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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Venganza de madrastra
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Cerré la puerta principal y dejé caer la bolsa de deporte al suelo, las llaves del coche en un pequeño bol encima del estante de madera. Fue cuando miré hacia el rellano del primer piso que la vi.

Estaba sentada en las escaleras, sorprendido porque no esperaba verla allí, le dije― Vaya, me has asustado ―haciendo una pausa antes de añadir― ¿Cómo es que estás sentada ahí?

― Tu padre es un imbécil―dijo.

Sorprendido, dije― ¿Qué?

Después de que le hiciera la pregunta, aspiró aire y lo expulsó todo en un largo y exasperante suspiro― Se ha ido otra vez. Trabajo ―escupió con su tono y su expresión― Esa chica también va con él.

Había habido tensión durante semanas. La sentí en la casa, noté el cambio en el comportamiento de mis padres y la forma en que se trataban. Se comportaban de manera extraña, fríos y formales. Como dos perros se olfateaban uno al otro mientras buscaban si había alguna disputa o necesidad de pelear. Por mi parte, yo lo había ignorado en gran medida. No tenía nada que ver conmigo. Tenía diecinueve años y mi vida en marcha.

Por una lealtad innata a mi padre, me encogí de hombros y dije― Es su ayudante, mamá, se va a ir con él. Es sólo trabajo.

Se burló de eso, poniendo los ojos en blanco― He visto sus correos ―dijo― Cree que los está borra de su cuenta pero no se da cuenta de que se quedan en la carpeta de la basura por unos días.

Sentí que la ansiedad se apoderaba de mis entrañas cuando dije― ¿Revisaste su correo?

Ella asintió, encogiéndose de hombros― Sí. Es una prueba.

― ¡Mierda! ―dije con la mente llena de posibles resultados si mi madrasta hubiera descubierto a mi padre en una aventura.

―Sí ―respondió mi madrastra.

Me paré justo en la puerta principal, con la cabeza ligeramente inclinada para poder mirar hacia arriba donde ella estaba y, a pesar de la revelación de la probable infidelidad de mi padre, todavía era vagamente consciente de lo atractiva que era mi madrastra. Mentiría si dijera que nunca se me pasó por la cabeza cómo sería verla desnuda. Había fantaseado algunas veces, imaginándola delgada, tonificada y ágil. Mi cabeza se imaginaba cosas sobre sus pequeñas tetas y si tenía pelos entre las piernas. Mi madrastra dirige un spa, es instructora de yoga, una madura en forma, rubia y encantadora, sexy y eminentemente follable.

Mirando hacia arriba vi los tacones rojos sujetos a sus tobillos. Esos zapatos tenían unos letales tacones de aguja que ponían tensión en sus suaves pantorrillas. Llevaba una falda de color azul cian y un top con cordones, sus ojos fijos en mí, su pelo rubio liso suelto cayendo por los hombros.

― Está lejos follándose a esa pequeña puta ―añadió mi madrastra.

Fue otro shock oír aquel vehemente estallido. Los modales de mi madrastra siempre han sido tranquilos y serenos. A pesar de que en las últimas semanas se han visto grietas en su suave fachada, mi madrastra no era propensa a la ira o a las blasfemias. En respuesta, confundido porque podía notar la atracción de su atractivo físico tirando de mis reacciones, desconcertado y avergonzado por la situación entre mi madre y mi padre, me encogí de hombros y dije― No creo que sea asunto mío.

Mi madrastra me miró fijamente durante varios segundos. Luego volvió a suspirar― Estás siendo cruel ―dijo.

Fue entonces cuando me di cuenta de que el vaso y la botella estaban un par de peldaños más arriba que donde estaba sentada mi madrastra.

Señalé hacia la botella ― ¿Cuánto has tomado?

― La mitad ―me dio un medio abrazo― ¿Y qué?

― Normalmente no bebes.

Ella soltó una carcajada seca y amarga― No, pero hoy creo que lo necesito.

Había algo en la forma en que lo dijo que me generó malestar a lo largo de la columna vertebral. Otro factor que contribuyó al cosquilleo de malestar fue la mirada de sus ojos. Por alguna razón que no podía definir, había algo inquietante.

― Bueno, estas un poco bebida-―balbuceé.

Mi madrastra se detuvo y su mirada se clavó en mi cara y la mantuvo durante bastante tiempo― No tienes ni idea de cómo me siento ―dijo mi madrastra en un murmullo. Su tono causó otro deslizamiento de la respuesta atávica en lo profundo de mi cerebro, y fue otro shock notar mi polla engrosarse y crecer.

