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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primera infidelidad de casada
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Le llamo infidelidad por llamarlo de alguna manera y me explico. Estaba embarazada de siete meses, tenía una buena barriga y las tetas ya me habían crecido hasta casi doblar su volumen. Las areolas se me habían extendido y oscurecido y los pezones también se habían vuelto más grandes y eso quiere decir muy, muy grandes. Cuando me empitonaba se notaban todo. No me veía atractiva aunque el sexo con mi marido era continuo, casi todas las noches echábamos un buen polvo; había días que dos y algún fin de semana hasta tres diarios. Lo tenía en los huesos pero nunca se quejaba ni me decía que no, a mí tampoco me dolía nunca la cabeza. Y lo que era lo mejor, sin preocuparnos por los embarazos. Ahora tampoco digo que me duele la cabeza si no quiero follar sencillamente le digo que no. Que se imagine lo que quiera imaginarse, si es que no tengo ganas, que me duele la cabeza, o que ya he follado lo suficiente con otro, o con otros, que todo puede ser.

Mi primera vez siendo infiel, o mejor, follando con otro, y porque me apeteció, fue con un vecino. Mi marido le llevó a casa una tarde noche para enseñarle no sé qué cosa de sus aficiones. Era verano, hacía mucho calor y yo estaba embarazadísima. Tenía las tetas a reventar, los tobillos hinchados, manchas en la cara, una barriga enorme, estaba hinchada y con sobrepeso, y sobre todo tenía mucho calor. Tanto que solo me había puesto, unas bragas blancas de algodón que seguro que algunos conocéis, y un vestido fino de verano con un estampado bastante llamativo. La tela era muy fina y se me pegaba a la barriga, y la levantaban las tetas que, no exagero si digo que, eran el doble de lo que son ahora. Y los pezones el triple. No hacía falta ser ningún lince para saber que iba sin sujetador. Y al caminar se me notaba mucho más, las tetas se me movían de lado a lado. Y bueno, la telita era lo suficientemente fina como para que se percibieran claramente las bragas.

Mi marido llegó a casa acompañado por un vecino con sus mismas aficiones. Me lo presentó y comenzamos una charla totalmente trivial mientras mi marido iba en busca de esas cosas a las que se dedica como afición. Cuando regresó su mejor saludo fue una sonora nalgada en mi culo que me sobresaltó, y también al vecino. Y cómo siempre ha sido un bocas, al tiempo que le entregaba al vecino lo que había ido a buscar, me comenzó a amasar el culo diciéndole al vecino― ¿A que está un montón de buena mi mujercita?

El vecino me miró muy cohibido, se puso encarnado, y luego miró al suelo mientras asentía con la cabeza y balbuceaba lo que parecía una afirmación. Mientras, mi marido había pasado un brazo por mi espalda y me amasaba una teta. A mi me gustaba, siempre me gusta que me amasen las tetas, pero estaba muy cortada. El vecino había levantado la mirada del suelo para ver a mi marido, detrás de mí, amasándome las tetas a manos llenas.

― Esta noche echaremos un buen polvo ―le dijo el bocazas de mi marido al pobre vecino. A mí me daba pena ver lo mal que lo estaba pasando aunque ya me estaba empezando a poner cachonda. ― ¿A qué te gustaría follártela? ―insistió el bocazas.

El pobre chico no sabía ni que responder ni que hacer, así que sencillamente huyó. Se dio la vuelta sin dejar de mirar al suelo, se fue hacia la puerta, y se fue con bastante prisa. Mientras tanto, mi marido me amasaba una teta con la mano izquierda mientras con la derecha me apretaba la entrepierna y su boca buscaba a la mía. Yo ya estaba lo suficientemente cachonda como para follármelo allí mismo. Me quité la ropa y le ordené que hiciera lo mismo y se tumbara de espaldas en el suelo, me puse encima, cogí su polla con mi mano derecha mientras con la izquierda pellizcaba el pezón de la teta del otro lado. Dirigí la polla a mi coño, y fui metiéndomela mientras me bajaba. Me empalé y lo cabalgué hasta que me corrí. Como lo mío es más fácil, seguí moviendo la cadera hasta que él también se corrió.

