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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Perdí la virginidad con mi jefe
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Mi nombre es Fabiana y me gustaría revelarles a ustedes cómo perdí mi virginidad. Cuando yo era más joven, con dieciocho años recién cumplidos, mis padres pasaban por dificultades financieras y tuve que empezar a trabajar para ayudar en casa. En un día, mi padre contó que un amigo de él necesitaba una niñera para cuidar de su hijo y dijo que era una buena familia y sería genial para mí. Entonces, sin pensar mucho, acepté el trabajo.

En el primer día que me estuve de niñera en aquella casa, fue cuando conocí al amigo de mi padre, Eduardo. ¡Así que lo vi, me encantó! Tenía la edad de mi padre, pero era más atractivo que cualquier joven de mi edad. Él fue muy educado y comentó que había crecido mucho y estaba muy bonita.

El tiempo fue pasando e hice de niñera varias veces para ellos, con eso la amistad y la intimidad fueron creciendo. Me encantaba trabajar allí y estar cerca de Eduardo, eso era maravilloso para mí. Yo estaba cada vez más embrujada por aquel hombre.

Una noche, durante mi trabajo de niñera, me desperté sin sueño y me quedé en la cama sin conseguir dormir. Entonces decidí ir a la cocina a beber un vaso de leche. Así que bajé la escalera, pasé por la sala y para mi sorpresa Eduardo estaba viendo televisión. Así que me vio, sonrió y noté que él me miró el coño, que estaba en destaque, ya que yo usaba un pijama corto y muy apretado. Sin saber qué hacer fui a la cocina, un poco constreñida. Al llegar a la cocina, vi que había vajilla sucia y decidí lavarla.

De repente Eduardo entró en la cocina y empezó a hablar de cosas de mi papá, recuerdo que en cierta parte de la conversación me preguntó si yo tenía novio, y dije que no. Fue cuando preguntó cómo podía ser posible y si no había chicos de mi edad interesados en mí. Me reí y queriendo aprovechar la oportunidad dije que prefería hombres mayores, porque los chicos de mi edad son muy infantiles y que no tenía la suerte de Giselle, su esposa, en encontrar a un hombre como él.

Después de eso, él se acercó y me abrazó detrás, posando sus manos en mi barriga y besándome en el cuello. ¡Todo eso era nuevo para mí y estaba disfrutándolo al máximo todo! Llegué a cerrar mis ojos y él susurró que desde hacía algún tiempo estaba loco por mí. En ese momento, él me hizo volver la cara y me besó en la boca. Mientras él me besaba sentí sus manos en mis hombros y él fue bajando el tirante de mi pijama. Sentí el pijama bajar y mis senos quedar desnudos. Luego, fue a la nevera y vino con un pote de hielos y me hizo chupar uno por poco tiempo, después comenzó a frotar en los picos de mis pechos, que se quedaron duros y firmes. Yo estaba muerta de vergüenza, pero estaba mucho más excitada para pedir que se detuviera. Después me volvió de frente, se sentó en la silla y me hizo sentar encima de él, sin penetración. En ese momento, me empezó a chupar los pechos. Yo nunca me había sentido tan excitada, pues como mi padre era muy estricto en relación a mis novios, nunca tuve mayores intimidades con ningún chico.

Pero mi excitación fue interrumpida con el sonido de pasos acercándose y escuché voces

— ¡Bájate! Creo que mi mujer está viniendo.

Acabó de arreglarse la camiseta y rápidamente se fue a su encuentro y ambos se fueron a la habitación. Yo volví a mi habitación llena de deseo y no me aguanté. ¡Ese día me masturbe por primera vez!

Al día siguiente, me fui temprano y no lo vi. Todavía me quedé de niñera más a veces en su casa, hasta que un día la madre de Giselle llamó tarde de la noche y dijo que estaba enferma. Giselle se fue corriendo a ver a la madre y se llevó al bebé con ella. Ella me dispensó aquella noche y dijo que como ya era tarde, su marido me llevaría a casa. Yo estaba de pijama y me fui a cambiar. Yo entonces iba vestida como la típica estudiante de secundaria y sabía que los hombres mayores no se resistían a eso.

Me senté en el asiento del auto y crucé las piernas, la falda por ser de algodón subió un poco. Él empezó a buscar conversación y preguntó si quería ir a algún lugar, recuerdo que estábamos pasando por el lado de la playa y le pedí que parara el auto, él no lo entendió, pero hizo lo que le pedí, recordé que tenía mi toalla de baño en la mochila y la cogí, salimos del coche y dije que amaba pasear en la playa de noche, estaba desierto y el olor del mar era maravilloso.

