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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Días de playa y sexo
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Querido Bedri:

Hace unos días tomé un breve asueto, una escasa semana que dediqué a tomar el sol, bañarme, leer, dormir, descansar, pasear, bailar y follar con mis sobrinos predilectos.

Estaba buscando un hotelito en una zona de playa cuando mi sobrino propuso ir a la casita de sus padres, una pequeño chalecito en una zona de costa cuajada de pequeñas calas y playas poco concurridas. Acepté la propuesta y como no podía ser de otro modo, después del encuentro a tres que te narré, el otro también se unió al plan.

Como nos gusta aprovechar el tiempo nos fuimos ya de viernes tarde en el coche de mi sobrino, conmigo sentada delante, con mi vestidito de rosa, el de generoso escote, sin sujetador. No creo necesario decir que en la primera parada en un cruce con stop, la falda ya había sido retirada y la mano del conductor hurgaba entre mis muslos. Como tampoco es imprescindible enumerar las veces que mi sobrino sentado detrás introducía la mano en el escote o me estrujaba las tetas a manos llenas.

Tampoco creo necesario decir que nada más llegar, mientras uno descargaba los bultos, conectaba los servicios de gas y electricidad, disponía los víveres en el frigorífico y subía los equipajes a los respectivos cuartos, el otro me echaba un excelente polvo sobre el sofá. De la misma manera no creo interesante explicar cómo el otro me follaba en el mismo sitio y de la misma excelente manera. Y es que tengo dos sobrinos que saben cómo hacerme el amor. Ese sofá prestó excelentes servicios durante esos días.

La cena fue rápida y frugal, luego los tres a la cama, cada uno a la suya, esa era la norma. Aunque os imaginareis que no dormí hasta después de hacer el amor con uno de ellos que tras el postpolvo me abandonó por su cama. Desperté con el beso del otro que no perdió el tiempo. Yo tampoco lo perdí. Desperté al verle y como ambos queríamos lo mismo me abrí de piernas para echar un más que correcto polvo mañanero. Sabes que me encanta la postura del misionero, proporciona penetraciones muy profundas y me permite trabajar muy poco algo que mis entumecidos músculos agradecieron.

El primer día de playa resultó increíble. Nos fuimos a una apartada y casi solitaria playa, distante un par de kilómetros de nuestro alojamiento. De camino ofrecíamos una curiosa estampa conmigo delante ataviada por un vaporoso y largo vestido de playa blanco, abotonado por delante con grandes botones negros, y cubierta por una amplia pamela blanca Iba seguida por mis dos porteadores de objetos de los más variado, desde amplios parasoles, hasta bolsas neveras y recipientes de viandas, además de las respectivas bolsas con bañadores, toallas, bronceadores y demás accesorios playeros.

La playa espectacular, cerrada por acantilados por los lados y una serie de dunas que formaban una empinada pendiente cubierta de vegetación por el lado de tierra. Mis sobrinos rápidamente montaron todo un campamento playero, donde no faltaba de nada, ni siquiera un colorido refugio parasol. El lugar elegido fue un extremo de la playa, al pie, mismo de la empinada duna casi entre la vegetación típica de las dunas marítimas. Era al extremo opuesto de donde se sitúa el chiringuito y la torre de los socorristas. Además, entre los elementos del campamento, las bolsas y demás objetos, se había formado un parapeto, aparentemente para cortar la breve brisa aunque lo que conseguía era ocultarnos de la vista de los escasísimos bañistas.

Fueron mis sobrinos quienes extendieron mi toalla sobre una esterilla de rafia plástica para así poder evitar la humedad del suelo, en medio de ambos. Me quité el vestido y me quedé con un discreto bikini, no quise resultar escandalosa. Pero no me duró mucho puesto. Empecé quitándome el sujetador al que siguió inmediatamente la braguita. Me dejé admirar porque estrenaba depilado, únicamente una fina línea de cortísimo vello adornaba mi pubis. Sabes que me gusta cambiar de decoración en esa parte de mi cuerpo, tengo la maldición de ser excesivamente velluda pero en este caso me viene muy bien, me da trabajo pero cambio bastante de dibujito.

