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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Ventajas de la cuarentena
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¿Quién iba a pensar que el hecho de estar encerrado podría hacer que algo bueno saliera de ello? Había alquilado una habitación a una vieja amiga que es más bien un lugar para guardar cosas, ya que a menudo me voy a trabajar fuera por largos periodos de tiempo. Con este virus dando vueltas he estado encerrado, como todos los demás, y he permanecido en casa durante varias semanas.

La mayoría de las veces, cuando estoy, allí Francisca procuraba vestirse modestamente, manteniendo su pequeño y fino cuerpo siempre cubierto. En las últimas semanas se ha relajado y autoimpuesto el código de vestimenta se ha vuelto más revelador cada día. Estar de pie hace que sus pechos, que recientemente supe que son más bien pequeños, parezcan mucho más grandes y su burbujeante trasero más atractivo, incluso aunque ambos estemos en nuestra quinta década de vida. Sus pezones duros levantando la parte superior de sus vestidos se estaban convirtiendo en un placer regular, haciendo que el viejo chico de abajo se inquiete.

Yo no podía saber si estaba tratando de llamar mi atención o era sólo para relajarse, así que decidí seguir tranquilo y mantener los ojos abiertos hasta que ella dejara claras sus intenciones. Fue el viernes pasado por la noche cuando para rellenarme el vacío se inclinó delante de mí dejando que su camiseta me revelara las dos tetas. Hice un comentario delicado, o lo que pensé que era delicado sobre mi vista. Mi comentario fue replicado por un golpe juguetón y un rápido movimiento de ocultación.

Fue a la mañana siguiente cuando las cosas se volvieron realmente interesantes. Cuando pasé por la puerta de su dormitorio, parcialmente abierta, me llamó― Buenos días, si vas a la cocina, me vendría bien una bebida fría, por favor.

Le respondí― Ahora te la traigo ― Y volví poco después con dos vasos en la mano. Me di cuenta inmediatamente de que sus pantalones cortos revelan su culo. Estaba acostada de lado con las piernas dobladas. Tratando de mantener la calma, le di su bebida mientras me tomaba la libertad de sentarme en la cama para ver su respuesta. Con mi mano ahora vacía y sin ninguna objeción por su parte, la puse sobre su pierna y la felicité por su bien cuidado cuerpo deslizando mi mano arriba y abajo esperando oír una protesta. La única respuesta fue un increíble gemido de placer. Ajustando su posición sólo ligeramente, sin saber que se exponía aún más y supe que tenía que salir de la habitación o...

Ella misma resolvió mi dilema tomándome suavemente por la muñeca y guiando mis movimientos por sus piernas bajo sus sueltos pantalones cortos.

Con mi mano en su trasero y con una sonrisa complaciente en su cara dijo dulcemente― Podemos, si quieres…

Pasé mi mano por su culo y sus piernas se separaron ligeramente permitiéndome ver su coño. Sus pezones ahora muy erectos estaban haciendo montañitas en su camiseta de dormir. No tenía forma de huir de allí y continué masajeándole el culo mientras notaba que mi polla se endurecía. Pasé mis dedos por los calientes labios de su coño pero evitando la penetración. Ella soltó otro gemido que resultó muy audible. Se puso de espaldas empujando mi mano en el proceso, levantó sus caderas y se quitó las nalgas. Yo seguí su ejemplo dejando caer mis pantalones cortos revelando mi erección. Ella hizo un comentario con deseo en sus ojos.

Me subí entre sus piernas sin necesidad de más juegos previos. Ella agarró mi polla con su pequeña mano y después de darle unos pocos golpes rápidos y frotó la punta a través de los labios del coño para la alinearla. Mientras tanto, ella me pide muy suavemente que vaya despacio y sea suave, que ya ha pasado un tiempo desde la última vez. Entré lentamente en ella con cortos golpes permitiéndole acomodarse a mi circunferencia hasta que estuve completamente insertado. Ella puso sus manos en mi trasero regulando la velocidad y la profundidad de mis golpes.

Estamos cómodos y me susurra al oído para que le saque todo el placer que pueda. Mientras cogíamos, los gemidos de ambos llenaban la habitación. Ella me indicó que estaba cerca de correrse entrelazando sus cortas piernas alrededor de las mías y poniendo sus manos en mi culo otra vez. Cuando las primeras oleadas de sus orgasmos la golpearon, usó sus manos para ayudarme a entrarla más profundamente y con más fuerza. Con una voz llena de lujuria me anima para que me corra― ¡Bebito, córrete, córrete en mí y lléname! ―Eso era todo lo que necesitaba, y la obligo a dejar que todo mi esperma vaya a lo más profundo de ella.

Cowboy

Otro relato ...




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