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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Intercediendo por el marido
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Estar pagando al banco el préstamo de una casa nueva puede ser muy estresante. Y si además, en tu trabajo están reduciendo personal puede serlo mucho más. La empresa había cambiado de dueños y están despidiendo gente y no sabía que podría suceder conmigo. Mi esposa Luisa me recomendó que hablara con mi todavía jefe para conocer mi posición en los planes de la empresa. Miguel, de casi sesenta años, divorciado y que vive solo dejaba la empresa y se iba del país. Mi esposa propuso que invitara un día a mi jefe a casa, a tomar algo y usar como excusa nuestra nueva piscina. Yo debía aprovechar la ocasión para pedirle que hablara de mí a los nuevos dueños. Eso es lo que hice, y Miguel, mi jefe, propuso esa misma tarde al salir del trabajo aprovechando el buen tiempo que hacía en nuestra ciudad.

Un poco antes de la hora convenida llegó a casa con unas cervezas, le invité a pasar y le ofrecí whisky que propuso mezclar con la cerveza. Luego le mostré la casa que le pareció preciosa. También le encantó la piscina donde nos instalamos después de ponernos nuestros bañadores. Charlábamos y bebíamos y a la tercera cerveza con whisky le pregunté sobre mi situación laboral. Me dijo— Bueno, Juanito, eres una persona trabajadora y la nueva propiedad es algo que valora, no te preocupes por tu trabajo que ya les informé y que eres un gran activo, cuentan contigo. Me sentí muy aliviado al y tenía que decírselo a mi esposa, pero decidí hacerlo más tarde, a solas.

Alguna cerveza más tarde. Mi jefe comentó— Es una lástima que solo estemos nosotros en la piscina y no haya mujeres alrededor.

—Bien lo sé pero estas cerveza con whisky lo hacen olvidar todo —respondí riéndome.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Miguel.

Tenía mi teléfono al lado y leí el mensaje que mi esposa me acababa de enviar— ¡Hey Juanito! Catalina y yo iremos a casa a refrescarnos en la piscina.

—Lo siento mucho Luisa, ya la estábamos usando Miguel y yo.

— ¡Vaya! Hablaré con Cata y tal vez nos unamos a vosotros.

—Trae algo de bebida —le propuse.

—Tengo una botella de champán —respondió.

— ¿Algo importante al teléfono? —preguntó mi jefe.

—Mi esposa y Catalina, una compañera suya de trabajo, que vienen a unirse a nosotros.

— ¡Fantástico! Ya decía yo que estábamos demasiado solos —contestó mi jefe antes de continuar—Sin embargo, no conozco a tu esposa.

Le expliqué a mi jefe un poco como es Luisa, le dije como es de alta, como el pelo, los ojos, la edad; y también como es su amiga Catalina. No le dije que mi esposa tiene una gran figura, tetas más bien pequeñas y redonditas, vientre plano y piernas largas y sexys. Por no mencionar su bonito trasero. Estaba orgulloso de su figura y sabía que mi jefe la miraría boquiabierto una vez que la viera. De hecho, la miró de arriba abajo antes cuando ella llegó.

— Hola Miguel, soy Luisa, la esposa de Juan. Encantada de conocerte, mi marido ya me ha hablado de ti.

Miguel respondió al saludo y pronto comenzamos a charlar mientras seguíamos bebiendo. Luisa ya estaba por la mitad de la botella y dijo—Debería guardar algo para Catalina.

— ¿Dónde está esa chica? —preguntó mi jefe.

—Pues no lo sé —contestó mi esposa—dejadme llamar para ver dónde está.

Luisa la llamó y su amiga le contestó diciendo que no podría venir, que se le había estropeado el coche y estaba con el mecánico.

— ¡Vaya! —se quejó Miguel—tenía ganas de conocer a vuestra amiga.

—Bueno, tiene treinta años, igual es un poco joven —explicó Luisa.

— ¿Soy demasiado viejo? —Protestó mi jefe— La edad es solo una cifra, y además no es como si ella fuera menor de edad.

— Cierto, tienes razón —respondió Luisa— Lo siento, lo cierto es que te ves muy bien.

Miguel le dio las gracias sonriendo y dijo—Lo estoy pasando muy bien con vosotros, tenéis una casa muy acogedora y me encanta esta piscina. Si estuviera en mi casa, estaría totalmente desnudo —Luego, nos explicó que es miembro de una sociedad naturista y que frecuenta campamentos y playas nudistas— Es liberador —finalizó.

Mi esposa dijo en tono de broma—Desnúdate si quieres.

— ¿Estás segura o me estás gastando una broma?

Luisa rió divertida y le dijo—Eres nuestro invitado y si es tu deseo lo haces.

Miguel se quitó rápidamente el bañador y mi esposa y yo nos sentimos un poco incómodos con mi jefe de mediana edad desnudo en nuestra piscina. Nos imaginábamos que volvería a ponerse la ropa después de unos minutos.

— ¿Qué os parece si nos tumbamos un poco al sol? —propuso mi jefe saliendo del agua y caminando a la tumbona. Lo seguí mientras mi esposa iba al baño, debía estar medio borracha. Mi jefe estaba completamente desnudo y tendido en la tumbona y contempló el del cuerpo mojado de mi esposa a través de su bikini mientras Luisa entraba en casa. Noté que su polla se enderezaba.

— Juanito, tienes una esposa muy guapa, con una gran figura. Eres un tipo con suerte.

— Luisa se cuida y se trabaja el cuerpo —respondí agradeciéndole el cumplido.

Sonó mi teléfono móvil porque mi esposa me enviaba mensajes molesta porque Miguel estaba desnudo y podrían verlo nuestros vecinos. Le respondí que era por su culpa, que no hubiera pasado si ella no le hubiera animado.

— Pues haz algo para que entre en casa —propuso finalmente mi esposa.

— ¿Te apetece ver el partido y comer una pizza? —le pegunté a Miguel.

— ¡Fantástico! —Respondió— pero necesito secarme ¿Te importa que entre así?

No me dejó más remedio que decir— Sin problemas —No quería contrariarle, especialmente porque me salvó el trabajo.

Mientras se secaba, Luisa y yo discutimos en susurros— Creí que le habías dicho que se pusiera algo de ropa —dijo ella.

—No quería ser grosero, además, es culpa tuya por decirle que hiciera lo que quisiera.