Fui generosamente embadurnada con protector solar a cuatro manos, por delante y por detrás, nada más disponerme a tomar el sol y cada vez que me bañaba y lo hice varias veces. El agua algo fría me disparaba los pezones que tan raramente se me endurecen. Mis sobrinos me decían que salía empitonada. Y es verdad, los notaba endurecidos como notaba también duras las nalgas.

Tumbada sobre la toalla, flanqueada por mis sobrinos cuyas manos recorrían mi cuerpo, eso sí, de forma organizada, uno de cintura hacía arriba y otro de cintura para abajo, el resultado fue el esperado, y pronto empecé a gemir. Ellos, comportándose malvadamente, siguieron con las caricias hasta que me corrí, con un orgasmo largo, intenso, tremendamente húmedo. Acabé sudorosa y jadeante, así que corrí al agua y cuando regresé me tumbé sobre la espalda, con las piernas bien abiertas pidiendo que me hicieran el amor.

―¿Quién quiere hacer el amor a su tía?

Ninguno contestó porque ya tenía a mi sobrino comiéndome la boca y las tetas. El otro vigilaba. Estaba tremendamente excitada pero un poco intimidada por el escenario, había hecho el amor en la playa de noche y también de día pero eran lugares muchísimo más discretos. Pero pronto me dejé llevar y comencé a disfrutar.

―Alguien llega ―dijo el sobrino que vigilaba.

―¡¡¡Acaba, acaba querido!!!! ― dije de forma entrecortada a punto de correrme.

Y me corrí, ambos nos corrimos, al tiempo, como más me gusta. Fue una corrida intensa, con muchos fluidos, míos y de él. Creo que mi orgasmo, fue más intenso sabiendo que alguien se acercaba y nos podía descubrir en semejante actividad. Pero creo que a mi sobrino también le pasó lo mismo.

Nos dio tiempo a separarnos y a vestirnos, a mí solo la braguita del bikini y un pareo. Se trataba de un grupo de amigos en los que había un conocido de mi sobrino, veraneante habitual como él que acudió a saludarle.

Como mandan los cánones se hicieron las presentaciones, nos estrechó las manos a los tres sin apartar ni un solo momento la mirada de mis tetas. De lo que se apercibieron mis sobrinos. A los tres se les produjo una notable erección.

Cuando el conocido se retiró junto al grupo con el que había llegado, situado a unas pocas decenas de metros de nuestro campamento, mis sobrinos hicieron el comentario esperado.

―Vaya como te miraba Luís las tetas ―dijo mi sobrino.

―Parecía que nunca había visto tetas ―dijo el otro que continuó― aunque es evidente que tetas como las nuestra tía nunca las pudo haber visto.

―Por un momento pensé que te las comía ―apostilló el primero.

―Pues creo que a vosotros también os afectó bastante. ¿Os habéis dado cuenta del bulto que teníais en el bañador?

―A mí no mucho porque acabábamos recién de echar un polvo.

―Pues a mí me ha puesto como una moto ―dijo el otro.

―Me sabe mal dejarte con ganas ―le dije.

―Y a mí dejar con ganas a mi tía ―remató.

Y los tres reímos.

La situación había cambiado, podía desnudarme porque no me verían entre mis chicos pero cualquier otra actividad sería fácilmente observada por aquellos innecesarios vecinos. Y desnuda me quedé, con las manos de aquellos dos incansables recorriéndome el cuerpo. Volví a correrme con otra paja pero necesitaba más, quería polla.

―Quiero hacer el amor ―dije con la más sensual de mis voces, susurrando entre jadeos mientras los últimos espasmos de aquel orgasmo pajillero sacudían mi bajo vientre.

―Están esos …

―Vámonos a casa ―dije.

―Se irán pronto, no han traído comida ni bebida.

―Ufffff, no tengo ganas de aguantarme ―y continúe rotando la cintura de las ganas que tenía.

