La Página de Bedri
Relatos prohibidos Cazador cazado
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Se desperezó como siempre hacia y me dio un beso de buenos días. ― Me duele la cabeza ―me dijo― Voy al baño y a tomarme algo. ― De acuerdo ―Le respondí― Se te habrá subido la copa de vino ―añadí. Me miró y sonrió. Estaba preparando café, cuando llegó a la cocina. Estaba súper sexy con el camisón semi transparente, que dejaba ver sus marcados pezones, y transparentaba su minúsculo tanga. No podía dejar de mirarla, y absorto en mis lujuriosos pensamientos, por variar, me espeta― ¿Acaso no tuviste bastante anoche que aún quieres más? Quede boquiabierto ¿Lo recordaba? ¿Qué había fallado? ¡Pero si parecía en trance! ― No sé a qué te refieres ―Acerté a decir. ― Vamos, no finjas ¿Te enumero todo lo que me hiciste? ¿Empiezo por la depilación? ¿O por cómo me follaste la boca? Yo no sabía dónde meterme ¿Que había hecho? Sin embargo ¿por qué se dejó? ¿Qué iba a pasar? ― Lo, lo, lo siento― acerté a decir. ― No lo hagas― me dijo― ¿Disfrutaste? Yo si lo hice. ― Si, por supuesto, pero creí que estabas drogada, y ahora me arrepiento. ― ¿Ahora? Mientras me enculabas, o torturabas mis pezones, no parecías hacerlo― respondió. Agaché la cabeza, ni sabía que responder ni me atrevía a decir nada, porque no tenía excusa. ― No te preocupes, si al final eres tú la víctima ―dijo Vanesa― Lo que pusiste en mi copa, solo era suero. Llevo planeando esto con Silvia desde la cabaña. No me atrevía a pedírtelo, porque no sabía cómo reaccionarias, y ella me sugirió esto. ― ¿Cómo? ¿Entonces estaba todo preparado? ¿No te drogué? ¿Lo recuerdas todo? ¿Lo sabías todo? ― Si ―respondió. ― ¿Pero…? No sé qué decir. ― Nada, no digas nada. Lo planeé con ella, pero tardaste bastante en llamarla, aunque me dijo que estaba segura que lo harías. Luego me avisó, quedó contigo y te llevó a “su lugar” a que aprendieras un poco. Ja, ja, ja. ― ¿Aprender? ¿Sabes todo lo que paso allí? ― ¡Todo! Y mi hermano también, realmente fue todo idea suya, lo hablamos hace tiempo. ― DE acuerdo, ósea que al final soy la víctima. ― ¿Victima? No pusiste ninguna pega en drogarme para poder satisfacer tus deseos, que por cierto, no están nada mal. Si hubieras sido más abierto conmigo, no habríamos tenido que llegar a esto. ― ¿Abierto? No hablar más de las vacaciones fue idea tuya y de tu hermano. No tener sexo y descuidar tu aspecto es cosa tuya. Yo lo intento casi a diario. ― No lo intentes, hazlo, es lo que llevo años esperando. Tuve que emborracharme para que pasaras a la acción, y dejarme drogar para que repitieras. ― ¿Quieres decir…? ―Me callé, piensa rápido, me dije. ― ¡Bájate las bragas! ―me salió sin pensar― y date la vuelta ―espete. Y para mi sorpresa, sin mediar palabra, se bajó el tanga, se giró, y como leyendo mis pensamientos, se inclinó sobre la mesa de la cocina. Me acerqué por detrás, le cogí las tetas sobre la fina tela del camisón, y me bajé el pantalón. Acerqué mi mano a su entrepierna, y estaba empapada. Dirigí mi polla a su húmedo coño, y se la metí, lentamente. Con una mano, presioné su espalda contra la mesa, mientras la otra pellizcaba uno de sus pezones y manoseaba su duro pecho. Comencé a bombear con más ritmo y fuerza, ella empezó a jadear, y nos corrimos a la vez, en un sonoro y acompasado orgasmo. Me retiré un poco, y sin decir nada, Vanesa se arrodilló delante de mí y comenzó a chuparme la polla como solo ella sabe. Terminó de dejarla limpia y se incorporó. Un hilo de semen resbalaba entre sus muslos. Se me ocurrió decir― No desperdicies nada. A lo que, sin mediar palabra, con los dedos, recogió el semen, introduciéndolos posteriormente en la boca, lamiendo golosa e insinuante. Volvió a deslizar la mano entre las piernas, introdujo varios dedos en su mojado coñito, y repitió la maniobra. Mirándome con ojos de vicio, me preguntó― ¿Está mejor así? ― Mucho mejor― le dije. A partir de ese día, nuestra vida sexual cambio por completo. Alternamos sexo duro, con sexo pasional, bondage y fetichismo, con románticos encuentros, y como pareja, estábamos en una infinita luna de miel después de 10 años casados.
Rompiendo la monotoníaEn estos relatos, Ángel, narra las absorbentes aventuras con su mujer, su cuñado y la esposa de este. El final es inesperado. Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí. |
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