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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Caro y Andreina van a una fiesta
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Luego de haber tenido una tarde tan ajetreada y de excesos en todo con nuestros cuatro amigos morenos nuevos, todavía teníamos fuerzas para continuar divirtiéndonos, así que, Lujuriosas y excitadas, y después de bañarnos y pensarlo muy bien, decidimos aceptar y acompañarlos a la fiesta de sus otros amigos. En esos momentos nos sentíamos tan entregadas y sumisas a aquellos cuatro morenos, que si se les ocurría decirnos que nos querían exhibir desnudas delante de todo el mundo, lo hubiéramos hecho. Éramos dos refinadas hetairas dispuestas a satisfacerlos en lo que se les ocurriera o nos ordenaran. Mi nuevo amor, andaba con una cara de felicidad indescriptible. De lo seria y elegante que es en su comportamiento cotidiano, se estaba comportando como una bacante o prostituta complaciendo al dios Baco. Bueno, en realidad éramos las dos las que estábamos dispuestas a satisfacer y a que nos satisfagan. Estábamos tan lujuriosas, que hasta les preguntamos que, qué ropa les gustaría que nos pusiéramos. Lógicamente dijeron que la menos posible, y que fuera la más sexy y atrevida que tuviéramos. Así que les dijimos que la eligieran ellos. Andreina, que estaba dispuesta a satisfacer mis antojos y los de ellos sin importarle nada, los llevó a su vestidor y les mostró sus batas, babydolls y vestiditos cortos de andar en casa; y los más elegantes de vestir, pero muy atrevidos― No hay problemas en la talla ―me dijo― todos te pueden quedar bien, hay batas y vestidos sueltos, y también unos muy apretados de tela elástica. La diferencia es que yo tengo más tetas y culo que tú, pero de estatura casi medimos lo mismo, y no se va a notar nada.

― Sí ―dije yo― pero todo depende de dónde nos vayan a llevar.

― No te preocupes ―dijo el de la idea de ir a la fiesta― igual, es en la casa rentada de unos amigos de Argentina que están aquí por asuntos de trabajo. Es una reunión informal en los jardines de su casa. Además, nos pidieron que lleváramos amigas para bailar y como ustedes quieren divertirse, es la oportunidad para que los conozcan.

Nos miramos y aceptamos. Entonces se pusieron a escoger la ropa para nosotras. Para mi amiga eligieron un vestido rojo muy bonito, sin mangas y sin tirantes, solo se sujetaba por la espalda y busto, que si brincaba mucho, las tetas se le salían. Era muy atrevido, de tela elástica, y de tejido suelto, que al estirarse por lo que era muy ceñido al cuerpo, se podía ver como transparencias ciertas partes que una trataría de tapar en otras situaciones. Adornado con un par de agujeros muy grandes a cada lado del cuerpo, que descendían, casi desde el inicio superior por encima del nivel de los senos, abriéndose en forma de pera hasta pasar el nivel de las caderas, dejando ver parte de los laterales de sus nalgas; por el frente de ambos lados, parte de la región inguinal, o el sitio donde se unen los muslos al abdomen, resaltándole las curvas de su estupendo cuerpo. A leguas, dejaría ver que, quien lo llevara puesto, no estaba usando ninguna prenda interior, muy atrevido y revelador pero estábamos en la playa y ahí, una se pone lo que quiere, sin importar el qué dirán.

