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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Zorrilla
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Quebrado económicamente, Marco Giratondo recordaba las palabras de su padre cuando de chiquito le decía “Debes estudiar, Marqui, para que seas alguien en el futuro”. Le hizo caso y se está rompiendo las pestañas estudiando pero sin embargo hoy se encontraba quebrado y sus calificaciones no reunían las expectativas de su madrastra, su madre había muerto incluso antes que el padre y la que le vio crecer en realidad fue Marietta.

Marietta, su madrastra veía correr los años y su belleza no tenía ya la frescura de sus 20 años cuando se casó con el padre de Marco, en la bella isla siciliana. Con el tiempo se volvió retraída y lo único que deseaba que el chico terminase su carrera lo más rápido posible y para ello debía facilitarle al chico todo lo que podía. “Unos meses más y ya cambiará todo, Marietta” se dijo a sí misma pero no sabía cómo hacer para que mejore sus calificaciones que si bien no eran malas no contribuía a las exigencias de su finado padre a través del albacea testamentario.

El dinero apenas alcanzaba para sus gastos personales y para los prioritarios estudios del joven, pero aunque ella no comiera, el chico debía terminar con éxitos sus estudios…y luego ¡a vivir la vida!

Marco era un bello ejemplar masculino, taciturno y maltratado por el bullyng de los años anteriores cuando empezaron los granitos en la cara, debido a ello, su madrastra lo cambió de colegio donde estuvo 2 años, volviendo a su anterior con el rostro cambiado.  Hoy, los granitos desaparecieron, se acabó el bullyng, pero la amargura perduraba, como también perduraba su amor nunca declarado a Romina, la bella Romina que le adornaban muchos atributos: Bella, hermoso cuerpo, inteligente, alumna sobresaliente, deportista y la líder femenina.

En las últimas semanas se lo veía bastante aislado y chateaba bastante por washap, señal que estaba abandonando sus estudios y eso no lo podía tolerar. Aprovechó un día que estaba en el baño y secuestró su celular por unos minutos. En ese momento estaba entrando un mensaje de una tal Sandra que imperativamente le invitaba a su casa y deberá venir aunque tenga que faltar a clase. La foto del icono de la que enviaba el mensaje, sin embargo, era una mujer madura…¡no lo podía creer! Si fuera una niña de su edad lo comprendería,  pero una mujer, incluso mayor que ella, no lo podía permitir…¿pero qué podría hacer?. Devolvió el celular y se puso a elucubrar algo que podría funcionar, pero era algo muy peligroso que entraba en lo ilegal e inmoral, pero todo eso se justificaría si sacaba al niño del encantamiento que se encontraba.

Lo que no tenía previsto Marietta, cuando aceptó las condiciones del albacea era que llegaría a esta edad donde la calentura causaba estragos.

Evocó el momento en que el albacea testamentario leía  “Si mi hijo Marco logra el título de bachiller en Ciencias y Letras con honores, mi esposa Marietta heredará el 50% de mi fortuna, caso contrario mi hijo Marco heredará todo mi patrimonio cuando cumpla sus 19 años y el mismo deberá mantener dignamente, de por vida, a mi esposa Marietta…”.  Eso no lo podía permitir, si bien Marco era buen alumno, en los años anteriores nunca figuró en ningún cuadro de honor. Rogaba para que lo lograse este año aunque sea alguna mención honorífica para presentar al albacea. Nunca comentó con su hijastro esta condición pues podría aprovecharla para echarse a muerto y esperar cumplir sus 19 años para heredar toda la fortuna.

― Hasta luego, madrastra―Odiaba que la llamase así pero nunca le dijo nada.

― Hasta luego, Marco

Lo dejó ir, tomó su pequeño coche y lo siguió a distancia. Vio cuando tomó el micro y unas 20 cuadras después descendió  a unos 300 metros del colegio. Con su binocular vio que tocaba el timbre de una casa, se abre la puerta y el niño entra apresuradamente. Esperó y esperó por  más de un hora, hasta que nuevamente se abre la puerta y sale una mujer madura que mira a ambos costados para luego salir el niño que toma de nuevo el micro de regreso. Se adelantó y lo esperó en la casa.

Marco aparentaba fácilmente los 18 o 19 años, era un hermoso joven con un físico extraordinariamente atractivo, pero era tremendamente tímido con las mujeres y eso Marietta lo tenía comprobado por las veces que ella se desnudaba frente a él y   el joven miraba hacia otro lado rojo de vergüenza. Eso le causaba hilaridad a la madrastra que ahora se daba cuenta que era otra cosa lo le causaba…¡que ciega estaba!... siempre lo tuvo a mano y es otra zorra la que lo estaba disfrutando…¡eso debía cambiar!.

