La Página de Bedri
Relatos prohibidos Segundo día con los seis
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Desperté con la primera claridad del día y la presión de la polla del chico número seis abriéndose paso entre mis nalgas. Aparté la ropa de la cama que nos cubría y levanté la pierna derecha e inmediatamente me penetró. Se movió fuerte y rápido mientras los sonidos de la casa indicaban que algunos de los chicos se estaban levantando. Me corrí mirando por la ventana y viendo algunas estrellas que se resistían a irse― Es Venus ―dijo mi muchachito señalándome un punto luminoso― Ha querido quedarse para verte desnuda haciendo el amor ―Y me corrí otra vez enlazando con el orgasmo que me empezaba justo cuando él se corría en mí. Unos minutos de besos hasta que su polla se le salió de mi vagina que se resistía dejarla ir. Se levantó y rápidamente se puso su pijama y salió sigilosamente. Fui al baño y me duché frotándome el coño para limpiarme y me volví a pajear. Me corrí, salí de la ducha, me sequé, me vestí y bajé a la cocina dispuesta a empezar el día con mis seis muchachitos. Preparé los desayunos que tomaron en el comedor según fueron bajando. Luego, disciplinadamente cada uno recogió su plato y lo llevó a la cocina. Todos, hasta el muchachito número seis, me dieron los buenos días, un beso en la mejilla algunos y otros en los labios y se fueron a sus tareas. Yo me dediqué a las mías. Confieso que el beso en la boca lo forcé buscando directamente las bocas. El muchachito número seis me rozó una nalga al pasar y luego, en el beso, me puso su mano en mi cintura. Hacía mucho tiempo que no tenía un empezar del día tan bonito. Recogí el desayuno, hice las labores habituales de limpieza en la residencia y tuve que ir entrando habitación por habitación sin que los chicos, en clase on line o haciendo sus tareas me miraran. En la habitación número seis me entretuve algo más con algunos besos y varias caricias. ― Tengo muchas ganas de que te vayas a dormir ―me dijo el chico. ― Me vas a encontrar muy jodida si todo es como ayer ― Ayer disfruté mucho contigo. ― Y yo contigo, muchachito ―le di un beso en los labios y me separé de él que dejó su mano deslizándose por mi cintura― Me gustaría mejorarlo hoy ―Le lancé un beso desde la puerta y cerré la puerta con ganas de quedarme para follar. Era la última habitación y mi última tarea de la mañana, a falta de ir al despachito para llamar por teléfono, de acuerdo con las instrucciones, para decir que todo había ido muy bien y no había ningún problema. Es más, todo iba excelentemente, todavía no era media mañana y ya llevaba cuatro maravillosos orgasmos; tres de ellos en el mismo polvo con el mismo chico. El cuarto fue por una paja pero suma, fue orgasmo. Tenía esos pensamientos en la mente cuando colgué el teléfono y comencé a subir la escalera hacia mi cuarto con la intención de relajarme un poco. Nada más entrar me desnudé y me miré en el espejo de la puerta del armario y me contemplé con calma sin apercibirme de que me había puesto delante de una de las ventanas. Instintivamente miré hacia afuera y vi un hombre, en el jardín de al lado, observándome. Yo era consciente de que estaba desnuda y que él me miraba pero no hice nada por ocultarme y me seguí mirando en el espejo y girándome para verme mejor. Luego me fui al pequeño saloncito, encendí la televisión y me tumbé desnuda en el pequeño sofá. . Aproveché la ocasión para hacerme una paja para aliviarme la tensión sexual y tuve mi quinto orgasmo del día, también por paja pero orgasmo. Hasta ayer, casi todos mis orgasmos, la inmensa mayoría desde hacía demasiado tiempo, eran por paja. Un rato más tarde me levanté para continuar con mis tareas, y al ir al baño pasé por delante de ventana y miré fuera; el hombre estaba ocupado en sus tareas de jardinero y no miraba hacía mí. Pero me detuve, me puse