Me resultó ser un polvo muy satisfactorio aunque me sentí molesta, casi irritada. No podía dejar de recordar al vecino, totalmente ruborizado mirándonos mientras follábamos. Luego, en la cama, volvimos a follar y volví a imaginarme al vecino, muy ruborizado y mirando al suelo. Más tarde soñé que estaba al lado de mi cama, con algo en las manos pero no me miraba, solo miraba al suelo. Me desperté en plena noche con una más que notable calentura y me pajeé compulsivamente hasta que volví a dormirme.

A la mañana siguiente, después de desayunar, mi marido se dio cuenta, de que los cachivaches que había buscado, para mostrarlos al vecino, no estaban. Lo comentó y supusimos que el pobre, todo avergonzado, y sin saber qué hacer, se los había llevado inadvertidamente por puro azoramiento, cuando huyó despavorido, y aparentemente avergonzado.

― No sé por qué tanta timidez. Te hubiera podido follar si hubiera querido. A mí no me hubiera molestado.

― A lo mejor, yo hubiera podido decir algo ¿No crees que con quien follo solo es decisión mía?

― Vale, vale, no te enfades ―respondió el bocazas de mi marido que a veces me saca de quicio. Es muy bueno en casi todo, magnifico padre y maravilloso compañero pero a veces…

Mi marido se fue al trabajo y yo al baño a ducharme. Acababa de desnudarme cuando sonó el timbre de la puerta. Pensé que era mi marido que había olvidado algo, y las llaves. Así que me volví a poner el camisón, pero solo el camisón. Era blanco, de verano, por encima de medio muslo, y blanco, muy fino y casi transparente. Al verme en el espejo me di cuenta de que se me transparentaban las areolas y el matojo del coño se notaba bastante; parecía que casi no llevaba nada. Pero se suponía que era mi marido y que nada que pudiera ver le sorprendería.

― ¿Qué has olvidado esta vez? ―dije al tiempo que abría la puerta de par en par. Mi sorpresa fue mayúscula, allí estaba el vecino de la noche anterior. Sus ojos se abrieron como platos y enrojeció al verme. Me quedé petrificada, sin saber qué hacer, pero el ruido de una puerta al abrirse me hizo reaccionar― ¡Pasa, pasa! ―le conminé. Como no reaccionaba, tiré de él hacia dentro y cerré la puerta justo a tiempo. La vecina de al lado salió a cotillear. Es una cotorra y me resulta repelente, siempre metiéndose en la vida de los demás y quejándose de todo. Llegó a decirme que hacíamos mucho ruido por las noches y que, como nuestras habitaciones están pared con pared, el cabecero de la cama da golpes y no la dejo dormir. Pues que haga como yo, que folle hasta que le entre el sueño. Pero claro, su marido es un buen hombre, muy amable, educado y cariñoso, nada que ver con esa arpía. Por si os interesa, me lo he follado ¡Y es muy bueno…! En todos los sentidos.

Pues eso, tiré de él, le metí dentro y cerré apresuradamente la puerta. Con tanta energía lo hice que quedamos muy apretaditos uno contra otro. Tan cerca estábamos que tuve que echar la cabeza hacia atrás para llevarme el índice a los labios para pedirle silencio. Estuvimos así un breve espacio de tiempo, con mi espalda contra la puerta, una de mis manos en su cintura y la otra rodeándole hasta la espalda, y cara con cara. Sus manos colgaban a ambos lados de su cuerpo sujetando algo. Estábamos tan juntitos que no es que pudiera notarle el bulto de la entrepierna, o el corazón que parecía que se le iba a escapar; es que podía sentir mis tetas aplastándose contra su pecho.

Cuando la vecina cerró su puerta, nos quedamos juntitos unos segundos, los suficientes, hasta que dijo― Venía a traer esto ― y levantó una mano mostrándome los cachivaches que mi marido había echado en falta.