Cuando al otro día el niño salió para el colegio, Marietta nuevamente lo siguió pero esta vez pasó de largo y fue al colegio. Ella retomó y paró a media cuadra de la casa de la mujer. La calle estaba desierta, esperó una hora, se abrió la puerta y salió la mujer que va caminado en dirección al colegio. Llega y entra al mismo. “¡Esta perra!" pensó "lo va a buscar!”. Esperó un rato y le preguntó al celador― Disculpe, ¿sabe el nombre de la persona que acaba de entrar?

― Claro que sí, señora, es la Profesora Zorrilla―”Mejor nombre, imposible” pensó.

― Ah sí, claro, la profesora de matemáticas―se jugó Marietta

― No, es de Castellano y Literatura, señora.

― Ah, bueno, gracias.

Marietta volvió al hogar a pergeñar alguna vendetta contra la Zorrilla. Por la manera cómo cerró la casa, poniendo candados luego de llavear la puerta le indicaba que residía sola en el lugar.

Al día siguiente esperó que Marco saliera y lo volvió a seguir, y luego a hacer guardia cerca de la casa de la zorrilla. Eso se repitió varias veces hasta que un día el que tocó el timbre fue un señor que llevaba un maletín y un foco con dos cables. Esperó que saliera y lo siguió a pié. Se acercó a él, le pasó y unos metros después simuló que se le doblaba el tobillo.

― ¡Ayy!―dijo, llamando la atención del hombre. Se trataba de un señor de unos 60 años que muy amablemente le preguntó:

― Parece que se le torció el tobillo, señora.

Marietta paró su marcha y exteriorizó el dolor en el rostro. Intentó caminar pero no pudo.

― ¿Sería tan amable, señor, si me ayuda tomándole del brazo hasta mi coche que se encuentra en la otra calle?

― Sí, claro.

Fueron caminando hasta llegar al coche.

― Ahora veré si puedo manejar. Probó y no había problemas.

― Señor, ¿sería tan amable de acompañarme hasta mi casa y me ayuda a bajar?…se lo pagaré.

― Faltaría más. Tengo que terminar un trabajo en la casa de la profesora Zorrilla pero lo haré esta tarde. Debo comprar unos repuestos.

― No sé como agradecerle, Señor…

― Me llamo Luís, señora

― Yo me llamo Marietta, Ud. ¿en qué trabaja?

― Soy electricista, señora.

― Puedes llamarme Marietta

― No sabía que estaba trabajando en la casa de esa mujer.

― ¿La conoce?

― Lamentablemente sí….ya llegamos.

Luís abrió la puerta y se apresuró para ayudarla. Una vez adentro, le invitó a sentarse y le dijo:

― Luís, dime ¿tú sabes de cámaras?

― Claro que si, justamente debo instalar cuatro en esa casa.

― No me diga…¿y cómo funciona?―ella se sentó a su lado, melosa.

― Se debe hacer una configuración…

― Si yo quisiera ver el interior de esa casa a través de mi celular ¿podría?

― Claro que sí, pero debo configurarlo a un celular o una computadora.

Marietta levantó la pierna para quejarse de su tobillo y todo su vestido se subió mostrando su tanga que no cubría casi nada, exhibiendo una vulva muy atractiva con hermosos vellos púbicos que conformaban un hermoso triangulo. Luís palideció, ella se tomó del pie y se lamentó. Luís se arrodilló para masajearle el pie y ella abrió las piernas mostrándoselo todo.

― Por suerte no se está hinchando, señora

― Lo que se me está hinchando es otra cosa, Luís.

Luís se sonrojó.

― ¿No quieres asearte en el baño, Luís?... no te olvides que prometí pagarte.

― Oh, sí sí,   claro―se apresuró a decir Luís, interpretando la indirecta. Cuando volvió ya no estaba Marietta que gritó desde arriba.

― ¡Me estoy poniendo cómoda, Luís, ya bajo!

Bajó cojeando con un salto de cama transparente.

― Venga, Luís, siéntate a mi lado que quiero que me masajees el pié como lo estabas haciendo hace un rato.

― Lo que diga, señora

― Arrodíllate acá y haz tu trabajo.

