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La Página de Bedri
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Para empezar esta historia, voy a contar un poco sobre mi mujer y yo. Tenemos 45 años y nos conocimos hace 10, procedentes de sendos divorcios, y coincidiendo por los avatares de la vida. No me voy a extender mucho en esto ni en cómo somos, yo 1,85 m, 78 kg, atlético pero no fibrado, me gusta tomar mis vinos, y comer bien, y depilado y rapado, para disimular mi incipiente calvicie.

Vanessa, mide escasos 1.60m, y pesa unos 45 kg. A pesar de no hacer deporte, y gustarle la buena comida, se mantiene muy bien. Es ancha de cadera y usa una talla 90 de sujetador, aunque no lo necesita, pues siempre me ha llamado la atención, que la ley de la gravedad y los años, al contrario que en mi ex, en ella no han causado estragos, teniendo todo muy bien puesto y en su sitio. Vamos, somos lo que viene siendo una pareja normal.

Los primeros años, el sexo, era como de adolescentes, a cualquier hora, en cualquier sitio, y cualquier excusa era buena para tener relaciones. Tengo ido a trabajar de doblete, por pasar la noche haciéndolo, y repetir al llegar de trabajar; la verdad, que era intenso. Poco a poco, con el paso del tiempo, se fue haciendo más monótono, solamente en casa, en la cama y llegaban a pasar semanas sin hacerlo. Después ella tuvo una profunda depresión por motivos personales, que termino de espaciar más el tiempo entre relación y relación, a veces más de un mes. Además, con los antidepresivos, y a pesar de que cuando nos poníamos, ella se excitaba a tope, no conseguía llegar al orgasmo, quedándose siempre a medias y yo, con una frustración tremenda, y con sentimiento de culpa, por haber terminado, y ella no.

En el sexo, fuimos también de más a menos, al principio, quizás por la novedad, y la falta de confianza para decir no, probamos muchas cosas, posturas, oral con final en la boca, intentos de anal, antifaces, atada, etc. pero todo fue a menos también. Excepto el sexo oral, ese sigue siendo un habitual las pocas veces que ya lo hacemos; además, siempre me llamo la atención, para ser bastante “mojigata” (no ha visto nunca porno, es más le ofende) lo bien que lo hace. A mí no me gustaba especialmente, mis ex, no tenían mucha idea, está claro, porque la primera vez que Vanesa me lo hizo, termine en su boca, y jamás lo había conseguido.

Yo, a ella, se lo hago siempre, las pocas veces que ha tenido orgasmos con la medicación, ha sido con el sexo oral. Se vuelve loca, será que tampoco se me da muy mal. Pero el tema es que, por uno u otro, pasan semanas sin tocarnos, y eso, a mí, particularmente, me empieza a pasar factura. Consumo porno a diario, me masturbo con 45 años como si tuviera 18, fantaseo con Gangbangs, BDSM, he incluso me he planteado, buscar una amante, o pagar por sexo, algo que jamás he hecho. Y vuelvo otra vez a los remordimientos, porque la amo demasiado, como para hacerle daño.

Y después de extenderme en la presentación más de lo que pensaba, comienza realmente la historia. Y comienza unas vacaciones improvisadas, con un descanso en su trabajo que no contábamos, y una época de poco trabajo para mí, que me permitió cerrar el negocio unos días.

Nos fuimos a una casa rural, en una zona apartada de la montaña vasca, una casa de ensueño, con chimenea, rodeada de naturaleza, y bastante alejada de las demás casas. Como la casa era grande, sin decirle nada, invité a su hermano y cuñada, que estaban pasando una mala racha.

Una vez en la casa, deshaciendo las maletas, aparecieron ellos. Vane se quedó un poco perpleja, y le comenté que se lo había dicho para que también desconectaran un poco, pero no pareció agradarle mucho la sorpresa. Nos saludamos, vimos la casa, tomamos las habitaciones, y nos fuimos fuera, a preparar una barbacoa, pues el tiempo invitaba a ello.

Manuel, mi cuñado, es un poco mayor que nosotros, pero hace mucho deporte y cuida mucho su aspecto. Silvia, su mujer, tiene nuestra edad, y tras superar una enfermedad hace un par de años, se ha puesto en plan de cuidarse un poco y bajar algún kilo.