Cuando llegó mi jefe, nos sentamos y seguimos bebiendo nuestras cervezas con whisky mientras mi esposa tomaba una copa de vino tinto.

Luisa y yo estábamos sentados en el sofá más grande mientras Miguel se sentaba en el sofá pequeño. Luisa estaba muy cameladora, se pone así cuando está borracha y tiene ganas de tener relaciones sexuales. Eso me incomoda cuando tenemos compañía y ahora me estaba molestando mucho más porque mi jefe estaba sentado desnudo en mi salón frente a mi esposa. Luisa le miraba el cuerpo desnudo de vez en cuando, no estaba mal para su edad.

Por accidente, el mando a distancia se cayó introduciéndose entre los cojines del sofá.

— ¡Levántate, levántate! — le dije con molesta urgencia a mi esposa que se levantó quedándose delante de mi jefe, entre este y el televisor.

Estaba agachado buscando el maldito aparato cuando oí a Luisa decir en voz alta—Maldita braga del bikini, me gusta este bikini pero odio cuando los nudos se aflojan así.

Aquel bikini tenía dos cordones a cada lado uniendo y sujetando las partes, uno de ellas estaba suelto y ella estaba tratando de anudarlo.

—No lo ates, únete al club nudista — sugirió mi jefe.

—Puede que tengas razón, es más fácil quitarse esto que ponérselo —dijo mi esposa mientras seguía intentando anudarse las cuerdas.

— ¡Quítatelo sin miedo! —Insistió Miguel—Notarás la sensación de libertad, además, estás en tu casa.

—Es cierto ¡Qué demonios!

Levanté la vista justo para verla tirar de la cuerda en un lado, y luego de la del otro lado, y ver a la braga de su bikini caer al suelo.

— ¡Ves como es liberador! —La animó mi jefe— siéntate conmigo mientras tu esposo busca ese dichoso aparato.

— Al menos alguien quiere mi compañía —dijo enfadada Luisa mientras se sentaba con mi jefe.

Nada más acomodarse, mi jefe le dijo a mi esposa— no estarás desnuda a menos que te quites la parte de arriba.

— ¿La parte de arriba también? —dijo Luisa riéndose mientras se la quitaba y la arrojaba al suelo. Ahora estaba completamente desnuda y me sonreía triunfalmente mientras se sentaba cerca de mi jefe en el sofá. ¿Estaba tratando de ponerme celoso por lo que le dije antes?

Mientras ella se quitaba el sujetador del bikini fue como un sueño erótico a cámara lenta. Además, ahora que estaba desnuda sentada junto a mi jefe, también desnudo, parecía que estaba a punto de tener relaciones sexuales con él. Luisa se sentía audaz y despreocupada, debía ser del alcohol.

Mi jefe dijo— Juanito, ella me va a hacer compañía mientras buscas —Luego le dijo— Estabas impresionantemente hermosa con tu bikini, pero desnuda estás mucho mejor. ¿Cómo se siente estar desnuda y libre?

Ella se sonrojó ante aquel comentario y respondió— Bien, me siento bien, me siento libre.

—Veo que también estás disfrutando —añadió mi jefe.

Fue entonces cuando ella se fijó en su polla, estaba tiesa y dura, de muy buen tamaño, mayor que la mía. Mi jefe al darse cuenta dijo—No puedes culparme, estoy sentado al lado de una joven muy atractiva con un gran cuerpo.

Ella volvió a sonrojarse y le dio las gracias

—Estoy acostumbrado a ver gordas señoras mayores en mis vacaciones naturistas —se excusó Miguel. Luego hubo un momento de silencio y continué buscando el control remoto. Luego todo se desarrolló muy rápido, mi jefe empezó a ser atrevido y directo— ¿Te gusta lo que ves? —preguntó.

— ¿El qué?

—Esto —dijo Miguel señalándose la polla.

—Si —asintió ella con timidez.

— ¿Qué te gusta de esto?

Yo rezaba para que ella no dijera que era grande, pero me sorprendió que dijera en voz baja— Que está circuncidado.

— ¿Nunca viste una polla circuncidada?

Ella negó con la cabeza y Miguel pareció sorprendido— Entonces Juanito no está circuncidado, es una pena porque proporciona sensaciones maravillosas y una experiencia diferente para la mujer.

Yo seguía demasiado ocupado buscando el maldito aparato y pude oír a Miguel decir— ¿Y tú como estás por ahí abajo? Déjame ver que tú ya me has visto lo mío.

Luisa separó las piernas y las abrió un poco dejando que mi jefe se inclinara hacia delante para ver mejor.

—Ese es un bonito y limpio coño, me gusta —comentó— Un buen coño rasuradito y limpito una buena polla limpia y circuncidada combinan bien juntos.

Yo no dije nada y mi esposa parecía dispuesta a hacer todo lo que surgiera.

—Oye, Juanito, creo que tiene curiosidad, ya que sigue mirándolo podría tocarlo también.

Luego, con audacia, tomó la mano izquierda de mi esposa y la llevó a su polla. Mientras tanto, mi esposa negaba con la cabeza pero reía y no apartó la mano cuando tocó la polla de Miguel. Luisa me miró esperando mi reacción, abrí la boca para decir algo pero no salió ningún sonido. Hubo otro momento de incómodo silencio en el que se podría haber parado todo. Incluso mi esposa podría haberse quejado o molestado, pero no lo hizo, incluso pasó de tímida y le preguntó a mi jefe mientras le acariciaba la polla suavemente— Desde que me senté cómodamente aquí contigo me he preguntado acerca de la situación laboral de mi Juanito ¿Podrá mantener su trabajo?

— Claro que si, seguro que podemos hacer algo —respondió Miguel mientras me guiñaba un ojo. Luisa no sabía que mi trabajo estaba asegurado porque todavía no se lo había dicho y no sabía lo que Miguel y yo habíamos hablado en la piscina antes de que ella llegara.

Mi esposa siguió moviendo su mano arriba y abajo por la polla de mi jefe, con la buena intención de ayudarme y Miguel comenzó a decirle lo bien que se sentía—Me pusiste la polla bien dura y lo que me haces me gusta.

— ¿Esto te gusta? —preguntó mi esposa.

—Si, me gusta, es un buen comienzo.

Yo quedé pensando en que quería decir mi jefe con lo del comienzo y hasta donde llegaría mi esposa.

