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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primer trío
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Bueno, escribiendo de primeras veces no podía dejar de mencionar esto. No porque fuera un trío, ya había tenido sexo en grupo antes de casarme aunque no como esta vez, que éramos tres y lo hicimos juntos y al tiempo. Podría haberlo llamado mi primera penetración doble, o mi primera experiencia anovaginal, pero tampoco sería tan exacto. Lo de trío queda bien, un hombre, una mujer que era yo, y otro hombre. También le podía haber llamado el primer sándwich o bocadillo, o emparedado, mejor emparedada. Pero me quedo con este título, es más neutro al tiempo que expresivo, éramos tres.

Me desvirgó el culo el mismo que me desvirgó el coño, un pepino. Aunque el primero meterme la polla por el culo fue Juan, el que me echó el primer polvo de los de verdad, al día siguiente de desvirgarme del todo. Me resultó algo desagradable pese a haber seguido las instrucciones que me había dado y ponerme un enema. Pero acabó por satisfacerme al oírlo disfrutar tanto conmigo. Yo también me corrí de gusto, por haberlo oído y porque mientras él me amasaba las tetas, yo me frotaba el clítoris. Fue divertido.

Una cosa que hice una sola vez, fue chuparle la polla a un hombre mientras otro me la metía desde atrás estando yo a cuatro patas. No me agradó, necesito tener la boca libre para respirar, jadear y gemir. No me gusta tener una polla entrándome por la garganta buscando encontrarse con la que me entra por el coño. Otra cosa es una mamada por una comida.

Esta fue la primera vez que follé, o mejor que me follaron dos tíos al unísono. Bueno, yo me follé a uno y el otro me folló a mí por lo que casi se podría decir que uno folló al otro. Hay algo en mi interior que me dice que fue algo así y que yo solo fui la intermediación, lo que había entre ellos.

Fue en mi casa, y cómo no podía ser de otro modo, con un amigo de mi marido, de uno de esos a los que les cuenta todos los polvos que echamos y lo mucho que me gusta follar. En este caso, al muchacho le llevó para que se consolara conmigo.

Cuando mi marido entró en casa con el chico, era más joven que yo, me llevó aparte y me contó lo que le había abandonado la novia. Dijo que de eso hacía tiempo pero que seguía desconsolado porque lo que no llevaba nada bien era lo de no follar. Mi marido contó que con su novia follaba a todos los días, y varias veces, pero que ahora solo se masturbaba.

No fueron necesarias más explicaciones porque entendí que el bocazas de mi marido le había propuesto follar conmigo. Todavía tenía reciente el polvo con otro amigo de mi marido así que, estando tan cachonda como estaba, no rechacé la idea de follar con el invitado. Además, mi marido me animaba a ello. Por otro lado, ese día mi chico de las mañanas no había llegado, y mi maridito no había cumplido la noche anterior. Vamos, que estaba lo que se dice bastante salidilla. Me hubiera follado a cualquiera que hubiera entrado en casa y tuviera polla. O casi.

Como la ocasión anterior, nos fuimos al salón. Nos sentamos los tres en el sofá, conmigo en el medio, el chico a mi derecha y mi marido a mi izquierda. En la cocina, mientras preparábamos algo para tomar, mi marido me dio algunas indicaciones, así que cuando nos sentamos, además de mucho más cachonda, estaba decidida a no dejar mal a mi marido. O puede que sí.

No fue difícil conseguir que se implicara en la situación. Mientras le preguntaba sobre su amistad con mi marido, al que llamé varias veces bocazas, él chico no dejaba de mirarme las tetas, parecía casi obsesionado. Así que, sorpresivamente también para mi marido, me quité rápidamente la camiseta y luego el sujetador. Mis tetas rebotaron al volver al sentarme y los ojos del chico siguieron su recorrido como en plena hipnosis.

Mi marido reaccionó y le preguntó ― ¿Te gustan las tetas de mi mujercita? ―mientras comenzaba a masajeármelas.

El chico balbuceó algo sin dejar de mirármelas así que no tuve otra opción, que por cierto era mi preferida y le dije― Tengo más cosas para que me las mires ¿quieres vérmelas?

