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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Follar a mi primo
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Querido Bedri:

Ya te había comentado la propuesta de mi tío del pueblo para acostarme con mi primo el raro. Me había propuesto hacerme la encontradiza durante un fin de semana, que nos dejaría solos en su casa, que le echara un polvo, o los que fuera, y le diera la alegría de su vida. Tardé en responderle y aunque no suelo tardar tanto en decidir ante la perspectiva de un polvo, este es un caso especial, es un miembro de la familia, ya sé que mi tío y mis sobrinos también lo son pero para mí no es lo mismo, Además le recordaba de niño, palidísimo, tímido hasta la extenuación y siempre bajo las faldas de su madre opresiva, dominante y mandona. Aún tengo la imagen de aquel niño delgado, de pelo azabache con flequillo, ojos negros, piel blanquísima, vestido de negro, cogido a la falda negra de su madre. Acepté follármelo porque suponía que además de niñez tampoco había tenido sexo y ya sabes que me encanta desvirgar tíos, y tías.

Cuando acepté el encargo, pedí al tío que me ayudara y planeamos un plan de acción muy simple, nuestro tío nos recibiría, nos acomodaría, alegaría una urgencia y se iría dejándonos solos el resto del fin de semana. Con lo único que me inquietaba era la confesión de mi tío de que yo le gusta al primo, no me apetecen enamoramientos porque suelen derivar en consecuencias poco deseables.

El fin de semana acordado llegué el viernes a la tarde, el primo llegaría la mañana del sábado. El tío me acomodó en la habitación de invitados y solo me permitió una mamada, no quiso hacerme el amor. ―Tienes que estar limpita y muy dispuesta para mañana ―dijo mientras se bajaba los pantalones y me la ponía la polla en la boca. Me esmeré en la tarea y me lo tragué todo haciéndole una concienzuda limpieza.

Esa noche dormimos cada uno en su cama, yo desnuda como siempre, y sobre la ropa de la cama, esperando que mi tío entrara por la noche y me hiciera el amor como él sabe. Pero nada sucedió durante esa noche.

A la mañana siguiente desperté al oír voces, me puse una batita de tela bastante fina y bajé a conocer al visitante. Era mi primo que ya no era del todo como le recordaba, es cierto que era de pelo negrísimo con el mismo flequillo aunque más corto, los ojos negros y profundos, la piel blanquísima, vestido de negro pero tenía algo diferente que me gustó. La expresión de su rostro resultaba agradable y atractiva. Bueno, también que es alto y de complexión atlética.

Nos saludamos con un beso en cada mejilla. Le abracé apretándome ligeramente contra su cuerpo dejando que mis pechos se aplastaran contra su pecho. Noté que se ruborizaba y que al separarme sus ojos se mantenían fijos en las formas de mis tetas bajo la tela de la batita. Se ruborizó aún más y se mostró más azorado aun cuando comencé a subir las escaleras por delante de ellos hacía las habitaciones.

Mientras deshacía el equipaje, el tío y yo bajamos a la cocina y le confié que le veía muy cortado.

―No se tío, le veo muy panoli, no sé que podré hacer, temo que se asuste.

―No te preocupes, las veces que le he sonsacado se le veía con ganas aunque tímido ―dijo mi tío quitándole importancia.

―No sé ―y continué― no sé si estaré a la altura.

―Claro que lo estás, tienes la experiencia y las ganas, eres una buena folladora.

―Pero no creo que yo sea la mujer adecuada.

―Nadie mejor que una zorra de la familia para espabilarlo ― concluyo ya susurrando porque el primo bajaba ya por la escalera. Me gusta que me trate de zorra y me llame sobrina puta, pero solo mi tío.

Se había cambiado de ropa, más informal y no era de color negro, era gris oscuro.

―¿Por qué no te vistes y os vais de paseo un rato mientras hago algunas cosas? ―dijo el tío.

Me puse un vestido bastante ligero, sin nada debajo, y nos fuimos. Caminamos toda la mañana, recorrimos lentamente los alrededores del pueblo. Salté, me agaché, dejé que mis pechos se movieran libres, que se salieran, entre risas, por el escote del vestido, dejé que el viento levantara la falda, pero nada. Solo se ruborizaba, lo que me hacía comprender que había visto lo que yo le había querido enseñar y que reaccionaba, pero no lo suficiente ni como yo deseaba. Ni me tocó.