Aquella inesperada visita me había traído a la memoria lo sucedió la tarde anterior y me puse cachondísima. Es cierto que había follado dos veces esa tarde, y me había pajeado compulsivamente al despertarme en medio de la noche; pero es que me habían entrado unas ganas locas de follármelo como nunca había sentido por ningún hombre. Era como si necesitara tener una pieza en una colección o cobrar una especialísima y dificilísima pieza de caza. Pero esta vez no miraba al suelo, estaba ruborizado pero me miraba a los ojos. Así que, que me apreté más contra él, le busqué la boca y se la comí. El respondió como deseaba que hiciera y comencé a frotarme contra su cuerpo, retorciéndome porque mi enorme panza me dificultaba abrazarle y restregarle mis tetazas. Yo notaba perfectamente su bulto debajo de los pantalones y supongo que notaría mis pezones clavándosele en el pecho.

Los dos estábamos muy cachondos y sus manos pronto buscaron mi cuerpo, acabando en mis nalgas. Mi enorme barriga no me permitía apretarme contra él ni buscarle la polla con la cadera. Así que me liberé, le miré a los ojos, le di un besito en los labios, me giré y apoyé las manos en el aparador de la entrada, saqué el culo hacia atrás levantándolo, me subí el camisón para ofrecerle mi grupa, y volví la cabeza sonriéndole para darle a conocer mi plena disposición a follar. Lo de grupa me pone muy muy cachonda. La primera vez que me lo dijeron fue en oca de un buen amigo y disfruté enormemente del sexo. De hecho, hay una anécdota, una pequeña historia que puede que cuente de grupa y monta.

Mi repentino invitado no perdió el tiempo y oí como se abría la cremallera del pantalón, y luego como se lo bajaba. Mientras tanto, yo balanceaba el culo de lado a lado, y de delante hacia atrás, esperando por su polla.

Noté la cabeza de su polla entre mis nalgas, casi en mi agujerito del culo, y como la hacía resbalar buscando la entrada de mi vagina que no tardó en encontrar. Y con la misma facilidad me metió toda su polla de una sola vez. Estaba tan excitada, y tan mojada, que no encontró ninguna resistencia. Inmediatamente empezó a darme fuerte, adelante y atrás, mientras yo movía la cadera, con su mismo ritmo, de izquierda a derecha.

― Me gusta mucho que me amasen las tetas ―le susurré cuando noté que mi excitación crecía y crecía anunciando la llegada de un gran orgasmo. Soy muy rápida corriéndome, aunque normalmente, cuando más rápido me corro, menos intenso el orgasmo. Pero también, cuanto primero me corra, más orgasmos voy a tener. Puede ser discutir si importa más la cantidad o la calidad. A mí me da igual, pero si el primero es muy rápido, hay alguno por el medio, y el último tarda en llegar, puede ser algo realmente memorable. Y por el ritmo de mi vecino follándome, parecía que iba a ser una de esas veces. Porque apenas me había disminuido el primer orgasmo, me vino el segundo. No sé si era por el buen trabajo de sus manos, porque me encanta que me estrujen las tetas. O si era por el buen trabajo de polla. O por las ganas que tenía. O sencillamente, por el morbo que me daba follar en el recibidor de mi casa, con la vecina cotilla de al lado escuchando al otro lado de la pared. O también puede que fuera por ser los primeros cuernos que le ponía al que me había dejado preñada.

Soy bastante calladita follando, no soy de esas tías que cuando follan dan gritos, gimen sin cesar, jadean, vocalizan cualquier cosa o sencillamente no se callan. Soy discretita en eso de hacer manifiesto el placer del sexo, jadear jadeo pero con discreción. Pero ese día, no sé, pero poco a poco comencé a vocalizar. Empecé con un―Aaahhh―suave y cortito, pero que se fue alargando, hasta que solo se entrecortaba cuando el empujaba contra mi culo al metérmela muy adentro de la vagina y se convertía en un ―Eeehhh―cuando la sacaba. Cuando tuve el último orgasmo, ya había utilizado todas las vocales. He de confesar que fui muy, muy ruidosa. Pero es que la ocasión lo merecía. Normalmente soy muy habladora pero cuando estoy cachonda me vuelvo muda y como mucho susurro. Si estamos en el mismo lugar, me oirás hablar como una cotorra, y si de repente dejas de oírme, es que o me he ido a mi casa o estoy follando con alguien.

