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La Página de Bedri
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Querido Bedri:

Hace algún tiempo te había mencionado de mi desvirgue anal, cómo fue mi primera vez por el culo. Mi desvirgador fue mi sobrino, el primero que disfruto de mi culo.

Sabes que con este sobrino practico sexo de forma instructiva y didáctica; que practicamos diversas posturas y nuestro manual de posturas es el Kamasutra. Los vídeos pornográficos son una buena excusa para practicar posturas en nuestros particulares remedos o imitaciones. No necesito decirte que los diálogos no los repetimos aunque últimamente utilizamos palabras o incluso frases que tomamos de esas películas.

En una película en concreto en la que había varias escenas de sexo anal que yo no quise hacer por miedo, mi sobrinito me propuso desvirgarme el culo al fin de semana siguiente. Yo que no me puedo negar a las peticiones de ninguno de mis hombres, y no mucho menos al tirillas de la barbita de chivo, acepté y quedamos para el viernes por la tarde. Pasaríamos juntos todo el fin de semana aprovechando que su novia estaría de viaje.

Me dio una serie de instrucciones que cumplí a rajatabla para prepárame para ese día. Me pidió que ese día me hiciera un par de enemas para tener el culito limpio aunque yo fui más allá y me hice cuatro. Ya puedes imaginarte el resultado.

El viernes, salí apresurada del trabajo, nerviosa como en mi noche de bodas, llegué a casa y me puse los enemas. Recién salida del baño sonó el timbre del portal, con toque de contraseña establecida con mi sobrino. Le abrí y me dio el tiempo justo para quitarme toda la ropa y abrirle la puerta completamente desnuda. Toda una declaración de intenciones, esa vez el profesor sería él.

Pasamos al salón y comenzamos inmediatamente con la práctica. Me colocó a cuatro patas sobre la mesa de salón cubierta por una toalla blanca, la está situada frente al sofá, al lado de la ventana que quedó abierta pero nadie podría verme, ni desde la calle ni desde los edificios de enfrente. Bajo mi cuerpo dejó sobre un paño negro una serie de objetos que nerviosa no quise mirar entonces. Parecían objetos de tortura o la herramienta de un fontanero.

Comenzó a masajearme el ano con el dedo, sin intentar introducirlo, la sensación fue muy agradable. Poco a poco me fui relajando y mi sobrino que había aplicado algunas gotas de lubricante al dedo, lo fue introduciendo lentamente en el recto. Poco a poco, introduciéndolo unos milímetros y retirándose otra vez, poco a poco hasta que todo el dedo estuvo dentro. Comenzó entonces a moverlo pivotando sobre la parte más interna y presionando las paredes del esfínter para dilatármelo. No sentí entonces dolor ni daño alguno, solo una ligera molestia aunque quizás sería mejor que lo que notaba era la presencia del dedo dentro de mi culo. Luego metió otro más.

Lentamente comenzó a tirar, incluso con algo de fuerza del ano hacía los lados. Yo notaba como mi propio cuerpo ofrecía cada vez menos resistencia a aquellos movimientos. Estuvimos así un buen rato, no sé cuánto, yo estaba cómoda pese a la postura y a las manipulaciones en el esfínter.

Cuando consideró que con el dedo ya no lograba avance alguno, cogió uno de los objetos dispuestos bajo mi vientre. Noté como le aplicaba lubrificante tras lo cual y mientras con una mano separaba mis nalgas lo introducía por mi ojete ya parcialmente abierto y totalmente relajado. Noté que tenía forma de cono, más delgado en la punta roma y que iba engrosándose conforme se acercaba a la empuñadura. Noté como mi ano volvía dilatarse hasta que, poco a poco, toda aquella cosa entró en una buena parte de su extensión dentro de mi cuerpo. Lentamente lo retiró y nuevamente lo introdujo otra vez. Así varias veces.

Mientras esto sucedía, apenas hablábamos, solo me preguntaba si me dolía y yo solo le contestaba permaneciendo en la misma postura en la que me había colocado. En un momento dado me preguntó si la postura me incomodaba, al responderle afirmativamente me dijo ―Espérate unos minutos que te preparo y luego descansamos un poco―

―¿Te has cansado ya de mi culo sobrino?― Le dije con un mohín.