Cuando se pusieron a escoger el mío, Andreina sugirió uno parecido al de ella, que nunca había usado por ser muy apretado para su talla, por sus grandes tetas y abultado trasero. Era de color blanco pero tenía muchos más agujeros. Uno muy grande que dejaba ver las bases de mis tetas, dejando por encima de ellas muy poca tela, que un poco más y se me salían los pezones. Llegaba hasta más abajo del ombligo en forma de triángulo invertido, dos a cada lado, para para resaltar las curvas de las caderas y nalgas, y uno ovalado en la espalda, que la dejaba descubierta hasta llegar al inicio del trasero. Eran más eran agujeros que y si hacía algún movimiento brusco, o lo estiraba mucho, o se salían las tetas o enseñaba el culo. Y no se diga de largo, pero en realidad muy, muy atrevidos y reveladores ambos. Pero eso no nos importó pues, sabíamos que nos querían exhibir, y nosotras, exhibirnos. Los morenos lo vieron y les encantó, con ropa tan ceñida al cuerpo, todas las protuberancias se querían salir, y las depresiones se hacían notar a simple vista. Pero como en la playa toda ropa atrevida vale, nos pareció buena la ocasión para mostrarnos.

Con tanta demora, explicaciones y reparos, aprovecharon para ponernos condiciones, y como estábamos muy exaltadas, aceptamos sin poner reparos. Y lo peor, sin saber lo que pedirían― Las condiciones son estas ―dijo Joel― Habrá manoseos, pero siempre y cuando no haya objeción de parte de ustedes. Que sepan todos los presentes que son nuestras, y que las hemos llevado para que se diviertan.

― ¿O sea que hoy ustedes serán nuestros proxenetas? ―preguntó Andreina.

― Algo así ―respondió Joel, y rieron― La diferencia es que solo las cuidaremos mientras estén con nosotros, ustedes decidirán el resto.

― Por cierto, usen zapatos de tacones altos, para que resalten más sus traseros―dijo uno de ellos.

Nos embarcamos en el carro de ellos, y emprendimos el viaje de una hora a la casa de sus amigos que estaba en la cima de un cerro. Estábamos tan excitadas, que no caímos en cuenta, que no tendríamos como regresar a casa, cosa que luego lamentaríamos.

Cuando llegamos y aparcamos, lo primero que vimos fue un gran jardín con grandes palmeras rodeando una gran piscina, asientos de hierro forjado como los de los parques, parasoles y mucho césped. Con una vista espectacular hacia el mar y todo rodeado de barandas de madera. Una especie de bar con sus mesas y sillas, y al lado un asadero con carnes y embutidos para servirse; cuatro chicas en bikinis bailando entre ellas, y seis varones que estaban sentados bebiendo y conversando.

Antes de bajarnos, Joel nos advirtió que sus amigos eran Juan y Arturo, que sin duda tendrían más invitados, pero que, en todo caso, si nosotras queríamos divertirnos con todos, primero deberíamos tener presente, que ellos eran los anfitriones, y que dependiendo de las cosas como se fueran presentando, decidiéramos estando de acuerdo con ellos.

Cuando nos bajamos, dos tomaron de las manos a mi amiga, y los otros dos a mí, y dicho y hecho, parecíamos un par de mujeres prepago con cuatro negros que nos llevaban rumbo a algún antro de perversión, porque todas las miradas recayeron sobre nosotras; y no era para menos, dos mujeres escandalosamente vestidas, semi desnudas, llevadas de las manos por cuatro morenos altos y bien fornidos.

Joel nos presentó como esposas de unos amigos, como para que la cosa fuera más interesante para los argentinos. Juan y Arturo, se quedaron prendados de nosotras, y los demás, ni se diga, porque no nos quitaban las miradas de encima. Nuestros acompañantes llevaban dos botellas de whisky como obsequio a sus amigos. Cada vez que saludábamos a uno, nos hacían dar una vueltita para disfrutar de la vista de nuestros cuerpos, como si estuviéramos exhibiendo nuestra mercadería. Pero nosotras, encantadas sonriendo. ¡Estábamos en lo nuestro!

Llamaron a las otras chicas y nos las presentaron, al tiempo que les dijeron que subieran el volumen de la música, y que se sentaran entre los hombres recién llegados. A nosotras, y como era de esperarse, Juan y Arturo, nos hicieron espacio para sentarnos a su lado, y comenzar con las preguntas indiscretas de rigor― ¿Qué cómo nos conocimos con Joel? ―Respuesta que la contestó Joel, diciendo― Sus esposos están muy ocupados y ellas, para no estar aburridas en la ciudad, prefieren escaparse solas a la playa, para poder salir a bailar con amigos. Un día, esos amigos las llevaron a bailar a una barra-bar en donde estaba con otro grupo. Ahí las conocimos y terminamos farreando en la casa de Andreina a una hora de distancia de aquí.

