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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Segunda luna de miel
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Desde que conocí a Diego, he necesitado más y más sexo cada vez. Supongo que hay muchas cosas que podría decir sobre eso, pero sobre todo que me satisface sexualmente, y me produce sensaciones que nunca he experimentado con mi marido.

Sólo para animar un poco nuestro matrimonio, mi marido y yo decidimos casarnos, otra vez. Nos casamos y luego tomamos un vuelo a República Dominicana donde íbamos a pasar dos semanas bajo el cálido sol del Caribe.

Llegamos a nuestro destino y nos registramos en el hotel. Lo primero que hicimos fue probar la cama. Tomás, mi marido es una persona maravillosa, muy guapo pero tiene un carácter complicado. Nos fuimos a la cama y follábamos, pero como de costumbre, sólo él llegó al orgasmo, y yo casi estaba allí. Luego nos vestimos y salimos a comer. Ambos bebimos demasiado y notamos los efectos del alcohol. Volvimos al hotel a las once la noche y nos fuimos de nuevo en la cama. Tomás, como de costumbre, se dio vuelta y se durmió. Yo todavía estaba borracha y sin nada de sueño, así que bajé a la playa y a dejarme acariciar por la cálida brisa del Caribe.

Me senté en la playa, con la cabeza dándome vueltas. Noté una figura que venía por la playa hacia donde yo estaba sentada. A medida que la figura crecía, vi que era un Yo estaba intrigada con aquel gran hombre. Los músculos se ondulaban en su pecho, y me encontré sintiéndome muy caliente con su presencia.

Se presentó como Carlos, y sonrió cuando me sorprendió mirándole el bulto de sus pantalones, y ambos sabíamos cómo irían las cosas a partir de ese momento. Estaba lejos de Diego, mi amante, y mi apetito carnal era demasiado evidente. Le dije que me acababa de casar y que mi marido estaba durmiendo borracho en el hotel. Me preguntó si quería ir a tomar una copa y le dije que sí, que me gustaría. Me tomó de la mano, me puso de pie y caminamos, tomados de la mano, hasta su coche. Atravesamos la ciudad y terminamos en una casa en una colina con vistas sobre la ciudad. Entramos en la casa y fuimos a la habitación donde me sirvió un poco de ron. Me rodeó con su brazo y sentí temor por primera vez. Mientras me abrazaba, empecé a sentirme cachonda, y asustada por ese sentimiento, pero sabía que mis deseos se impondrían.

Tomó mi cara entre sus manos y acercó sus labios a los míos. Mi cabeza daba vueltas, estaba lista para abrir mis piernas de casada para aquel hombre y permitirle satisfacer sus necesidades, por otro lado, me sentía un poco culpable. Él separó mis labios con su lengua y comenzó a explorar el interior de mi boca. Chupé su lengua invasora, sintiendo que el calor continuaba creciendo dentro de mí. Gemí y supe que él lo sabía, que sabía que me tenía.

Entonces sus manos comenzaron a recorrerme el cuerpo, primero desató mi blusa dejándola caer, luego tomando uno de mis pezones entre sus dedos y frotándolo hasta que se puso completamente erecto. Continuó besándome y acariciándome, hasta que su mano fue a mi coño apenas cubierto. Tiró de la parte inferior de mi tanga a un lado y sentí su enorme mano en mi coño. Lentamente insertó un grueso dedo, luego otro y finalmente un tercero. Cuando empezó a cogerme con los dedos, encontré que mi pasión iba más allá de lo que nunca había imaginado. Luego, me empujó sobre la cama y me quitó toda la ropa.

Me acosté en la cama de aquel extraño, completamente desnuda, esperando que me cogiera. Me estiré para acariciarle la polla pero me apartó la mano. Se desnudó y luego se acostó entre mis piernas, abriéndolas de par en par. Bajó la cabeza hasta mi coño completamente excitado, y sentí su aliento sobre mí. Lamió suavemente el interior de mis muslos, excitándome y comenzando el viaje que inevitablemente le llevaría a dejar su semen en mi interior. Noté su lengua lamiéndome suavemente el clítoris, y luego otra vez, un poco más intensamente. Hasta que se lo llevó a la boca y comenzó a chupármelo.

