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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Reparando el auto de la esposa de mi vecino
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Me llamo Esteban, y soy un mecánico que vive en una casa normal, en una calle normal de una ciudad normal. Una mañana iba de camino al trabajo cuando me di cuenta de que Sheila tenía problemas con su coche.

Sheila es una rubia menuda al final de la treintena y una de las mujeres más atractiva que uno podría conocer. Es la típica mamá sexy, y vivía a nuestro lado con su esposo Juan y sus dos hijos.

— ¿Necesitas ayuda? —Le pregunté mientras me acercaba.

— ¿Te importaría Esteban? No puedo hacer que arranque —Respondió con una sonrisa.

Levanté el capó y eché un vistazo, después de unas pocas comprobaciones encontré el problema, y cinco minutos más tarde, con la ayuda de cinta adhesiva, hice que su coche volviera a funcionar.

— ¡Oh gracias! Esteban eres mi salvador —Dijo sonriente antes de darme un abrazo muy amistoso— ¿Qué te debo?

—Nada, no me debes nada, ha sido fácil y ni siquiera me he ensuciado las manos.

— ¿Estás seguro? Insistió.

—Sí, casi no hice nada, honestamente no podría cobrarte, lo que deberías es llevar tu auto a reparar, mi arreglo es solo provisional —Le contesté.

— ¿Podrías hacerlo tú en tu taller?

—Es mi trabajo —Respondí.

—No dispongo de mucho dinero ¿No resultará caro, verdad?

—No, en un principio solo sería sustituir algunas piezas pequeñas.

— ¿Me lo podrías reparar para hoy?

—Mmmmm, puedo llevármelo ahora y devolvértelo es un par de horas —Dije seguro de mi mismo—En cuanto lo repare te lo traigo de nuevo.

—De acuerdo entonces —Dijo sonriente.

Me llevé el coche al taller y nada más llegar me puse a repararlo. Tardé el tiempo estimado y regresé a mi calle a devolver el auto. Llamé a la puerta de Juan y Sheila y salió ella, más sexy que nunca.

— ¡Oh Esteban! ¿Ya está reparado mi auto?

—Lo tienes estacionado delante de la puerta —Le dije alargándole las llaves del auto y nota.

— Vale, voy a coger mi bolso —Dijo sonriente.

Después de unos minutos volvió a salir pero no traía el dinero— ¡Oh! Lo siento mucho Esteban, pero no tengo tanto dinero, lo siento mucho —Dijo ella con un poco de vergüenza.

—Vale, no te preocupes, ya me pagarás después —Le contesté tratando de ser educado y un buen vecino.

—No, no, debo pagarte ahora, entra y déjame encontrar alguna forma de hacerlo —Me dijo invitándome a entrar en su casa.

Entramos en una gran sala de estar y Sheila me guió a un cómodo sofá— ¡Siéntate un momento! — Dijo ella, antes de salir de la habitación.

Así que me senté en el cómodo sofá de color claro, y unos segundos después Sheila regresó, se había quitado los zapatos y estaba vestida con sólo un par de jeans ajustados y una blusa blanca que mostraba su delgado y pequeño cuerpo.

— Creo que tengo una solución, creo que puedo pagarte en especie —Me dijo sonriente.

— ¿Perdón? —Le contesté sorprendido.

Sin esperar más se arrodilló frente a mí y puso sus cálidas y suaves manos sobre mis rodillas.

—Estoy dispuesta a hacerte la mejor mamada que hayas tenido, en pago por el trabajo que hiciste en mi auto ¿Qué te parece? —Me preguntó sonriendo pero bastante seria.

—Errr... —Le contesté— ¡Está bien! —Dije sorprendido por lo que mi vecina estaba dispuesta a hacer esto.

Entonces Sheila comenzó a desabrocharme el pantalón y lo abrió. Me polla brotó suavemente antes de que ella la envolviera con su mano suave y cálida y empezar a tirar de ella. Dejé salir unos pequeños gemidos mientras ella tiraba y sacudía mi polla todavía blanda que en unos pocos segundos ya estaba creciendo y haciéndose más firme y dura.

— ¡Qué grande es! —Dijo mirando mi polla en crecimiento que casi había alcanzado su tamaño máximo. Cuando eso pasó, Sheila comenzó a recorrerla arriba y abajo con sus manos, acariciándome con firmeza.

