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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primera vez delante de mi marido
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Mi marido, que no sabía nada de mi asunto con el vecinito, llevaba desde el principio del embarazo hablándome de un amigo suyo, compañero de trabajo. Decía que tenía una polla enorme, larga pero sobre todo muy gruesa. Yo le escuchaba sin más, porque no me interesaba en absoluto. No lo necesitaba para nada, follaba a diario y no quería más. Y si sentía necesidades ya tenía cómo y con quien satisfacerlas. Pero él insistía, llegó a decir que seguro que me gustaba aquella polla, que si se la veía la iba a querer tener para mí. La verdad, es que yo no quiero tener una polla para mí, con mi coño consigo todas las pollas que quiero. Llegó a decirme que, si yo quería chupársela, o incluso follármelo, al él no le molestaría que lo hiciera.

Nunca se lo tuve en consideración, mi marido es muy bocazas y por presumir habla de cualquier tema, incluso de las veces que follamos, dónde y cómo lo hacemos. Con el tiempo supe que incluso describía a sus amigos como era mi cuerpo y que cosas me gustaban al follar. También, a veces les contaba cuando echábamos un polvo de esos de recordar. En su trabajo, todo el mundo había visto alguna foto mía semidesnuda, hasta el jefe.

Una tarde, mi marido llegó del trabajo con un amigo, dijo que para ver el partido juntos. Me resultó chocante hasta molesto, que mi marido comenzara a hacer gestos a escondidas, sin que su amigo los viera. Parecía querer indicarme que aquel era el amigo de la polla grande del que tanto me hablaba.

Acosté al niño y me fui a la sala dónde estaba la televisión para estar con ellos. Llevaba puesto un vestido sin sujetador, para amamantar mejor al niño. Debajo solo llevaba unas poco libidinosas bragas blancas de algodón.

Mi marido me indicó que me sentara entre los dos y nada más acomodarme, empezó a magrearme los mulos y a subirme el vestido poco a poco. Yo protesté y me quejé recordándole la presencia de un invitado.

― Ya sabe lo buena que estas y lo mucho que te gusta follar ―dijo llevando su mano derecha a mi teta de su lado y empezar a amasármela― Ya sabe que puede follar contigo si quiere.

― ¿Y yo no tendré nada que decir? ―dije comenzando a enfadarme pero también a excitarme.

― No quiero ser ningún problema ―dijo el invitado.

― No lo eres, es solo un malentendido― dijo mi esposo.

― Tú no eres el problema ―dije― Es este tonto que no puede tener la boca cerrada y va contando cosas que no debe. Por mí puedes quedarte, lo de follar o no está por ver.

La cosa quedó ahí, el partido se empezó a animar y al mismo tiempo, mi marido fue poco a poco dejando de magrearme, con lo que mi hasta entonces creciente excitación comenzó a resultarme incómoda. Miré a mi izquierda, el invitado estaba rígido, tieso como una tabla, con la mirada fija en el televisor, gesto inexpresivo y con ambas manos sobre el regazo. Supuse el por qué y obré en consecuencia. Si el bocazas de mi esposo le había dicho que podría follar conmigo, ya que no le importaría, que el invitado tenía una buena tranca que estaba a punto de romperle el pantalón, y que yo estaba bastante cachonda solo quedaba una opción, tirarme al invitado. Y eso hice. Me levanté, me puse frente a él que no paraba de mirarme, me quite las bragas que lancé a mi marido, me senté sobre su regazo, le abrí la bragueta, le saque la polla, se la acaricié un poco ¡Era enorme! larga y muy gruesa, le puse uno de los condones que mi marido tenía guardados en una cajita sobre la mesita para cuando follábamos allí, alineé la polla a la entrada de mi coño, me la metí un poco, gemí, y empujé para metérmela hasta la mitad, y gemí más fuerte. Luego me estiré y me saqué el vestido por la cabeza haciendo que mis tetas saltaran. Eran enormes por la lactancia y la reacción del invitado fue lanzarse a ellas y comenzar a chupármelas. Estaba salidísima porque la noche anterior, mi marido y yo no habíamos follado, y mi amante no había podido venir esa mañana.

― Estas tetas tienen dueño ―le dije susurrándole al oído, e inmediatamente dejó de succionar, pero siguió acariciándomelas, pero presionando con cuidado.

Mientras tanto, yo había dado otro empujón y me la había metido toda, y había gemido más fuerte. Sentí la vagina llena y como aquella polla palpitaba dentro de mí. Comencé a moverme despacio, adelante y atrás, girando la cadera al mismo tiempo. Aumentando el ritmo poco a poco, follando en condiciones. Y sin mirar no una sola a vez a mi izquierda donde estaba mi marido. Hubiera sido una pérdida de tiempo porque estaba absorto en el partido. Evidentemente es muy tonto. Su esposa follando con otro en el sofá, al lado de él y solo reaccionó cuando gritó una jugada fallida. Fue entonces cuando pareció despertar y se nos quedó mirando con cara de alucinado. Pensé que se le caería la mandíbula al suelo. ¿Qué esperaría si nos había dicho que lo hiciéramos? No pudo contemplarnos mucho tiempo porque nos corrimos casi al unísono. Reconozco que fui bastante ruidosa, pero fue intencionadamente.

Me levanté del regazo del invitado, con mucho cuidado le quité el condón a la polla del invitado y mientras lo hacía, le di unos besos en los labios, me luego me levanté y desnuda llevé el condón al cubo de la basura. Regresé igualmente desnuda al salón, me senté otra vez entre ambos, le di al invitado, que seguía sin abrir la boca, unas toallitas de bebé para que se limpiara, me puse mis anti eróticas bragas blancas de algodón, me coloqué el vestido, me atusé el cabello, estiré los brazos sobre el respaldo del sobra, por detrás de los dos y pregunté― ¿Cómo van?

Paula

 

 

Primeras veces

Paula, tiene treinta y algo años, y una bonita figura, bonitas tetas en su sitio, buena cintura y culito espectacular, y además, le encanta el sexo. Le gusta follar y estos son los relatos de  sus primeras veces teniendo sexo.

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