Otra de las cosas que me estaba poniendo aún más cachonda, era el golpeo del aparador, mal ajustado, contra la pared. Era un ¡plom! ¡plom! ¡plom! ¡plom! ¡plom! rítmico e incesante.

Él se corrió coincidiendo con mi cuarto orgasmazo. Se quedó paralizado y rígido empujando hacia delante, Se aferró a mis tetas, apretándomelas tanto con las manos, que dejó una buena marca. Pero me encantó. Se corrió muy adentro de mi dejando una buena cantidad de semen que noté cómo salía. Me dio mucho placer que nuestros orgasmos coincidieran y nos corriéramos al unísono.

Luego, poco a poco se fue relajando, las manos comenzaron a aflojar la presa en mis tetas, y su polla se fue ablandando y lentamente fue escurriéndose de mi vagina hasta que se salió con un “flop”. Por mi parte, me costó recuperar la respiración y hasta que no la hube acompasado, me quedé allí. Con los brazos apoyados sobre el aparador y el camisón levantado con el culo al aire.

Después de un rato, nos recompusimos, me enderecé, me di la vuelta y le besé en las mejillas, un beso en cada una― Mañana, si quieres… ―le dije dejándome llevar por el reciente polvazo.

― ¿Tu marido…?

Le puse el dedo índice en los labios y mirándole creo que con bastante pasión, y mucho más agradecimiento, le dije― Mi marido no tiene porque enterarse. Además, recuerda lo que anoche te preguntó si te gustaría follarme.

― ¿Y si acaba por enterarse? ―preguntó volviendo a mirar al suelo.

― Y recuerda que, sarna con gusto, no pica. Así que mañana, a la misma hora.― Y entonces sí que me enternecí, después de un par de segundos, se ruborizó y volvió a mirar al suelo. Me puse cachondísima otra vez. Y cuando se fue, corrí al cuarto de baño y mientas me duchaba y lavaba adecuadamente el coño, me hice otra paja.

Me pasé el resto del día desnuda por casa. Hacía tanto calor que lo disfruté. Especialmente los que me vieron por las ventanas abiertas. Me pajeé varias veces, y cuando mi marido llego a comer me lo tiré en el mismo aparador.

Mi vecina cotilla debía estar desesperada por saber que pasaba en mi casa. Probablemente había visto salir a mi marido y no sabía quién estaba conmigo. Podría pensar que estaba tirándome a su marido, es tremendamente celosa, tanto como cotilla y metomentodo. Sin embargo su marido es un cielo, por entonces todavía no me lo había tirado. Todavía no pero lo hice, y en el recibidor, apoyada en el aparador, que seguía desnivelado, golpeando contra la pared y su mujer escuchando al otro lado de la puerta. Aquella vez disfruté doblemente, por el buen polvo que echamos y por hacer de rabiar a aquella mala persona. Nos corrimos tanto los dos, que una de las pocas veces que me comí una polla para limpiarla. Todo lo mala que es mi vecina cotilla, es bueno su marido, amable, caballeroso, educado, respetuoso, simpático y folla como los ángeles. Creo que las últimas veces que echó un polvo fue conmigo. Y yo encantada, especialmente porque no es de esos pesados insistentes que están todo el día detrás de mí para follarme. Se olvidan que, aunque me guste mucho, mucho, muchísimo follar, soy yo quien decide, cuando, como, con quien y cuánto.

Durante aquellas semanas follamos casi a diario, muchas veces en el recibidor, alguna en la cocina, también en el salón, y un par de veces en el dormitorio, pero solo unidos por las pelvis, mi barriga era un estorbo. Después del parto, follamos también mucho, pero ya con condón, y tengo que confesar que no era lo mismo. Cuando se lo confesé, que me gustaba más a pelo, él me dijo que le pasaba lo mismo. Durante un segundo pensé no usar condón pese al riego de embarazo. Él también lo hizo pero no me lo dijo hasta un tiempo después. Ahora, que estoy pensando en quedarme embarazada otra vez, puede que lo reclame para follar a pelo sin protección. No me disgustaría que fuera él.