frente a la ventana y apoyando las manos en el marco lo observé. Vestía la ropa de trabajo de los jardineros de la universidad y podría tener los cincuenta y pico de años. Inesperadamente giró la cabeza y me vio, yo me quedé allí mientras se erguía y me miraba curioso. Luego, sin más, tampoco sé por qué hice una cosa o la otra, volví a ponerme el uniforme de camarera, con bragas y sujetador, para recibir el catering con la comida, la cena y el desayuno de la mañana siguiente. Luego me dediqué a para preparar la comida. Alguno de los chicos tenía una dieta personalizada y había que evitar confusiones, así que puse un tarjetón doblado en “V”, con el nombre de cada uno por un lado y por el otro, el número de su habitación. Ya preparada la mesa del comedor, con siete cubiertos, esperé a que todos fueran bajando de sus habitaciones. Mientras hacía todo eso pensaba en el jardinero y en la impresión que podría tener de mí por mi exhibicionismo. Los chicos fueron bajando de uno en uno y según iban bajando ocupaban su silla según el nombre del tarjetón. Uno de los más próximos a mí, que decidí ocupar la cabecera de la mesa, era mi número seis que me sujetó la silla para sentarme. Me pareció algo muy tierno. La comida no trascurrió con normalidad, al menos con lo que yo consideraba que debiera ser normal. No se habló de sexo, ni de lo sucedido el día anterior, ni de lo que podría suceder este, nada de eso fue tema de conversación. Hablaron de sus estudios, de la comida y algo, muy poco del Covid-19. Yo les escuchaba y pensaba en el jardinero, en el chico número seis, en mi marido y en que llevaba cinco orgasmos y estaba muy, muy excitada. Después de comer y de recogerlo todo con la ayuda de dos de ellos me excusé y subí a mi cuarto, me desnudé por completo y entré en el baño para una ducha rápida. Luego me sequé cuidadosamente, me perfumé ligeramente, me volví a poner el uniforme de camarera, sin sujetador ni bragas, y bajé al comedor donde me esperaban mis chicos. Cuando llegué, frente al enorme televisor del salón jugando a la consola. Cuatro jugaban y dos parecían esperar su turno. Al verme entrar vinieron hacia mí y los tres no sentamos en un sofá. Los dos chicos pronto perdieron todo interés por el juego y se enfocaron en mis tetas; uno de ellos me desabotonó la parte superior de uniforme da camarera, y después de hacerlo, apartó casi con delicadeza la tela a los lados desnudándome el pecho. Ambos se dedicaron a besarme cara cuello y tetas, y a chuparme y mordisquearme los pezones. También mantenían una especie de competencia a ver quién me acariciaba más coño con la mano. Yo me dejé llevar y no tardé en empezar a gemir suavemente ante aquella estimulación. El chico de mi derecha, me hizo levantar y me sacó el uniforme por los pies. Luego se puso de rodillas entre mis piernas y metiendo la cabeza entre mis muslos me hizo gemir fuerte, algún de los que jugaban giró la cabeza hacia nosotros pero siguieron con lo suyo. El chico de mi izquierda, se desnudó y se puso de píe en el asiento del sofá acercándome su polla a la boca. La acepté encantada y luego todo fue rápido, el chico en mi boca se corrió en mi cara, yo me corrí en la cara del que estaba entre mis muslos y dos de los que antes jugaban, quizás los ganadores, que ya desnudos reclamaban su turno. Uno de ellos pasó detrás del sofá y me acercó la polla que acepté puesta de rodillas, el otro se colocó detrás y me la metió despacito por el coño, ya muy apretado de la excitación; le costó pero me la metió para echarme un muy buen polvo. Bastante cortito pero muy bueno en intensidad y ritmo. Me folló como si le fuera la vida en ello. Además, los tres nos corrimos casi casi al tiempo. Yo un poco primero y luego el de mi boca que se corrió en mi pelo; finalmente el de mi coño que no sé si quiso sacarla para correrse fuera o se quedó a medio camino. Pero