Regresamos a la casa y cuando le comenté al tío el resultado del paseo, el tío me tranquilizó sin darle importancia alegando que era muy tímido. Por la tarde nos fuimos a la playa y al regresar nos encontramos con el tío que decía que había surgido una cuestión, que tenía que irse y que regresaría al día siguiente por la tarde. Nos señaló que había comida en el horno y el frigorífico. Volvió a pedirme paciencia aunque le insistí que me había llevado el bikini más insinuante que tenía y había puesto las tetas al sol. Le dije que hasta había correteado por la playa con las teyas al aire y que me había desnudado completamente para vestirme a la hora de marchar. La verdad es que otro me hubiera follado allí mismo cuando le puse el culo a escasos centímetros de la cara mientras me quitaba la braguita del bikini, que por otro lado es el más trasparente que tengo. Cuando me giré hacía él, absolutamente desnuda, con el coño totalmente depilado a un par de palmos de su cara le vi completamente ruborizado y con los ojos a punto de salírsele. Pensé que me follaría allí mismo pero nada, no hizo ningún intento, ni siquiera cuando acerqué el muslo a la palanca de cambios del auto para que le lo tocara. Llegué a la casa del tío con unas ganas enormes de follar.

―Dale tiempo, sé que le gustas y puede que tenga miedo desagradarte ―Le disculpo mi tío.

―Pues cógele aparte y anímale a que me folle.

Le pidió que le acompañara al coche y algo le comentó de camino al garaje señalando con la cabeza hacia la casa.

Cuando el primo regresó lo hizo con una mirada intrigante.

―Pues parece que nos hemos quedado solos.

―Si, el tío ha tenido que irse ―y continué― Ahora tendremos que hacer algo nosotros dos para no aburrirnos.

Un chispeo en su mirada me hizo albergar esperanzas de una noche de sexo. Así que aproveché para decirle que subiría a ducharme y me quité el vestido de playa al píe de la escalera que subí desnuda. Dejé la puerta del baño abierta de donde salí desnuda tras la ducha, pero nadie me vio. Me puse otro vestidito de verano, de generoso escote, cortito y vaporoso, de tela fina que transparentaba un poco pero que era disimulado por el florido estampado.

Al llegar abajo vi la mesa puesta con la cena y me hice demasiadas ilusiones para acabar dormitando sobre el sofá con una teta fuera, la falda levantada para mostrar lo suficiente de la la rajita del coño apretadita entre los muslos y unas ganas enormes de polla.

La mañana, el medio día y la tarde del domingo fue un calco de lo sucedido esa noche. Mi primo ruborizándose continuamente y yo con unas ganas locas de follar pero reservándome para el primo lelo que me había tocado en suerte y al que no era capaz de lograr que diera el primer paso para desvirgarle

El primo se fue a media tarde y al llegar el tío se lo conté todo, le hice una pormenorizada narración de lo sucedido, de todos mis intentos y esfuerzos para motivarlo.

―Pues se que le gustas y mucho, que eres su ideal de mujer, que le resultas muy atractiva y deseable.

―Ya, será así pero no ha intentado follarme aunque se lo puse muy fácil.

―Pues lo tendrás que intentar en otra ocasión ―Y acordamos otro fin de semana como ese después de regresar yo de mis vacaciones de verano.

Como teníamos el tiempo demasiado justo para tomar el tren hasta la ciudad donde vivo, el tío no me hizo el amor y decidí llamar a Juanra para que me desahogara, sabía que Alfonso no estaba en la ciudad. La excusa fue una avería doméstica. El caso es que Juanra ya se quitó el pantalón nada más cerrar la puerta y me folló allí mismo, de píe en el pasillo. Tenía tantas ganas de sexo, de notar algo entre las piernas, que me corrí aún antes de que me la metiera, solo con tocarme el culo y deslizar la polla desde las nalgas hasta la entrada de la vagina comenzó mi primer orgasmo de la noche. Estallé definitivamente cuando me estrujó las tetas con aquellas manos tan hábiles. Me corrí profusamente después de un fin de semana que había organizado para follar y no me había hecho ni una mala paja. Como siempre en polvos improvisados le limpie concienzudamente la polla con toda la delicadeza de la que mi lengua es capaz. Sé que eso provoca que os volváis a correr pero me encanta que eso pase en mi boca.

Pasó el tiempo, muchos polvos, muchas folladas, mucho hacer el amor, muchas conversaciones con mi tío. Durante ese tiempo lo visité mucho, cada dos semanas acudía a su casa, hacíamos el amor y después del polvo hablábamos y planeábamos el encuentro que debiera ser el definitivo para follarme al primo. Incluso fingíamos que él era el primo y que hacíamos el amor. Probábamos diversas opciones y concluimos el plan de acción. El día elegido sería muy directa, le pediría que me follara. Lo ensayé con el tío aun sabiendo que no sería igual. Pero así el tío me hacía el amor, una de las cosas que más me gustan en el mundo.

Ese fin de semana dormí con el tío y follamos antes de adormirnos, fue un polvo muy dulce. También follamos al amanecer, cuando el tío se levantó me despertó y se lo pedí ―Hazme al amor tío ―Y me lo hizo deliciosamente.