Este chico tiene unas manos muy hábiles, y me gusta cómo me amasa las tetas, y el coño. Aquellos primeros días, metía los dedos entre el vello de mi pubis y coño y los enredaba. Siempre dijo que mi coño ganaría mucho estando depilado. Por aquella época no me apeteció hacerlo, pero cuando me lo depilé del todo, pedí que me hicieran una foto y se la envié. Le gustó tanto, que cada vez que me lo depilo, o me lo arreglo, pido que me hagan la fotografía de rigor, y se la envió al correo electrónico, aunque últimamente ya me la hacen sin necesidad de pedirla.

La primera vez que follamos después del parto, fue de visita a casa estando mi marido, yo estaba bañando al niño y después me puse a darle de comer. El tonto de mi marido se puso a explicarle que mis tetas habían crecido mucho y que las tenía muy sensibles. ¡Cómo si nuestro vecino no lo supiera! Los dos nos mirábamos con expresión entre cómplice y como queriendo decir que mi marido está en la inopia. Y lo es. Pero mi marido recibió una llamada del trabajo y tuvo que irse― ¡Quédate si quieres! ―le dijo al vecino, que claro quería quedarse― Y ayúdala si necesita algo, que yo tendré para unas tres o cuatro horas. Afortunadamente fueron cinco.

Nos quedamos los dos a solas, y cuando me tocaba cambiar al niño de teta, para que mamara de la otra, dejé caer los hombros del vestido y me quedé con las tetas al aire. Mientras mi hijo se alimentaba de una, la otra estaba a la vista de mi vecinito que me miraba a los ojos con tanto deseo que me lo contagió. Cuando el niño acabó de comer, lo preparé y lo acosté, siempre con las tetas al aire. Luego me lavé y desinfecté bien los pezones y las areolas. Me quité el pantalón y las bragas, y me coloqué con los brazos apoyados sobre la mesa del comedor. Levante el culo, lo miré, le alargué un condón, y ya no necesitó ninguna otra indicación. Se puso detrás de mí, se colocó el preservativo, pasó la cabeza de la polla por toda la raja de mi culo hasta dejarla enfrente de la entrada a mi vagina. Tenía tangas ganas de joder que no le di tiempo ni ocasión para que me la metiera. Empujé hacia atrás tan decidida que mi coño se abrió y se tragó toda la polla de una sola vez.

Empezó a moverse con tanta energía que nos corrimos los dos al poco de empezar a follar. Me encantó que nos corriéramos al tiempo. Yo estaba salidísma y el llevaba sin follar desde un par de días antes de ponerme de parto. Yo un día menos.

Fue todo tan rápido que no le dio tiempo a amasarme las tetas. A cambio, me hizo girar, me sentó sobre el borde de la mesa, me dio unos besitos en los labios y luego comenzó a besarme los pezones. Algo noté y alarmada le dije que parara. Me palpé las tetas y las noté mojadas, aunque solo me las había besado. Me llevé las manos a la nariz y olían a leche. Sin quererlo me estaba ordeñando a besos.― Mejor lo dejamos para otro momento que la leche es para mi niño.

Por toda respuesta me pidió otro condón―no pensé que hoy hiciera falta ―explicó. Sorprendida por su rapidísima recuperación, me levanté y desnuda fui a por otro pasando por delante de una ventana, sé que al menos dos vecinos me vieron. A la vuelta uno de ellos me saludó, y eso me puso todavía más cachondísima. Le di el condón y mientras se lo ponía me preguntó por aquel saludo, le conté lo que había pasado y dijo―Si vuelves a pasar desnuda por delante de una ventana, déjame espiar a los que te miran desde otra, me escondo y nadie sabrá nada.