No está gorda, pero le sobra alguno. Con la parrilla, empezamos a beber vino, pues el coche no se iba a mover, y me sorprendió Vanesa, cuando se sirvió la segunda copa, porque nunca bebe. Le dije, en un aparte, que tuviera cuidado con la medicación, y me susurró, que al saber que veníamos aquí, había dejado de tomarla unos días, para ver si recuperaba algo de lo perdido este tiempo― Ya sabes… ―Me dijo―Pero me lo has estropeado.

Yo me quede un poco perplejo, pero intente quitar hierro diciéndole― No te preocupes, si lo dices por ellos. La casa es grande, y además ¿A qué piensas que vienen?

La tarde transcurrió amena, entre risas, copas de vino y carne. Empezó a refrescar y decidimos ir dentro, encender la chimenea y jugar algún juego de mesa.

Vane, que estaba bastante perjudicada tras varias copas, jamás la había visto así, sugirió las cartas, y Silvia, también algo alegre, pero no como Vanesa, pues está más acostumbrada, me miro pícaramente y soltó.

― ¿Strip póker?

Yo me reí nerviosamente mirando a Manuel y Vanesa, que para mi asombro, asintieron entre risas.

― Necesito algo más fuerte que el vino para esto ―comenté mientras iba a mi cuarto a por una botella de Bourbon.

Y empezamos a jugar. Soy malísimo con las cartas, pero de póker se algo más, y aunque me pareció raro no fui el primero en perder prenda. Manuel empezó perdiendo, después Vane, yo, Silvia, Vane otra vez… y una hora después y media botella de Bourbon, mi mujer y mi cuñada en tanga, yo en calzoncillos y Manuel en camiseta y calzoncillos. A todo esto, Vanessa ya llevaba dos chupitos. Yo miraba las tetas de Silvia, algo caídas, pero voluminosas, una 105 calculaba, comparándolas con las de Vanesa, y pude ver como Manuel, miraba sin disimulo el cuerpo de su hermana, solo tapado por el diminuto tanga, pero demasiado mareada como para darse cuenta. Fue la primera en perder y quitárselo todo, sin pudor, dejando a la vista su recién y perfectamente perfilado coñito, mientras hacia un pequeño contoneo. Yo esperaba que mañana no se acordara de nada, porque sabía que se iba a morir de vergüenza.

Después perdí yo, y medio empalmado por la situación, me quité el bóxer, mientras Silvia y Vanesa animaban como si estuviesen en un espectáculo de boys. Jamás vi a mi mujer en ese plan, y la verdad, me excitaba.

Al final gano Silvia las dos partidas siguientes, acabando mi cuñado desnudo también, y Silvia, como ganadora, dijo que todos teníamos que darle un beso, y pensaría en quedarse como nosotros, desnuda, si le satisfacían. Mi cuñado le dio un profundo y largo beso, yo me acerqué sin saber muy bien que iba a hacer, pero Silvia tomó la iniciativa y me metió la lengua hasta el fondo un buen rato, lo que acabó de hacer estallar una erección en mí como hacía mucho tiempo no tenía. Le tocaba a Vanessa, que ni corta ni perezosa, se tiró a la boca de su cuñada. Esa imagen provocó en Manuel una erección y en mí una excitación tremenda. Silvia se quitó el resto de la ropa, y lució totalmente depilada, al igual que mi cuñado. En ese momento nos fuimos al sofá, cada uno con su pareja, y empezamos a besarnos y tocarnos por todas partes, totalmente excitados y fuera de sí, por lo que decidimos irnos a nuestros cuartos.