Finalmente encontré el mando a distancia y me senté solo, en el sofá grande. Mi jefe, que sonreía de oreja a oreja dijo— ¡Enhorabuena Juanito! Pon algo interesante mientras Luisa y yo hablamos.

Pasé varios canales pero no encontré nada interesante y no me importó. Oí a Miguel preguntándole a Luisa— ¿Me gustaría tocarte las tetas, puedo?

No oí la respuesta pero cuando los miré entendí que ella se lo había permitido porque ella se había en sus rodillas mientras él le agarraba las tetas desde detrás.

—Quería tocar estas tetas desde que te vi con tu pequeño bikini —dijo mi jefe mientras le acariciaba las tetas desnudas— Me encantan estas tetas tan duras. ¿Qué talla usas?

Luisa le contestó y mientras seguía acariciándole la polla me miró, parecía dubitativa e incómoda, pero seguía permitiendo que mi jefe le amasara las tetas.

Mi jefe pareció darse cuenta de nuestras dudas y le hizo un gesto a Luisa para que se levantara. Ella se levantó y se puso frente a él.

—Ahora arrodíllate—le ordenó.

Ella vaciló, pero él le tomó de las manos y la hizo arrodillarse

Ella se puso de rodillas y se quedó esperando instrucciones y le preguntó de manera obediente— ¿Qué te gustaría ahora, Miguel?

Él le dijo—Inclínate y mírala más de cerca —y agregó— Quiero que la huelas y mires las venas, que veas lo diferente que es la polla de tu marido.

Ella se inclinó vacilante y puso su cara a centímetros de su polla.

— ¿Huele bien? —Preguntó mi jefe y ella asintió con la cabeza— Entonces creo que deberías comprobar la textura.

— ¿La textura? — le preguntó mi esposa,

— Sí, la textura, como se nota en tu boca una polla circundada.

Mi jefe quería que mi esposa metiera su polla en la boca. El hijo de puta quería una mamada y mi esposa me miró para nuevamente comprobar mi reacción. Aturdido no la detuve y ella volvió a mirar la polla que tenía tan cerca de su boca.

— ¡Vamos! No te va a morder. Al menos métete la punta en la boca-

Me quedé boquiabierta cuando ella abrió la boca y bajó la cabeza para metérsela dentro. Sus labios se cerraron alrededor de la polla y se mantuvo así unos segundos.

— ¡Ves, ya está! Eso es todo —dijo mi jefe tranquilizador, pero claramente quería más— Sigue explorando con tu linda y pequeña boca, ya sabes lo que quiero, y a tu Juanito no le importa; estás ayudando a su causa.

Ella me miró por otra vez antes de volver a mirar su polla. Ella sabía que era el momento de hacer una mamada a mi jefe. Así que ella escupió en su polla y volvió a bajar la cabeza con la boca bien abierta metiéndosela hasta la mitad. Fue entonces cuando Miguel supo que ella le iba a realizar una felación, así que se reclinó para relajarse y me dijo— Este día está resultando mejor de lo que imaginaba. Puedes apagar la televisión y disfrutar del programa casero.

Mi esposa estaba resultando una pequeña puta obediente que se arrodillaba mamándosela a mi jefe, dudaba si realmente quería ayudarme o chuparle la polla a mi jefe, porque su cabeza se movía arriba y abajo entre las piernas de Miguel.

Mi polla estaba reaccionado a lo que veía, mi esposa desnuda complaciendo a mi jefe sexualmente.

— ¡Qué buena mamadora es! Si me la sigue chupando así, también podrías obtener un ascenso —dijo entre gruñidos mientras mi esposa aumentaba gradualmente la intensidad de sus chupadas, y él la animaba a que lo hiciera.

Después de un tiempo la interrumpió y le dijo que se subiera al sofá. Ella se levantó e hizo lo que le decía y se colocó de rodillas sobre en el sofá. Ella se inclinó hacia su regazo para meter su polla de nuevo en la boca intentando metérsela más profundamente. Sus ojos me miraron y se cerraron mientras intentaba meterse toda la polla que podía. Pude ver la polla marcándose interiormente en sus mejillas antes de tragársela hasta la garganta. Mientras, mi jefe, jugaba con sus nalgas que se levantaban en el aire, se las apretaba y golpeándolas me dijo— ¡Mira qué maravilla de culo!

Luego empezó a sondearle el coño, buscándolo a tientas con las manos y haciendo que sus dedos jugaran con la parte exterior de los labios vaginales hasta que le metió un dedo dentro del coño. Pronto fueron dos que entraban y salían mientras ella le hacía la mamada. Él también cerró los ojos y gimió. Ambos se dejaron llevar por el placer mientras los miraba.

De repente mi teléfono sonó, era el repartidor de pizza al que había pedido que me llamara antes de llegar por si estábamos en la piscina y no lo oíamos.

Tenía la oportunidad de que se detuvieran pero estaba confundido, estaba completamente erecto mirándolos. Pero sabía que los tenía que sacar de allí poder abrir la puerta principal, o el repartidor vería lo que estaban haciendo.

— ¡Hey! Luisa y Miguel, el repartidor de pizza está aquí.

No me oyeron porque estaban muy ocupados el uno con el otro, lo repetí dos veces más. La segunda vez gritando un poco haciéndoles salir del trance sexual. Mi esposa se tomó tiempo de sacarse la polla de la boca y en limpiarse los labios y la boca del exceso de saliva. Ambos me miraron con sorpresa, por si estaba enfadado.

—El repartidor está aquí y tengo que abrir la puerta —expliqué a los dos sorprendidos.

Miguel respondió— ¡Oh bien! De acuerdo, no queremos que el repartidor nos vea así, nos iremos de aquí —Luego miró a mi esposa y le dijo— Vamos, cariño, vamos a algún lugar con más privacidad para terminar lo que empezamos —Se levantó y la ayudó a levantarse, la tomó su mano y la condujo hacia nuestra habitación de invitados. Lo vi alejarse con mi esposa, los dos con sus culos desnudos saliendo de la sala de estar. Me preguntaba si él terminaría con Luisa haciéndole una mamada o algo más mientras la llevaba a nuestra habitación de huéspedes.

