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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Venganza
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Habían pasado seis semanas desde que vendí el auto. Seis semanas desde que me había follado aquella hermosa y joven madre en mi garaje. Seis semanas desde que mi mujer me había visto correrme en aquel precioso culo. Se había quedado en la puerta abierta, en silencio, y había visto cómo me follaba a otra mujer en el maletero del coche. Seis semanas desde que me abofeteó con fuerza y luego me hizo follarla de la misma manera. Desde atrás, duro y rápido, y terminando con mi semen en su espalda, caderas y culo. Seis semanas de sexo salvaje y desenfrenado. Parecía insaciable, como en nuestra juventud, exigiéndome que la follara casi todos los días. Me encantaron esas últimas seis semanas.

La venta de garaje fue el sábado por la tarde. Hacía un buen día, cálido y soleado, y no paraba de venir gente. Teníamos un gran número de artículos en venta, algunos pertenecientes a vecinos, con muchas cosas para niños. Aquello significaba que venían muchas parejas jóvenes, algunos con niños, y por suerte algunos vecinos vinieron a ayudar.

Mi mujer se había arreglado un poco más de lo normal para ser un sábado por la tarde. Llevaba una falda negra ceñida, que abrazaba sus caderas y su culo, y un top escotado que dejaba ver una generosa cantidad de su pecho. Llevaba el pelo rubio suelto por los hombros en lugar de la habitual coleta. Tenía un aspecto muy atractivo y sexy.

A medida que pasaban las horas, me di cuenta de que muchos hombres le hacían preguntas, obviamente atraídos por la sexualidad madura que mostraba, y de que muchas de las mujeres la miraban mal. Había mucho coqueteo mientras los hombres iban y venían.

Me fijé en un hombre en particular. Tenía poco más de treinta años, quizá menos, era alto y guapo. Él y mi mujer mantuvieron una conversación durante al menos diez minutos, y noté que ella le tocaba el brazo y la cintura, sonriendo con su sonrisa de "estoy lista para follar".

Se acercó a mí y me dijo que iba a coger algunos objetos más de la casa para añadirlos a la venta― Puede que te necesite, así que entra y búscame en 15 minutos más o menos ―dijo.

Se fue contoneando las caderas de forma atractiva, y cruzó la puerta. Me pareció ver una sombra o un movimiento detrás de ella. Seguí con la venta, hablando con la gente, y me di cuenta de que el joven guapo ya no estaba. Supongo que no necesitaba nada después de todo.

Le pedí a una vecina que cuidara de las cosas durante unos minutos porque tenía que ir a casa. Ella me dedicó una gran sonrisa y agitó su larga melena oscura mientras respondía― Cualquier cosa por ti, guapo ―Siempre era coqueta cuando mi mujer no estaba delante.

Al entrar en la casa me quité los zapatos y me fijé en un par de mocasines marrones, de hombre, que no reconocía.

Con el corazón latiendo acelerado, tragué saliva y fui lenta y silenciosamente por el pasillo hacia los dormitorios. La puerta de nuestro dormitorio estaba cerrada, pero la de la habitación de invitados estaba abierta. Era extraño, ya que normalmente estaba cerrada. Desde que nuestra hija se había mudado, apenas se utilizaba. Miré dentro de la habitación y el corazón se me subió a la garganta.

Allí, en la cama, estaba mi mujer, con la falda levantada, siendo follada por detrás por el apuesto joven de la venta de garaje. Su polla entraba y salía de su coño mientras ella tenía el culo al aire y las tetas aplastadas contra la cama. Su cabeza estaba dirigida hacia la puerta abierta, con los ojos abiertos, claramente esperando mi llegada. Sus ojos se iluminaron cuando me vio mirando― ¡Oh, sí, fóllame, semental... dame tu puta polla! ―escupió mientras me miraba fijamente.

Me quedé paralizado, no podía apartar la mirada. No recuerdo haber respirado.

― ¡Fóllame fuerte... machaca mi coño con tu puta polla! ―gruñó con fuerza.

Me quedé con la boca abierta y vi cómo se la follaba, con las manos en las caderas, embistiendo con fuerza dentro de ella. Su polla entraba y salía mientras él permanecía con los ojos bajos mirando su polla desaparecer y reaparecer. Se frenó ligeramente y empezó a gemir.

― Me voy... me voy a correr ―gimió.

― Rocía mi culo con tu semen... ¡cubre mi puto culo con él! ―instó en voz alta mientras me miraba fijamente.

