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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vieja amiga
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Hace muchos años que tengo una amiga que me llegó a rechazar en dos ocasiones por la simple razón de que ¿Soy muy bueno? (algo que no he entendido nunca). Aunque siempre consideré que existía una atracción mutua bastante considerable.

Hablaba mucho vía teléfono o whatsapp con ella y siempre las conversación se iba por los mismos derroteros, terminábamos hablando de mis ganas de estar con ella ni que fuese una hora, todo esto incluso cuando estaba de noviazgo con la que a día de hoy es mi mujer. Pasaron los años y me casé. Las conversaciones con ella, llamémosla María para guardar su anonimato, fueron decreciendo hasta el punto de hablar una o dos veces al año para saber cómo estábamos. Un día recibí su llamada anual y después de una larga conversación me invitó a cenar en su casa, mi corazón dio un vuelco y no tardé en aceptar. Busqué una excusa para poder salir la noche concertada sin levantar sospechas.

El día de la cita con María dije a mi mujer que salía con algunos amigos del trabajo a cenar y que no creía que llegase muy tarde. Mientras me arreglaba para salir mi mente se perdía en fantasías y en recordar el deseo que tenía por María, una mujer alta, delgada, un cuerpo de infarto y una cara angelical. Sin darme cuenta me encontraba en el coche de camino con un par de preservativos en el bolsillo, por si las estrellas se alineasen, pero precavido puesto que ya me había rechazado en un par de ocasiones.

Al llegar a la puerta del bloque de pisos, llamé al timbre y ya notaba como mi miembro estaba morcillón, la situación me resultaba muy excitante y muy morbosa, después de años sin verla estaría en su piso solo con ella. Al abrirme la puerta de su piso estaba radiante, recién salida de la ducha con unos jeans cortos, marcando su perfecto culo, y una camiseta de tirantes algo apretada al cuerpo que dejaban intuir su vientre plano y su sujetador que guardaba sus pequeños pechos. Su olor a perfume, a recién salida de la ducha me embriagó y volví a notar cuando nos saludábamos y nos dábamos dos besos como mi polla crecía debajo del calzoncillo. Me abrazó y me retiré un poco para que no notará que me acababa de excitar de sobremanera, no quería que de primeras se asustase.

Pedimos unas pizzas y nos sentamos en el sofá a hablar, la conversación era la típica de dos buenos amigos que hace tiempo que no se ven y quieren ponerse al día. Sin darnos cuenta, o si, ponía la mano en su muslo, o le cogía de la mano, y ella más de lo mismo. A veces incluso volvíamos a abrazarnos y a besarnos en la mejilla alegando que hacía mucho que no nos veíamos y que teníamos que hacerlo más a menudo.

Las pizzas llegaron y nos fuimos a la mesa a comer, la conversación se tornó más picante, ella me preguntó por mi mujer y mi vida sexual, y me preguntó qué excusa le había puesto. Le comenté lo de la cena de trabajo y que mi vida sexual era simplemente correcta. Ella me explicó que hacía tiempo que no estaba con un hombre, que le daba la sensación que a lo mejor no sabía besar o hacer el amor Yo le decía que eso no podía ser y así estuvimos toda la cena. Mi erección estuvo presente desde que entré en aquel piso.

Terminamos de cenar y nos fuimos al sofá de nuevo, la conversación siguió sobre su carencia de vida sexual, cosa que me resulta imposible en una mujer como ella, y volvió a insistir en que no sabría besar. No aguante más y me puse a un centímetro de su boca y le dije que me dejase comprobarlo. Ella rió, me dijo que no pero no se separó ni un dedo, insistí de nuevo y me besó en los labios. Levantándose riendo de golpe, la cogí de la mano y le dije que aquello no había sido un beso que volviese a probar o tendría que darle la razón.

La empujé de la mano hacia mí lo que hizo que ella se sentase encima de mí, me agarró de la cara y por fin nuestras lenguas se entrelazaron. Mi polla en ese momento ya quería explotar, llevaba más de una hora muy excitado y empalmado pero sentir su lengua y sus labios mientras yo agarraba su culo apretándolo contra mí hizo que me excitará aún más. Se levantó de mí, se estiró y me atrajo hacia ella, me puse encima y volvimos a besarnos. Ella apretaba su pubis contra mi paquete, como si la estuviese penetrando, se apretaba una y otra vez, eso hizo que yo no pudiese evitarlo y noté como un enorme chorro de mi semen saliese disparado. No me la había sacado pero ya me había corrido. No dije nada y seguí besándola mientras desabroché con incomprensible maestría su pantalón e introduje mi mano por encima de su tanga, lo notaba caliente y muy húmedo. Aparté la fina tira de tela que cubría su coño y pude notar esa humedad y un sexo totalmente depilado. Empecé a masturbarla y ella no dejaba de besarme, le introduje un dedo primero y empecé un mete saca rozando todo su sexo, lo que produjo que todo su cuerpo se arquease, y empezase a jadear con más fuerza, agarró mi cara y me la llevó a su cuello, mientras seguía succionando y besándolo mis dedos no dejaban de entrar y salir hasta que noté como su respiración se agitaba y sus paredes se apretaban contra mis dedos. Di por hecho que se acababa de correr.