Con todo eso, me tragué la abrupta e inesperada ráfaga de deseo― No ―dije, horrorizado pero emocionado por lo que estaba sintiendo― Supongo que no.

― La cosa es... ―

Mi madrastra empezó y se detuvo, los ojos se apartaron de mi cara. Suspiró y sacudió la cabeza en lo que parecía ser una reacción a una pelea interna. Luego murmuró una maldición y alcanzó el vaso.

― ¿Qué? ―Pregunté.

Bebió unos sorbos y se concentró en volver a mirarme― Te dije que necesitaba una bebida ―dijo. Me dio una sonrisa triste, con los labios levantados en una esquina con expresión irónica. Luego repitió― La cosa es... ―haciendo una pausa de nuevo.

No le respondí, sólo esperé, tenía la sensación de algo trascendental podía pasar.

― Bueno, a decir verdad ―continuó intentándolo de nuevo― He estado pensando mucho en ti últimamente.

Tenía una idea de lo que estaba por venir, pero realmente no tenía idea de la escala.

― Me recuerdas como era tu padre cuando lo conocí. Era mayor que tú, por supuesto. Pero sí, eres tan parecido a como él solía ser ―se detuvo y bebió más― Sólo que tú eres mucho más amable ―terminó.

― Sí, bueno... ―dije, avergonzado.

― Cuando digo que he estado pensando en ti... ―continuó y al mirarla me sorprendió ver lo caliente que estaba cuando la miré a la cara―...Me refiero a cuando tu padre ha estado fuera... Cuando he estado sola en la cama.

Oí lo que dijo pero no lo entendí. No tenía sentido en ese momento, no con todo lo demás con lo que tenía que lidiar.

Luego, en una acción surrealista, impactante, y en última instancia, que cambió mi vida, me quedé boquiabierto cuando levantó su trasero y, con una mano y murmurando en frustración por su falda recalcitrante, se la subió hasta la cintura.

― Puedes tenerlo, Toni― dijo mi madrastra en un suspiro.

Me quedé atónito, sin palabras y asombrado al ver el coño de mi madrastra, sus muslos lisos y anchos.

― Me lo afeité para ti ―añadió― Bueno―murmuró―no es que tenga la intención de presumir de esta manera, pero pensaba en ti cuando lo hice.

― ¡Oh mierda!... ―me oí gorgojear.

― Nada de bragas, Toni, y también estoy mojada. Como que sabía que esto iba a pasar, lo evité, pero siempre supe que te haría esta oferta.

Todo se hinchó dentro de mí como en una burbuja caliente y enorme de deseo. A nivel intelectual reconocí quién estaba haciendo alarde de su sexo de una manera tan lasciva era mi madrastra, la única mujer que había conocido en el rol de madre. Simona se había casado con mi padre cuando yo tenía tres años. Ella fue una madre para mí y puede que no haya un vínculo biológico, pero emocionalmente era mi madre y la quería como tal. La cosa es que ver a una atractiva rubia ofreciéndole sexo fue un shock de alto impacto. No asocié a la rubia atractiva que se exhibía en las escaleras con ningún papel maternal en mi vida. Para mí, en ese instante, con la lujuria ardiendo en su interior, mi madrastra era un objetivo para mi deseo. Tenía diecinueve años, estaba lleno de hormonas y mi polla era una barra de hierro, sentí un impulso casi abrumador e instintivo de meter mi polla en su coño.

― Quiero lamértelo ―dije, sin saber que iba a pronunciar esas palabras.

Mi madrastra se chupó el labio inferior con la mirada ardiente y vidriosa antes de cerrar los ojos, haciendo un gesto mientras murmuraba― ¡Oh, joder, cariño, sí por favor! Puedes hacerlo.

Fue una sensación de ensueño mientras subía las escaleras hasta donde ella estaba sentada. Mientras lo hacía, la vi girar la cintura para alcanzar el vaso para tomarlo.

― Toni ―gimoteó cuando me puse de rodillas― ¿Esto es real?

Mi madrastra movió el trasero y abrió las piernas tanto como pudo. Gimió y abrió sus pliegues, exponiendo su clítoris, su cuerpo reluciente, su coño escarlata con lo que yo tomé como su propio deseo ardiente.

― Lámemelo ― jadeó, con la cara mostrando lo que sea que estaba sintiendo por dentro.