― ¡Ah! ¿O sea que ahora vienen de casa de Andreina?

― Así es dijo Joel, hemos pasado desde el mediodía divirtiéndonos, comiendo, bailando, jugando y bañándonos en la piscina. Pero como las chicas querían seguir divirtiéndose, las trajimos para que se diviertan acá con ustedes.

Al decir todo aquello, Joel estaba dando a entender que éramos un par de mujeres casadas en busca de aventuras, a escondidas de nuestros esposos, y que nos llevaron para se divirtieran con nosotras, y que sabiendo a que nos llevaban, aun así, habíamos ido vestidas de esa manera. Más claro, no canta un gallo, así que pusieron manos a la obra y nos sacaron a bailar. Ellos ya habían estado bebiendo desde temprano en la tarde y nosotras también. Fue cosa de que nos sacaran a bailar y la fiesta se armó.

Desde ese momento fuimos asediadas por todos, en especial por Juan y Arturo que, sin duda, por ser los anfitriones, parecían tener prioridad sobre todos los demás. Las otras chicas se dedicaron a atender a los recién llegados y a los demás presentes. No paraban de sacarnos a bailar, en especial a nosotras. Aunque las otras chicas bailaban en bikinis muy pequeñitos, nosotras llamábamos más la atención por ser recién llegadas, desconocidas. Y casadas, que aprovechando que nuestros maridos no estaban presentes, salíamos a divertirnos con un grupo de hombres. Peor aún, con trajes tan reveladores, algo que sin duda era origen del prioritario interés por nosotras.

Las atenciones de parte de Juan y Arturo nos agobiaban pero eran los dueños de la fiesta y teníamos que complacerlos, o por lo menos hacerlos sentir bien. Todos eran hombres maduros, pero notándose que Juan y Arturo, eran los que mandaban, estaba claro que con el transcurrir del tiempo entre bebidas, bocadillos y baile, estaban tomando posesión de nosotras. Pero eso no impedía que sus otros amigos nos sacaran a bailar, mientras ellos disfrutaban mirándonos morbosamente desde sus asientos, y comentando con los demás.

Las otras chicas bailaban y festejaban cualquier travesura con los hombres, nosotras les bailábamos de una forma mucho más sensual. Las chicas con sus trajes, no dejaban nada para la imaginación, en cambio nuestros vestidos, dejaban ver, de vez en cuando, ciertas zonas que las otras chicas llevaban tapadas con sus bikinis, haciendo el ambiente más erótico para las miradas morbosas. Peor con los movimientos y volteretas, que hacían que alguna de nuestras tetas se saliera a tomar aire, o se nos levantaban mucho, y se asomaban las nalgas dejando ver lo que morbosamente todos querían ver.

Los vestidos iban dando los frutos para lo que habían sido diseñados, que es llamar la atención y las miradas de los hombres. Y sus agujeros, dejar ver lo mucho o nada de esas partes íntimas que la mujer que lo lleva quiera mostrar, o que se dejen ver, por algún movimiento brusco o accidental. En todo caso, lo estaban logrando, causando excitación y morbo en nosotras y los presentes. En mi caso, sí me lo bajaba mucho, dejaba ver el inicio de la unión de mis nalgas, o mis pezones saltaban al estrellato. Eso era un imán para sus ojos, que no paraban de mirar cual se asomaba primero. Sin duda rogando que enseñemos más. Eso dio motivo para que sus manos comenzaran a hacer travesuras por debajo de los agujeros al nivel de nuestras caderas, tratando de llegar a tocar zonas prohibidas hasta ese momento, a lo que, con una sonrisa, y muy educadas, les decíamos que sacasen las manos de esos sitios.

