La Página de Bedri
Relatos prohibidos viaje sin retorno
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Volvimos a coincidir unas vacaciones con mis cuñados. Solo nos habíamos visto en contados encuentros familiares, pues por trabajo se habían ido a vivir fuera. Yo era reacio, pues a pesar de que todo empezó con ellos, ahora tenía miedo que algo pudiera estropear lo que teníamos. Pero el día llegó, y allí estábamos de nuevo los cuatro solos ¿Que pasaría? El encuentro fue muy normal. Besos, abrazos y risas, nada fuera de lo común en una relación familiar. Contando banalidades de todo el tiempo que no nos veíamos, el nuevo trabajo de Manuel, la salida por completo de la enfermedad de mi cuñada, y lo bien que se encontraba, el finalizar el tratamiento de mi mujer, la buena marcha de mi negocio, etc. Esta vez, estábamos en un apartahotel de la costa andaluza. Queríamos sol y descanso, desconexión de la rutina y teníamos una semana entera por delante para nosotros. Después de instalarnos, y ver el apartamento, que tenía jacuzzi en la terraza así como una pequeña piscina, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo y buscar un sitio para cenar. Regresamos al apartamento, y nos servimos unas copas en la terraza, todo muy cordial y tranquilo. Hicimos planes para el día siguiente, y nos fuimos a dormir. Parecía que la semana iba a ser muy tranquila. Al día siguiente, cogimos un 4x4 de alquiler y nos fuimos a una cala que Vanesa había visto por internet. Tardamos más de media hora, atravesando un bosque y pistas sin asfaltar, que hicieron mis delicias, soy un apasionado del todoterreno desde siempre. Llegamos a la cala y me sorprendió que estuviéramos completamente solos, a pesar de ser Julio y las 11 de la mañana. Aparcamos y bajamos. Colocamos toallas y demás y las chicas, comentaron que mientras no hubiese nadie, harían topless. Silvia lucía una bonita figura, era evidente lo que había adelgazado, pero sus tetas, seguían siendo de buen tamaño. Sus pezones estaban duros y exultantes y pude apreciar en su culo varias marcas relativamente recientes, pero curadas, de haber recibido látigo o fusta. Me empalmé solo de imaginarla atada y castigada. Vanesa, estaba esplendida, dejar el tratamiento la había hecho bajar algún kilo extra, el gimnasio la mantenía muy en forma, y la genética, mantenía todo en su sitio, a pesar de los 46 años recién cumplidos. Sus tetas, pequeñas pero firmes y duras, y esos pezones, duros como piedras, siempre insinuantes. De hecho, pocas veces iba sin sujetador, por lo mucho que se le marcaban, lo que la hacía sentir incomoda y observada. Me pidió un poco de crema y se tumbó en la toalla para que se la pusiera. Insistí, para mi deleite, en esas dos pequeñas montañas, con la excusa de que su blanca piel podía quemarse. El magreo y el roce con los pezones, incremento mi excitación, dejando un buen bulto en mi bañador. Manuel no había perdido ojo en ningún momento, mientras extendía crema sobre la espalda y muslos de Silvia, tendida boca abajo. Observé también un buen bulto en su entrepierna. Nunca había hablado de lo ocurrido hacia un año, pero era evidente, que también lo recordaba por como miraba a su hermana. Pasamos la tarde entre sol y baños, y acordamos irnos a duchar y cambiar para salir al atardecer a tomar algo antes de cenar. En el apartamento, mientras nos turnábamos en la ducha, tomamos varias cervezas, y ahí empezó un poco a cambiar la cosa. Las cuñadas salieron ya arregladas, muy sexis. Silvia con un vestido bastante corto y ajustado, con generoso escote, dejaba ver la parte de arriba de un biquini negro anudado al cuello, pero sus tetas, amenazaban con escapar de aquella cárcel de tela. Vanesa llevaba una minifalda vaquera y un top, y para mi sorpresa, sus pezones delataban que iba sin sujetador. Silvia, como siempre, llevaba la voz cantante, y entre risas y miradas de complicidad con mi mujer, nos dijo― Tomar uno de estos mandos cada uno, extendiéndonos dos mandos a distancia similares a los de un garaje, nos controlan. Ja, ja, ja. Manuel y yo nos miramos sin saber de qué iba la cosa, y ellas se partían viéndonos la cara de sorpresa. ― Nos hemos puesto unas tangas vibradoras, y las controlan esos mandos, pero no sabéis cual controla a quien, y vamos a intentar toda la noche que no lo sepáis. Mientras, podéis usarlos a vuestro antojo, intercambiarlos, lo que queráis. Gana el que acierte y pierde la que tenga un orgasmo antes, bueno o gana, según se mire. Ja, ja, ja ―rio. Y salimos. Con el mando en mi bolsillo, apreté un botón, pero no parecía ocurrir nada, las chicas iban delante y no noté ningún cambio ni estimulo en ninguna. Miré a Manuel, que llevaba el mando en la mano e iba dando toques a los botones, pero tampoco parecía pasar nada. Le imité, y después de unos metros caminando, las chicas se detuvieron, se dio la vuelta Vanesa, y mirándonos dijo― Aflojar un poco, o no llegamos a la cena. Un ligero rubor se apreciaba en sus mejillas, y sus pezones parecía que iban a rasgar la tela del top. Seguimos a una terraza cercana, frente al paseo marítimo. La calle estaba concurrida, y la noche era perfecta, unos 24 grados y una ligera brisa. Sentados, me dediqué a observar a una y otra mientras daba toques al mando. En un momento creí que tenía a Silvia, porque, tensa, pareció quererse acomodar en