― Eres encantadora ―murmuré en un arrebato.

Luego, durante unos increíbles y fantásticos minutos, le lamí el sexo a mi madrastra, lamiendo y chupando su cuerpo mientras probaba su esencia. Empecé a lamerle el clítoris, recibiendo instrucciones de cómo quería que se lo hiciera. Lamí su frijol, deslizando un dedo en su cuerpo cuando me jaleó para hacerlo, otro dedo entrando para que pudiera frotarla en el lugar dentro de ella que estaba tan ansiosa de que yo trabajara. Mi madrastra murmuró y gimió, cogiéndose entre mis dedos mientras yo intentaba mantener la presión en su clítoris con mi lengua. Se retorcía y gemía de alegría, jadeando sobre lo mucho que me quería y lo tramposo, sucio y despreciable que había resultado ser mi padre.

― Imagínate si supiera que tienes tu lengua en mi coño ―dijo mi madrastra gimiendo― Puede tener a esa perra engreída pero yo también me voy a divertir. ¿Estás bien, Toni, mi ángel? ¿Crees que eres lo suficientemente hombre para satisfacerme?

― ¿Puedo cogerte? ―Suspiré, mirándola a la cara.

Sonrió y puso los ojos en blanco― Por supuesto, tonto ―dijo― ¿Por qué más crees que consentí que me lamieras? Por supuesto que lo haremos. Hemos llegado hasta aquí y no tendría sentido que nos detuviéramos ahora.

Sólo había sido cuestión de minutos desde que entré en la casa. En tan poco tiempo, en un abrir y cerrar de ojos, una rápida conversación y mucha confusión después, me arrodillé en las escaleras, con mis dedos trabajando dentro de su cuerpo mientras me ponía de pie. Antes de que me diera cuenta, mi madrastra me había acercado para darme un beso, un íntimo remolino de nuestras lenguas para sellar el trato clandestino. Íbamos a convertirnos en amantes. Me cogería a la esposa de mi padre, la mujer que conocí como mi madrastra.

Probé el vino en el beso, el sabor en su lengua y que se entrelazaba en su aliento. Cuando el beso se rompió, con su coño aplastando y tirándose pedos alrededor de mis dedos, el orgasmo de mi madrastra llegó al galope.

Estaba frotando su clítoris, retorciéndose mientras los chillidos y gemidos salían de su boca― ¡Oh Dios, Toni! ―gimió― Bésame otra vez ¡Voy a venir!

Cuando su clímax estalló en las escaleras, agitando su cuerpo mientras sollozaba y gruñía y sostenía mi muñeca para mantener mis dedos dentro de ella, mi madrastra jadeó que quería coger. Se retorció y tembló. Mi madrastra trabajó sus caderas moviendo su pelvis para que mis dedos entraran más profundamente en su cuerpo― Frótame por dentro ―dijo sollozando― Toni, esto es tan bonito...

Luego, cuando su orgasmo se fue diluyendo y tomaba enormes tragos de aire, mi madrastra me apartó. Luego se puso de pie, temblorosa con una mano en la barandilla.

― Al dormitorio ―dijo mi madrastra jadeando y sin aliento.

Vi cómo su falda caía sobre sus piernas mientras pasaba por encima del vaso y la botella en su camino hacia el dormitorio.

― ¡Vamos! ―dijo mi madrastra después de una pausa mientras me miraba, con cara sin expresión, como tallada en piedra.

Me quedé donde estaba, mirando lo que estaba haciendo se filtraba. Podía sentir en mis labios su esencia untada en mi cara. Mi polla estaba dura como una roca en mi ropa interior.

Mientras miraba, sólo era vagamente de mi mandíbula colgante― ¡Joder! ―suspiré cuando, en un movimiento deliberado, mi madrastra se levantó la falda.

― Esto es tuyo ―dijo con una sonrisa― Tu padre ya no parece estar interesado. ¿Quizás te gustaría usarlo?

El deseo me obstruyó la garganta cuando asentí con la cabeza― Mamá, ¿lo dices en serio?

Mi madrastra se encogió de hombros y luego empujó la falda hacia abajo por encima de sus caderas. Un momento más tarde, después de patear la falda a un lado, ella posó, con las manos en los huesos de la cadera, con el coño desnudo empujado hacia adelante― Sí, lo digo en serio, sube aquí ¡Ven y cógeme!