En los descansos, entre baile y baile, no faltaba aquel que acercaba su silla para conversar, y al disimulo posar una de sus manos en nuestras piernas esperando nuestras reacciones. No paraban de hacer comentarios sobre nuestra vestimenta y nuestros cuerpos. En especial sobre nuestras tetas, que los tenían embelesados mirándolas como brincaban y se movían de un lado a otro, como queriendo decir que las dejáramos libres.

Al escucharlos nos reíamos y seguíamos bailando, y moviéndonos siguiendo el ritmo de la música, provocando que los senos grandes de Andreina dejaran ver sus areolas, y sus pezones a punto de asomarse, o en mi caso, que mis tetas se asomaran por encima o por debajo de la angosta tira de tela, que se suponía es para cubrir las areolas y pezones. Eventos supuestamente vergonzosos para otras mujeres pero que nosotras lo tomábamos como algo natural, y simplemente, les decíamos― Perdonen chicos, lo que pasa es que son muy traviesas y se quieren salir ―a la vez que, tomándolas enteras con una mano, nos levantábamos el vestido con la otra para acomodarlas en su sitio, provocándoles suspiros y más excitación.

Joel nos miró, y dijo― A ver mis amores, déjenlas salir a tomar aire ―pero nosotras le dijimos que no, porque ya tenían suficiente con nuestros vestidos escandalosamente provocativos. Como poniéndose de acuerdo, Arturo miró a Juan, y ambos se levantaron de sus asientos, nos tomaron de la mano, y nos llevaron a una sala interior, cosa que los presentes aplaudieron. Allí Arturo puso música romántica y nos hicieron bailar muy apretaditas a ellos.

Ambos eran muy guapos y de físicos muy cuidados, sin duda pasaban mucho tiempo en algún Gym. Eran hombres de pelo en pecho, y como solo andaban con pantalonetas, el solo roce con ellos me hacía erizar la piel. Porque hombres así me excitan y me hacen sentir correr una descarga eléctrica constante desde la nuca hasta el trasero. Para colmo, lo que bailamos eran boleros, sin duda para tenernos en sus brazos y poder manosearnos a su antojo. De ahí, el hecho de que nos llevaran a un salón privado. Y efectivamente, así fue, mientras nos decían al oído lo mucho que les gustábamos, y lo excitados que los teníamos, sus traviesas manos comenzaron a bajar, entre pieza y pieza de baile, de la espalda a la cintura, y luego al nivel de nuestras nalgas. Primero por fuera de la poca tela que nos las cubrían, y luego metiéndolas por los agujeros de nuestros vestidos para tocar directamente nuestra piel desnuda, mientras nos apretaban contra sus cuerpos, haciéndonos sentir sus penes que ya tenían erectos.

Estaba claro que ya nos tenían completamente entregadas al recibir tantas caricias y manoseos, y como no hubo restricción alguna de nuestra parte, parados aun en medio de la sala, nos comenzaron a besar mientras sus manos masajeaban tanto las tetas de mi amiga como las mías, para luego llegar a nuestras vulvas ya muy lubricadas por nuestros jugos vaginales; acción que a ambas nos hicieron gemir y suspirar. Parecía que se hubieran puesto de acuerdo, lo que le hacían a mi amiga, el otro me lo hacía a mí, y así fue como, a las dos nos desnudaron al mismo tiempo para dedicarse a manosear y chupar nuestros pezones, y pasar luego a besar y lamer nuestras vulvas; llenándose esa sala de nuevamente gemidos y suspiros.