Él se echó hacia atrás y puso su polla en el pequeño valle en la parte superior de sus nalgas y lo mantuvo allí. Era mucho más pequeño que el mío, constaté con orgullo. El semen rezumaba de su polla, formando un charco, como la lava que mana desde una grieta en la tierra. Bajó hasta la parte baja de su espalda y una parte goteó por la raja del culo cayendo sobre el edredón de la cama.

Me di la vuelta y fui a la cocina. Una mezcla de excitación erótica y punzadas de celos se arremolinaron en mi interior― ¡Joder! ―murmuré para mis adentros― acabo de ver cómo se la follaba un desconocido.

Tenía una enorme erección que creaba una enorme tienda de campaña en la parte delantera de mis pantalones. Intenté taparla mientras volvía al garaje y trataba de recuperar el sentido. La vecina se acercó, con los ojos fijos en el bulto de mis pantalones, y me dedicó una sonrisa sexy mientras su mano agarraba mi polla a través del tejido― Vaya, bonito paquete guapo... recuerda, cualquier cosa que necesites... ―susurró mientras le daba un apretón. Me guiñó un ojo y se revolvió el pelo mientras se alejaba, lanzándome un beso por encima del hombro.

Apenas lo vi cuando salía de la casa y abandonaba rápidamente del patio. Desapareció tan rápido como había llegado. Mientras lo veía alejarse me vino a la mente la frase "Bastardo con suerte".

Empecé a clasificar y empaquetar los objetos, a hablar con la gente que se arremolinaba y a regalar algunas cosas. La gente se iba marchando cuando empecé a retirar los objetos restantes de las mesas. Mi mujer volvió al garaje, con la misma ropa, y se puso a mi lado― ¿Te ha gustado el espectáculo? ―me preguntó.

― Sí y no ―respondí con sinceridad― ¿Y a tú? ―le pregunté.

Ella no respondió. No hablamos mientras seguíamos recogiendo los objetos pequeños. Llevé los artículos más grandes al garaje junto con las mesas. Los rezagados que quedaban se marcharon mientras mi mujer iba a retirar los de venta. Observé el baile de sus caderas mientras caminaba por el camino de entrada.

La imagen de aquel hombre más joven follándola por detrás regresó a mi mente, reproduciéndose como una película, y mi polla se puso nuevamente rígida. Mientras mis ojos la seguían, subían desde su culo hacia la parte baja de su espalda, y la imagen del semen encharcando aquel pequeño espacio bajo su cintura, y goteando por la raja de su culo, volvió a mi cabeza.

Regresó hacia mí, con nuestras miradas fijas, y arrojó los carteles al césped. La he amado lo suficiente como para saber cuándo está decepcionada o insatisfecha. Ella lo estaba― Ven conmigo ―dijo mientras me cogía de la mano y me llevaba a la casa.

Caminamos en silencio hasta las habitaciones. La puerta de la habitación de invitados seguía abierta. Al mirar dentro, pude ver la pequeña mancha de semen en la funda del edredón. La puerta de nuestro dormitorio estaba cerrada, y mientras la abría se detuvo, señalando con la mano las dos puertas― ¿Cuál? ―preguntó.

La atraje a la habitación de invitados y le di un profundo beso― Voy a hacerte lo que él debería haberte hecho... y lo que tú querías ―le dije.

La agarré por el culo con las dos manos y la atraje hacia mí mientras enterraba mi cara en su cuello. Pasé la lengua por su cuello, empezando por un hombro, y me detuve en su oreja. Chupé suavemente el lóbulo y le di un rápido mordisco con mis dientes.

Moviendo mis manos hacia la parte superior de sus brazos, la empujé ligeramente hacia atrás y la miré a los ojos― ¿Estás segura de que no entrará en la casa a buscarte? ―pregunté en voz baja.

Sus ojos brillaron mientras respondía― No, está ocupado ahí fuera.

― ¡De rodillas! ―le indiqué mientras mis manos la empujaban al suelo.

Agarré su pelo rubio y mantuve su cabeza cerca de mí mientras me bajaba los calzoncillos. Mi polla saltó, golpeándola en la cara, y la agarré con la mano libre. Se la pasé por los labios, la barbilla y las mejillas, restregándosela por la cara, mientras ella me miraba con los ojos muy abiertos.