―Yo tampoco ―dijo mi sobrino que se metió en el refugio, colocándose al fondo después de haberse quitado el pantaloncito ―Ven tía ―dijo

Entre en el refugio y me coloqué de espaldas a mi sobrino buscando la penetración. No necesité de prolegómenos, mi sobrino tampoco, los dos estábamos tan encendidos que tenía la pija más grande y dura que nunca y yo tan mojadita como en el más deseado de mis polvos. Tanto era que la polla entro la vagina tan suavemente como si fuera un hierro al rojo atravesando la mantequilla. Y al rojo estábamos los dos. Se me abrazó, me atenazó con los brazos alrededor del pecho aplastándome las tetas. Una postura parecida a la que me hizo mi primo raro. Noté la polla de mi sobrino hurgándome las entrañas y sabiendo que teníamos personas cerca, comencé a jadear, a murmurar, a dejar que salieran de mi garganta exclamaciones de placer. La brisa marina no dejó que los vecinos oyeran nada, pero si el otro sobrino, que nos observaba detenidamente. En un momento mi sobrino me soltó los pechos y se asió a la cadera. Me dejé caer hacia delante, apoyando los codos en la arena, con medio cuerpo fuera. El otro sobrino diligentemente colocó uno de los parasoles ocultándonos del resto de la playa. Al verle allí delante con una erección tan grande bajo el pantaloncito no pude que menos que decirle

―Ven que te la chupo.

Se desnudó, se acercó y me la metió en la boca que ansiosa ya tenía abierta esperándole. Y así estábamos, como me gusta, uno follándome el coño y otro dándome su pija en la boca y con el plus de excitación de estar solo ocultos por la fina tela del parasol y del refugio. Esa sensación de riesgo de ser descubierta y la de ser observada cada vez me excita más. Si en ese momento aparece cualquier otra persona, incluso un desconocido, o desconocida, le hubiera invitado a participar ofreciéndome gustosa.

Nos corrimos, mucho y bien. Luego nos besamos con ternura. Por discreción me puse la braguita y caminé hacia el mar, me separé un poco, me la bajé y me aseé antes de regresar ya con la braguita en su lugar más adecuado, en la mano.

Solo mis sobrinos que me esperaban para volver a embadurnarme de protector solar me vieron de aquella guisa. Una hora más tarde los vecinos se fueron lo que dejó la playa prácticamente solo para nosotros. Aún no era temporada de veraneo. Solo un grupito de familias con niños se situaba cerca del chiringuito. Únicamente los periódicos recorridos del socorrista y de escasos de paseantes alteraban un poco nuestra calma.

Mientras comíamos, mi sobrino, el que vigilaba durante el segundo polvo playero, el aficionado al cine, y no solo el porno, dejó caer ―Tía tienes que plantearte hacer una película practicando sexo.

Me quedé silenciosa mientras continuó ―Nunca he visto a nadie tan buena follando, eres espectacular. Tienes que compartirlo.

― Ya tienes a la chica ¿Quién será el chico? ―le respondí melosa esperando que fuera mi otro sobrino.

―A mí no me miréis que si se entera mi novia me mata y ya sabéis el genio que tiene. Además, este otoño empiezo a trabajar con su padre ―y continuó― follar con la tía me encanta, lo haré siempre que pueda, pero como ella me gusta mucho la discreción. No me importa que nos mires mientras follamos pero salir en vídeo ni loco.

Y la cosa se quedó ahí, durante la tarde, nos bañamos, me extendieron más crema solar, follamos bajo los parasoles y en el refugio, ellos son incansables y yo más.

El sol ya estaba muy bajo sobre el horizonte, ya nadie quedaba en la playa, los últimos clientes habían abandonado el chiringuito cuando hicimos el amor por última vez ese día. Esta vez sin ocultarnos mucho. Nos habíamos ido a bañar, el último baño del día, los tres desnudos, los tres jugando, abrazándonos, les besé todo, me arrodillaba para chupársela dejando que las olas nos derribaran. Riendo y excitándonos salimos del agua, con dedos en la vagina y en el culo abrazada y besada por los dos.