Fuimos caminando hasta la orilla del mar y puse la toalla en la arena, me senté y luego lo llamé con el dedo para que se sentase a mi lado. Fue cuando me miró y dijo que desde el día que nos besamos en la cocina, no podía parar de pensar en eso. Yo dije que también me había gustado, pero me gustaría un final diferente. Él se rió, acercó la mano de mi mejilla y me besó en la boca. Nos besamos llenos de pasión y nos acostábamos en la toalla, cuando él dejó de besarme, acarició mis cabellos y dijo que no entendía cómo podía estar con un hombre viejo como él, tapé su boca y lo besé. Mientras me besaba, él colocó la mano por dentro de mi blusa y luego la levantó, dejando mis senos a la vista. Fue cuando empezó a chuparlos y yo estaba cada vez más excitada, en ese momento hasta solté un gemido. Después de mucho chupar mis pechos, él se acercó a mi cara y me pareció que me besaba, pero no. Él fue bajando la mano sobre mi vientre y la puso dentro de la falda y después, dentro de las bragas, me acuerdo de que él pasó el dedo por la entrada de mi vagina y dijo que estaba mojada. Y yo, muy seria, le dije que nunca antes había hecho aquello. Él puso una cara que a la hora no entendía, pero hoy sé que el hecho de ser virgen, lo excitó aún más. Entonces me besó y me dijo que me gustaría y que lo haría bien despacio. Yo sonreí y él me fue sacando las bragas. Después subió mi falda, abrió mis piernas y empezó a lamer mi cuca. Recuerdo que gemí mucho y hasta le pedí que se detuviera, de tanto excitada que estaba, pero él continuó.

Después de algún tiempo, me preguntó si me había gustado y dije que sí, Fue cuando él dijo que ahora debería hacer el mismo con él. Se bajó el pantalón y la ropa interior y me pidió que se la chupase. Al principio me asusté con aquello, pero no quería decepcionarlo, entonces empecé a chupar su pene. Él puso la mano sobre mi cabeza y me fue empujando cada vez más. Me pareció un poco asqueroso, pero seguí para agradarle. Después de mucho chupar su palo, él me pidió que me detuviera y me pidió que me quitara toda la ropa, me quedé constreñida, pero él dijo que ese lugar de la playa estaba desierto. Primero saqué la blusa y luego fui sacando la falda, estaba con pocos pelos en la vagina y él preguntó si yo era realmente virgen, y yo dije que sí. Él sonrió y dijo que sería mejor todavía. Después me besó y le vi que estaba bajando el pantalón y la ropa interior. Luego se sentó en la toalla con el pene duro y erguido hacia fuera. Eduardo agarró mi pelo por la nuca y dijo en mi oído— Monta bien despacio en mi polla.

Me puse de rodillas y pasé la otra pierna alrededor de él, creo que se dio cuenta de que estaba muy asustada y me besó con cariño, después cogió el pene y comenzó a frotarlo en la entrada de mi cuca y me gustó mucho. No tardó en poner la cabeza dentro de mí. Entonces él me puso las manos en mi cintura y me pidió que yo fuera bajando. Hice lo que él pidió, pero yo había bajado y empecé a sentir algo de dolor, parecía que estaba siendo rasgada, puse cara de dolor y me obligó a bajar más un poco, le pedí que parara, pues estaba doliendo. Él dijo que no, que me relajara, y recuerdo que él con las manos en mi cintura tiró hacia abajo con cierta fuerza. En ese momento yo solté un grito de dolor y cuando miré hacia abajo, una buena parte del pene estaba dentro de mí, pero también percibí que un poco de sangre escurría. Me quedé asustada y me dijo que no quería más. Él me dio un beso, me acostó en la toalla y me dijo que necesitaba relajarme, si no lo iba a conseguir. Eduardo me fue besando, y de nuevo acariciando mis senos, y abriendo mis piernas, cuando me di cuenta de que me estaba penetrando de nuevo. Y de nuevo le pedí que se detuviera, en ese momento creo que él perdió la paciencia y me besó tapando mi boca y me penetró con fuerza, metiendo todo el palo en mi coño. Después empezó a bombardear con rapidez. Traté de salir de esa posición, pero él fue más fuerte y me agarró de los brazos. El dolor era horrible, pero él me pedía relajarme al mismo tiempo que la metida y decía que yo era muy agradable y estaba muy apretada, que me encanta hacerme mujer. No tardó mucho para que él sacase el palo y descargase en mis vellos del pubis. Cuando se acabó, se acostó a mi lado y cuando vi estaba con las piernas llenas de sangre y en el pene también. Él me pidió que fuéramos hasta el mar a lavarnos. En el agua me abrazó y dijo que había sido maravilloso y que con el tiempo mi vagina se acostumbrará al pene de él y ya no sentiría más dolor. Él me cogió en brazos y me llevó un poco más hacia el dentro, Cuando yo estaba con las piernas en su cintura él la metió dentro de mí nuevamente. Y esta vez me dio mucho menos, pero él tardó más tiempo para gozar y cuando lo hizo, metió más fuerte y descargó dentro de mí. Cuando salimos del agua, nos vestimos y nos fuimos.

Al despedirnos, me besó en la boca una vez más. Después de ese día, yo todavía trabajé en su casa unas cuantas veces más y su esposa casi nos sorprende dos veces, una en la cocina y otra en la ducha, pero nunca nos descubrió. Después de que me fui, continuamos follando en moteles y lugares públicos, pasando poco más de un año, dejó a su esposa para quedarse conmigo. Pero tres años después, conocí a otro chico y lo dejé. Después de eso, nunca más lo vi. ¡Pero nunca olvidar mi primera vez!

Fabiana.

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