En mi cabeza rondaba algo hacía tiempo, y decidí poner en juego mi fantasía, visto lo desinhibida que estaba Vanessa. Le sugerí atarla a la cama, a lo que no se opuso, y así lo hice. Con unos cinturones até sus piernas separadas a las patas de la cama, y con otro, las dos manos juntas, por encima de la cabeza al cabecero. Usando un pañuelo grande de los suyos, le vendé los ojos. Me aparté un poco para disfrutar del espectáculo. Su delgado cuerpo, completamente desnudo e inmovilizado, sus pezones duros y erguidos, las piernas completamente separadas con su vulva abierta, expuesta, brillante por la excitación, y el contoneo sensual de su cuerpo, expectante, indefenso, sin saber que le iba a pasar. Me entraron unas ganas tremendas de follármela directamente. Pero me resistí. En silencio salí en dirección al cuarto de mis cuñados, pero cuál fue mi sorpresa, cuando los encuentro tras la puerta, observando lo que hacíamos. Les hice un gesto para que entraran, lo que hicieron inmediatamente. Manuel se echó la mano a su erecto pene, mirando a su hermana en esa situación, y Silvia me miró, mientras se acercaba a la cama y comenzaba a mordisquear los pezones de Vanesa, que respondió con un gemido y retorciéndose de placer. Manuel, sin ni siquiera buscar una mirada de aprobación en mí, se dirigió al otro lado de la cama, y comenzó a acariciar las piernas a su hermana, que, por un momento, puso expresión de que algo no le cuadraba, pero cuando la mano de Manuel, comenzó a acariciar su vulva, y su boca succionó su otro pezón, la expresión se convirtió en rostro desencajado de placer y gemidos.

Me uní a la fiesta, cogiendo las tetas de Silvia por detrás, porque llevaba toda la noche con unas ganas tremendas de hacerlo. Después Manuel se concentró en besar a su hermana, mientras Silvia comenzaba de nuevo a masajear y chupar los inhiestos pezones de Vane, y yo comencé a besarle y succionarle el clítoris mientras le iba introduciendo dos dedos en su mojada vagina. Creo que no tardó más de cinco minutos en tener un orgasmo como nunca le había visto. Estaba claro que la situación, la ausencia de medicación y tres personas dedicadas a darle placer, estaban dando resultados. Manuel se hizo sitio, para ponerse sobre Vane, y comenzó a penetrarla lentamente, Silvia tomó mi polla y se la acercó a la boca a Vanesa, que inmediatamente, comenzó a chupármela. Silvia se puso a su lado y empezó a alternar en su boca mi polla y la lengua de Vane. Mientras los envites de Manuel eran cada vez más rápidos y fuertes.

Le indiqué que aflojara, mientras me dispuse a desatar las piernas de mi mujer.

Aun atada por las manos, Manuel se acostó boca arriba a su lado, mientras Silvia y yo ayudamos a Vane a acomodarse encima suyo, y ser penetrada nuevamente por su hermano. La inclinamos hacia delante, y Silvia lubrico eficazmente el culo de mi mujer, mientras le introducía un dedo, alternado este con su lengua. Después, fueron dos los dedos, y llenó su boca con mi polla, para luego guiarme al agujero que tanto había soñado poseer, y ayudarme a penetrar analmente a mi mujer, como tantas veces había fantaseado. Vanesa hizo una leve mueca, para después dejarse llevar. Emprendí un ritmo fuerte, y, con sus dos agujeros llenos, gemía y se retorcía loca de placer y de lujuria; Mientras Silvia, acomodaba su vulva en la boca de su marido, para dejarse comer mientras nos follábamos rítmicamente a su cuñada.

Yo sentía que no podía más, y un orgasmo tremendo estalló dentro de mí, y me corrí en el culo de mi mujer, jadeando, mientras ella se dejaba ir también de nuevo, en su segundo orgasmo, aún más intenso que el primero. En ese momento, Manuel, también empezó a jadear y se corrió dentro de su hermana, mientras Silvia lo hacía en su boca, agarrada al cabecero de la cama.

Salí del culo de mi mujer, y Silvia se arrodillo a chuparme los restos de semen que aun salían de mi polla, mientras Manuel se zafaba de su hermana y le metía la suya en su boca. Un rato después y exhaustos, se fueron sin mediar palabra. Yo desaté y quité la venda de los ojos a Vanesa. Contemplé su cuerpo, chorreando semen por el culo, boca y coño, la tapé un poco, me metí en la cama con ella y nos dormimos.