Al llegar a nuestro campamento me arrodillé entre los parasoles para chuparles la polla. Al rato, cabalgaba un sobrino mientras el otro me follaba el culo. Es algo que saben hacerme muy bien. Fue un trío largo, como suelen ser últimamente, poco a poco vamos dominando la técnica, aprendo mucho de ellos. Pese a la sal y a la arena, disfruté enormemente, me corrí varias veces antes de que ellos, como buenos primos que tantas veces se ponen de acuerdo, acabaron corriéndose al unísono dentro de mí. Estuvimos un buen rato sin separarnos, besándonos y acariciándonos hasta que les pedí irnos ―O tendremos que echar otro polvo aquí.

―Dispuestos estamos ―dijo uno de ellos.

Para irnos no me vestí mucho, solo me puse el vestido y solo abrochado con un  par de botones, justo los que cierran por debajo del ombligo, luego allegar a poblado me cerré un par de ellos más por arriba y otros dos por debajo.

El regreso fue por otro lugar, no recorrimos toda la playa como a la mañana, subimos por la duna en cuya coronación una rueda de espesa vegetación formaba una pequeña zona de arena apartada de la vista de cualquiera porque la vereda que llevaba a la playa por aquel lado quedaba por debajo y bastantes pasos alejada. Los tres nos miramos y sonreímos, ya teníamos un lugar donde hacer el amor lejos de miradas indiscretas y visitantes no deseados.

Nos duchamos y vestimos para irnos hasta el pueblo a cenar algo y a tomar unas copas. Me vestí con un vestido de verano de bonitas flores y discreto escote. A solicitud de mis sobrinos no me puse ni sujetador ni bragas.

La cena fue ligera y divertida, luego nos fuimos a un bar musical donde entre el estruendo de voces y música encontramos a Luís que como a la mañana, no apartó ni un segundo la vista de mi pecho. Eso me calentó bastante más de lo que sería normal. Al no atreverme a follar con aquel chico, les pedí a mis sobrinos regresar a casa. Al principio les incomodó dejar la fiesta pero mientras caminábamos y abrí algunos botones del escote y abandonamos el camino para internarnos en un bosquecillo donde nos comimos a besos, les chupé la pija y desnudándome les ofrecí mi ansioso coño dispuesto a tragarse sus pollas. Allá, con el culo en pompa, las piernas separadas, regulando la atura para una mejor follada y las manos apoyadas en un aromático pino me follaron mis sobrinos que me llenaron de orgasmos con acometidas de inmenso placer en forma de largas, intensas, frecuentes y numerosas oleadas. Me follaron de uno en uno, mientras uno me hacía gozar el otro vigilaba aunque ya poco me podía importar si me vieran por lo mucho que estaba disfrutando. Únicamente porque pudiera parecer una depravada tía follándose a sus sobrinitos o quizás unos sádicos sobrinitos follándose a su indefensa tía. Ninguna de las dos cosas es cierta aunque quizás si sea un poquito depravada y esté un poco indefensa ante el goce inmenso que me proporciona el sexo consentido y buscado. Lo cierto es que nunca en mi vida había hecho el amor tanto y tan bien como esa noche entre aquellos pinos.

Pero no te creas que al llegar a casa las cosas fueron muy diferentes, ya entré desnuda, mi sobrino llevaba mi vestido alrededor de su cuello. El polvo a tres del sofá fue magistral. Tantos polvos ese mismo día hicieron que tardaran tanto en correrse que mis orgasmos se produjeron por decenas. Hubo tanto tiempo que probamos mil y una posturas, combinaciones de tres, con sus pollas por todo mi cuerpo, de dos en dos. Mi boca, mi coño y hasta mi culo fueron taladrados por aquellas pijas intemperiitas. Lo que si fue diferente fue que esa noche nadie me acompañó en la cama antes de dormirme. Los tres acabamos agotados y dormimos profundamente. Sin embargo, el día comenzó como debiera, con otro polvo en el sofá primero con uno y luego en la misma mesa de la cocina con el otro sobrino. Luego en la playa fue como el día anterior pero esta vez Luís fue solo, sin su grupo de amigos y mis sobrinos muy molestos se turnaron apara alejarlo y tenerlo entretenido mientras el otro me hacía el amor en el claro sobre la duna.