Abrí la puerta de entrada y le pagué al chico rápidamente, mi polla estaba muy dura y podía verse a través del bañador. Dejé la pizza y fui a la habitación de invitados. La puerta estaba abierta y podía ver claramente a través de la rendija de la puerta y a través del reflejo del espejo de la cómoda. Mi jefe estaba acostado en la cama con la espalda apoyada contra la cabecera; mi esposa estaba a cuatro patas en el centro de la cama mientras seguía haciéndole una mamada.

Él le fijo— Esto es fantástico, realmente sabes cómo cuidar a un huésped.

Ella apartó la boca de la polla para decirle— Realmente estoy haciendo esto para salvar el trabajo de Juanito.

Miguel respondió— Bueno, ya sabes, el trabajo de Juanito está asegurado segur, ya se lo había dicho antes, supongo que todavía no te lo ha comentado.

Luisa juguetonamente le dio una palmada y le preguntó— ¿Así que hice todo esto sin ninguna razón?

—No, no realmente, considéralo como un regalo de despedida para mí. Puedes seguir.

Ella sacudió la cabeza con incredulidad, pero volvió a chupársela. Mientras ella se la mamaba, él le sugirió—Un regalo de despedida aún mejor sería mi polla circuncidada probando tu coño peladito.

Mi jefe quería follarla pero mi esposa pareció no haberlo entendido y mi jefe le preguntó si le había oído. Ella respondió afirmativamente asintiendo con la cabeza y la boca llena de polla. Miguel le pidió a Luisa que se la tragara toda, que se la metiera hasta la garganta. Mi esposa lo intentó, pero era demasiado para ella.

— Supongo que no estás acostumbrado a una polla como esta.

Mi esposa respondió negando con la cabeza.

Miguel respondió— No te preocupes, te enseñaré antes de irme, soy bueno en la enseñanza, con mi vejez tengo mucha experiencia.

Entré cuando mi esposa estaba tomando un respiro, todavía estaba en cuatro patas y su culo se levantaba invitando a follarla. Quería hacerlo, pero decidí sentarme en el sillón de la habitación de invitados. Ella acariciaba la polla de mi jefe y él le masajeaba las tetas con las manos. Ambos me miraron.

—Juanito, llegas justo a tiempo, estoy a punto de enseñarle a tu esposa algunos trucos nuevos. Siéntate y mira.

Se levantó y le ordenó a Luisa que se recostara sobre su espalda, una vez que lo hizo, tomó sus brazos y arrastró su cuerpo hacia el borde de la cama haciendo que su cabeza colgara del borde de la cama. Luego inclinó su polla hacia abajo, miró a mi esposa y le dijo—Abre la boca y respira hondo, tienes que respirar por la nariz mientras hacemos esto.

Ella le obedeció y él introdujo su dura polla en su boca, lentamente fue empujando con la polla y me sorprendió ver que le había metido toda la longitud de la polla. Mi esposa se atragantó al principio y él se retiró para intentarlo de nuevo. Cada vez que ella se atragantaba él se retiraba y comenzaba de nuevo. Al quinto intento, ella tenía toda la polla dentro de la boca, con la cabeza de la polla de mi jefe en su garganta, con los labios alrededor de la polla y el saco de los testículos golpeándole la nariz.

— Ves, tienes que hacerlo así, ahora tu esposa me la están mamando como una profesional.

Luego se inclinó hacia su coño, era lo suficientemente alto como para ponerse de pie manteniendo la polla en la boca de mi mujer mientras le lamía el coño. Eso es lo que debía estar haciendo porque mi esposa gemía con la boca llena de polla. Mi jefe movía sus caderas arriba y abajo un poco para poder follarle la garganta. Yo veía un poco de la base de su polla solo un poco antes de que volviera a entrar en la boca de Luisa una y otra vez. Estuvieron comiéndose lo que pareció una eternidad. Las piernas de mi esposa pataleaban y se extendían más al disfrutar del placer que recibía con la boca en su coño.

Finalmente mi jefe se puso de pie para mirarla con la boca llena de su polla. La contempló un rato dándole unos golpes de cadera en la boca antes de decirle— ¡Vamos! Vamos a hacer lo que hablamos antes ¡Dame mi verdadero regalo de despedida!

Yo sabía que estaba pidiendo pero no sabía si me esposa lo haría.

Mi jefe retiró su larga polla de la boca de mi esposa. La sacó brillante con una gran cantidad de saliva. Mi esposa incorporó para reponerse un poco, tenía los ojos llorosos por las arcadas. Estaba recuperando el aliento, mientras Miguel se colocaba en la cama y se recostaba sobre su espalda esperando a que mi esposa se le uniera.

Ella pareció pensárselo durante un minuto, era el momento de la verdad, y me miraba mientras se arrastraba hacia él. Mi corazón dio un vuelco cuando ella se unió a mi jefe. Ambos me miraron cuando ella estaba tratando de montarlo a horcajadas. ¡Ella lo iba a follar! Ella estaba dispuesta a follar a mi jefe mientras agarraba su polla y trataba de alinearla con su coño. Instintivamente tuve que liberar mi polla del bañador, me lo bajé Me lo tiré hasta tobillos y comencé a acariciarme la polla mientras los observaba.

Mi jefe sabía que me iba a poner los cuernos y mientras mi esposa se metía la punta de su olla dentro me dijo— Oye, solo siéntate, mira y trata de no interrumpirnos ¿Vale? Quiero disfrutarla entera para mí solo, tu puedes tenerla cualquier noche.

Mientras su coño se deslizaba con facilidad por la polla de mi jefe, mi esposa gimió y dijo— ¡Oh Dios!

Miguel le preguntó — ¿Te gusta esa gran polla circuncidada dentro de ti?

Ella asintió con la cabeza y dijo—Me gusta que esté ahí ahora.

—A mí me gusta tu coño, es jodidamente agradable, apretado y húmedo.

Mi esposa se dejó deslizar hasta la base de la polla de mi jefe haciéndola desaparecer toda dentro de ella.

Mi jefe le pidió que se acostara sobre él y lo hizo aplastando sus tetas con el pecho de Miguel. La bronceada piel de Luisa contrastaba con el pálido cuerpo de mi jefe. Miguel empezó a pasar sus manos por el cuerpo de mi esposa, pasando por la espalda, el culo y los muslos.

