, recuerda que son inexpertos, pero mientras mantengas el control, pienso que los sabrás manejar, y así ellos aprenderán a ser hombres ―De repente, le entró una llamada y muy contrariado dijo― Estoy de viaje y regreso mañana, ¿acaso no pueden esperar? ¡Caramba! Entonces estaré llegando pasado el mediodía― Cerró y me miró suplicante― Mi amor, ¿te puedo dejar encargada de los chicos? tengo que resolver un problema muy serio, y no me gustaría aguarles el día. Podría estar de regreso hoy en la noche, pero igual, nos regresaríamos mañana.

― ¡Chuta Eduardo! Recuerda que soy casada, pero deja confirmar si mi esposo se ha ido de cacería. Me espera hoy en la tarde, pero deja ver qué me invento ―lo llamé y confirmé que efectivamente estaba de viaje, así que aproveché para decirle que tenía un contratiempo en un subcentro de salud y que regresaría al día siguiente en la tarde― ¡Listo señor! Me puedo quedar con los chicos.

― Bueno amor, muchas gracias, pidan todo lo que quieran o salgan a comer y a divertirse. Si necesitas algo, cómpralo y me pasas la cuenta, o que mi hijo lo pague.

Eduardo salió apresurado sin despedirse de los chicos que aún dormían. A mí me dio un beso y me recordó que, en años, no había tenido sexo tan rico y placentero; lo miré sonriente y le guiñé el ojo diciéndole― Solo yo lo sé hacer muy rico mi amor ―y le di un beso volado.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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