Miré el pálido contorno de donde las diminutas bragas de sus bikinis habían cubierto su cuerpo, el resto de su piel suave y bronceada. Fue impresionante ver los muslos tonificados y el pubis y la vulva sin pelo de mi madrastra, la forma femenina de su cuerpo tirando de mis signos vitales. Los zapatos le daban a sus piernas un atractivo erótico y estético que me hizo tantear la parte delantera de mis vaqueros.

― Quieres esto tanto como yo ―dijo sonriéndome― Será mejor que dejes de mirar y vengas a buscarlo ―añadió, alejándose.

Cuando llegué a la habitación se giró y puso sus manos sobre la parte superior de la cómoda, inclinando sus caderas para ofrecerse, la pelvis inclinada para que yo pudiera llegar a su coño.

― ¡Oh, querido! ―mi madrastra suspiró cuando yo estaba listo detrás de ella. Mis vaqueros estaban en mis rodillas, mi polla en una mano mientras ella se giró para mirarme por encima del hombro― ¡Sí, métetela! ―gimió separando sus nalgas― No te preocupes mucho, Toni. Sólo métela.

Sostuve mi pene, la cabeza apuntaba al sexo de mi madrastra. Mis ojos se fijaron en su cuerpo y esa impresión se grabó en la memoria como una marca de ganado. Era una visión que no quería olvidar nunca. No tenía ni idea de lo que pasaría en los próximos días y semanas. Podría ser un acontecimiento único, un momento de locura de mi madrastra provocado por la infidelidad de su marido. Tal vez volveríamos a follar en el futuro, no tenía ni idea en ese momento. Pero, una cosa que sabía con certeza, incluso con la confusión y la emoción del momento, iba a guardar las enseñanzas para usarlas en el futuro. Me masturbaría en la curva del atractivo estético de mi madrastra por el resto de mis días, y quería saborear el momento. Me detuve, empapándome, mirando su cintura, caderas y nalgas, el molusco de su coño, todo labios gordos y tentaciones.

― Toni, por el amor de Dios, métela. Quiero que me cojas.

Mi madrastra movió sus pies, y sus tacones me dieron la altura que necesitábamos para tener fácil acceso a su sexo. Se ofreció, inclinándose más en la parte delantera, con su pelvis en un ángulo más agudo mientras me jaleaba para entrar en su cuerpo.

― ¿Qué pasa? ―preguntó― ¿No quieres?

― ¡Joder, mamá, por supuesto que sí! ―dije, una mano en su cadera.

― Entonces sigue adelante. ¿No ves que estoy muy excitada y lista?

Me acerqué, haciendo una pausa cuando con mi polla le di un empujando entrando en su cuerpo― Mamá ―gemí― eres jodidamente encantadora. Miré hacia mi polla que estaba al borde del precipicio, los urgentes jadeos y gemidos de mi madrastra en mis oídos un segundo antes de dar un rápido empujón.

― ¡Oh Dios! ―jadeó mi madrastra al segundo de la penetración― Toni ―añadió, gimiendo mi nombre― Eres tú... dentro de mí... ¡Oh Jesús, oh mierda, vamos a hacerlo!

Entonces llegó un gemido desde lo más profundo de mi ser. Estaba dentro del cuerpo de mi madrastra, la mitad de mi polla atrapada por su calor― ¿Mamá, de verdad puedo cogerte? ―Me quejé.

Su respuesta fue un decidido empujón a mi polla― ¡Dios, sí! ¿Por qué crees que ha sido todo esto? ―dijo, gimiendo.

Empujé de nuevo y su cuerpo reaccionó plenamente. Me quejé de placer, con la polla metida hasta el fondo. Luego me acurruqué y pasé un brazo alrededor para acercarla. Su olor llegó a mí y la asociación de ese olor y la mujer que yo consideraba mi madre me generó disgusto por el desacuerdo con lo que yo estaba haciendo. No tenía derecho a estar hasta los testículos dentro de Simona. Ella es una mujer casada, es la esposa de mi padre ¡Es mi madrastra! Pero no había ningún poder en la tierra que me impidiera follar su coño. Me invitó a entrar, me sedujo en su habitación, me tentó con su cuerpo y sus declaraciones. Eran sus zapatos, su pelo, su vulva pelada y el atractivo de su sexo.

Mientras me inclinaba sobre su espalda, con mi brazo alrededor de su cintura, aspiré su fragancia mientras empezaba a ceder. Me dirigí a mi madrastra con intensa vehemencia, primero rozando sus nalgas, con mi polla antes de empezar a follar dentro y fuera. Cuando empezó a ponerse duro, moví mis manos a sus caderas, sosteniéndola fuerte para dárselo de una manera que la hizo jadear y gemir.