Al día siguiente, despertamos tarde, Vanesa se fue a la ducha, yo fui detrás, nos duchamos juntos e hicimos el amor lentamente bajo el agua. Yo aún recordaba la noche anterior, pero ella no hizo ningún comentario. Salimos a la cocina, y mi cuñada estaba haciendo el desayuno. Todo parecía normal, como si nada hubiera pasado. Hacia un día espectacular, unos 25 grados que, para ser el norte, ya es una buena temperatura. Vanesa fue al baño y un rato después salió, con un albornoz, y dijo― Voy a aprovechar el día, y tomar el sol.

― ¿Trajiste bikini? ―Le pregunté.

― No, pero después de lo de anoche, creo que no me hace falta ¿no? ―Comentó.

Manuel, me miro sorprendido, y añadió― Creo que ayer se nos fue un poco la cosa de las manos, y sería mejor olvidarlo y no volver a hablar de ello.

― ¿Olvidarlo? ―Dijo Vane― Yo tengo vagos recuerdos, imágenes sueltas, el alcohol no me deja muy claro nada, pero lo que recuerdo, me excita sobremanera, y creo, que lo mínimo que me debéis, es repetirlo para qué lo disfrute como hicisteis todos vosotros, ¿o no? Y ahora me voy a tomar el sol ―Y dicho esto, se quitó la bata y completamente desnuda se fue a la hamaca. Manuel la miraba, un poco cortado y de reojo, y Vanesa le dijo.

― Creo que has visto y usado cada rincón de mi cuerpo ¿y ahora te cortas de mirarme? Vamos, que somos adultos, no seas chiquillo.

Dicho esto, salió y Silvia la siguió, desnudándose también para tomar el sol. Las seguimos como corderitos, estaba claro quién dominaba la situación en ese momento.

Después de una buena recarga de vitamina C y una buena comida, las chicas estuvieron hablando un rato y Silvia dijo― Iros a descansar, nosotras vamos a prepararnos bien para dar a Vanesa la noche que se merece. Coger fuerzas, las necesitareis.

Y dicho esto, se fueron al cuarto que estaba libre.

Serian aproximadamente las 8 de la tarde, cuando Silvia reclamó nuestra presencia.

Estaba en ropa interior, lencería muy sexy. Un minúsculo y transparente tanga, dejaba ver su vulva completamente depilada, y el sujetador, apenas podía sostener sus enormes tetas. Los pezones, duros, amenazaban con desgarrar la tela que los cubría y salirse.

La seguimos a la habitación sin decir nada. El espectáculo era digno de mis mejores fantasías. Vanesa estaba en la cama completamente desnuda. Boca abajo, con unos cojines bajo el vientre que elevaban sus caderas, dejando completamente expuesto su culo y su coño. Entre sus nalgas se distinguía algo brillante y redondo, que identifique como un dilatador metálico, como los que tantas veces había visto en los videos de BDSM que consumía. De su coño, salían dos cables, que terminaban en dos electrodos pegados a sus nalgas. Los cinturones habían sido sustituidos por unas correas de cuero con grilletes que estiraban sus brazos por encima de la cabeza hasta el cabecero de la cama. Las piernas, separadas al máximo por una barra metálica extensible, y con correas en los tobillos, pero sin atar a la cama, para tener más libertad de movimiento con ella, supuse. El pañuelo de los ojos lo suplía un antifaz negro de piel, y en su boca lucía una mordaza con bola, por la cual resbalaba abundante saliva. Me excité al momento, preguntándome de donde había salido todo aquello. Distinguí una maleta a un lado de la cama, con fustas, cadenas, grilletes, consoladores y demás parafernalia sado.

Manuel comentó mirando a Silvia ― Nunca pensé que íbamos a usar “la maleta” así, este fin de semana.

Lucía una espléndida erección y Vanesa se estremeció un poco al oír la voz de su hermano.

Silvia cogió un látigo de varias colas, y comenzó a azotar el culo de Vanesa, primero suavemente, y aplicando poco a poco más fuerza en los golpes, mientras decía― Nos ha salido putilla la cuñada, habrá que darle lo suyo. Ja, ja, ja.

El culo de Vanesa lucia rojo ya por los azotes recibidos.