― Eso espero ―le dije pero no muy convencida pero poniéndome cada vez más caliente por la mera consideración de que podía haber gente que quería follar conmigo o que sencillamente suponía que iba a follar y por eso estaba desnuda. También me ponía cachonda que supieran que mi marido no estaba en casa. No se puede descartar la opción de tener hombres dispuestos a que me los tire lo más cerca posible de casa. Así tendré más ganado disponible. Además, los tendré mejor controlados y estarán más a mano.

En cuanto se vistió el condón, me senté sobre la mesa, me eche hacia atrás y abrí las piernas poniendo los pies sobre el borde de la mesa. Se puso entre mis piernas y pasó una mano por mi pubis enredando los dedos y en la pelambrera. ― ¡Ufff! Este coñito tan bonito estará mucho mejor bien depiladito ―me volvió a recordar. Siempre había rechazado esa idea, porque soy de la opinión que, donde hay pelo hay alegría. Además, es como tener coño de niñita y yo soy una mujer, toda una hembra. Pero desde entonces, empecé a valorar la posibilidad de hacer algunos arreglitos, incluso ofrecerle un día el coño bien peladito. Y en esas reflexiones estaba cuando nos volvimos a correr juntos.

Luego, sin lavarme el coño, fui desnuda a cerrar la ventana y él miró desde detrás de unas cortinas de otra ventana lo que sucedía, pero no había nadie. Y entre una cosa y otra, mi niñito se despertó y pidió teta. Lo amamante, totalmente desnuda, sentada frente a mi amorcito de vecino. Cambié el pañal de mi niño y él me ayudó. Puso muy buenas intenciones y también buena maña. Luego, siempre desnuda, lo tomé en brazos y lo llevé a acostar en su cunita, en mi dormitorio. Él me siguió unos pasos por detrás, muy respetuoso con mi niño. Acosté a mi hijo, me senté al borde de la cama y le canté una nana. Realmente la nana no era para dormir al niño era para poner más cachondo al vecino, porque yo ya estaba lo suficiente y más.

En cuanto mi hijo se hubo dormido, dejé de cantar y miré melosa a mi vecinito amoroso que se me acercó, se puso de rodillas entre mis muslos y me beso con pasión en la boca. Luego se puso en pie, apoyó las manos en mis hombros y me hizo acostar de espaldas. Luego me tomó por los pies y me giró colocándome en el centro de la cama. Me separó las piernas, se puso entre mis rodillas, se puso un condón, y me la metió. Toda, de un solo arreón, si mayores dificultades y con gran alegría por mi parte. Comenzó a darme con ritmo adelante y atrás, y yo, a mover la cadera de un lado a otro. Y nos corrimos, y como las tres veces de esa noche, lo hicimos a la vez. Esta vez en misionero total y la consecuencia fue que le dejé el pecho bañado con mi leche de los abrazos tan fuertes que le di mientras jodíamos y la comida de boca que nos hicimos cuando nos corríamos. Como casi nunca se desnudaba del todo, por precaución decía, se había dejado puesta una hermosa camiseta que se quedó con dos enormes manchas.

Después de unos minutos, oímos un coche, dio un salto, se visitó a toda prisa los pantalones y se fue corriendo con la camiseta empapada con mi leche. No se cruzó con mi marido por segundos. Yo estaba en el baño aseándome rápidamente y excusando el empape de sábanas con un escape de mi leche― Me he vuelto muy vaca ―dije como toda excusa. Y sirvió. Más tarde, ya en la cama, mi marido decidió que ya era el momento de joder. No necesito recalcar que me corrí como nunca después de toda la estimulación anterior. Mi marido que presume mucho de los polvos que me echa, no pareció darse cuenta de los motivos por lo que mi vulva estaba tan dilatada y mi vagina tan encharcada. Solo dijo― ¡Cómo se te nota que estás recién parida, tienes el coño muy abierto! ―La verdad es que mi maridito puede resultar muy enternecedor.

