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Cada año, 17 millones de personas mueren a consecuencia de enfermedades con nombres exótico para el ciudadano medio occidental: tripanosomiasis, leishmaniodisis, paludismo, mal de changas. Los tratamientos médicos de estas plagas infecciosas son muy caros o sencillamente no existen. El número de afectados en el mundo no se conoce con precisión pero se calcula que la leishmaniosis afectaría a unos doce millones de personas; los enfermos de tripanosomiasis podrían alcanzar el medio millón; el mal de changas estaría contaminado entre 16 y 18 millones de personas; pero la palma se la lleva el paludismo que podría estar ensañándose con más de 300 millones de personas: La tuberculosis es una vieja conocida que resurge con gérmenes multirresistentes y que afecta a unos 16 millones de personas de entre las poblaciones más desfavorecidas de todo el mundo. En cuanto a los recursos económicos destinados a combatir estas plagas la comparación es elocuente. Mientras España tiene un gasto sanitario medio por persona de 1.539 euros, en países como Sudán la cifra es vergonzosa, apenas 51 , algo mejor están Camboya con 111 y Honduras con 165 pero ese mejor es de un cinismo absoluto. La mortalidad infantil en Camboya es de 122 niños por cada mil, en Perú la cifra es de 47 niños de cada mil. Nada que ver con las cifras españolas, el poco satisfactorio 4,5 por mil es una utopía para muchos países . Mal de Changas o Tripanosomiasis Americana
Tripanosomiasis o Enfermedad del Sueño
Leismaniosis
Tuberculosis
Paludismo
Medicamentos e investigaciónA comienzos de los años setenta la Organización Mundial de la Salud prometió: "Salud para todos para el año 2000". Hoy este eslogan suena cuanto menos a broma. Los progresos realizados en la medicina a lo largo del siglo XX contribuyeron a una mejoría espectacular del nivel sanitario y de vida en los países desarrollados pero los tratamientos que curan estos males quedan fuera del alcance de quienes lo necesitan. Es una verdadera debacle, uno de cada tres habitantes en el mundo no tiene acceso a los medicamentos básicos contra el paludismo, la leishmaniosis, la tripanosomiasis, el mal de changas o la tuberculosis, presente entre los más desfavorecidos de la tierra incluso en Europa. Estos tratamientos son inaccesibles por muchas razones. En lo que se refiere a la tripanosimiasis humana, la empresa farmacéutica Bayer decretó el cese de la producción de la suramina, Rhône-Poulenc dejó de elaborar el melarsoprol; y la firma Hoescht Marion Roussel paró la fabricación de la eflornitina, tratamiento mejor tolerado que el melarsorpol, pero sin rentabilidad económica en África. Acosadas por la presión ciudadana, estas compañías decidieron reanudar las fabricación de los tres productos. En América del Sur, los medicamentos capaces de acabar con el parásito del mal de changas o tripanosomiasis americana son tan tóxicos que solo se pueden emplear en la primera fase de la enfermedad, que generalmente afecta a los niños. Mejorar estos productos no es una prioridad para los laboratorios puesto que se trata de poblaciones insolventes. Frente a este desastre mundial, la investigación farmacéutica de las enfermedades tropicales es claramente insuficiente. De las 1.393 moléculas sanadoras descubiertas entre 1.975 y 1.999 solo 13 conciernen a uno de estos males y de ellas 6 procedían de la investigación veterinaria. Durante el año 2.000, de los 137 medicamentos estudiados por la industria norteamericana para los males infecciosos, uno combatía la enfermedad del sueño y otro el paludismo, sobre el resto nada. En el 2.001,la industria farmacéutica occidental concentraba toda su energía y recursos en los tratamientos de las enfermedades "rentables": 402 nuevos medicamentos contra el cáncer y 122 contra las enfermedades cardiovasculares. La explicación puede resultar sencilla, es demasiado caro investigar, harían falta unos 36 millones de euros para poner a punto un medicamento antituberculoso y 134 millones de euros para un antipalúdico, aunque ciertamente mucho menos de lo que cuesta un misil de crucero. Eso si, hay que reconocer que tres de los cuatro principales antipalúdicos puestos a punto en el pasado siglo, salieron de los laboratorios de ejercito de los Estados Unidos de Norteamérica. Además, los principios activos de los retrovirales más importantes contra el VIH fueron logrados gracias a fondos públicos europeos y norteamericanos. Ahora bien, desde hace unos años, el efecto combinado de las privatizaciones y la mundialización ha forzado que los gobiernos se desentiendan de la necesaria investigación dejándolo todo en manos de las empresas privadas. Se elabora un gran número de medicamentos, pero afectan a patologías relacionadas con los modos de vida en los países desarrollados: mejoran el rendimiento intelectual, físico y sexual o retrasan el envejecimiento. En cuanto a los compuestos que podrían salvar la vida de decenas o cientos de miles de personas afectadas por una enfermedad tropical, no se desarrollarán jamás. Y eso teniendo en cuenta la existencia de grandes fundaciones que invierten desde hace años en investigación sobre estas enfermedades: la Bill y Melinda Gates o la Welcome Trust combaten el paludismo, o la Rockefeller financia la investigación contra los nuevos brotes de la tuberculosis. Pero pese a ello, difícilmente se suple a la investigación financiada desde los poderes públicos. Los estados defiendes sus negocios, así , en 1999, los Estado Unidos de Norteamérica amenazaron a Tailandia y Sudáfrica con represalias comerciales si importaban o producían medicamentos genéricos contra el SIDA. Desde hace unos pocos años, asociaciones de pacientes y organizaciones no gubernamentales se han movilizado para facilitar el acceso a la medicina de las poblaciones más desfavorecidas. Como consecuencia de la cumbre de Durban, dedicada al SIDA, la opinión pública mundial tuvo conocimiento de la amplitud de la epidemia en África y las injusticias que se comenten con los enfermos de los países pobres. Los medios de comunicación se hicieron eco de la negativa de los laboratorios farmacéuticos occidentales a bajar los precios de los medicamentos vitales o de impedir la fabricación de medicamentos genéricos por parte de los países afectados. En abril de 1999, los 39 laboratorios habían demandado al gobierno sudafricano por su intención de importar genéricos tuvieron que retirar sus demandas. El resultado de todas estas presiones fue inmediato, entre mayo de 2000 y de 2001, el coste de un año de tratamiento de las principales combinaciones retrovirales pasó de 10.520 € a 316 €, cantidad que no obstante suele superar el salario anual medio de un obrero de los países afectados. Ante tan terrible situación sanitaria mundial, los habitantes de la parte rica de la tierra podrían hacer algún "esfuerzo" así, un día menos de ocupación en Irak permitiría obtener fondos suficientes para investigar medicamentos eficaces contra las enfermedades tropicales; con otro días más podría financiar el suministro de la medicación a los enfermos; y ya puestos con otro días se les podía alimentar durante el tiempo que dure el tratamiento. Total ¿dónde van a ir tres días más o menos de guerra en Irak?, seguro que los iraquíes también lo agradecerán. Información obtenida de: Laurence Binet Geo nº 198, julio de 2003. Internet |
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