―No tía, solo que te voy a preparar para que descansen tus rodillas y luego continuaremos con la preparación―

―¿Esto es solo la preparación? ―

―Si tía, es solo la preparación para follarte el culo sin rompértelo. Quiero follártelo muchas veces y eso solo puedo lograrlo sin dolor.

― ¿Y cuándo me lo follarás?―

―Cuando estemos preparados―

No pude resistirme y le solté una frase de película infantil.

―Yo estoy preparada, tú estás preparado, todos estamos preparados ¿Para qué estamos preparados?

― ¡Caramba tía! No sabía que fueras una cinéfila―

Y nos reímos

Tomó unas bolas chinas de un brillante color negro, las lubricó y me las introdujo despacito por el coño, bien adentro de la vagina. Luego tomó otro objeto, otras bolas, estas más pequeñas y numerosas que las otras, son especiales para el culo; me las introdujo lentamente sin mucho esfuerzo. Cuando acabó me propinó un sonoro cachete en las nalgas y me ayudó a ponerme de píe.

No supe cómo hacer y me quedé de pie al lado de la ventana y al moverme hacía el interior noté la presencia de ambos objetos en el interior de mi cuerpo. No era una sensación incómoda, solo notaba aquellas dos cosas duras dentro de mí. Y esa sensación comenzó a agradarme como me agradaría más veces más tarde cuando utilizaría ambos orificios para follar. No me atrevía sentarme y para entretener la espera bailé lentamente, sin mover los pies, moviendo las caderas en semicírculos y adelante y atrás. La sensación resultaba cada vez más agradable y empecé a notar ese calorcito tan rico que me brota de entre las piernas y me sube por el vientre.

Ya excitada y esperando la follada de culo, me volví a colocar sobre la mesa, en la misma postura. Mi sobrino retiró las bolas, pero solo las del culo. Dejó las bolas chinas dentro de mi vagina. Dejó caer unas gotas de lubricante sobre el ano y tomando un consolador de un plateado brillante, largo, estrecho, de apenas un par de centímetros de diámetro, lo introdujo lentamente de un solo movimiento y comenzó nuevamente con los movimientos de pivote.

Luego tomó otro consolador, más grueso y con forma anatómica de pene y repitió la operación anterior.

Como antes, la conversación era mínima, ya ni siquiera me preguntaba por el dolor, mis jadeos y respiración entrecortada demostraban la excitación que ya me invadía.

Retiró el pene de látex y tomó otro, este mucho más grande, negro, muy anatómico, con las venas, los pliegues, todo muy real, tanto que me asusté.

― ¿Vas a meterme eso en el culo? ―

―Tú confía en mí tía―

Y confié, y pensé que me dolería o al menos molestaría pero no fue así. No solo estaba relajada, dilataba, lubrificada, sino que además me lo hizo muy bien. Apoyó la cabeza del pollón negro, gordo como el del jugador de baloncesto pero más cortito, y empujó suavemente sin encontrar mucha resistencia, entró unos milímetros y lo volvió a sacar. Yo comencé a desesperar, la postura, las bolas chinas y la excitación habían logrado sacarme un orgasmo y quería más. Pero mi sobrino seguía a su ritmo, como un magnifico desvirgador de culos, como todo un profesional. Noté cuando todo el falso glande estuvo dentro, noté el pliegue de látex entrar. Y volvió a sacarlo entero y me gustó. Y más me gustó cuando volvió a repetirlo.

Poco a poco el pollón negro, que es como ahora le llamamos, fue introducido dentro de mí, y saliendo, y entrando, con un ritmo que me hacía disfrutar de cada entrada y salida. Poco apoco, los músculos de mi ano fueron habituándose al metesaca y ya no ofrecían resistencia. Se lo dije.

―Ya estoy lista―

Retiró despacio el pollón negro, se colocó detrás y noté como se ponía lubrificante en la polla dejando caer unas gotas dentro incluso del ano ya dilatado. Noté como apoyaba su polla, como la metía despacio, como la retiraba, como la volvía a retirar. Y las bolas chinas hacían su labor, y me corrí varias veces pero la más intensa de todas fue cuando se dejó caer hacía delante, apoyando su pecho sobre mi espalda y asiéndose fuertemente a mis tetas; y lanzando un verdadero rugido eyaculó corriéndose dentro de mi culo ya totalmente desvirgado. No hay color, los juguetitos dan mucho placer pero prefiero las pollas de verdad.