Vi un pequeño mando a distancia en la mesilla, me acerqué y lo cogí. Sin decir nada oprimí uno de los botones, y un ligero zumbido salió de la entrepierna de mi mujer, a la vez que esta se empezaba a retorcer y jadear. Estaba claro que tenía un vibrador en la vagina. Volví a darle y el zumbido aumentó de intensidad, así como los contoneos y jadeos. Había otro botón, que presione, y Vanesa lanzo un pequeño grito, ahogado por la mordaza, mientras su cuerpo se tensaba y Silvia se reía.

― Parece que tu marido encontró el botón de las descargas. Ja, ja, ja ―dijo.

Inmediatamente volví a darle, manteniendo más tiempo pulsado el botón. El cuerpo arqueado y tenso de Vanesa, empezaba a sudar, por la tensión de las descargas y la excitación que se apoderaba de ella. Solté el botón y oprimí varias veces el de la vibración, y entre convulsiones y jadeos, se corrió por primera vez esa noche.

Le dimos la vuelta en la cama, y vi que unas pinzas metálicas, unidas entre sí por una fina cadena metálica, habían estado castigando sus pezones todo ese tiempo. Manuel le quitó una de ellas y atrapó el pezón con sus dientes, apretando y chupando, y obteniendo la respuesta esperada en su hermana. De nuevo jadeos y contoneos, y un incesante hilo de saliva caía por la comisura de la boca y la bola de la mordaza. Silvia hizo lo mismo con su otro pezón y yo le saqué el vibrador aun zumbando, que era de un tamaño considerable. Vi por primera vez también que su perfilado y arreglado monte de Venus, había desaparecido y lucia completamente depilada. Lamí su vagina e introduje un par de dedos dentro, mientras succionaba con fuerza su hinchado clítoris. Creo que estaba a punto de correrse de nuevo, por lo que bajé un poco el ritmo y le di un par de cachetes en el culo, para que le bajase la excitación.

Mis cuñados estaban afanados en sus tetas, mordiendo con fuerza sus pezones, amasándolas y retorciéndolas, pellizcando y poniendo de vez en cuando las pinzas y tirando con fuerza de la cadena, tanto, que parecía por momentos que se los iban a arrancar. Vanesa estaba como ida, entre el placer y el dolor.

Yo no podía más, por lo que me tumbé sobre ella y la penetré de golpe. No fue difícil, pues estaba empapada, y comencé a follarla como si no hubiera un mañana. Silvia le quitó la mordaza y puso su coño sobre su boca, para que se lo comiera, mientras Manuel se situaba también sobre su cara y comenzaba a follarse a su mujer. Me corrí en poco tiempo, pues la excitación era máxima, Silvia frente a mi cara, se estaba corriendo también. Vanesa se vino inmediatamente en un sonoro orgasmo, y Manuel lo hacia dentro de su mujer al poco tiempo, mientras mi mujer lamia los restos que salían de la vagina de Silvia. Esta cogió mi polla, ya fuera, y comenzó a chuparla para dejarla limpia y casi en plena forma de nuevo. Manuel apartó el culo de su mujer de la cara de su hermana, e introdujo su polla en su boca, para que hiciese lo mismo con ella.

Levantamos a Vanesa de la cama tras desatarle las manos, pero aun con la barra en los tobillos. Tuvimos que sujetarla para que no se cayera al suelo. Se veía exhausta. Manuel sacó unas correas de la maleta y hábilmente ató las manos de su hermana, una al cabecero y otra al lado de los pies de la cama, quedando en cruz. Por su boca y su entrepierna resbalaba un fluido mezcla de semen, saliva y sudor, y el maquillaje de su cara estaba diseminado por toda ella. Ese aspecto grotesco, me excitó de nuevo. Había soñado con esa imagen delante de mí muchas veces, pero nunca pensé que sería la mujer que tanto quería.

Manuel me acercó un látigo, y Silvia le puso de nuevo las pinzas en los pezones, esta vez conectadas a unos cables que iban a una caja que tenía en la mano. Además, de cada pinza colgó unas pequeñas pesas que tiraban de los pezones hacia abajo con fuerza. La primera descarga no tardó, y debió de dolerle, pues el grito fue grande, acompañado de una lágrima en su ojo derecho.