Esta vez no dijo nada, solo asintió ilusionado con la cabeza. Antes de que mi marido pudiera reaccionar, tenía mi pantalón sobre el regazo y mis bragas sobre su cabeza. El chico metió la cabeza entre mis muslos pero no sé si me olía el coño, me lo lamía, me lo besaba o que me hacía. Pero lo que si pasó es que mi coño comenzó a mojarse más de lo que estaba y me puse aún más cachonda. También es posible que la humedad que notaba fuera de la propia boca del muchacho. Mi marido nos miraba con cara de que aquello iba mucho más rápido de lo que había planeado.

― ¿Quieres que hagamos el amor? ―le dije mientras le acariciaba la cabeza.

El chico levantó la mirada hacia mi marido y añadí― Con él no, conmigo, nos vamos tu y yo a la cama y hacemos el amor. El bocazas ya me ha tenido y ahora que espere.

La expresión de mi marido me intrigó, estaba entre sorprendido, asustado y satisfecho pero su cara era sobre todo maquiavélica.

Hice levantarse al chico, le tomé de la mano y nos fuimos a la habitación de invitados― Si se despierta el niño, te encargas tú ―le dije a mi marido. Mi marido nos siguió y entró en la habitación matrimonial.

La habitación de invitados, era un cuarto al final del pasillo, casi junto a la entrada, amplio y con una gran cama, vieja y ruidosa. Mi vecinito de las mañanas había intentado varias veces que los muelles del colchón no chirriaran tanto pero aunque inicialmente lo lograba, luego dos o tres polvos más tarde, volvían a ser igual de ruidosos. Y eso no era bueno, la habitación estaba al lado de la puerta y eran evidentemente los sonidos de una cama sobre la que alguien follaba. El sonido venía de mi casa, mi marido había salido y mi vecina estaba intrigadísima. No por el hecho de que estuviésemos follando, si no con quien lo hacía. Tenía que agradecerle al buenazo de su marido que hiciera casi milagros para que no se quedara esperando ante la puerta, para ver quien salía. Pues eso, que el chico y yo no acostamos en aquella cama infernal y nos comenzamos a comer las bocas.

― Tú tranquilo esto es entre tú y yo. Vamos a hacer algo muy normal, algo que hacen millones de personas cada día. Vamos a hacer el amor ―Luego me levanté, abrí el cajón de la mesilla de noche, saqué un condón, me puse junto su cintura, me agaché, me metí su polla en la boca, le di unas chupetadas hasta que noté que se ponía muy dura y le coloqué el condón. Me puse sobré el, con la rodilla izquierda sobre la cama y apoyada sobre el pie derecho al otro lado de su cuerpo, le cogí la polla con la mano derecha, la alineé con la entrada de mi coño, me la metí un poco, gemí, y empujé para metérmela hasta la mitad, y gemí más fuerte, luego empujé hacia abajo y noté como lentamente entraba la otra mitad hasta metérmela toda. Luego me levanté un poco y comencé a moverme despacio, arriba y abajo, adelante y atrás, y girando la cadera al mismo tiempo. Fui aumentando el poco a poco ritmo, hasta dar con el que más me satisfacía.

― ¿Te gusta así? ―le pregunte susurrando. Me gusta mucho pasármelo bien follando, los orgasmos me encantan, pero necesito saber que “la otra parte” también lo está pasando bien. Disfruto sabiendo que disfrutan conmigo. Eso me llena.

No respondió y le miré, seguía con los ojos fijos en mis tetas así que agaché el pecho para acercárselas. No tardó en tener uno de mis pezones entre los labios. Entonces oí abrirse la puerta, pensé que era mi marido que venía en plan mirón. Oí pasos suaves en dirección a la cama y su peso en el colchón. Le noté detrás de mí. Luego noté que ponía una mano en mi espalda y me empujaba hacia abajo. El chico no parecía darse cuenta, yo le tapaba la vista y estaba demasiado concentrado en mis tetas. Apenas se movía. Todo el trajín del polvo lo ejecutaba yo. Casi lo prefiero con desconocidos, así voy más a mi aire. Luego noté a mi marido acercarse más. Noté sus manos apartándome las nalgas. Por un instante creí que sólo quería ver la polla del chico entrando y saliendo de mi vagina. Hasta que noté una presión en mi esfínter anal.