― Lo que ordene la señora―dijo Luís que mantenía el respeto a pesar de la confianza que se estaba tomando Marietta.

― Mientras lo haces leeré una novela. Masajea toda la pierna también, ahora siento la pierna acalambrada.

― Sí, señora ―dijo sumiso levantando la vista con disimulo viendo todo el promitente y excitante espectáculo.

Marietta ya no llevaba ropa interior y Luís en esa posición podía ver toda su intimidad sin ningún esfuerzo. La mujer, mientras leía adoptaba posiciones cada vez más provocativas.  Sabía que Luís, como un perro amaestrado, haría todo lo que ella le exigiera. Era ese tipo de hombre, y ella como mujer lo había detectado. Ese tipo de espécimen no se encontraban así nomás y valía su peso en oro.  En ese momento sabía que ese hombre se transformaría en su esclavo. Si bien era un hombre maduro, ella le calculaba unos 60 años, eso sin embargo mejoraba sus chances.

― Puedes subir más las manos, no te hagas problemas y no hagas que te lo tenga que decir a cada rato. Con tu aliento puedes calentar la zona―Dijo Marietta   sin levantar la vista de su novela.

Cuando llegó el aliento también arribó la lengua que subía y subía. Había dejado atrás la rodilla y se aventuró hacia las profundidades del muslo izquierdo. Marietta sentía que se mojaba, su vagina comenzaba a lubricarse con ese ansiado líquido gomoso que hace tiempo no lo experimentaba.

Marietta seguía con su mirada perdida ocupada en el libro, simulando indiferencia mientras Luís avanzaba y su lengua comenzaba a saborear sus jugos. Ganas no le faltaban para atraer con las manos aquella cabeza calva hacía el fondo de su intimidad, pero debía contenerse. Luís se acercaba al prototipo de hombre maduro que le encantaba porque, al igual que su finado marido, sabía cómo dominarlo.

Luís levantó el salto de cama y apareció el orgullo de Marietta, su Monte de Venus recubierto de abundantes vellos negros que formaba un hermoso y bien cuidado triángulo. La respiración de Luís se volvió muy agitada.

―Vaya a prepararme un trago, esclavo,  wiscola en las rocas.

― Como ordene, ama.

― Así me gusta.

― Muy bien, es así como debes comportarte―Le dio un largo trago y le ordenó―ven, siéntate acá, en el suelo, quiero pedirte algo.

― Lo que quiera,  ama.

― No sé si tienes alguna pareja pero no me importa lo único que te voy a exigir es que me cumplas una vez por semana, y aproximadamente de 4 a 5 horas por la mañana. Yo te llamaré cuando me ataque la ansiedad, o como quieras llamarle.

― Dejaré en el acto lo que esté haciendo para cumplirle, ama.

Sin muchas palabras quedó definido el rol de cada uno. El de él, perro rastrero y el de ella, ama dominadora. Cada uno feliz en su papel.

Los minutos se transformaron en horas y se acercaba el momento del regreso de Marco por lo que Marietta tuvo que suspender el acto quedándose ambos con calentura.

― Ayúdame a poner en orden todo esto, Luís. Se acerca la hora de la llegada de mi hijastro y no debe ver todo este desastre. Anda, trae el trapo de piso y limpia mi orina, mientras me visto y tu también vístete primero.

― Sí, ama.

― Luego debo pedirte un favor.

― Pídame lo que quiera.

― ¿Harías cualquier cosa que te pida?

― Sabe que si, ama.

― Quiero que configures mi teléfono con las cámaras de esa profesora.

― ¿Puedo saber por qué?

― No puedo decirte todavía, pero te prometo que te haré ver la razón de ello. ¿Confías en mí, esclavo mío?

― Confío en usted, ama. Solo que me debe dar su celular para programarlo.

― Acá lo tienes. Ahora tendrás que irte porque está por llegar mi hijastro.

― Mañana de tarde se lo traigo, ama.

―  No, me lo traes pasado mañana de mañana, a las 9, y te vienes bien bañado. Desde hoy comienzo a tomar las píldoras anticonceptivas ya no me privaré de nada. No vayas, por ahora con otra. Necesito toda tu potencia, esclavo mío.

― Sí, ama

JJM

 

 

Marco y sus profesoras

Marietta, solo tiene un objetivo, cumplir el testamento de su difunto esposo, y padre de Marco. Que su hijastro terminase su carrera lo más rápido posible y así poder disfrutar ambos de la herencia. Ella hará todo lo que esté al alcance de una madrastra para lograrlo.

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