Otra vez, insertó tres de sus gruesos dedos en mi coño, moviéndolos hacia adentro y hacia afuera. Me estremecí cuando me llegó un orgasmo que me invadió el cuerpo. Comenzó a besarme el cuerpo deteniéndose en mis pezones. Mientras me los chupaba, noté su polla entre mis piernas abiertas. Pensé para mí misma que debía de ser enorme. Entonces noté que aquel gran pene comenzaba a entrar en mi vagina. Empezó a besarme de nuevo mientras su polla iniciaba su viaje dentro de mí. Me sentí muy malvada engañando a mi marido pero Tomás no me satisfacía, y ya me había compartido con otros hombres antes.

La polla de aquel hombre era grande, poderosa y exigente. Y me penetró centímetro tras centímetros, forzando mi coño más de lo que nunca antes se había forzado. Me di cuenta de que era bastante más larga y más gruesa que la polla de Diego.

Vine repetidamente, experimentando por primera vez, múltiples orgasmos. Había venido varias veces en la misma sesión con Diego y otros amantes; pero estos uno detrás de otros, como un orgasmo continuo. Finalmente, me forzó hasta el límite, y ya no podía meterme más profundo la polla. Se movía dentro y fuera de mí con cada movimiento que era más fuerte y más rápido que el anterior.

Me cogió durante lo que me pareció una hora antes de empotrar su polla dentro de mí y correrse mientras sonreía y me miraba a los ojos. Cuando se retiró, me dijo que le chupara la polla y le hiciera correrse otra vez, esta vez en mi garganta. Me metí su polla tanto como pude en la boca, tragándome más o menos hasta la mitad. Acariciando y lamiendo, besando y chupando mientras le miraba a los ojos y me sonreía.

Con su voz sexy y profunda me dijo lo mucho que le gusta que las esposas de otros hombres le chupen la polla. Se la chupé durante unos cuarenta minutos, hasta que me sujetó la cabeza y empujó la polla en mi boca, diciéndome que me la tragara toda.

Luego me llevó de vuelta al hotel. En el camino me dijo que tenía que hacer una llamada telefónica y oí su voz― Hola, misión cumplida ―Luego me dio el teléfono, muchas ideas cruzaron por mi cabeza, pero ninguna de ellas me había preparado para oír la voz de Diego al otro lado del teléfono.

― Quería asegurarme de que tuvieras buen sexo en tu luna de miel ―dijo Diego.

Le llamé cabrón y empecé a reírme y luego lo repasé todo en mi mente. La noche había sido tan predecible, y aquel hombre simplemente apareció convenientemente en el momento de mi mayor necesidad. Cuando colgué el teléfono besé a Carlos y le pedí su número de teléfono. Luego nos dimos un beso de buenas noches, y después se fue.

Tomás se despertó cuando entré a la habitación y me preguntó dónde había estado. A la mañana siguiente, cuando despertamos, le conté todo lo que había pasado la noche anterior. Tomás, por supuesto, se puso erecto como una barra y empezó a acariciarse la polla. Tan pronto como le conté cómo Diego me había hecho chuparle la polla, él ya estaba eyaculando lanzando su semen sobre su estómago. Sabía que aquel fin de semana iba a resultar muy diferente de lo que había previsto

Más tarde esa noche, salimos a cenar y Carlos vino con nosotros. Volvimos al hotel y fuimos a la habitación mientras el personal del hotel sonreía a sabiendas de lo que sucedería, y nos desearon que tuviéramos una gran noche República Dominicana. Yo estaba cogida de la mano de Carlos, no de la de mi marido, y su gran mano estaba en mi culo, algo de lo cual estoy segura de que todo el mundo se dio cuenta.

Carlos empezó a besarme en el ascensor y continuó cuando entramos en la habitación. Para cuando cerramos la puerta, Tomás ya estaba sentado en una silla, desnudo, y le dijo a Carlos que se sintiera libre de usar mi cuerpo como quisiera. Carlos se acercó a él y le dijo― No digas una palabra más, voy a tomar el cuerpo de tu esposa, y tú te quedas ahí sentado y miras mientras le hago pasar un buen. Esta va a ser una noche memorable para todos ―Sonrió y estrechó la mano de Tomás, luego se volvió hacia mí.