El vecino regresó al día siguiente y el polvo fue en el aparador. Mi vecina de la puerta de al lado estaba verde de envidia. Además, no sabía quién era mi follador. De hecho, llegué a salir medio desnuda, a tapar con el dedo la mirilla de su puerta mientras mi vecino se iba. Un par de veces salí desnuda, en una de ellas fue su marido quien me sorprendió porque subía por las escaleras y no lo oí llegar. El buen hombre se quedó petrificado pero nunca dijo nada a nadie, y mucho menos a su mujer. Solo me rozó una nalga con la yema de los dedos y retrocedió sigilosamente a la escalera. Cuando volví a mi casa y cerré la puerta, lo vi volver a subir con paso cansino, y a su mujer abrir la puerta y preguntarle bastante alterada quien era el que bajaba las escaleras. Solo pude oírle decir― No sé, un chico que no conozco… ―Aquello fue el inicio de una buena relación sexual que se inició unos meses después. Aunque puede que solo semanas.

Con aquel vecino mantuve una buena duración, muy gratificante, y no muy duradera, hasta los inicios del segundo embarazo, dos años después. Se fue a trabajar lejos pero cuando regresa me lo tiro. La última vez no hace tanto. Casi siempre son polvos rápidos, metesacas muy placenteros, excepto alguna ocasión que hubo tiempo para una buena sesión de ejercicios sexuales. Con el tuve alguna aventura interesante y bastante morbosa que tiene que ver con la lactancia. Todo el final de mi primer embarazo, casi hasta el parto, follábamos a diario y a él le incomodaba, y a la verdad es que a mí también, que no nos podíamos abrazar ni follar “en posturas normales”. Entiendo que quería hacérmelo en la postura el misionero u otras similares. A mí me valen casi todas pero las acrobáticas y cansadas no. Aunque soy rápida corriéndome, no tengo ganas de sufrir para llegar al mismo resultado que estando cómoda. Prefiero que sea el hombre él que trabaje, que el coño ya lo pongo yo y para eso le he elegido.

Cuando vino a decirme que se iba lejos, me entristecí y le propuse una despedida que quise que fuera lo suficientemente buena para que la recordara pero que no resultara definitiva. Yo a este tío quiero seguir follándomelo todo lo que pueda. Y ya sabéis que, si un día quiero volver a quedarme embarazada, es posible que recurra a él.

Le cité el día antes de su partida, mi marido estaría fuera todo el día, se lo había pedido― ¿Mañana puedes no llegar a casa antes de la hora de la cena?

― ¿Por qué? ―pregunto con cara de extrañeza.

― Porque quiero tirarme a un tío y no te quiero por aquí presumiendo de lo buena que estoy y los buenos polvos que me echas ―le espeté directamente― Además, eres capaz de interrumpir dándole instrucciones de como follarme mejor.

― ¿Te vas a dejar follar por otro?

― ¡No! Nadie me va a follar, me lo voy a follar yo y porque quiero. No haber ido contando por ahí que estoy muy buena y me gusta mucho follar.

― No, no, yo nunca he hecho eso…

― Si, lo haces continuamente, y me metes mano delante de tus amigos. Y algunas veces hasta me ha ofrecido para que me follen.

― Yo… esto... ehhh

― Pues eso, hoy me voy a follar a otro y no tienes razones para quejarte. Hago lo que parece que quieres que haga.

Ese día no apareció y antes de regresar a casa llamó para preguntar si ya podía hacerlo. Tampoco preguntó quién era ni ninguna otra cosa más. Solo algunos detalles, cómo cuantas veces lo habíamos hecho, cuantas me había corrido y que posturas habíamos hecho. Puro morbo por su parte.

― Yo también he estado follando ―dijo pavoneándose.

― ¿Lo has pasado bien? ―le pregunté.

― Muy bien ¿y tu?―respondió.

― Yo genial, hacía tiempo que no echaba tantos polvos ―y ya no quiso seguir con la conversación.

Con este chico sigo viéndome, y follando, cada vez que viene. Ahora está casado y la cosa se ha complicado, pero siempre hay un momento para el placer.

Paula

 

 

Primeras veces

Paula, tiene treinta y algo años, y una bonita figura, bonitas tetas en su sitio, buena cintura y culito espectacular, y además, le encanta el sexo. Le gusta follar y estos son los relatos de  sus primeras veces teniendo sexo.

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