Mi esposa tenía un vacío en su vagina y se lo estaba rellenando con la gran y vieja polla de mi jefe dentro de ella ahora. Ella lo quería hacer tanto como él; mi jefe había pasado de bañarse en nuestra piscina, a estar desnudo, a que ella le tocara su polla, se la chupara, y ahora finalmente se la estaba follando.

Mi jefe hacía sus caderas, en movimientos circulares debajo de ella, que se movía suavemente arriba y abajo, hasta que instintivamente levantó sus caderas para que él pudiera hacerle penetraciones más largas y profundas. Mi jefe la agarró de las nalgas y comenzó a dirigirla arriba y abajo con fuerza mientras ella jadeaba, y gemía— ¡Oooohh! ¡Ooooh! ¡Jodeeer… jodeeer!

— ¿A que querías tener mi polla desde que la viste?

Ella respondió con la excitación del momento— ¡Oh, sí! La quiero ¡Fóllame! ¡Fóllame bien! ¡Siii! ¡Jódeme, jódeme!

—Tus deseos son órdenes cariño— Respondió mi jefe que comenzó a aumentar su velocidad y dar golpes más largos dentro de ella. Se la metía casi con furia y luego se ralentizaba.

Mi esposa tomó la iniciativa y le pidió que se sentara apoyando la espalda contra la cabecera, ella se sentó sobré él y movía rítmicamente con fuerza la pelvis. Mi jefe no hacía nada, ella lo hacía todo, me miró y me dijo—Mira Juanito sin manos, ella lo hace todo, hace todo el trabajo, tiene una yegua salvaje por esposa.

Era cierto, Luisa lo estaba haciendo todo y fácilmente podría correrse así. De ello gemía de placer mientras sus tetas rebotaban contra el rostro de mi jefe que trataba me atrapar uno de sus pezones con la boca.

En poco minutos, mi esposa ha alcanza su primer orgasmo; levantó la cabeza hacia el techo y gritó— Me estoy corriendo, aaaaaargh, me estoy corriendo contigo.

— ¡Adelante, adelante! —Dijo mi jefe—que ese coño se moje para mí.

Cuando Luisa se calmó, Miguel se ordenó un cambio de postura, le dijo que se pusiera de lado, quería ponerle en cucharita y follarla. Se colocaron y volvió a metérsela y esta vez se aferró a sus tetas con las dos manos. Mi esposa me miró y cerró los ojos porque estaba otra vez dedicada al placer de follar con mi jefe.

Una mano de Miguel bajó hasta su clítoris y empezó a frotárselo mientras su gruesa polla entraba y salía de ella. Mi esposa reaccionó con más jadeos y gemidos.

— ¿Te gusta esto, verdad? —Le preguntó mi jefe— ¿Te gusta que te frote el clítoris bien hinchado mientas te follo?

Mi esposa volvió a contestar moviendo afirmativamente la cabeza y con un inaudible—Siii—con la voz ahogada.

Él tiró de su cabello hacia atrás para que ella lo mirara pero ella no pudo hacerlo inmersa en pleno trance sexual. Mi esposa tenía la boca abierta y gemía ruidosamente y mi jefe aprovechó la oportunidad para inclinarse buscándole la boca. Ella le vio pero no se apartó mi jefe metió su lengua entre los labios de mi esposa que respondió abriendo más la boca y acercando sus labios. Se besaban mientras follaban con un beso apasionado. Mi esposa se dejó ir y gemía en la boca de Miguel. Ese hijo de puta pasaba sus manos por todo el cuerpo de Luisa, ahora tenía mano en su teta y la otra en frotándole el clítoris.

Miguel apartó su mano del coño de mi esposa y le cogió de la pierna levántanosla y abriéndola más y pude ver su polla blanca entrando y saliendo del coño de Luisa. Al apartar mi jefe la mano y dejar de acariciarle el clítoris, mi esposa puso allí su mano para seguir dándose más placer.

Yo podía ver los jugos de la anterior corrida de mi esposa impregnando la polla de mi jefe y como se acumulaban manchas blancas en la base. Los pezones de Luisa estaban tan duros como rocas y Miguel tiraba alternativamente de cada uno de vez en cuando. Aquello duraba ya varios minutos y yo me preguntaba cuándo iba a correrse aquel hombre, porque Luisa estaba empezando a tener otro orgasmo. Mi esposa tembló en el éxtasis y gritó— ¡Oooh! ¡Oooh! ¡Mierda! ¡Me estoy corriendo otra vez!

Era su segundo orgasmo, yo le había visto muy poco y ahora estaba teniendo uno con mi jefe.

Después de que ella se calmara, el se apartó y la colocó en el centro de la cama, acostada de espaldas y respirando con dificultad.

Pero mi jefe buscaba también buscaba correrse y la cogió de sus largas piernas que pasó sobre sus hombros, colocó la punta de su polla sobre su coño y empujó. De un solo empujón la polla entró con facilidad hasta la bolsa de sus testículos. Mi esposa puso las manos tocándose la parte baja de su abdomen y dijo— ¡Ay, dios! Estás dentro de mí, muy profundamente.

Él le preguntó— ¿Tu coño podrá con toda esta polla?

Ella se estremeció y asintió con la cabeza mientras mi jefe comenzaba a mecerse lentamente invadiendo su coño una y otra vez. El la miraba sonriente mientras ella se agarraba, con las manos con fuerza, a las sábanas de la cama. Miguel le quitó las piernas de sus hombros y las separó todo lo que pudo antes de acostarse completamente sobre ella y dijo— Este será el acto final para mí, ya me están doliendo las bolas por tanto aguantar.

Mi jefe perforaba el coño de mi esposa y ella gemía mientras él le besaba el cuello, el pecho y las tetas. Volvieron a darse otro beso apasionado mientras Miguel se aplastaba contra el cuerpo de mi esposa sobre la cama de invitados. La follaba muy profundo y la bolsa de sus testículos golpeaba contra las nalgas de mi esposa haciendo un sonido característico. El culo de mi jefe subía y bajaba frenéticamente y dejaron de besarse. La cabeza de mi esposa comenzó a agitarse de lado alado y sus piernas a encogerse y extenderse mientras gritaba de alegría.

— ¿Te gusta esta vieja polla? —le preguntó mi jefe a mi esposa.

Ella lo miró y dijo— ¡Oooh! ¡Siii! ¡Dámelo Miguel, dámelo todo para mí! ¡Oooh dios! ¡Oooh diooos! ¡Oooh…! Creo que me voy a… ¡Aaarg…!