―Eres mi primer hombre por el culo― Le dije entre jadeos.

Me puso de píe para quitarme las bolas del coño y al sacarlas me volví acorrer. Un más que abundante chorro de fluidos vaginales acompañó la extracción.

Nos duchamos y tras la cena nos acostamos haciendo el amor ya de forma absolutamente tradicional, conmigo debajo, con las piernas bien abiertas, y comiéndonos a besos.

A la mañana siguiente volvimos a repetir exactamente los mismos pasos, como un rito. Y me corrí aún más veces.

Por la noche otra vez, pero en esta ocasión hubo una variante. Retiró también las bolas chinas, me posicionó frente a la ventana abierta, apoyada en el alfeizar, con las piernas separadas. Me dispuso a la altura adecuada para él. Yo estaba excitadísima, además del morbo de follar frente a la ventana, aunque la verdad, aquel sábado de agosto poca gente había a aquellas horas en disposición de pasear por la calle o asomarse a la ventana. Me colocó con el culo bien en pompa y dejó caer las imprescindibles gotas de lubrificante. Cuando pensé que me la iba a clavar en el culo, noté algo que no era su polla entrándome en el coño, era el pollón negro que me introdujo totalmente. Volvió a colocarme y me la metió por el culo, despacito, pero ya no tanto como las otras veces. La sensación de notar el consolador en la vagina y la polla de mi sobrino en el culo fue maravillosa. Notaba como ambos presionaban uno contra otro proporcionándome un placer que hasta entonces no había sentido. No quise moverme ni siquiera para hacer un metesaca con el pollón negro. No quise romper aquel momento para mi tan mágico. Su rugido final coincidió con mi corrida postrera que acompañé con un sonido gutural, que salía no de la garganta, no del vientre, salía de la hembra en celo que escondo en el coño.

No quedamos allí, sudorosos, jadeantes, abrazándome desde atrás y pellizcándome los pezones. Esto, la presión de su cuerpo y aquel consolador tan gordo dentro de la vagina provocaron otro orgasmo; este más callado pero no por silencioso menos intenso.

Cuando ya de píe, y con mi sobrino arrodillado para sacarme el pollón dejé escapar un suspiro intenso. Mi sobrino al percatarse de ello, volvió a meterlo, y volví a suspirar. Y me folló con el consolador. Allí, de píe en el salón, junto a la ventana abierta. Volvió a repetir la follada con el pollón negro antes de dormirnos. Mi sobrino a veces es muy generoso.

Aquella noche dormimos plácidamente abrazados para al día siguiente repasar aquella película que había dado lugar a estos dos días. Me folló el culo mucho mejor que en la película. Desde entonces, cuando remedamos una película, no evitamos las escenas de sexo anal. Ni tampoco lo rehúyo cuando mi pareja de ese momento me lo pide. Aunque es verdad que no acepto con todos, sigo teniendo cierta prevención al dolor.

Eso sí, puedo decir que me encantó. Fue una enculada maravillosa, nunca pude imaginar que mi culo fuera tan gratificante. Luego vendrían otros hombres, incluso algún trío, pero sigo recordando ese fin de semana como recuerdo mi noche de bodas. Dejé de ser virgen vaginal con mi marido en la noche de bodas y tuve un impresionante orgasmo. Dejé de ser virgen por el culo con uno de mis sobrinos y tuve unos impresionantes orgasmos.

Mi culo ha sido gozado por ambos sobrinos, Alfonso, mi tío, mi vecino del sexto, unos amigos del Caribe y bastantes más. Suelo ofrecerlo esos días del mes en los que mi coño puede estar inutilizado para algunos aunque follar con el periodo me gusta mucho. Es guarrillo pero me gusta. No hay nada que el agua y el jabón no puedan quitar.

Desde este fin de semana, siempre llevo conmigo un frasquito de lubrificante dentro de un pequeño neceser junto con mis bolas chinas de andar por la calle, una cajita de preservativos, unas toallitas de higiene íntima, un tanga a estrenar y alguna que otra cosita. Una nunca sabe donde va a pasar un rato de placer echando un buen polvo.

¡Ah! Todos los objetos utilizados, ahora forman parte del escogido grupo de mis pequeños amiguitos inanimados. Ya sabes que me gustan los regalos y mi sobrino y tú sabéis elegirlos.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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