Nos volvimos a besar y me dijo si era consciente que estaba poniendo los cuernos a mi mujer. Le sonreí y le pregunte ―¿Quieres que continuemos?

Mirándome con cara de gata me contestó que mejor que no, le dije si estaba segura y me volvió a repetir lo mismo. Esas palabras cayeron sobre mis como dos losas. Pero como soy un poco tonto y no sé leer entre líneas me levante me dirigí al baño limpie mi corrida de mis muslos y del pantalón como pude y me dispuse para irme.

Al despedirnos nos quedamos abrazados un buen rato, incluso besándonos el cuello. Abrí la puerta y salí dirección a las escaleras. Tras de mi ella cerraba la puerta, me paré en las escaleras y me dije que esa oportunidad no volvería a tenerla. Así que di marcha atrás y volví a llamar a su puerta, ella abrió al momento y me dijo ―¿Te has dejado algo?

Sonreí y le dije ―Si, a ti.

Le agarré de la cintura y la besé, ella dio un salto y rodeó mi cadera con sus piernas, mi polla volvía a estar muy dura, y solo deseaba que esta vez aguantase para poder follarme a María. Nos dejamos caer en el sofá, ella me quitó la camiseta, y mientras me desabrochaba el pantalón ella se quitó la suya. Le arranqué los pantalones y el tanga y me arrodillé en el suelo, su coño estaba otra vez muy húmedo, no pude más y mi lengua se enzarzó en una lucha de placer con su clítoris y uno de mis dedos la penetraban. María apretaba con una de sus manos mi cabeza contra ella mientras su otra mano se sacaba las tetas del sujetador para acariciárselas. Al poco note como se corría, sus jadeos y contorsiones de todo el cuerpo así me lo hicieron ver.

Me agarró de cara y me subió para volvernos a besar, metió su mano en mis calzoncillos y agarró mi polla, en ese momento empecé a nombrar mentalmente todos los deportistas que conozco para no pensar en ese momento, quería que eso durase y por mi estado de excitación no sabía cuánto podría aguantar. Empezó a pajearme, nos besábamos sin parar y nuestras lenguas parecía no quererse separar nunca.

María se sentó en el sofá y hizo que yo me quedara de pie, mirándome a los ojos y con su mano en mi polla empezó a besarme y lamerme los huevos. Soy una persona delgada y atlética por que intento cuidarme y suelo ir todo depilado, sobre todo por un tema deportivo.

Enseguida noté la humedad de su boca en mi polla, se la tragaba entera mientras masajeaba mis huevos, no sé cuánto estuvo así pero creo recordar que en mi mente nombre a la mitad de los futbolistas de primera división.

María se levantó y besándome en la boca me dijo ―Fóllame, esta vez no te vas sin follarme.

Se giró y se puso con las rodillas en el sofá y las manos en el cabezal dejándome una visión que no olvidaré nunca. Ese culo en pompa con ese coño tan bien cuidando pedía a gritos que la penetrase. Acerqué la polla a la entrada de su sexo y la acaricié, María agarró mi polla y lo puso en la entrada de su coño, entró como un clavo ardiente atraviesa la mantequilla. ¡Qué sensación! Estaba en el cielo Empecé un mete saca despacio, pausado pero no falto de ritmo, se la metía hasta el fondo, la sacaba un poco y volvía a clavársela hasta que mis huevos tocaban su piel. Me incliné un poco y me puse a acariciarle el clítoris. Nuestros jadeos y gritos tendrían que oírse a distancia. Cuando noté que me iba a correr salí de ella me agaché y le pasé la lengua por el coño.

Me senté en el sofá y ella se sentó encima de mí, le dije que me iba a correr muy pronto. Ella ignoró mis palabras y agarrando mi polla se sentó encima entrando hasta el fondo. Le recordé que no llevaba preservativo, María me calló con un beso y empezando a saltar encima mío me susurró al oído que quería sentir como me corría dentro suyo. Que ella también quería correrse otra vez.

Después de unos pocos mete saca y sin poder ya evitarlo noté como todo mi semen subía por mi polla para explotar dentro suyo, no sé si fue que al notar mi leche en su interior o que también estaba por terminar pero me dio la sensación que ella volvía a correrse. Saliendo de mí y cayendo en el sofá, yo sentado y ella estirada con sus piernas sobre las mías. Nos quedamos unos minutos mirándonos y yo acariciando sus piernas hasta que empezamos a reírnos y decir que «Dios que hemos hecho»

Por la hora que era, tuve que salir pitando de su piso directo a mi casa donde mi mujer ya dormía para mi fortuna.

A la mañana siguiente nos escribimos por whatsapp y ella me dijo de no vernos durante un tiempo o acabaríamos follando. Yo intenté quedar un par de veces pero a las pocas semanas ella consiguió un novio y dejamos de hablarnos de nuevo para volver a decirnos algo una o dos veces al año.

A día de hoy, cuando hablo con ella aun noto esa atracción y deseo el día que acepte mi invitación a vernos de nuevo, esperando y deseando repetir aquel suceso que no olvidaré nunca.

J.

Otro relato ...




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