Carlos me tomó entre los brazos y comenzó a besarme. Sentí que el calor me subía una vez más, y permití que mi cuerpo respondiera a sus caricias y mis manos lo acariciaban. Mientras nos besábamos y nos acariciábamos, sentí que mis piernas temblaban y mi cuerpo se estremecía. Luego me acostó en la cama, me abrió la blusa y empezó a chuparme los pezones, algo que siempre me hace estar muy mojada.

Mi coño estaba, ardiendo y reclamando la enorme polla de aquel hombre. Me levantó la falda y sólo encontró mis medias de nylon cubriendo mis piernas. Sus manos fueron a mi coño y empezó a tocarme con los dedos como la noche anterior. Vine rápidamente y le pedí que me dejara chuparle la polla. Se sentó a horcajadas sobre mi cara y puso su gran polla entre mis labios.

Me llevé la polla a la boca y empecé a chupársela. Se apartó de mí y me colocó en el borde de la cama y dejo mi cabeza colgando en el borde, mientras él estaba de pie al lado de la cama, y me metía la polla hasta la garganta. Noté que me ahogaba un poco al tiempo que su gruesa polla se introducía en mi garganta. Esta vez, me las arreglé para meterme un poco más pero él sabía dónde quería. Me dijo que me diera la vuelta y me pusiera de rodillas y se puso detrás de mí y metió parcialmente la polla dentro y le dijo a Tomás que trajera almohadas para ponerlas debajo de mí para mantener mi culo en alto y así poder metérmela más profundo en mí.

Esta vez, no hubo juegos previos. Sentí cómo su polla empezar a rozar mi coño y cuando me mojé, me la metió dentro. Después de que su gran polla entrara tan profundamente como pudo, comenzó follarme con esos largos y profundos movimientos de vaivén que tanto me encantan. Vine una y otra vez, arañando las sábanas como una gata, gimiendo y lloriqueando, y babeando sobre la cama.

Entonces Carlos, dijo que estaba a punto de correrse y noté su polla empezar a entrarme por el culo. Sabía que Tomás debía haberle dicho que me encantaba que se corriesen en mi culo. Aunque probablemente no le dijo que mi marido nunca lo había hecho. Me la metió dentro haciendo que gritara por el dolor, pero pronto el dolor fue reemplazado por el placer más insoportable que jamás he sentido. Me encanta saber que le estoy dando placer a mi hombre y gracias a Carlos ahora me encanta el sexo anal. Giré mis caderas para asegurarme de que me la metía bien y profundamente y me deshice en orgasmos cuando alargó su enorme mano y empezó a jugar con mi clítoris.

Eso sucedió durante las siguientes tres noches, hasta que Carlos tuvo que irse. La última semana la pasé con mi marido, solamente, y tuvimos buen sexo el resto de nuestras vacaciones de luna de miel. Yo estaba encantada.

Volvimos a casa y estaba emocionada por llegar, ya que sabía que Diego, mi amante iba a estar en su casa esperando a que le diera un poco de sexo, y estaba más que lista para disfrutar un tiempo con mi él. Apenas habíamos llegado a casa y me duché y le pedí a Tomás que me llevara a casa de Diego. Tomás me acompañó hasta la puerta y yo entré a la casa con nada más que un abrigo para cubrir mi desnudez. Diego me saludó, cerró la puerta y casi salté a sus brazos. Lo había extrañado y estaba caliente para follar. Tomás me quitó el abrigo dejándome completamente desnuda y yo me arrodillé y comencé a chuparle la polla a Diego que, antes de lo que esperaba, me llenó la boca con su esperma, y me dijo que había estado reservándose las dos semanas para mí. Me jodió durante un par de horas, y me encantó cada segundo que pasé con él.

Me contó cómo había arreglado todo con Carlos, y de paso descubrí que todo había sido idea de mi marido. Puede ser muy retorcido para algunas personas, pero en ese momento me sentí extraordinariamente amada por mi marido. Nunca le podré agradecer lo suficiente que hubiera organizado aquello para que yo tuviera memorable segunda luna de miel.

Montana

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