la silla, pero siguió hablando tranquilamente. En otro momento era Vanesa, la que se movía, pero no podía tener claro nada. ― Si se levanta una al baño, le das tú al mando sin parar, a ver si la que queda hace algo― Le susurré a Manuel que asintió. Seguimos tomando algo y alternando los mandos. Pero nada parecía suceder. Eran realmente buenas, o todo era una farsa. Llegamos al restaurante, y teníamos una mesa en la terraza, apartada del resto, porque no queríamos tener el humo de los fumadores encima. Silvia se levantó al baño, y Vanesa quedo sentada, sola frente a nosotros. Al rato, estaba moviéndose, contoneando la cadera y mordiéndose el labio inferior, mientras nos miraba, como pidiendo clemencia. Sus pezones estaban aún si cabe, más duros y provocativos. Mantuvimos la cara de póker, estaba claro quién tenía su mando, pero ella no lo sabía. Silvia se sentó, y Manu paró. ― Menos mal que llegaste, estos hijos de puta, casi hacen que me corra aquí mismo y no sé quién fue ― dijo Vanesa. Los cuatro nos reímos, y comenzamos a cenar. La noche prometía. Los cuatro juntos, pasábamos de una relación normal entre hermanos y cuñados, a la más absoluta complicidad, en un abrir y cerrar de ojos. Quien más me asombraba era Vanesa, por como solía ser de recatada, aunque últimamente estaba más desinhibida conmigo, y nuestra relación había mejorado como de la noche al día. Decidimos ir a bailar un poco. Un par de copas, unos bailes, risas, y unos mandos a distancia intercambiados. Yo tenía a Vanesa ahora. Empezamos a bailar de nuevo y Vanesa se me abrazó diciendo― No sé quién de los dos es, pero ya me corrí dos veces, y estoy cachondísima otra vez. Sonreí, pensando lo morboso de la situación, pero me extrañó, porque yo no estaba pulsando el botón. ― ¿Vamos al apartamento? ―Le dije. ― Si ―respondió. ― Chicos, nos vamos ¿os venís? ―Preguntamos a Manuel y Silvia. ― Sí, yo necesito follar ¡ya! ―Exclamó ella. Volvimos al apartamento, con varias paradas para morreos y magreos en zonas oscuras, cada uno con su pareja. Los toques en los mandos eran continuos. Al llegar, Silvia dijo― Lo primero es lo primero, el juego ¿Quién me manejó a mí al principio? Lo sé porque repartí los mandos. ― ¿Yo? ―Pregunte. ― Sí, yo también lo creo ―Dijo Manuel. ― Cierto ―dijo Silvia. ― Ángel ―me dijo―Hiciste que me corriera tres veces, eres un cabrón. ― Yo lo hice 2, hermanito, ya te vale ―dijo Vanesa entre risas. ― Bueno, pues parece que somos los ganadores, acertamos y vosotras no lo soportasteis ¿cuál es nuestro premio? ―Dijo Manuel. Empezando a desnudarse entre ellas y ambas respondieron al unísono― Nosotras ―y se fundieron en un apasionado beso. Se fueron quitando la ropa entre besos y caricias, y cuando llegaron a los tangas, estaban empapados, parecían recién sacados del agua. Se veía que habían disfrutado y que estaban como perras en celo las dos. Desnudas, Silvia se tumbó en el suelo, mientras Vanesa ponía su húmedo coñito en su cara y tomaba su clítoris en la boca, y lo succionaba y lamia golosamente. Silvia a su vez hacía lo propio. Manuel se acercó al trasero de su hermana, se agachó y acercó su mano a la húmeda vagina, mientras su mujer seguía lamiendo el clítoris de la mía. Introdujo un dedo dentro de ella, y jugueteó un rato, para luego meter dos, tres y hasta cuatro dedos. La tenía como loca. Me tumbé de lado frente a la cara de mi mujer y saqué mi erecta y dura polla para acercarla al coño de mi cuñada. Vanesa, hábilmente pajeada por su hermano, dejo un momento el coño de Silvia para tomar mi polla en su boca y chupar y lamer como ella sabía. De repente, noté que mi pene se hundía completamente en su boca, rozando su garganta y provocándole una arcada. Su hermano acababa de meterle la polla de un fuerte envite mientras me la chupaba y sin esperarlo. Seguimos un rato así, pero Silvia había quedado desatendida momentáneamente, por lo que dirigí mi polla a su coño, y la penetré. Vanesa volvía a comérselo mientras yo me la follaba. Por detrás, Manuel se corría dentro de ella, y el semen que escaba de sus entrañas era hábilmente lamido por Silvia, quien a su vez hacia correrse a Vanesa con su boca ayudada por la follada de Manuel. Un momento después era ella la que lo hacía, mientras le comía el coño Vanesa y yo seguía penetrándola. Tardé muy poco también en notar que me venía, y justo antes, saqué la polla de su interior para correrme sobre su depilado coño, y en la cara de mi mujer, que intentaba recoger con la boca y lengua todo lo que podía. Fue un polvazo. Acabamos rotos. Nos dimos un chapuzón en la piscina y nos fuimos a dormir. Las vacaciones habían empezado de la mejor manera posible, y solo podían ir a mejor, estaba claro. Jamás pensé que ver a mi mujer entregarse a otro hombre, no solo no me importaría, si no que me excitaría, pero no era un hombre cualquiera, no era un desconocido, un amante, era su hermano, parte de la familia, y todo quedaba en casa ¿Eran justificaciones, o era realmente así? ¿Si la viese follando con un desconocido, me pasaría lo mismo? No lo sé, pero tampoco quiero descubrirlo.
Rompiendo la monotoníaEn estos relatos, Ángel, narra las absorbentes aventuras con su mujer, su cuñado y la esposa de este. El final es inesperado. Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí. |
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