― Vas a chuparme la polla... vas a chuparla bien ―Le di con mi polla en la cara, golpe tras golpe, y le dije que abriera la boca. Cuando sus labios se separaron, empujé la cabeza hinchada de mi polla por entre sus labios, por encima de su lengua hasta su garganta. Empezó a tener arcadas cuando casi toda mi polla entró en su garganta. La saqué para que la cabeza violácea descansara sobre sus labios.

Agarré sus manos y las puse sobre mis muslos― Sin manos... sólo esa hermosa cara ―le indiqué.

Sus manos sobre mis muslos apretaban fuerte mientras colocaba mis dos manos en su cabeza, llenándolas con su pelo, y atraía su boca hacia mi pene. Le follé la boca lentamente, usando mis manos para mantener su cabeza quieta, mientras mi polla entraba y salía. La empujaba hacia su garganta y luego la deslizaba sobre su lengua, mientras yo bombeaba lentamente hacia adelante y hacia atrás.

― ¡Oh, sí... chupa mi puta polla... chúpala jodidamente bien! ―gruñí mientras le follaba la cara y ella gemía.

Aceleré el ritmo mientras tiraba de su pelo. Tras un último empujón, saqué mi polla de su boca. Mi mano derecha soltó su pelo y la puse alrededor de mi polla. Le pasé por la cara, con la cabeza morada e hinchada brillando por su saliva, y la golpeé con ella en la mejilla. Golpe, golpe y golpe.

― Quiero correrme en tu bonita cara... pero hoy no ―dije mientras el sonido de mi polla golpeando su mejilla resonaba en la habitación. La agarré por los brazos, la puse de pie y la giré para que quedara frente a la cama. La empujé hacia delante mientras le daba instrucciones.

― A cuatro patas... ¡pon ese culo al aire!

Le subí la falda desnudando su culo y su coño ante mí, y la empujé de cara a la cama. La agarré por las caderas y tiré de ella hacia mí hasta que su húmedo coño quedó justo por encima del borde de la cama. Pasé una mano a lo largo de su raja, descubriendo su jugo con mis dedos. La abracé y tiré de su cabeza hacia atrás y hacia la derecha, mostrándole mi mano, mientras le metía los dedos brillantes en la boca― Pruébate a ti misma... mira qué jodidamente bien sabes― Y salieron limpios.

Empujé su cabeza hacia la cama y me puse detrás de ella. Agarrando sus muslos, la sujeté con fuerza mientras me arrodillaba y enterraba mi cara en su coño abierto. Con mi lengua lo más plana y ancha posible, lamí su húmeda raja mientras ella gemía y temblaba. Chupé los labios hinchados de su coño, atrayéndolos hacia mi boca, y luego pasé la lengua por su clítoris. Ella agitó sus caderas mientras mi lengua se introducía en su húmeda abertura.

Aplastando mi lengua, volví a lamer toda la longitud de su raja, sólo que esta vez continué mi camino hasta su orificio anal. Ella saltó y se retorció mientras yo la sujetaba con fuerza y hacía girar mi lengua alrededor del pequeño pliegue. Volví a lamer hacia abajo y alrededor de su clítoris. Dejó escapar un profundo gemido y se estremeció al llegar su orgasmo, cubriendo mi cara con su humedad, y gritó contra la cama.

Me levanté y la agarré del pelo, tirando de su cabeza hacia arriba y hacia atrás, mientras avanzaba y metía mi lengua en su boca. Ella la aspiró, casi tragándosela. Su lengua bañó mis labios y mi barbilla antes de que su boca succionara mi labio superior y sacara sus jugos de mi bigote.

Empujé su cara hacia la cama y me puse detrás de ella. Introduje mi palpitante pene en su humeante coño, metiendo mis veinte centímetros lo más profundo posible, y empecé a bombear. Me estiré y le agarré el pelo con la mano izquierda, tirando de su cabeza hacia atrás, mientras le metía mi polla, dura como una roca. ― ¿Te folla bien... tu marido... te folla duro? ―Pregunté mientras mi polla embestía dentro de ella.

― Sí, me folla muy bien... muy jodidamente bien ―gimió en respuesta― me folla muy

Reduje la velocidad y empecé a empujar más fuerte, follándola tan fuerte como podía, mientras le preguntaba de nuevo― ¿Te folla muy bien... muy jodidamente bien?

― ¡Oh, Dios, me folla tan... o... o... o… di... i... o... os…! ―balbuceó mientras cada empujón la martilleaba.

