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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Claudio me desea
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Pasada una semana desde el momento de sexo vivido con el nudista aun sentía molestias propias de la fisura.

No era la primera vez que me pasaba. Recordaba cuando Luis me ensarto de un envión en Chascomus o la primera vez con Claudio en el delta, cuando me hizo llorar con su cabeza sombrerito.

Ya instalado en casa compartía música, caricias y besos con Claudio. Y sexo oral hasta tragársela casi toda. Disfrutaba sus lengüetazos en mi maltratado culito.

― ¡Te deseo todo mío! ―Me decía Claudio apretándome las nalgas o mis pezones.

Debí esperar diez días, para permitirle introducir un dedo y prepararme para recibirlo en mis entrañas.

Luego de cenar, mirábamos un video en que un morocho vergón, clavaba a su antojo a un chico pelirrojo menudo. Y nos reíamos de lo que me había sucedido con los nudistas. Y bebíamos un licor exquisito. Se puso roja mi cara por efecto del alcohol y sentí deseos de ser mimado y besado.

Claudio rodeaba con sus brazos los míos; apoyando mí espalda en su regazo y en su verga ya dura. Lentamente fue quitándome la ropa. Yo hice lo mismo con él. Hasta que nos quedamos desnudos abrazados en el mullido sillón.

Claudio fue al baño y regresó con una toalla para colocar debajo de nuestros cuerpos y el lubricante que usamos cada vez que nos amamos. 

Saboreaba yo su verga; introduciéndola casi toda hasta mi garganta. Él jugaba con mis pezones y lubricaba mi ano con dos dedos untados. Luego de unos minutos. Estando de pie, él frente al sillón del amor. Levantó mis piernas hasta ponerlas sobre sus hombros. Su lengua lamio mis bolas, mi entrepierna y la ya dilatada puertita. Fue bajando mis piernas hasta su cintura y sentí su falo apoyarse entre mis nalgas. Muy suavemente hizo centro. Y ese glande con forma de sombrerito se abrió camino en mi intimidad, casi sin dolor. Luego el bombeo acompasado y mis suspiros. Cobraba velocidad su mete y saca hasta el fondo. Yo estaba embriagado de deseo por sentir a mi hombre, más el efecto del licor.

El morderme los labios de placer y la rigidez de Claudio sujetándome fuertemente por la cintura. Su falo a fondo y el ―Aghh ―que se le escapó cuando me inyectó su leche caliente; indicaban el clímax.

Quedé acurrucado entre sus brazos, de espalda a su pecho. Mientras un hilo de su descarga comenzaba a salir lentamente de mí. Permanecí con las piernas recogidas sobre el pecho. Mis nalgas semiabiertas y el roce de su piel volvían a generar deseos de ser penetrado. Permanecimos en silencio bastante tiempo. Su respiración lenta producía una leve brisa en mi nuca y cuello. Con su boca mordía levemente mi oreja. Su verga en crecimiento se apoyaba en mi culito húmedo. Y continuaba creciendo al tiempo que lo abría a su medida. En minutos, la hermosa cabeza bordó. Presionaba el segundo esfínter volviendo a estar toda en mí.

Claudio me indicó ponerme a horcajadas en un apoyabrazos del sillón. Así, parándose por detrás. Me ensarto a fondo. Se movía fuertemente entrando y saliendo totalmente. Luego la metía rápidamente sin causarme molestia. Sino una sensación de entrega total. Notaba o imaginaba mi esfínter muy dilatado.

Comencé a gemir de placer y a venirme cuando Claudio me giro, introdujo su verga en mi boca y se derramó. Con mi lengua acaricie esa cabezota que comenzaba a perder rigidez. Llevé una mano a mi cola y me causó alegría tocar mi ano tan abierto y sin dolor.

Luego nos quedamos dormidos sin higienizarnos. Así permanecimos dos horas, embebidos en nuestros jugos. Recobrando fuerzas.

Rober

 

 

Claudio

Rober nos habla de Claudio, uno de sus amantes

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