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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vecino y amigos
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Como sospechaba, mi vecino ha venido con su mejor amigo y su esposa. Ambos ciertamente más de tal vez diez o quince años más jóvenes que yo. El día anterior había llamado con la pregunta de si podían venir juntos y si podía ser un poco travieso. Le respondí que sí.

A las cuatro de la tarde en punto estaban en la puerta. Su mejor amigo, un hombre muy distinguido disfrazado de vampiro. Su esposa, una hermosa rubia, estaba vestida con un hermoso vestido con cuello en “V” que reforzaba la apariencia del hermoso volumen de su pecho.

Los hice entrar y mi vecino de enfrente, me dio un rotundo beso con lengua al que yo respondí. Me liberó y fue seguido por su amigo que se permitió la libertad de hacer lo mismo. No me atreví a negarme por miedo a ser una perra débil. Luego vino su vampiresa, que puso su mano detrás de mí cuello y dio también un beso de lengua, mientras su mano buscaba la mía y la apretaba con confianza, tal y como si nos conociéramos desde hacía muchos años.

Entraron y fuimos al salón donde nos sentamos. El vampiro vino a sentarse a mi lado. Yo serví el whisky, que había comprado para la ocasión, un caro whisky de malta. Mis invitados se emborracharon y yo también me emborraché un poco. Primero hablamos de la política interna, pero poco a poco la conversación fue cambiando al sexo. El vampiro ya me tenía cogida por la mano.

Mi vecino se sentó junto a mí al otro lado del sofá. Incliné mi cabeza ante él y me dio una buena lamida con su lengua y su mano se metió dentro de mi blusa. Yo ya estaba demasiado borracha para intentar evitarlo. No llevaba sujetador y me amasó los pechos y me pellizcó los pezones uno a uno entre sus dedos.

― Que todos los disfrutemos ―pidió su amigo. Mi vecino abrió mi blusa y mis pechos saltaron hacia adelante, los pezones eran como rocas. No podía controlar mi ardiente excitación. Su amigo y su esposa miraron sin aliento mi cuerpo.

Inmediatamente, mi vecino dijo― ¡Acércate!

Yo obedecí y me quitó la blusa, me bajó la falda y me quitó el slip. Me quedé sin aliento y no me atreví a protestar. Notaba su mano entre mis piernas y sí, estaba muy, muy mojada. Rápidamente encontró mi clítoris y me bajé un poco para que pudiera alcanzarlo mejor.

― Vete a que te vean mi amigo y mi amiga ―Ordeno y lo hice dócilmente. Primero su fui ante su amigo. Tuve que pararme frente a él, con las piernas abiertas. Desvergonzadamente, me tocó entre las piernas y me metió el pulgar en el coño. Mi clítoris quedó en su mano y terminé― Ya veo, nuestra puta está caliente ―dijo con la cabeza levantada. Yo era de piedra y no tenía ningún deseo.

Luego fui ante su esposa que me ordenó que abriera las piernas y se agachó entre ellas para mirarme― Qué hermosa carne rosa, parece que no se usó lo suficiente ―murmuró. Y suavemente empujó su pulgar dentro de mí vagina. Se puso de pie, me dio un beso en la boca al que respondí. Se quitó el vestido y pasó los brazos a mí alrededor y sentí sus pezones rígidos rozando los míos. Casi me volví loca por el apetito sexual.

Me empujó al sofá, y de repente me quedé paralizada. Despreocupadamente se arrodilló y puso su boca como un émbolo contra mi coño hinchado. La dejé hacer y vi que estaba levantando el culo bastante alto, yo no tenía nada claro por qué.

Mi vecino estaba ahora también completamente desnudo. Conocía su vara del placer de acero. Me puse un poco celosa cuando vi que estaba parado detrás de su amiga y que podía metérsela en ella sin ninguna resistencia. La rubia comenzó a girar rítmicamente su trasero y vi que mi vecino gemía de placer.

No tuve mucho tiempo para contemplar eso. El amigo de mi vecino se paró muy por encima de mí y agitó su polla. Una enorme masa de carne de veintitantos centímetros que empujó hacia mi boca. Empecé a chupar y se quejó de placer.

La rubia me lamía el coño y empujé con mi cadera para acercar mi clítoris a sus labios. Noté que mi jugo se estaba escapando. Entonces ella movió la verga de mi vecino de su amorosa rendija con un gesto y se puso derecha.

― Ahora estás acostumbrada ―dijo― Le toca a él. Hizo sitio a mi vecino que tenía su flauta del placer hinchada y lista para follarme. Me folló sin decir una palabra, pero las cosas más importantes se dicen sin palabras.

No duró mucho, disparó largo, poderoso y sentí el esperma rociar mí interior mientras todavía tenía el pesado miembro de su amigo en mi boca. Los dos hombres se tocaron y se dieron un beso de lengua. En eso me fue muy extraño.

Mi vecino ya estaba vacío y se apartó de mí. La rubia, colocó su boca contra mi coñito otra vez y sorbió la semilla de mi vecino. Vine otra vez...

― Ahora mi marido te llevará al clímax ―Me susurró suavemente―Te llevará por detrás, pero con ese calibre, te dolerá.

Ofrecí mi trasero al amigo de mi vecino de enfrente. No tuvo problemas para entrar en mí pero noté que era grande, mucho más grande que la vara del placer de mi vecino. Los labios de mi coño se cerraron a su alrededor. Debió sentirse como si follara a una virgen y suspiró profundamente.

― Eres muy buena amante ―siseó― me divierto contigo.

Afortunadamente mi coñito ya estaba empapado, de lo contrario, sin duda habría tenido s dolor. Empezó a bombear pero yo esperaba que no tardara mucho.

― ¡No! ―Gritó muy fuerte y noté su poderosa verga follando mi coñito. Vino y acabó tres veces más que mi vecino.

Se retiró y otra vez la boca de la rubia se zambulló sobre mi coñito. La dejé hacer porque sabía que era muy buena. Con la punta de la lengua me lamió el clítoris, se dio una vuelta con la lengua y en un instante ya me estaba preparando de nuevo...

― No te preocupes, querida, en casa mi marido me llevará al clímax de nuevo esta noche ―dijo la rubia―Y mañana por la mañana iré a ver a tu vecino, que también tendrá su parte.

A la hora de irse nos paramos junto a mi puerta. Un beso de mi vecino, de su amigo y la rubia que fue la última. Ella me besó apasionadamente― He puesto mi número de teléfono móvil en tu mesa, quiero hacer el amor contigo por separado. ¿Estás de acuerdo?

― ¿Harías eso? El grupo me ha traído múltiples orgasmos, pero tengo miedo de la adicción...

Anónimo

Otro relato ...




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