— ¡Genial! Corrámonos juntos entonces.

Mi jefe pasó sus manos por delante aferrándose a las yetas de mi esposa y la volvió a besar con más pasión que antes. Luego, dejó de besarla y dando sus últimas embestidas le preguntó— ¿Dónde puedo correrme?

Mi esposa lo miraba directamente a los ojos pero su mirada estaba aturdida. Yo pensé que le respondería, peor la cara de mi mujer indicaba que estaba en un nuevo orgasmo. Mi jefe volvió a preguntar sin que ella le respondiera inmersa en pleno orgasmo. Ella quizás pensaría que mi jefe la advertía de que se iba a correr.

Los ojos de Luisa se pusieron en blanco y arqueó la espalda. Agarró las sábanas con más fuerza y gritó— ¡Oooh, Dios mío! ¡Me estoy corriendo otra vez! ¡Me está viniendo de nuevo! ¡Oooh, oh, oh, uh, uuuh! ¡Aaarghhhhh!

A mi jefe le encantó verla debajo de él, volviéndose loca de placer y fue suficiente estímulo para que dijera— ¡Oh, sí! ¡Perfecto! Es mi turno para correrme, me corro aquí.

Vi sus nalgas apretadas de mi jefe y lo escuché gruñir como un animal. ¡Mi jefe se estaba corriendo dentro de mi esposa! Cuando me di cuenta le grité— ¡No, no! ¡Dentro de ella! ¡Dentro no!

Miguel reaccionó después de haber disparado media descarga dentro de mi esposa, sacó la polla y dejó la otra mitad sobre el coño de Luisa.

Mi esposa respiraba con dificultad y parecía agotada. Cuando Miguel se apartó de su cuerpo, se incorporó y le miró el coño cubierto de su semen que también empezaba a gotear desde dentro.

Ella preguntó confundida al ver que salía semen— ¿Te corriste dentro de mí?

— Te pregunté antes de hacerlo —dijo mi jefe encogiéndose de hombros— Lo siento, me perdí y lo disfruté demasiado.

Mi esposa sacudió la cabeza con desagrado y dijo— Tengo que limpiarme —y corrió al baño.

— Supongo que este es el momento para irme.

Mi jefe recogió su ropa, se la puso y antes de irme se me dijo— Juanito, muchacho, realmente aprecio tu hospitalidad de hoy, fue un gran día —y continuó con un tono que me pareció arrogante—Tu esposa es un tesoro, cuídala bien.

— Lo haré, y por favor, no se lo digas a nadie —le respondí prudente.

—Lo que realmente quiero es que tu trabajo esté asegurado —dijo mi jefe riéndose. Me alegré mucho cuando se fue.

Fui al baño y oí el agua de la ducha correr, me asomé a la puerta y le dije a Luisa que iría a una farmacia a buscar un anticonceptivo. Cuando regresaba a casa, mi polla se iba poniendo dura de vez en cuando, con las visiones de lo que había sucedido y que se repetían en mi cabeza. Yo quería mi turno para follarme a mi esposa.

Cuando llegué a casa, Luisa estaba en la cama con nada más que una fina bata puesta, estaba agotada. Le di la pastilla con un vaso de agua y mientras la tomaba le pedí que me dejara follar con ella.

—Tengo el coño dolorido — se excusó—si quieres te hago una mamada.

Acepté y así terminamos el día ella chupándomela y hablándome de lo que había sucedido entre mi jefe y ella. Eso me excitó y me adelantó el orgasmo. Me corrí en su boca y tragó un poco. La hice lamerlo y tragarlo todo diciéndole—Es lo menos que puedes hacer por mí.

Ella me respondió en tono cariñoso— ¡Oye! Hice todo aquello por ti.

Esa noche dormimos muy bien.

Al día siguiente procuré de no tener que encontrarme con mi jefe, afortunadamente era su último día y tenía unos últimos asuntos que resolver antes de irse. Por suerte, el trabajo me mantuvo ocupado porque cualquier momento de inactividad me traía recuerdos de la noche anterior.

Aquella tarde, Luisa y yo nos fuimos a refrescar a la piscina, mi esposa estaba impresionante con un bikini de color verde azulado. Habíamos estado bebiendo y un poco borrachos y comenzamos a hablar de lo sucedido el día anterior.

— Supongo que fue una experiencia única en la vida —dijo Luisa.

— Por suerte, ya no volverá —dije.

— Me pareció que tú disfrutaste también.

—Sí, es cierto —reconocí—Y no puedo esperar para follarte.

Luisa me respondió con una sonrisa maliciosa que ya conozco y aproveché para proponerle— Podríamos atrevernos y hacerlo aquí afuera o en la piscina.

Ella respondió— Si, podemos, pero no quiero que nuestros vecinos nos vean.

Luisa se disculpó y se fue a orinar y a por más bebida. De repente, aparecieron dos hombres. Mi jefe y un desconocido.

—Hola Juanito, me imaginaba que estarías aquí y pensé que también podríamos usar la piscina—y me presentó a su acompañante—Este es Pedrito el largo un viejo compañero de estudios desde los tiempos del parvulario —y continuó—Nos falta un tiempo para coger el vuelo y buscábamos algo para matar el tiempo.

Me pareció que no estaba en condiciones de objetar nada y eso animo a Miguel que dijo—Vamos al agua Pedrito.

Miguel se quitó la ropa y entró en la piscina completamente desnudo mientras le decía a su amigo que también se desnudara, pero este insistió en dejarse puestos los bóxers. Luego, mi jefe, dijo que le había hablado a su amigo de mi esposa Luisa.

—Me lo contó y me dijo es que una gran folladora — dijo el amigo de mi jefe.

—Se portó como una magnífica anfitriona —añadió mi jefe y ambos hombres se rieron maliciosamente. luego miró a su alrededor y preguntó— ¿Dónde está tu linda esposa? ¡Dile que venga!

Cogí mi teléfono y es dije—La llamaré para que venga.

Mi intención era mandarle un mensaje para advertirla de la presencia de los dos hombres pero no hubo tiempo y Luisa apareció con nuestras bebidas. Mi esposa se sorprendió al verlos y Miguel aprovechó para presentarle a su amigo y le explicó que estaban allí para echar tiempo antes de la salida del avión.