Después de unos minutos más se inclinó hacia delante, y abriendo su pequeña y húmeda boca, envolvió la gran cabeza de mi pene y rápidamente comenzó a lamer la punta, antes de empezar a chupar. Sus labios estaban húmedos y suaves mientras me masajeaban la polla, y su lengua se movía alrededor de la cabeza de mi pene. Luego agachó un poco más la cabeza y empezó a chupar con fuerza.

— ¡Oh, sí! —Gemí disfrutando de la sensación de su boca caliente y húmeda.

— ¿Te gusta eso? —Me preguntó mirándome con una sonrisa y la boca llena de polla.

— ¡Oh, sí! —Le contesté de nuevo.

Entonces empezó a chuparme rítmicamente la polla, su cabecita cubierta de pelo rubio a lo largo de los hombros se movía sobre mi polla, y rápidamente se tragó la mitad de mi polla con bastante facilidad. Me chupaba la punta de la polla mientras me sacudía la parte inferior con su mano. Luego, empezó a chuparme las pelotas. Sus pequeños labios húmedos chupaban una bola peluda tirando y apretando en su boca caliente, y luego hacía lo mismo con la otra. También tomaba ambas bolas con su dulce boquita y me las chupaba expertamente al mismo tiempo que yo gemía de placer una y otra vez.

— ¿Ya te vas a correr? —Preguntó ella, dejando que se le salieran las pelotas de la boca por un momento.

— ¡Aún no! —Le contesté.

— ¡Bien! —sonrió y luego me lamió las pelotas otra vez antes de volver a chuparme la polla de nuevo. Su boca una vez más chupó ansiosamente mi polla, y pronto se la tragó hasta la mitad mientras continuaba y apretando y acariciando mis pelotas. Su baba goteaba por mi polla cubriendo sus delicados dedos que me acariciaban rápidamente arriba y abajo de mi pene, y pude ver que su anillo de bodas brillaba cubierto de saliva.

— ¡Oh, sí! ¡Oh, sí! —Gemí mientras ella chupaba y tiraba de mi polla y mis bolas.

Su boca se había tragado casi dos tercios de mi polla que sujetaba con una mano mientras con su otra mano estaba masajeando mis pelotas haciéndome llegar rápidamente al clímax.

— ¡Oh, sí, ya casi estoy! —Le dije— ¡Ya casi llego!

Rápidamente apartó la cabeza de mi polla, levantó la vista y me sonrió— ¿Estás listo para correrte? —Preguntó ansiosa.

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —Gemí.

Y entonces ella rápidamente puso su boca de nuevo sobre mi polla, y comenzó a sacudírmela salvajemente mientras chupaba ansiosamente la cabeza enrojecida, y después de sólo un minuto, o menos, pude sentir que mis bolas comenzaban a apretarse.

— ¡Ya viene! ¡Ya viene! —Gemí como en un quejido.

Ella continuó chupándome la polla, y como esta rubita y caliente esposa de mi vecino parecía lista para probar mi carga, me enderecé y empecé a tensarme.

— ¡Aaahhh! Me corro—Gemí en voz alta, antes de sentir mis bolas reventar y dar un rugido al notar mi semen caliente y pegajoso subiendo por mi polla antes de estallar en la caliente boca que le esperaba.

— ¡Oh joder! ¡Si! Siiiiiii —Lloré mientras descargaba disparo tras disparo.

Sheila no se inmutó ni dejó de chupar, y se tragó toda mi descarga mientras le disparaba hasta la parte posterior de la garganta, y puedo asegurar que durante unos segundos le lancé un montón de pegajosa sustancia viscosa en la boca. Entonces finalmente dejé de correrme y con un alegre gemido me relajé en el asiento mientras aquella mujer rubia y menuda seguía chupando mi polla hasta que se había tragado cada gota de mi semen.

Luego se sentó sobre sus talones y me miró, sonrió y se lamió los labios, diciendo— Me encanta el semen fresco.

Después guardé la polla, Sheila me dio las gracias una vez más por arreglar su auto, y me fui caminando al taller preguntándome si debería haberle dado yo las gracias por la mamada.

Tuercas.

Otro relato ...




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