― ¡Toni, cógeme! ―sollozó mi madrastra. El pelo largo y rubio cayó sobre su cara mientras se echaba hacia atrás para encontrarse conmigo al entrar. Se estiró con los brazos estirados, usando las palmas de las manos contra la parte superior de la cómoda para darle un poco de apoyo para empujar contra mi polla― Tu padre no debería haber abusado de mi confianza ―jadeó mientras nuestros cuerpos se golpeaban― Puede quedarse con su zorra ―siguió gimiendo y sollozando de alegría― ¡Pero te estoy jodiendo! Oh, Toni, mi encantador niño grande. Que se joda tu padre. Sólo dame tu amor.

― Te amo ― gemí, y la oleada se disparó― Mamá, eres preciosa ―jadeé― Demasiado jodidamente sexy... ―Estaba follando el coño de mi madrastra como si me estuviera masturbando. Era desesperado y urgente, caliente y salvaje. Estaba loco por su cuerpo y cerca de bañar su cérvix con mi semen.

― No te vengas, Toni― me advirtió mi madrastra― Tranquilo, te estás excitando demasiado.

― Pero quiero hacerlo ―gemí.

Las nalgas de mi madrastra se ondularon mientras la follaba. La poca carne que tenía en sus caderas temblaba y se estremecía por la fuerza de mi empuje.

― Todavía no ―jadeó retorciéndose. Mi madrastra empujó con una mano contra mi pecho, separándose de mi polla mientras me soltaba― Vamos a la cama ―dijo― Quítate esa ropa y ven a la cama conmigo.

Me quedé boquiabierto con su cuerpo, excitado por sus zapatos y sus piernas. Su cuerpo me excitó, sus diminutas tetas cubiertas por la parte superior roja y el sostén debajo. ― Eres preciosa ―dije, levantándome la polla.

Mi madrastra puso una mano contra el armario, mirándome directamente y diciendo― Deja eso en paz. Vendrás si no dejas de tirar de esa cosa. No lo desperdicies ―añadió― Quítate la ropa, Toni, quiero hacerlo contigo encima. Quiero hacerlo en mi cama ―Ella se detuvo, sonriendo, con los ojos encendidos por el fuego de la pasión.

― En la cama de tu padre ―murmuró mi madrastra mientras me miraba a los ojos y se chupaba el labio inferior con una mano bajando entre sus piernas ―La esposa de tu padre ―añadió mi madrastra, frotando su clítoris― Tu madre, Toni― respiró, arrugando su nariz hacia mí ―Vamos a la cama a joder.

Me quité la ropa tirando la camiseta a un lado antes de saltar y bailar en el esfuerzo por quitarme los vaqueros. Me liberé mientras mi madrastra se pasaba la camiseta roja con el cordón por la cabeza. Luego se desabrochó el sostén, exponiéndose completamente desnuda excepto por los zapatos.

― No puedo molestarme en quitármelos ―dijo― De todas formas, es algo sexy dejárselos puestos, ¿no es así, Toni?

― Eres hermosa ―jadeé, absorto en la visión de su desnudez.

Sonrió e hizo un gesto hacia la cama ―Gracias ―dijo ―Ahora ven aquí. Estoy lista para ti ―Mi madrastra se puso de pie y me miró acercarme. Cuando la alcancé, asombrado por el momento, puse mis manos en su cintura y, en otro momento de emoción, le dije que la amaba.

― Yo también te quiero ―murmuró ella. Luego nos besamos y la pasión se encendió más aún mientras mis manos se movían sobre su cuerpo.

― Déjame chuparte la polla antes de que lo hagamos de nuevo ―dijo mi madrastra.

Se sentó en el borde de la cama, con sus manos en mis caderas mientras me guiaba a su gusto. Luego, después de acariciármela toda, mi madrastra me cogió la polla con una mano y sus ojos subieron para buscar mi mirada. Mientras yo la miraba embobado, mi madrastra sonrió haciéndome un guiño lascivo― Mira cómo te chupo la polla ―ronroneó.

― ¡Joder, mamá! ―jadeé cuando sus labios rodearon la cabeza de mi polla.