Después de todas esas atenciones que a nosotras nos pusieron extremadamente lujuriosas, ahora les tocaba el turno a ellos. En condiciones normales, las cosas van fluyendo sin necesidad de dar órdenes, especialmente en el estado que ya nos tenían. Pero supongo que quisieron dejar claro que eran ellos los que tenían el poder sobre nuestras voluntades y cuerpos. Arturo, que era el más adusto, o aparentaba serlo, parado frente a mí, me dio la orden de arrodillarme para que le saque la pantaloneta, le chupe y le mamara el huevo, palabras que me parecieron groseras y vulgares ¿Pero qué mejor trato podíamos esperar, si nosotras andábamos desvestidas y nos estábamos comportado peor que putas de cabaret? Muchos machistas hacen eso para hacernos sentir doblegadas y sumisas a sus órdenes, más aún, cuando piensan o saben, que algunas entregan sus cuerpos a cambio de dinero, o como en nuestro caso, sin opción a reclamos, porque nos habían llevado para justamente eso, para copular con todos ellos. Pero no saben que somos mujeres que también disfrutamos como parte de las escaramuzas sexuales, previo al inicio de la cópula. El trato rudo, seco o severo, al recibir órdenes terminantes, a mí, en lo personal me excitan mucho más, y me hacen sentir como una nenita desamparada y obediente a la que le van a dar su premio si obedece y se porta bien. Claro está, todo dentro de los límites del buen trato mientras sea tomado como un juego.

Vi que el trato de Juan con Andreina era diferente, estaban disfrutando de una entrega total revolcándose en un 69 sobre uno de los sofás, mientras Arturo disfrutaba de su felación, y yo, de sus manoseos algo rudos sobre mis tetas. Llegado el momento en que su pene ya no podía estar más tieso, me llevó por el lado externo del apoya brazos de un sofá, y parada frente a él, me hizo agachar boca abajo sobre los cojines del asiento, quedando mis nalgas levantadas sobre dicho apoya brazos, y mi pecho apoyado sobre los cojines. Cogió su pene y lo introdujo dentro de mi vagina ya muy lubricada, y aunque muy grueso y largo no me causó dolor por lo excitada y ansiosa que estaba por tenerlo dentro. Así arremetió como desesperado tratando de que lo sintiera muy dentro de mí, sacándome gemidos muy fuertes en cada arremetida. El tipo parecía sacado de esas tribus primitivas del amazonas, en donde mujer que se encuentran y que no sea de su tribu, se la llevan y se la copulan sin piedad.

En mi caso, a pesar de la rudeza con la que me lo hacía, yo lo estaba disfrutando. En la sala solo se oían nuestros gemidos de Andreina y míos, el bufido y gruñido de vez en cuando de uno de ellos, y el golpeteo de sus grandes testículos contra nuestros cuerpos. De repente, Arturo, paró, lo sacó, y lo puso en la entrada de mi orificio anal. Me iba a sodomizar, pero mi ano no estaba ni lubricado ni preparado en ese momento para el diámetro de su gran pene, a pesar de que durante el día, ya había recibido la visita de los cuatro penes de nuestros amigos morenos por reiteradas ocasiones.

― Si lo quieres, primero lubrícalo y juega con él un rato ― le dije― Es que no está relajado y me puedes causar algún desgarro.

Sin haber terminado de decir eso, me abrió las nalgas y arremetió haciendo que yo pegara un grito de dolor, y tratando con mis manos de separarlo de mí, pero por la posición en que me tenía, no llegaba a él, ni siquiera a tocarlo. Ya me había metido la cabeza, y esperó a que yo dejara de chillar y patalear. No había ardor, significando que no hubo desgarro, pero el dolor era tan intenso que hasta lágrimas me corrieron por las mejillas. Esto ya me lo habían hecho antes y en múltiples ocasiones, y aunque no lo crean, después de ese dolor intenso, viene un placer muy relajante cuando el hombre comienza su trabajo de cópula con sus embestidas y retiradas, y una termina gimiendo como loca muerta de placer.

Luego de aplacarse el dolor de mi esfínter anal, dio otro empujón constante y su pene entró hasta el fondo. Esta vez, el dolor era interno, pero menos hasta que pasó y ya lo tenía todo dentro de mis entrañas. Sus metidas y sacadas ya eran muy placenteras y solo me dediqué a gemir y disfrutar de aquel gran coito anal, y de las nalgadas que me daba por haber gritado tanto, mientras miraba a mi Andreina que no paraba de pedir más y más sexo, mientras gemía y se retorcía de gusto.