―Tía, tienes que follarte a Luís para que nos deje en paz ―dijo mi sobrino al regreso a casa esa noche. Nos lo habíamos vuelto a encontrar en el bar y había visto pezón con la camisa entreabierta.

―Yo me lo follaría pero quizás eso fuera peor solución, quizás luego no quiera dejarnos más. Además, ya sabéis de mi discreción, casi toda la familia y mis conocidos piensan que soy una mojigata medio monja que apenas ha tenido sexo y que folla casi nunca. ¿Os imagináis que pasaría si vuestros padres, o tu novia, se enteraran de que habitualmente follamos?

Ninguno de los dos contestó, solo mi sobrino, en plena escena del sofá, mientras iniciaba la penetración de mi culo dijo ―Tendremos que hacer algo para que nadie se entere y poder deshacernos de Luís. Presté la atención justa antes de correrme una vez más.

No sé qué hicieron pero al día siguiente, en la playa, Luís no acudió ni con sus amigos, y a la noche en el bar, saludó por compromiso desde la distancia.

―¿Qué le habéis dicho? ―pregunté

―No preguntes ―dijeron enigmáticos.

Nos reímos, volvimos a entrar al bosquecillo y volvimos a follar, pero aún mejor que el día anterior. Lo mismo sucedió en el bendito sofá, mis corridas fueron tantas y tan abundantes que el dichoso mueble se benefició de una profunda limpieza con detergente y quitamanchas. Nunca un sofá doméstico recogió tanto semen y fluidos vaginales en una sola noche hasta esa ocasión.

El resto de la estancia en la playa discurrió conmigo desnuda sobre la duna a la que subía después de haber sido cubierta de crema solar y de la que solo bajaba para comer, darme algún baño o follar al atardecer con mis sobrinos sobre las toallas después de darnos juntos un baño en el fresco mar. Sin embargo mis sobrinos subían con mucha frecuencia para follarme, cuidarme decían. Por primera vez hice el amor mirando las nubes y me sentí feliz. Y tremendamente excitada cuando nos sobrevoló un helicóptero mientras  mi sobrino me hacía el amor. Las noches en el bosquecillo y en el sofá fueron sucesiones de folladas, orgasmos, corridas, de sexo entre amantes que se desean. Mis chicos se portaron como campeones aunque la verdad es que ambos perdieron varios kilos, al igual que yo. A estas horas aún noto en la vagina un poco de incomodidad de tanto follar pero me pasaría un año entero follando como follamos esa semana.

El regreso, para evitar que fuera triste, consistió en varias paradas para hacer el amor. Incluso hicimos el amor en la autopista, con el coche circulado, conmigo desnuda, con mi sobrino, en el asiento de detrás, metiéndomela bien adentro. Me sentí muy puta, pero muy feliz.

Me dejaron frente al portal, y me despedí con un discreto beso en las mejillas aunque para ello introduje una buena parte de mi cuerpo por la ventanita del coche dejando mis tetas morenas bien a la vista y les dije ―Quiero ser vuestra tía puta y que me folleís tantas veces como queráis.

―Lo haremos, te lo prometo tía.

―Y te haremos muy puta…

Entré en casa, me desnudé dejando caer la escasa ropa tras la puerta, me duché, me fui a la cama, me tumbé desnuda, y mal acostumbrada por la semana que había disfrutado, recurrí a mis pequeños amantes inanimados, me corrí varias veces, me levanté, me puse frente al computador y escribí esta carta mientras tenía orgasmos de gusto al correrme al tiempo que escribía recordando estos días. Luego me dormiré pensando en lo rico que mis sobrinos me han hecho el amor durante esos maravillosos días de playa.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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