Mi madrastra chupaba y lamía y me miraba la polla, una mano en la raíz. Ella se metió con los sorbidos y gemidos, incluso pintándose la frente y las mejillas con la cúpula antes de chupar sus mejillas cóncavas y me sentí cerca de dejarla entrar en su boca. Tal vez notando que estaba a punto de entrar en mi boca, mi madrastra me miró a la cara. Me acarició lentamente la polla y murmuró― Estás excitado, ¿verdad, Toni?

― ¡Sí! ―jadeé con un rápido asentimiento.

― ¿Quieres volver a metérmela y follarme?

― Por favor ― dije casi gritando.

― Tendrás que follarme fuerte para ayudarme a venir. Espero que no te bajes demasiado pronto. No antes de que lo haya hecho.

― Lo que sea, mamá. Por favor, déjame hacerlo contigo.

Nos caímos en la cama, mi madrastra gritando y riendo mientras nos acomodábamos. La cama se hundió y se movió cuando mi madrastra se puso de espaldas, con los hombros apoyados en las almohadas. Levantó los zapatos doblando las piernas por las rodillas mientras separaba los muslos. Me detuve, mirándola fijamente, mi cabeza se llenó de dudas por lo que estábamos haciendo. Mientras miraba a la hermosa mujer que se ofrecía, pregunté― ¿Esto está realmente bien?

Al captar mi tono, mi madrastra dejó de frotarse el clítoris y me miró, con una expresión de preocupación detrás de sus ojos― Quiero esto ―dijo con un suspiro.

― Pero... ―comencé.

Ella me cortó― No ―mi madrastra negó sacudiendo la cabeza― No lo pienses demasiado, todavía no. No empieces a dudar, Toni. Hablaremos más tarde, te lo prometo, cariño. Pero, por ahora, sólo dámelo todo ― Mi madrastra se inclinó y me cogió la polla. Me dio unos cuantos tirones, con sus dedos ocupados en su propio sexo hasta que me dejó ir y me invitó a entrar en ella― Amémonos por un rato ―murmuró mi madrastra― No vayas al galope, ve despacio para empezar. Procura ser delicado hasta que se vuelva demasiado excitante, querido.

Aturdido por la enormidad del pecado, no pude resistir la atracción de su cuerpo. Con emociones y sensaciones en mi interior, y con una vaga preocupación por las consecuencias, me moví para revolotear sobre la forma de follar a mi madrastra.

― Sí ―suspiró cuando se la metí hasta la base― Tranquilo, Toni ―advirtió cuando empecé a moverme― Golpes lentos, mi amor, siente el amor ¡Dámelo y te lo quitaré! Así es como podemos ser ―añadió deleitándose― Es el asunto perfecto ―suspiró con las caderas trabajando ajustados a los movimientos de mi polla― No hay coches extraños fuera para despertar sospechas. Nada de andar a escondidas en los hoteles. Mi amante está aquí en casa. Tu padre puede irse tan a menudo como quiera. Te tengo a ti para esto ahora, ¿no es así, cariño?

― ¡Mamá, es increíble! ―dije en un suspiro―Tú... eres sexy. Eres sexy. Me encantan tus piernas. Esos zapatos...

Mi madrastra me sonrió con expresión de alegría mientras enmarcaba mi cara con las palmas de sus manos― Soy tuya si quieres esto ―dijo, sosteniendo mi mirada y moviendo su pelvis― Cuando quieras, Toni. Cuando quieras puedes follarme... ―Mi madrastra jadeó e hizo un gesto de dolor después de decirlo. Me bajó para darme un beso y su pelvis se comenzó a mover más rápido cuando empezó a tener una relación entre nosotros.

― ¡Fóllame! ―gruñó moviendo las caderas de un lado a otro ― ¡Fóllame, Toni! Súbete aquí y dame toda tu polla.

El aumento de su excitación era contagioso. Me excité más por el tono de su voz, la mirada en su cara, y la forma en que usaba la blasfemia para excitarse. Fue un shock oír obscenidades en la boca de mi madrastra, su sucia letanía me incitaba a su cuerpo mientras yo me apoyaba en los brazos.

― ¡Sí! ¡Fóllame! ― gimió mi madrastra ¡Fóllame, Toni! Si tu padre no lo quiere nunca más, tú podrías tenerlo. ¿Te gusta mi coño? ―dijo ella, jadeando.

― ¡Mamá, mierda! ―gemí, mirando cómo se frotaba el clítoris.

― ¡Vamos! ―me instó mi madrastra― ¡Hagámoslo! Quiero que te vengas. No me jodas, Toni ¡Duro! ―gritó― Sólo ven hacia mí y ven cuando quieras. Yo también iré.