me gustó mucho la sensación del semen a medio camino. Los siguientes ya estaban esperando, y resultaron ser quienes primero me habían tenido y esta vez se intercambiaron los lugares. También esta vez tardaron más, la primera corrida tenía su efecto; chupé más y me folló más, pero también me corrí más. La primera casi nada más metérmela y la segunda cuando el chico de delante se corrió en mis mejilla. Lamí, chupé y tragué algo de semen pero casi todo se fue a mi cara. El que tenía rebotando contra mis nalgas la sacó y se corrió en mi espalda. Esta forma de correrse no me gusta porque me siento sucia y pegajosa. Quise levantarme para ir a limpiarme un poco, pero me fue imposible. Frente a mí ya tenía una polla empujando para abrirse paso en mi boca y unas manos me daban unos cachetes para que levantase el culo. Preferí quedar y en cuanto la polla entró en mi vagina me corrí. Me volví a correr cuando el chico la sacaba para eyacular sobre mi espalda justo cuando el de mi boca me rociaba el pelo con algunos chorros pegajosos. Mientras follaba, había oído una discusión entre los chicos, parecía que cuatro de ellos se habían dejado perder a la consola para follarme. Los otros dos, los que ganaban, se habían sentido engañados y protestaban. Intervine para poner paz y salvaguardar la convivencia asegurando que nadie tendría ventajas― Follaré con todos por igual―Respondí levantándome del sofá mientras los seis se me ponían delante mirándome y escuchándome― No quiero ninguna pelea entre vosotros o se acaba el sexo. A partir de este instante, y elegiré con quien tener sexo y me comprometo a ser equitativa. Y os advierto, una discusión, por el motivo que sea, y volvéis ver porno y a haceros pajas. Luego me dirigí hacía uno de los dos que faltaban por follarme esa tarde, me puse de rodillas, le bajé el pantalón y la ropa interior y me puse a hacerle la mamada de su vida, era el muchachito número seis. El chico que faltaba se quedó disciplinadamente esperando, ya desnudo y los otros cuatro se pusieron a ver la consola. Mi muchachito preferido se dejó hacer y gimió intensamente cuando eyaculó. Yo le tenía sujeto por las nalgas y no le dejé retirarse obligándole a correrse dentro de mi boca. Ya había tragado semen otras veces, pero esta vez fue especial y lo saboree con deleite. Me supo muy, muy rico. Me tomé mi tiempo relamiéndome antes de girarme hacia el que esperaba y cada vez me excitaba más. Este chico no me duró mucho y antes de correrse me pidió permiso― ¿Julia, puedo correrme encima de tu tetas? Asentí con la cabeza y en cuanto empezó a gemir me retiré y le ofrecí el pecho que me salpicó con una abundante corrida. Me sentía sucia e incómoda, tenía cinco corridas en mi piel, especialmente cara, tetas y parte baja de la espalda así que les avisé― Me habéis dejado más pegajosa que un caramelo chupado. Subo a mi habitación a ducharme y bajo ahora. ― No hace falta que subas a tu habitación, dúchate en la mía y luego follamos en la cama ―dijo el chico al que había hecho la última mamada. Los demás protestaron por lo de follar en la cama y yo zanjé la discusión― Me parece muy bien, así nos evitamos los problemas de antes, si queréis, podéis hablarlo entre vosotros y establecer turnos o incluso la cantidad de veces que queráis follar conmigo, al día o a la semana. Le dejé discutiendo y subí a mi habitación a ducharme. Me costó cierto trabajo deshacerme de tanto semen. Excepto uno que me había tragado el semen, los otros cinco se habían corrido sobre mí. Además, me habían echado tres polvos y excepto uno que se corrió medio dentro medios fuera, los otros dos se me habían corrido encima. Así que tenía semen de siete corridas resbalando por mi cuerpo. Me pajeé haciendo esas cuentas, y pensando que me quedaban otros dos polvos, con el chico que me había ofrecido su habitación y mi chico número seis. Tuve un hermoso