Estaba en el baño aseándome adecuadamente el coño cuando oí llegar al primo. Se sorprendió al verme aparecer cubierta solo con una toalla.

―Ya sabes dónde tienes el cuarto ―dijo el tío refiriéndose al primo.

Le seguí y no esperé, entré tras él y cerré la puerta, dejé caer la toalla y me mostré desnuda, giré lentamente toda una vuelta exhibiéndome

―¿Te gusto? ―dije con un mohín.

―Si, si, si . ―tartamudeó nervioso.

Me acerqué, le tomé por los brazos, le besé despacio en la boca. Se dejó hacer aunque más por alelado que por pasivo. Me apreté al y me ofrecí. ―¡Fóllame tonto!

―¿Cómo ―Contestó asombrado.

―Que me folles, me eches un polvo, me hagas el amor, lo que quieras pero hazme sentir el placer.

Comenzó a desnudarse apresuradamente y yo me volví hacia la cómoda sobre la que había dejado un par de condones junto con la toalla.

No me dio tiempo a girarme, se me abalanzó, tomó mis pechos estrujándolos tan fuerte que me hizo daño. Al tiempo se aplastó contra a mí haciéndome adelantar el tronco y sacando el culo que oprimió con su cadera. Me di cuenta que solo se había quitado los pantalones. Noté su verga dura buscando entre mis nalgas. Sin tiempo a reaccionar percibí la dureza de su miembro deslizándoseme entre los muslos y penetrándome en un solo movimiento. Ni se movió, ni un metesaca, nada, solo un rugido animal y una inmensa corrida que noté desparramándose fuera de la vagina como una botella de champán a la que se ha agitado antes de abrir. Todo aquello duró no más de unos segundos. Pero mucho menos tardó en tomar la maleta y correr escaleras abajo para huir ante la mirada atónita de mi tío. Bajé desnuda tras él, con su corrida saliéndose de mi coño y deslizándose por mis muslos.

―¿Qué ha pasado? ―pregunto el tío a ambos.

El primo no respondió y salió apresuradamente dejando la puerta abierta que cerró el tío mirándome inquisitivo. Le expliqué con todo lujo de detalles lo que había pasado.

―¡Vaya! Pues te ha aconejado. Te ha hecho una monta en toda regla. ―Me explicó que me había montado, como los machos hacen con las hembras, entre los conejos.

―Te ha dejado un buen recuerdo ―dijo señalándome el coño que seguía dejando salir el semen que mi primo había depositado en aquella corrida bestial dentro de mí ―vístete que vienes conmigo ―concluyó.

Me negué porque sabía que iría a ver a su Susana y no quería ser un estorbo, sé que es su amante, la mujer con la que hace el amor además de con su sobrina preferida. Aunque me apetecía conocerla decliné el ofrecimiento explicándole la razón y asegurándole que estaría muy bien sola, que conocía gente en el pueblo.

Frunció el entrecejo y me hizo prometerle que no iría con cualquiera ―Con ese macarra ni se te ocurra, anda en malos asuntos.

Le garanticé que prefería el sexo de calidad y que aquella vez solo había sido para reírme un poco.

―De acuerdo, pero que no se te olvide limpiarte bien el coño que parece un bebedero de patos.

Me duché y estuve un buen rato lavándome el coño para quitarme la lechaza que lo embadurnaba y que seguía manando entre los labios de la vulva. Asearme adecuadamente me llevó un buen rato de fregoteo, estimulante y excitante, tuve varios orgasmos en la ducha que continuaron sobre mi cama antes de decidir qué haría.

Llovía tanto que me quedé todo el fin de semana en casa, acompañada por mis fieles pequeños amigos que previsoramente había llevado conmigo. Cuando llegó el tío me encontró desnuda sobre el sofá del salón haciéndome un trabajito con un vibrador. Dejó con calma su bolsa en el suelo, se desnudó, se sentó en el sofá a mi lado, me quitó en vibrador y me hizo colocar sobre él. Dejé que su pollón me entrara bien dentro y me empecé a mover despacio, arriba y a abajo, estirando el recorrido, profundizando todo, rotando la cadera. El tío no hacía nada, solo me miraba, hasta que comenzó a suspirar, cerró los ojos, me abrazó y después de darme un beso en la frente me lo dijo. ―Susana quiere conocerte.

Nos corrimos al tiempo, fue un gran orgasmo, me quedé sobre él y acordamos el día que Susana me conocería.

No hablamos más, me duché, me vestí y me llevó a la estación. Esa noche no llamé ni Alfonso ni a Juanra. Tampoco mis pequeños amigos salieron de su cajón.

Luego, tiempo más tarde, tuve otros encuentros con mi primo pero eso te lo contaré en otro momento.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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