Me oí a mí mismo balbucear cuando empecé a joder el coño de mi madrastra. Era increíble estar dentro de ella. No podía creer que fuera verdad. Era mi madrastra y no tenía derecho a estar con ella de esa manera. Era pecado, era inmoral, estaba incumpliendo sus votos matrimoniales.

Y no me importaba. No en ese momento, no cuando se movía debajo de mí, su sexo caliente y empapado mientras yo le saqueaba el coño.

― Mamá, voy a… ―jadeé.

― ¡Sí, Toni, hazlo! No te lo guardes ¡Dámelo!

Mi orgasmo arranco desde dentro mientras sollozaba de alegría cuando las sensaciones empezaron a subir, el impulso fue como una sacudida de electricidad con los espasmos que me hacían jadear y gemir. Mientras, la lujuria brotaba de mí mientras llenaba de amor a mi madrastra.

― Oh. ¡Joder, puedo sentir tu polla vibrando! ―gritó mi madrastra ―Toni, cariño, me voy contigo...

Mientras me vaciaba, miré a mi madrastra, la vi perdida mientras se corría con los ojos cerrados y la boca abierta de donde salieron gritos y gemidos. Tuvo espasmos y tembló, arañando la cama debajo de ella mientras sus pantorrillas se agarraban a mis flancos. Sentí el frío acero de sus tacones, los zapatos que se agitaban cuando mi madrastra llegó, su clímax se encendió y se apagó hasta que sus ojos se abrieron de golpe.

― ¡Dios! ―jadeó mi madrastra― Esto fue maravilloso―dijo jadeando.

Drenado por la lujuria, me apoyé en los codos con mi polla aún dentro del cuerpo de mi madrastra mientras la pasión entre nosotros se enfriaba.

Culpable y sorprendido, la miré a la cara y suspirando del dije― ¿Qué hemos hecho?

― No te preocupes ―dijo mi madrastra― Ya lo resolveremos.

― Pero tú eres mi madre ―dije.

― Sí. Lo soy. Pero ahora somos más que eso.

La ansiedad me apretó profundamente las tripas y dije― Pero está mal.

― Para la mayoría de la gente, probablemente pero no para mí. Podemos solucionarlo, Toni. Ahora mismo, en este segundo, será confuso. Lo entiendo, cariño, es un shock también para mí. No pensé que llegaría tan lejos. Pero cuando te vi entrar...

― ¿Qué pasa con papá?

Hizo una mueca y se retorció, mi polla se le salió del cuerpo.

Mi madrastra se sentó, con una mano entre sus piernas ― Dios, está saliendo todo ―Señaló mi camiseta― Acércamela, por favor ¿quieres? Necesito limpiarme el semen ―Con las preguntas agitándose dentro de mi cabeza, la culpa se agarró en la boca de mi estómago, dejé la cama y agarré la camiseta.

― Gracias ―dijo limpiándose― ¿Cómo te sientes? ―preguntó después de una pausa con la camiseta encajada entre sus muslos. Mientras se inclinaba para desabrocharse las correas de los zapatos, con el pelo cayendo sobre su cara, miré a mi madrastra, con sensaciones contradictorias en mi interior.

― Yo... no sé ―tartamudeé.

Con un suspiro, mi madrastra liberó los zapatos. Luego se levantó para recomponer la ropa de la cama― ¡Vamos! ―dijo subiéndose a la cama― Ven aquí abajo conmigo. Dame un abrazo y hablemos.

Dudé, inseguro y repentinamente tímido.

― Toni ―dijo mi madrastra― Te lo dije, no lo pienses demasiado. Ya ha sucedido. No podemos volver a atrás. Ni siquiera es que quiera hacerlo ―añadió mirándome a la cara― No me siento mal por tu padre. Tú tampoco deberías. Ya me ha engañado antes ¿sabes? Estoy harta de su mierda.

― Pero tú eres mi madre ―dije, horrorizada por la realidad de aquello.

― Madrastra ―dijo ella acostada sobre la sábana― Lo cual es bastante malo, supongo. Pero, ven y abrázame. Hablaremos.

Me metí en la cama y mi madrastra sonrió, ronroneando mientras me acercaba al calor que desprendía su cuerpo.

― Encantador ―suspiró mientras nos abrazábamos. ― Esto es tan bonito, Toni. Quiero besarte.