orgasmo. Había subido desnuda y bajé desnuda. Cuando llegué al salón, todos se volvieron a mirarme y el chico con el que iba a irme a la habitación se puso a mi lado y me tomó por la cintura. ― Hemos estado hablando y hemos acordado algo ―dijo el que solía actuar de portavoz― Podremos estar contigo en nuestras habitaciones pero siempre con el conocimiento de los demás y las puertas quedarán siempre abiertas. Además, no habrá límite en el número de veces que uno de nosotros pueda tener sexo contigo pero nadie podrá acapararte. Si estás haciendo el amor con uno de nosotros, y llega otro, el que llega debe preguntar y pedir permiso. Si quiere estar solo contigo deberá esperar y cuando acaba deberá dejar turno al que espere ― ¿Y si nadie espera? Hubo un momento de duda e intervino mi chico número seis― Siempre habrá alguien esperando. ― De acuerdo ―dije ya tremendamente excitada porque además, el chico número uno, con quien iba a subir, ya me tocaba descaradamente las tetas. Solo dejó de hacerlo cuando comenzamos a subir a su habitación y me empezó a magrear el culo. Cuando llegué al primer piso ya estaba a cien, me sentía como una puta al darme cuenta de que los otros cinco nos miraban. Notaba mi clítoris hinchado cuando iba hacia la cama y casi tengo un primer orgasmo cuando me acosté y abrí las piernas. Fueron solo segundos de espera, hasta que el número uno me la metió. Tuvo que costarle porque yo misma me notaba muy apretada, tanto que incluso me dolió un poco y gemí. El chico se disculpó pero no le respondí porque al empezar él a moverse yo empecé a correrme. Volví a hacerlo cuando me pidió permiso para correrse fuera. Acepté pero protesté― No sé de donde habéis sacado esa tontería de correros fuera de mí. ― No sé, Julia ―Se defendió el chico comiéndome la cara y las tetas a besos. Unos minutos más tarde, nos levantamos y yo fui al baño a limpiarme el semen de la barriga. Cuando entraba en el baño oí los aplausos con los que recibieron al número uno en el salón. Al salir del baño estaba mi favorito, mi chico número seis y subimos juntos a su habitación. Nada más entrar me volví hacia él y lo abracé con toda mi fuerza y le besé en l aboca introduciendo mi lengua para encontrar la suya. Estuvimos así un buen rato, hasta que oímos pasos en la escalera. Entonces fuimos a la cama y me hizo tumbar boca abajo, se me puso encima y me volvió a follar el culo. Se corrió dentro de mi culo, y yo también tuve un orgasmito que me encantó. Especialmente porque el número cinco nos contemplaba desde la puerta con otro más. Nos fuimos los dos al baño, a asearnos, y discretamente me acerqué a él y le recordé nuestra cita de la noche. Luego, bajé al salón a recuperar mi uniforme que me puse delante de todos, sin sujetador ni bragas, que ya no llevaba. Eché una mirada al reloj de pared del salón y exclamé― ¡Virgen! ―eso provocó varias risas― Ya es muy tarde, es hora de cenar. Lo que vino después fue un calco de lo del día anterior, después de cenar y recogerlo todo, me esperaron al pie de la escalera para pedirme― ¿Julia, puedes pasar por cada habitación para un beso de buenas noches? Como el día anterior esperé abajo a que estuvieran listos, subí y les fui besando tiernamente en los labios y dejando que me amasaran y besaran los pechos. Incluso otro me volvió a arrancar suspiros con su mano debajo de mi falda. Cuando entré a mi habitación ya no valoré la posibilidad de cerrar la puerta con llave porque esperaba una visita. Entré, me desnudé frente al espejo y me toqué el coño que estaba húmedo. Esta vez ya no me puse el pijama, solo me metí en la cama y apagué la luz. Pero estaba muy inquieta y muy caliente, el día había sido intenso y excitante y esperaba a mi chico favorito. No tardó en llegar y al verle acercarse aparté la ropa de la cama mostrándole mi cuerpo desnudo iluminado por la intensa luz que entraba