Luisa no tenía más remedio que unirse a nosotros en la piscina. Los dos hombres la miraron de arriba abajo mientras entraba en la piscina.

Miguel se saltó todos los trámites y le preguntó— ¿Por qué no vienes a mi lado, cariño?

Ella tímidamente atendió su petición y se acercó a él que le pidió que pusiera delante. Ella comenzó a tomar grandes sorbos de su bebida mientras colocaba torpemente en el regazo de mi jefe que se había sentado en los escalones de salida de la piscina.

— Deja el vaso y relájate —le ordenó y la hizo recostarse sobre su pecho. Mi esposa se sonrojó al sentir su cuerpo desnudo contra su cuerpo.

— ¡Oh! estás desnudo otra vez —dijo mi esposa.

—Ya lo sabías —le dijo el al oído.

Yo me imaginé que mi esposa podría sentir la polla de mi jefe pinchándola. Pedro me miraba y parecía sorprendido de ver a mi esposa gimiendo ligeramente recostada en el pecho de Miguel. Miguel comenzó a acariciarla y excitarla y ella hizo lo mismo con él. Luisa cerró los ojos y se dejó hacer, pronto las manos de Miguel estaban bajo el agua como hurgando y Luisa se movió un poco. El agua no dejaba ver pero pronto vi la braga de su bikini flotando. Miguel le había desatado los cordones y estaba desnuda bajo el agua, de la cintura para abajo.

—Juanito, apaga las luces de la piscina —Me pidió mi esposa.

— ¿Qué estás haciendo, Miguel? —Le preguntó su amigo.

—Nada especial, solo tengo entre mis manos a esta encantadora chica —y agregó— Mira, Pedrito, mira sus tetas —Y con sus manos apartó la parte superior del bikini haciendo que Luisa mostrara sus tetas desnudas que Miguel comenzó a palpar descaradamente.

Pedro parecía encantado de ver aquello y volvió a mirarme para ver mi reacción. Yo sabía que las cosas se iban a ir de las manos, afortunadamente había apagado las luces y nuestros vecinos no verían a mi esposa con otro hombre. Aún así, teníamos bastante claridad como para ver nosotros desde cerca.

Pedro insistió a su amigo— ¿Vamos, chico, qué estás haciendo realmente?

Miguel respondió— Lo mejor que se puede hacer en una piscina ¡Follar!

Su amigo pareció sorprenderse con la respuesta y reaccionó diciendo—No es posible, me contaste algo que dijiste que pasó anoche ¿Pero ocurrió realmente?

Por única respuesta, Miguel le arrojó la braga del bikini de mi esposa y Pedro le creyó.

Mi esposa apoyó su cabeza sobre el hombro de mi jefe mientras este le amasaba las tetas y luego arqueó la espalda empujándola hacia delante; debía haberle metido la polla a mi esposa en el coño bajo el agua, porque Luisa gemía ahora un poco más fuerte.

— ¡Vamos Pedrito! —Dijo Miguel— Demuéstrale a esta chica porque te llamamos Pedrito el largo; no para de gemir y solo podemos acallarla con tu polla.

— ¿Estás seguro, Miguel? —dijo Pedro mirándome.

—Si hombre, claro que si, a él no le importa.

Con esa respuesta, el amigo de mi jefe se quitó los bóxers y le vi la polla tiesa, no era tan gruesa como la de mi jefe pero era bastante más larga.

—Ahora ya sabéis porque le llamamos Pedrito el largo —nos informó Miguel que le dijo su amigo— ¡Ven, dale eso a ella ahora!

Cuando Pedro se acercó, Miguel le indicó a mi esposa que se levantara y se inclinara hacia delante para quedar en posición de perrito. Mantenía su polla dentro de ella porque habían estado follando bajo el agua. Miguel la sostuvo por las caderas. Y le dijo a mi esposa— Abre la boca para que Pedrito el largo te folle la boca, sé que podrás hacerlo.

Mi esposa miró al amigo de mi jefe que le sonreía con la punta de su polla a centímetros de su boca que abrió para recibirla. Pedro la sostuvo con la mano y comenzó a introducirla en mi esposa gimiendo mientras se la deslizaba lentamente dentro de su cálida boca. Pedro se había sentado en el borde de la piscina con mi esposa apoyada en sus muslos.

Luisa se tragaba todo lo que podía la polla de Pedro que gemía y le fijo a su amigo— ¡Es buena, Miguel, es muy buena! Se la traga toda y muy profundo.

— Sí, es muy buena, ya aprende rápido, anoche la entrené un poco — respondió Miguel.

Pedro había puesto una mano en la nuca de mi esposa ayudándola a tragar y manteniendo el ritmo. La otra mano la tenía ocupada apretándole una teta a Luisa.

Miguel se la metía suavemente a mi esposa en el agua y se podían oír las ondulaciones cada vez que él entraba y salía de ella. Mi jefe también quería tocarle las tetas a mi esposa, así que comenzó a desatarle los cordones de la parte de arriba del bikini. Cuando lo logró, lo tiró fuera, lejos de la piscina.

Allí estaba mi espectacular esposa, completamente desnuda en nuestra piscina, follándose a dos sexagenarios. Actuaba expertamente, moviéndose como una profesional, con una polla follándola a lo perrito y otra dentro de su boca. Estaba comportándose como una puta para aquellos dos hombres. Luisa probablemente pensó que cómo no me había importado lo de la noche anterior ¿Por qué no agregar a otro hombre a la fiesta?

— ¡Cómo me gusta joder en la piscina! —dijo Miguel que tiró del cabello de mi esposa para sacarle la polla de Pedro de la boca y le respondiera a unas preguntas— ¿Lo estás pasando bien, te gusta?

Mi esposa asintió afirmativamente moviendo la cabeza y mi jefe siguió preguntando— ¿Eres puta, Luisa?

Mi esposa volvió a asentir con la cabeza mientras mi jefe seguía follándola y tirando de su cabello hacía atrás y volvía a preguntar— ¿Vas a ser nuestra pequeña zorrita esta noche?