Nos besamos, suave y tímidamente al principio. No fue tan acalorado y frenético como cuando estábamos cogiendo. No estaba seguro de cómo besarla, el hecho de que era mi madre era lo que más me preocupaba. No estaba acostumbrado a besar a Simona. No con lengua. No como amante ― ¿Es raro, no? ―susurró bajo la sábana, seguros y cómodos en nuestro propio mundo clandestino de amor y engaño.

― Sí ―dije, en tono bajo ―Besarte así...

― Me gusta ―dijo moviéndose con fuerza― Es nuevo y emocionante. Tengo mariposas en mi estómago.

― No puedo pensar con claridad.

Ella asintió con la cabeza, con los ojos bien abiertos y sin malicia― Sé lo que quieres decir. Sucedió tan rápido. Es mucho para asimilar.

― Dijiste aventura.

Mi madrastra volvió a asentir con la cabeza― Lo sé… ¿Crees que...? Quiero decir, ¿querrías eso conmigo?

Me tragué el creciente miedo, dividido entre el riesgo devastador si mi padre se enteraba y mi urgente necesidad carnal por el cuerpo de mi madrastra― No lo sé ―dije, murmurando― Tal vez. Creo que sí ―añadí de inmediato―Estar contigo... el sexo...

― Te estás poniendo duro ―dijo mi madrastra, levantando la sábana para mirar ¡Dios mío, Toni! ¿En serio? ¿Otra vez? ¿Tan pronto?

Me quejé cuando ella me acarició con toda la tumescencia volviendo a mi polla.

― Estoy llena con tu semen ―dijo mi madrastra sonriéndome― Pero, si quieres, abriré mis piernas para ti otra vez. Puedes hacerlo si lo deseas.

Mi madrastra gritó y se rió cuando yo gruñí y la hice rodar sobre su espalda. Me subí mientras ella abría las piernas, mi polla se hundió entre la sustancia que había dejado en ella.

― Oh, quiero que esto no termine nunca ―gimió mi madrastra.

Follamos de nuevo, el semen saliendo de su coño mientras nos amábamos. Nos besábamos y gemíamos, las manos se movían por todas partes mientras disfrutábamos juntos en la lujuria. Mi madrastra chillaba y jadeaba, sus dedos en su clítoris mientras yo follaba dentro y fuera, rebotando con la cama debajo de nosotros hasta que, con un chillido de urgencia, mi madrastra dijo que quería me montar. Me hizo ponerme debajo, ella se colocó sobre mí y su coño se deslizó por mi polla engulléndola. Simona gruñía y sollozaba, con una mano golpeando sus pequeños pechos de pezones apretados y largos en su excitación, su orgasmo se avecinaba. Cuando mi madrastra gorgoteó que iba a venirse, le sujeté su pequeña cintura y empujé hacia arriba para encontrarme con ella en su camino hacia abajo. Le di todo lo que me quedaba, cualquier resto semen que tuviera para ofrecerle entró en su cuerpo para mezclarse con lo que le había dejado durante nuestra primera sesión.

― Quiero la aventura ―gimió mi madrastra un momento antes de que su clímax estallara― Me importa una mierda todo lo demás. Quiero estar contigo, Toni...

Tres meses después salí al balcón al calor del sol de la tarde. Era un día de cielo azul, con el Mediterráneo brillante y plácido, y una playa española veinte pisos más abajo.

― Gin-tonic ―mi madrastra, desnuda y brillante por loción para proteger su piel de los rayos UV, giró sus gafas de sol hacia mí. Sonrió y extendió una mano― El calor me pone cachonda ―dijo.

Le di la bebida, el vaso lleno y el hielo tintineando― Viéndote así, me basta con esto.

Mi madrastra sorbió y dijo― ¿Entonces, entramos o me vas a follar aquí fuera?

Mi polla se endureció con la sugerencia― Contra la barandilla del balcón ―dije― Por detrás, Simona. Quiero tu hermoso trasero.

Mi madrastra se rió― Chico malo ―dijo, sorbiendo de nuevo.

Un momento después tenía mis manos en sus caderas, mi polla se entraba y salía de dentro de ella.

― Tu padre es un gilipollas ―gimió mi madrastra.

― Estás a medio divorciar ―dije, follando con Simona con vigorosos golpes.

― Sí ―dijo ella con un gemido― Tendremos la casa para nosotros cuando volvamos.

― Juntos ―dije y la alegría estalló en mi pecho. Entonces nos fuimos a por ello, follando y amándonos.

Esa fue la dulce venganza de mi madrastra.

Toni.

Otro relato ...




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