por el ventanal situado al lado. El me miró un rato, luego se quitó el pijama y volvió a quedarse de píe contemplándome. ― ¿Qué haces ahí? ―le pregunte susurrándole. ― Contemplándote. ― Eso luego, ahora hazme el amor. No necesité insistir porque se puso de rodillas entre mis piernas abiertas, yo levanté mi cadera para acercarle el coño y me la metió. Me encontró muy dura y me lo dijo― Estás muy apretada otra vez. ― Es que estoy muy excitada, me pones muy caliente muchachito número seis. Quiso decirme su nombre pero le puse un dedo en los labios y le dije― Un día te irás y no querré recordar tu nombre, solo tu carita y lo bien que me haces el amor. Además, así será más discreto. ― Gracias, tía Julia. Y eso ya fue suficiente para que tuviera mi primer orgasmo del último polvo del segundo día confinada con mis seis muchachitos. Antes de que el chico se corriera, tuve otros dos orgasmos, el segundo muy, muy intenso. Casi grito. Yo estaba tan agotada que no me levanté para ir al baño. Él regresó rápidamente y como la noche anterior me puse del lado izquierdo, mirando hacia la ventana y él se puso detrás de mí pegadito, haciéndome la cucharita, con una mano en un pezón mientras me contaba más cosas de su tía, y así nos dormimos. A la mañana siguiente, otra vez la luz y su polla me despertaron, aparté la ropa de la cama, le hice ponerse de espaldas y colocándome a horcajadas lo cabalgué, le tomé las manos, le hice ponerlas en las tetas y me incliné hacia delante apoyando todo mi cuerpo en sus manos y mis tetas. Empecé a mover las caderas muy cadenciosamente, adelante y atrás y girándolas. Estaba disfrutando tanto que me descontrolé y pronto no me reconocí moviendo las caderas con tanto frenesí. Me corrí haciendo ruidos sordos en mi garganta, como ronroneos. ― ¿Hemos hecho el amor así para que Venus te viera? ― Puede ―respondí― Y para que tú me disfrutaras ¿Te gustó así? ― Me gustas siempre, tía Julia ―dijo amasándome las tetas tanto y tan bien que tuve otro orgasmo. ― ¿Sabes que entre ayer y esta mañana que he hecho el amor ocho veces y he tenido dieciocho orgasmos? ―Le dije ante su sorpresa. ― ¿Los cuentas? ― No, pero lo recuerdo… ¿Sabes que este año he hecho el amor contigo más veces que con mi marido? El chico tiró de mí y me abrazó con mucha fuerza― Estaría haciendo el amor contigo todo el tiempo que estemos juntos. ― ¿Y cuando te vayas con tu tía te olvidarás de mí? ― No tía Julia, no podré olvidarme de ti y te buscaré para hacer el amor contigo siempre que pueda. ― ¿Y se lo dirás a tu tía? ― Siempre se lo cuento todo. ― ¿Y qué le contarás de mí? ― Que eres una mujer hermosa, dulce y cariñosa que hace el amor tan bien como ella. Ruidos en las habitaciones nos hicieron cesar la conversación, yo ya sé que la continuaremos esa misma noche. Él se iba y yo entraba al baño a ducharme cuando se detuvo y preguntó en voz baja― ¿Puedo llamarte tía Julia? ― Claro que sí, mi amorcito, pero no delante de nadie. Le miré saliendo y esperé a que cerrara la puerta para entrar en el baño, me volví a hacer una paja y me corrí, esta vez sin acallar los gemidos. Luego salí de la ducha, me sequé, me vestí y bajé a la cocina dispuesta para empezar otro día con mis seis muchachitos.
El confinamiento de JuliaJulia, tiene treinta y pico años, está casada y trabaja de camarera en una residencia universitaria. Al declararse la pandemia de Covid-19 casi todos los alumnos se fueron a sus casas al establecerse el confinamiento obligatorio de catorce días, excepto seis, todos ellos de primer año. Se decidió alojarles en la residencia de profesores invitados, un palacete apartado, en un extremo del campus, con un gran jardín cerrado con un alto muro rodeándolo. La encargada de atenderles durante el tiempo necesario será Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí. |
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