― ¿Paramos? ―Le dije. A lo que negó con la cabeza.

Manuel le puso la mordaza de nuevo. Empezamos a acompasar descargas en los pezones, con el látigo por todo el cuerpo. No imprimía demasiada fuerza, pues no quería dejarle marcas, pero la suficiente como para que su cuerpo fuese tomando un color rojizo en las zonas castigadas, especialmente nalgas y pechos. Un buen rato después, paramos. Manuel se puso tras ella y le sacó el dildo del culo, que aún seguía allí. Silvia lo chupó con lascivia, mientras Manuel aflojaba un poco las correas, sentaba a Vanesa sobre él, y le metía la polla en el culo, que aún no había probado. Yo frente a ella, le levanté la barra de los pies, me acomodé entre sus piernas y de un golpe volví a metérsela en el chorreante coño. Atada en cruz a la cama, semisentada sobre su hermano con su polla en el culo y la mía en el coño, Silvia se afanaba en darle descargas en los pezones y lamerle toda la cara. Tardamos muy poco en volver a corrernos los tres. Desatamos a Vanesa y Silvia se ocupó de limpiar todo el semen que de ella salía, mientras Manuel y yo, uno a cada lado de la cama, le quitamos el bozal, para que hiciera lo propio con nuestros miembros.

La verdad que se nos veía cansados a todos, sobre todo a Vanesa, pero ese afán en chuparnos la polla, la situación, Silvia limpiando con la legua cada rincón de su cuñada, todo eso junto provocó en mi otra semiereccion. Yo no me creía lo que estaba viviendo con mi edad, y mucho menos con quien. El colmo ya fue cuando Silvia se colocó en la postura de 69 sobre Vanesa, y las dos empiezan a comerse los coños como si hubiesen sido lesbianas toda la vida; Me situé detrás de mi cuñada, mi polla medio erecta entre sus nalgas recibía lametones de mi mujer y volví a estar en forma al momento. Observé un dildo en el culo de Silvia, que no dudé en sacar y sustituir por mi polla inmediatamente, pues era la que menos había disfrutado en su cuerpo durante el fin de semana. Alterné envites en su culo y su coño, mientras Manuel, que llevaba un rato comiendo el coño de Vanesa junto a Silvia, se acomodó y penetró a su hermana medio de lado. Estuvimos un buen rato dándole en esa postura. Silvia fue la primera en correrse, mientras mi polla estaba en su culo y su clítoris en la boca de Vanesa. Esta se corrió casi de inmediato, presa de la follada de su hermano y la comida de coño que le proporcionaba su cuñada. Manuel lo hizo de inmediato al ver a su mujer y su hermana presas de un orgasmo incontrolado, y detrás me vine yo, que no pensaba que quedara más semen en mi interior.

Silvia se apartó un poco para, una vez más limpiar la polla de su marido y el coño de su cuñada, mientras esta, se afanaba en chupar y limpiar la mía, y un chorro resbalaba desde el culo de Silvia, sobre su boca.

Poco a poco nos fuimos separando, a los baños, a ducharnos y descansar. Esa noche dormí como un niño, pero mil imágenes me venían continuamente a la cabeza. Lamenté no tener una cámara y haberlo grabado todo, para poder creerme en un futuro que no había sido un sueño.

Al día siguiente nos levantamos, desayunamos, y Vanesa dijo― Jamás pensé que pudiera pasar lo que pasó, disfruté como una loca, pero lo que paso aquí, aquí se queda. Nunca hablaremos de ello, y jamás se repetirá.

Todos asentimos con la cabeza, pero a mí me invadió una tremenda pena.

Volvimos a casa, a nuestras rutinas. Vanesa comenzó el tratamiento de nuevo. El sexo volvió a espaciarse en el tiempo, y los orgasmos desaparecieron una vez más. Yo volví a mis fantasías, el porno y la masturbación.

MARORI69.

 

 

Rompiendo la monotonía

En estos relatos, Ángel, narra las absorbentes aventuras con su mujer, su cuñado y la esposa de este. El final es inesperado.

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