Arturo dio por terminada la cópula conmigo, y mientras me tenía en esa pose todavía llamó a Juan para que viniera a copularme a mí, y él, pasarse copular a Andreina. Juan llegó a mí, mientras Arturo aún me tenía boca abajo sobre el apoyabrazos del sofá y me entregó a él ― Mira esta belleza de hembra ―mientras me nalgueaba y me las abría para que su amigo viera los orificios que esperaban por su pene. El otro le dijo― La de allá, está rebuena, es toda una puta dando placer, vamos a ver cómo se comporta ésta conmigo ―Y se puso detrás de mí, y comenzó a copularme como un salvaje, su comportamiento, no distaba mucho del de su amigo.

Después de copularnos salvajemente decidieron llevarnos a una habitación donde había dos camas. Allí se decidieron a acabar con nosotras y ellos a eyacular. A ambas nos hicieron poner boca abajo para montarnos y penetrarnos por vía anal nuevamente. Como si montaran sus yeguas nos cabalgaron hasta que sintieron que iban a eyacular. A mí, Juan, se me puso cerca de la cara y me colocó el pene en la boca haciendo que me tragara todo su semen. A Andreina, Arturo le hizo lo mismo, nos dieron unas nalgadas y se fueron apagando las luces, quedando nosotras solo algo iluminadas por la luz tenue que entraba por la cortina de la ventana que daba a un corredor externo.

Nosotras, muertas de cansancio, decidimos quedarnos así, todas despatarradas esperando coger fuerzas por un rato. A la media hora, grande fue nuestra sorpresa, cuando los oímos regresar nuevamente. Justamente, en el momento en que se había ido habíamos comentado que nos habían salido incansables. Pero habían regresado y esta vez, no prendieron la luz, simplemente se montaron sobre nuestras nalgas, las abrieron, y volvieron a copularnos vía vaginal y anal, mientras a mí me comían a besitos, y a Andreina la volvieron a hacer gemir.

Cuando el mío eyaculó dentro de mi trasero, lo hizo en grandes cantidades, tanto que notaba como me chorreaba entre las piernas. Cosa extraña porque solo habría pasado una hora, y en ese tiempo un hombre no se recupera de aquella manera. Me levanté de un brinco y encendí la, entonces me di cuenta que me había copulado uno de los invitados de Juan, y a mi amiga otro le estaba dando la del zorro. Nos pidieron que no hiciéramos ruido y explicaron que las chicas ya se habían ido, así como el resto de invitados, y que solo estaban Juan y Arturo durmiendo la resaca. Que ellos ya estaban por retirarse, pero al ver que nosotras no teníamos como regresar, y que ellos pasarían por el sitio de donde habían oído que habíamos llegado, decidieron despertarnos para llevarnos. En caso contrario, tendríamos que quedar hasta la hora en que los anfitriones se suelen despertar después de una orgía de ese tipo.

― No pretendan bañarse ¡Vámonos así como están! el carro está en el parqueadero, ya lo dejamos cerca de la puerta, lo encenderemos y desde allí no se oye el motor hasta acá

― ¿No tendrán problemas ustedes si más tarde les reprochan lo que han hecho?

― ¡No!, les diremos que ustedes justo nos alcanzaron antes de irnos, y como ellos estaban bien dormidos que por más que los movíamos no se despertaban, decidimos llevarlas.

― De acuerdo ―dije yo.