― ¡No, por ahí no! ―rogué casi gritando.

El chico se sobresaltó y soltó el pezón que mantenía entre sus labios. Luego se quedó rígido, puede que al notarme igual a mí. Ante lo inevitable, me relajé y dejé que la polla de mi marido entrara por mi recto. Ya lo habíamos hecho aunque a mí no me entusiasmaba. De repente noté que el rico se movía debajo de mí, había notado la polla de mi marido en mi recto presionando a su polla en mi vagina. Yo también lo noté y me sobre excité. El chico se corrió y le seguí yo.

Lo que vino después fue algo muy curioso, la polla del chico había comenzado a ablandarse dentro de mi vagina después de haber eyaculado, y al oír mis gemidos de placer. A veces gimo mucho, se volvió a excitar y se volvió a poner dura. Yo lo noté y me volví a excitar. En tres o cuatro minutos, los tres con corríamos al unísono. El chico y yo, en nuestro segundo orgasmo, y mi marido con el único que tendría ese día.

Nada más correrse, mi maridito se retiró y se fue al baño. El chico y yo quedamos besándonos y acariciándonos sin separarnos. Noté como su polla iba poco a poco perdiendo dureza y tamaño hasta que se salió. Yo estaba sin protección, era absolutamente fértil y podía salirse semen del condón y dejarme embarazada. Pero no me importaba en absoluto, mi marido y yo estábamos intentando el segundo embarazado y el bocazas había desperdiciado una dosis. Cuando unos cuatro días después me llegó la regla, me decepcioné un poco. No me hubiera disgustado tener un hijo con él. De hecho, si un día quiero volver a quedarme embarazada, es posible que recurra a él.

Mi marido apareció en la puerta diciéndonos que fuéramos al salón para tomar algo. Cuando se fue, y entre beso y beso en los labios le dije al chico― La próxima vez que hagamos el amor tenemos que estar solos, sin el bocazas.

― Lo deseo mucho ―siseo.

Y mientras le apartaba el cabello y le daba un beso en la frente, le pregunté― ¿Te he gustado?

― Mucho ―respondió.

― No, no digo si te gustó el polvo, pregunto si te he gustado yo. Me gusta gustar y disfruto cuándo disfrutan conmigo.

― Me gustas, y he disfrutado mucho. Ha sido el mejor polvo de mi vida y me gustaría volver a verte.

― Pero tendrás que hacer algo, no le dirás nada a nadie, ni a mi marido ¿De acuerdo?

El chico se me acercó, me abrazó, me apretó con fuerza y me dio un apasionado beso en la boca. En ese momento mi marido reapareció y nos encontró abrazándonos desnudos y comiéndonos las bocas.

― Si no habéis tenido bastante, mejor lo dejáis para otro momento, el niño está despertando.

Salí caminando como pude, la enculada me había dolido y dejado dolorido el esfínter que aún no había vuelto su condición normal. Me puse una camisola, fui a por el niño, lo cogí en brazos y regresé al salón. Me senté en un sillón enfrente del chico y me desnudé un pecho, me lo limpié y puse al niño a mamar. Luego de un rato, repetí la operación con el otro pecho, pero no oculté el primero. El chico miraba con atención los chupetones de mi niño y con arrobo el pecho que quedaba libre.

Cuando el chico levantó para irse, se me acercó, me dio un beso en la boca y muy suavemente me dijo― ¡Llámame! he dejado mi número bajo el cojón del sofá.

Mi marido le pasó un brazo por los hombros y mientras lo acompañaba a la puerta le pude oír decir― ¿Has visto como mi mujer folla de vicio y le gusta mucho hacerlo? Ya sabes, si quieres follártela otra vez me lo dices y venimos.

Paula

 

 

Primeras veces

Paula, tiene treinta y algo años, y una bonita figura, bonitas tetas en su sitio, buena cintura y culito espectacular, y además, le encanta el sexo. Le gusta follar y estos son los relatos de  sus primeras veces teniendo sexo.

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