Le solté el pelo y la agarré por las caderas mientras le decía que se pusiera a cuatro patas. Cuando lo hizo, la rodeé y agarré sus pechos con las manos, apretándolos y amasándolos, mientras le clavaba mi polla. Sentí que la presión aumentaba en mis testículos mientras mi orgasmo se acercaba.

Pero todavía no era el momento, así que reduje el ritmo y empecé a mover la polla dentro de ella, girando las caderas mientras entraba y salía lentamente, y empujando contra sus muslos. Saqué la polla casi entera con cada movimiento y luego la volví a meter lentamente tan profundo como pude.

― ¡Córrete con mi polla... córrete con mi puta polla! ―Le dije mientras continuaba el lento y constante asalto a su empapado coño.

― ¡Oh, mi puto Dios! ―gritó mientras el orgasmo le sacudía el cuerpo, haciendo que su coño apretara con fuerza mi polla. Era increíble mientras las olas del clímax la atravesaban, todo su cuerpo temblaba, mientras yo sentía que mi polla era apretada y casi ordeñada al mismo tiempo. Estaba a punto de explotar como fuegos artificiales― ¡Me voy a correr en todo tu culo... en todo tu puto culo caliente! ―Grité mientras sacaba la polla y empujaba sus caderas hacia la cama. Agarré el pene con una mano mientras explotaba, con chorros de semen caliente y cremoso, y dirigí el chorro hacia la parte baja de su espalda, sus caderas y sus nalgas. Lo introduje en el valle de sus nalgas, metiéndolo entre ellas, y lo moví de un lado a otro. El tacto resbaladizo y grasiento hizo que mi polla chorreara un par de veces más mientras mis testículos se vaciaban.

Cogí la polla con una mano y se la froté por todo el culo, extendiendo la brillante y nacarada crema por su piel, mientras ella se desplomaba sobre la cama. Un largo y profundo gemido escapó de sus labios mientras pasaba mi polla por ella.

― Eres una buena folladora ―le dije― pero tengo que irme antes de que tu marido venga a buscarte.

Me puse los calzoncillos y le di una fuerte palmada en el culo, dejando una marca roja en su piel cremosa.

― La próxima vez me voy a correr en esa preciosa cara ―le susurré al oído― Ah, y luego me voy a follar ese bonito culo.

Salí de la habitación, cerrando la puerta tras de mí, y fui a la cocina. Esperé cinco minutos antes de volver a la habitación. Abrí la puerta y la vi tumbada boca abajo con la cara enterrada en la almohada. Estaba llorando.

Me tumbé en la cama a su lado y le pasé el brazo por la espalda. ― ¿Qué pasa? ―Le pregunté.

― Dejé que ese hombre... ese desconocido... me follara... y fue horrible ―sollozó.

― Parecía que lo estabas disfrutando ―respondí.

― ¡No! Fue sólo un espectáculo... para ti.

― ¿Para mí? ―Pregunté.

― Para ti... para que veas cómo se ve... cómo se siente... ―dijo mientras comenzaba a llorar de nuevo.

― Lo entiendo ―le dije― Te hice daño con aquella mujer, por eso quisiste hacerme daño a mí.

― Al principio ―dijo― pero luego quise parar... y él siguió follándome... y entonces apareciste tú. Ya no quiero follar con ningún otro hombre ―afirmó.

Nos quedamos en silencio durante unos minutos, sus sollozos cesaron lentamente.

En voz baja, dijo― Me excitó tanto verte follar con aquella mujer que… que quiero volver a verlo.

Me quedé sin palabras. Y continuó― Quiero que te folles a otra mujer... pero tengo que estar allí.

― ¿Estás segura de eso? ―Le pregunté mientras le levantaba su cara hacia la mía.

― Sí ―sonrió― lo he pensado mucho.

―Bueno... tendríamos que encontrar a alguien... no sé su nombre ni dónde buscarla...

― Ella no ―dijo mientras se incorporaba y me miraba.

― Alguien más... alguien que ambos conozcamos... alguien como... Gina ―propuso.

― ¿Gina?

― Sí, Gina ―continuó― le gustas... eso es evidente... es joven, guapa... y está buena".

Gina y mi esposa juntas. No sé si estaré preparado para eso.

MJ

 

 

Ventas

Todo comienza con la venta de un coche a una hermosa y joven madre cuando su mujer le descubre follándosela. Luego, las cosas cambian.

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