Corrimos a coger nuestros vestidos, zapatos y carteras, y corrimos así desnudas hasta el carro; luego de la escapatoria ya viajando de regreso, uno de ellos dijo― Tal vez Joel no conoce muy bien a Juan y a Arturo, con las mujeres son unos energúmenos, peor si son chicas prepagos o prostitutas. Con ustedes no se portaron tan mal, por lo que vimos, pero les encanta humillarlas. Les apuesto a que si se quedaban, más tarde hubieran invitado a otros amigos más, para que ustedes los atiendan como hembras, en lo sexual, me refiero. Ese par, son tal para cual; ellos tienen el decir que mujer que busca hombre, ya sea por dinero o por simple placer, hay que asentarle la mano, darle y darle, o hacerle dar, hasta que se hostigue, en buen castellano, eso significa maltratarlas, follarlas y follarlas, o hacerlas que se las follen, hasta que se hostiguen. Con ustedes no se sobrepasaron tanto porque saben que tienen esposos, y por su educación y posición económica, sin duda, se frenaron un poco.

― Bueno, si es así, ¿por qué hoy no nos entregaron a ustedes para que nos follen?

― Simple, cuando les gusta alguna mujer se adueñan de ella y nadie más las toca. Peor en el caso de ustedes que son mujeres de otra clase social. Pero igual, permiten que bailemos y las manoseemos, porque con eso piensan que se las están humillando. Pero el sexo solo con ellos hasta que se hostiguen, si eso llegara a suceder, bueno, ahí sí, nos las traen y dicen ¡Diviértanse con ellas! como si fuerais un objeto

Próximos a llegar, y así desnudas como andábamos, pregunté por el nombre del que me había montado y encharcado mi trasero. Con algo de recelo el que manejaba dijo que fue él y que se llamaba Tomás; me acerqué a él y le di un beso, al tiempo que le agradecía por llevarnos a casa, pero de castigo, le dejábamos los asientos todos embarrados de semen y que ahora tendrían que limpiar.

Andreina le agradeció a Pedro, su amante furtivo, y quedamos a premiarlos en otra venida de nosotras a la playa; eso sí, solo con ellos, siempre y cuando nos avisaran.

Entramos a la casa riéndonos por todas las cosas que se dieron, y por la forma de escaparnos de ese par. Comentábamos que, gracias a Tomás y a Pedro y aunque nos encularon sin nuestra autorización estábamos muy agradecidas con ellos, de lo contrario, no sabríamos que cosas hubieran sucedido.

Nos metimos al Jacuzzi a disfrutar de un buen masaje con agua caliente mientras conversábamos abrazaditas como dos nenitas después de un susto.

Allí no hubo trato especial, ni títulos y educación que valgan, ni siquiera la amistad que supuestamente Joel creía tener con ellos, y que por eso accedimos a acompañarlos. Nos trataron como lo que éramos en ese momento, unas simples cortesanas que habíamos ido para darles placer a los hombres de esa casa. Estaba claro que las chicas eran contratadas o prepago, y era por eso, que las tenían para todos los demás hombres.

Nos metimos a la cama y dormimos abrazaditas hasta cerca del mediodía, preparamos algo ligero para desayunar y almorzar al mismo tiempo, volvimos a descansar hasta las cuatro de la tarde en que emprendimos el regreso a la ciudad.

Andreina ha comentado con Joel el tema de sus amigos argentinos, y definitivamente él no tiene ninguna culpa, nos llevó para que nos divirtiéramos sin saber a qué nos atendríamos. Después de todo, una conoce a las personas en el momento en que se producen las cosas, esos son los riesgos de intimar con desconocidos.

Hasta la fecha, la relación con mi Andreina ha madurado mucho, seguimos viéndonos de vez en cuando, y hasta me ha caído de sorpresa en mi casa para planificar más travesuras. La extraño mucho cuando no me llama, pero debo entender que ella también necesita su espacio con su esposo y amistades.

En lo personal, no me he puesto en contacto con Joel ni con sus amigos, peor con los argentinos, que para nosotras, fue preferible borrarlos de nuestras memorias y agendas. En el caso de Tomás y Pedro, sí les pudimos agradecer lo que hicieron por nosotras esa noche. Definitivamente son completamente diferentes a sus dos amigos, los dueños de la casa.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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