Mi esposa giró la cabeza para mirar a mi jefe y dijo—Si, está bien, seré vuestra puta esta última noche, sigue Miguel sigue follándome ¡Jódeme, Miguel, jódeme! — Mi esposa parecía estar poseída y se excitaba cada vez más con las cuatro manos de aquellos hombres acariciándole el cuerpo y la polla de mi jefe dentro de su coño. Estaba encendida buscando el placer con aquellos hombres que gruñían intentan do ellos también obtener el placer que ella les ofrecía. Y recordé, que la noche anterior, me confesó que verme mirando la puso más cachonda.

Miguel quedó satisfecho con sus respuestas y le ordenó que volviera a chupar la polla de Pedro. Mi esposa volvió a meterse la polla del amigo de mi jefe en la boca y comenzó a chuparla a un ritmo más rápido.

— ¡Ves cómo te he proporcionado una buena hembra esta noche! —le dijo

— Es cierto, y si que sabe cómo se chupa una polla —dijo Pedro que luego le preguntó a su amigo— ¿Cómo tiene el coño?

—Jodidamente increíble ¿Quieres probarlo? —le dijo mi jefe.

—Por supuesto que quiero.

—De acuerdo, cambiemos de lugar.

Pedro ni siquiera me miró mientras le proponía a su amigo follarse a mi esposa. Cuando los dos hombres sacaron sus pollas de dentro de Luisa y se cambiaron a sus nuevas posiciones; tuve que recordarles que no hicieran ruido para no alertar a los vecinos.

—Por ti lo que pidas, Juanito —dijo cínicamente mi jefe—aunque solo sea por agradecerte que compartas tu esposa con nosotros. Únicamente te reprocho que no me la hubieras presentado antes.

Pedro le metió la polla a mi esposa con energía, era la segunda polla del día dentro de mi esposa. Otra polla a pelo moviéndose dentro de ella, el amigo de mi jefe empezó a follarse a mi esposa despacio y comentando lo apretada que estaba. Miguel colocó la polla ante la boca de Luisa que la esperaba; gruñó cuando entró y se la movió de un lado a otro en su boca. Ahora era mi jefe quien se la follaba por la boca y su amigo quien le follaba el coño.

Se escuchaban ruidos de arcadas y gorgoteos en medio de la noche, todos del lado de mi jefe follando la boca de mi esposa. Me sorprendió ver que bien lo hacía mi esposa. Sus tetas estaban mojadas, pero no por el agua, sino por la saliva que caía de su boca. Sus tetas brillaban por eso. Pedro aumentó su ritmo al ver que Miguel era más agresivo. Miguel miraba hacia arriba mientras movía las caderas, parecía que iba a alcanzar el clímax si continuaba así. Y eso sucedió— ¡Mierda! ¡Estoy a punto de correrme! —y gruñó cuando su polla palpitaba dentro de la boca de mi esposa dejando su semen en la misma garganta e Luisa. Pude verla tragando el semen para evitar ahogarse. Tuvo que ser una buena cantidad porque Luisa no podía con el resto. Miguel le exigió que el resto lo dejara caer por la cara. Mi esposa tenía los ojos llorosos y respiraba con dificultad pero le obedeció haciendo aterrizar el semen sobre sus labios, nariz y mejillas y unas gotas finales que cayeron en sus tetas.

—Es tu turno de correrte, Pedrito, date prisa que tenemos un avión que tomar —apuró mi jefe.

—Ya estoy, ya me falta poco.

—Pero no te corras dentro de su coño—advirtió mi jefe.

Pedro aumento el ritmo y la fuerza empujando a mi esposa fuera del agua mostrando el cuerpo desnudo de Luisa muestras la follaba. El culo del amigo de mi jefe se movía con energía adelante y atrás y cada vez más rápido. Pedro embestía con fuerza y mi esposa se mordía el labio inferior tratando de no gemir fuerte. Ella también quería llegar al clímax y comenzó a frotarse el clítoris con una mano. Ese gesto, de frotarse el clítoris, la hizo tocar los testículos de Pedro enardeciéndolo más.

Mientras tanto, Miguel que se iba vistiendo y miraba con atención preguntó a mi esposa— ¿Qué tal es Pedrito el largo, cómo te trata su polla?

Ella solo podía sacudir la cabeza gimoteando con la cara todavía llena de semen.

Pedro no pudo aguantar más y avisó—"¡Oh, mierda, me corro!

No sé si se corrió un poco dentro de ella pero sacó rápidamente su larga polla dejando salir un chorro de esperma que cayó sobre las nalgas y la espalda de mi esposa escurriendo, como si se estuviera ordeñado, las últimas gotas en el culo de Luisa.

Luisa se calmó y se enderezó, miró a su alrededor rápidamente en busca de la partes superior e inferior del bikini, las recogió y tímidamente excusó ante los dos hombres. Supongo que cuando el sexo y las hormonas se calmaron, entró en razón. Ella tomó las partes de su bikini y corrió desnuda de vuelta a casa. Sin despedirse de los dos hombres.

Mientras Pedro se vestía, comentaron lo bien que les había ido la noche y lo zorra que habían encontrado a mi esposa. De cómo habían estado jodiendo a Luisa para matar el tiempo antes de ir al aeropuerto. Quisieron despedirse de mi esposa pero se había ido y me dieron las gracias antes de irse.

Miguel me dijo—Gracias, otra vez, me alegro de haberos encontrado otra vez antes de irme; me alegro de haber podido echar un polvo rápido antes del vuelo, tu esposa tiene un coño es adictivo.

Pedro asintió y apoyó esa afirmación-

Finalmente, y desde la misma puerta me dijo como despedida—Como ya te dije, cuida bien de esa chica, puede encargarse de una polla como una auténtica profesional; y sabe cómo obtener lo mejor para ella.

No respondí una palabra a su comentario y en cuanto se fueron corrí al baño done mi esposa se duchaba. Rápidamente me desnudé y entré con ella bajo el agua.

—No hay excusas esta noche. ¡Te quiero para mí ahora! —Le dije.

Nos besamos apasionadamente antes de que ella me pidiera que me pusiera en el suelo y se colocara a horcajadas sobre mí— Lo que quiera, mi señor —me susurró lasciva.

Y se sentó sobre mi polla y noté su coño muy hinchado pero blando, y muy mojado. Me montó con furia mientras el agua caliente de la ducha corría por nuestros cuerpos. Esa noche follamos hasta caer agotados y Luisa tuvo hasta cuatro orgasmos seguidos conmigo. Desde entonces, nuestra vida sexual ha subido de nivel.

Juanito

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